Este artículo fue publicado primero en Número 14 de la revista electronica Solidaridad, en Julio 2001.

El autor de este ensayo es un marxista argentino reconocido, el redactor de Solidaridad y un ex-militante del Partido Obrero Revolucionario (POR-Masas). Mientras que el Camarada Bengoechea no está ligado organizacionalmente a la Liga por el Partido Revolucionario (LRP-EEUU) o a la Organización Comunista por la Cuarta Internacional (OCCI), acordamos sustancialmente con muchas de las conclusiones alcanzadas por él sobre la naturaleza del stalinismo. Además, republicamos el artículo porque creemos que es una contribución seria a la lucha de resucitar la teoría marxista en todas partes del mundo. Hace mucho tiempo, la izquierda seudo-bolchevique ha sustituido la repetición ritual en vez de la investigación desde el punto de vista de acontecimientos reales.

La LRP y la OCCI no acordamos en ninguna manera con las opiniones del Grupo de Propaganda Marxista (GPM), una organización española mencionada en el texto.


El desplome de la URSS y sus consecuencias en el pensamiento marxista

por Daniel Bengoechea

Han pasado más de diez años desde el colapso de los regímenes stalinistas de Europa Oriental. 1989 es recordado por la ola de protestas y huelgas que se expandió por Europa Oriental, la Unión Soviética y China. En China el gobierno encabezado por Deng Xiaoping acalló las protestas con un baño de sangre asociado internacionalmente con los eventos de la plaza de Tienanmen. En cambio en Europa Oriental y en la Unión Soviética los gobiernos stalinistas cayeron uno tras otro. Incluso Gorbachov, quien realizó un número de concesiones a las masas no pudo prolongar su gobierno dos años más allá de 1989.

Los movimientos que barrieron a los regímenes stalinistas de Europa Oriental fueron motivados por el odio de las masas hacia la burocracia gobernante, sus privilegios y sus métodos autoritarios de gobierno. Aquellos que participaron en las huelgas y movilizaciones lo hicieron buscando una mejora en sus condiciones de vida y una democratización del régimen político. En la actualidad ninguna de estas aspiraciones ha sido satisfecha. La situación social es desastrosa. El desempleo alcanza cifras record. No queda nada en pie de los sistemas de salud y educación, de los esquemas de pensiones, y de los demás beneficios sociales que antiguamente existían. En definitiva, con la excepción de una ínfima minoría de nouveaux riches, la mayoría de la población se ha sumergido en la pobreza. El punto culminante de este proceso es Yugoslavia, que terminó tupacamarizada en una pesadilla de guerras civiles que están costando cientos de miles de vidas. En cuanto a la democracia tampoco ha habido grandes progresos. Tanto en Rusia como en el resto de los ex estados stalinistas el gobierno está ahora en las manos de antiguos burócratas, quienes han implementado programas privatizadores destruyendo la antigua propiedad estatal y los beneficios sociales.

Ante estos resultados cabe preguntarse por qué aquellos movimientos anti-stalinistas acabaron en semejante desastre. La respuesta es sencilla. Porque las masas que tomaron las calles en 1989 sabían muy bien que era lo que odiaban, pero no tenían la menor idea de cual era el nuevo orden social que querían construir. En resumen, no tenían ningún liderazgo político que representara sus intereses de clase. En este sentido los eventos de 1989 fueron una respuesta inapelable a aquellos que sostienen que los movimientos espontáneos de las masas, sin importar su programa y su composición social, automáticamente toman una dirección progresista, con lo cual la tarea principal de los socialistas revolucionarios es impulsar las luchas existentes, dejando en un segundo plano la lucha por el liderazgo político de las masas. La evolución de los hechos demostró que también estaban equivocados aquellos (entre los cuales me encontré en aquel momento) que sostenían que, como las masas carecían de una dirección revolucionaria, correspondía defender los regímenes stalinistas ante la ofensiva política pro-capitalista, ya que de lo contrario estos serían reemplazados por regímenes capitalistas salvajes pasando a convertirse los ex estados stalinistas en nuevos países capitalistas dependientes. Efectivamente, eso es lo que son ahora la mayoría de ellos. Sin embargo, fueron los propios stalinistas quienes condujeron esta transformación.

Es importante tratar de entender por qué la clase obrera de la ex Unión Soviética y de Europa Oriental careció y carece de una perspectiva política. También es importante comprender por qué la izquierda fue incapaz de prever lo que ocurrió en los ex estados stalinistas. Esto nos lleva a una serie de cuestiones que están en debate entre los marxistas desde hace décadas y que aun continúan sin responderse definitivamente. ¿Que fueron los estados establecidos por la burocracia stalinista en Europa Oriental? ¿Fueron estados obreros? ¿Hasta cuando la Unión Soviética mantuvo este carácter? La intención de este artículo no es dar una respuesta acabada a estas preguntas. En todo caso, sólo pretende ser un disparador de un debate que nos permita un avance de la conciencia revolucionaria como producto de un profundo conocimiento científico de la realidad.

Desde que Trotsky introdujo en la década del 30 la definición de "estado obrero degenerado" para calificar a la URSS bajo el stalinismo han transcurrido más de 60 años. Sin embargo, la mayoría de sus "discípulos" continúan planteando mecánicamente las posiciones que Trotsky enunció en La Revolución Traicionada. También continúan repitiendo mecánicamente la caracterización de "estados obreros deformados" [1] que Mandel y Pablo desde la Cuarta Internacional definieron para los regímenes stalinistas de Europa Oriental, China, Vietnam, Cuba, Corea, etc.. El argumento de quienes sustentan esta posición es que la expropiación de la burguesía por parte del estado inevitablemente sienta las bases materiales para una economía planificada, colectivizada y estatizada que resulta en grandes avances para las masas trabajadoras. Pero esta concepción, además de ser negada por la realidad, implica una comprensión del socialismo completamente ajena al marxismo. Según ella, el socialismo no debería ser necesariamente el resultado de la lucha de una clase obrera, conciente de sus objetivos políticos y deseosa de construir una sociedad superior tanto en términos económicos como culturales y sociales. Por el contrario, el socialismo sería el resultado de una serie de medidas económicas implementadas desde arriba.

La falta de una comprensión teórica de lo que significaban los regímenes stalinistas surgidos después de la segunda guerra mundial llevo a la mayoría del movimiento trotskysta a comportarse empíricamente ante cada nuevo desafío de la realidad lo cual derivó en un alejamiento cada vez mayor de la teoría marxista del estado. Así podemos encontrar a quienes llegaron a proponer que Nicaragua podía ser un "estado obrero", como el Secretariado Unificado, o a postular, como Nahuel Moreno, que en los países subdesarrollados la clase obrera podía llegar a tomar el poder liderada por lideres reformistas que ante la presión de las masas se vieran forzados a ir mas allá de sus planes. En realidad, lo que ocurrió fue que el pensamiento marxista permaneció anquilosado y las mayorías de las corrientes de izquierda se limitaron a interpretar este o aquel escrito de los clásicos sin preocuparse por su vigencia y mucho menos por aprender y aplicar la esencia del marxismo. Y esto se reflejó en su incapacidad para explicar los hechos de finales de los 80 lo cual llevó a la mayoría de las organizaciones de izquierda a una crisis profunda. De hecho, la esclerosis teórica, el dogmatismo y el burocratismo, se revelaron como formidables barreras para que la mayoría de los revolucionarios pudieran atisbar siquiera las razones de la crisis que devastó a sus organizaciones. Lejos de revisar sus posiciones, la mayoría profundizó en los errores e hizo teoría de miserables auto justificaciones. Claramente, en los hechos, la mayoría del movimiento trotskysta ignoró que el marxismo, como herramienta para comprender y transformar el mundo, es sin dudas una ciencia que debe enriquecerse continuamente para mantenerse viva.

Sólo grupos minoritarios han pretendido mantener vivo el marxismo y establecer una caracterización científica de los regímenes stalinistas. La LRP ha expuesto sus ideas en un libro, The Life and Death of Stalinism, el GPM en su último folleto. Otros también lo han hecho pero no existe aun un entendimiento único. A estas alturas podríamos decir que hay cierto consenso en que el stalinismo en los años 30 cristalizó definitivamente como un agente contrarrevolucionario. Este hecho no es suficiente para determinar un cambio en el carácter de clase de la URSS. Este siempre está determinado por las relaciones de propiedad y por la clase que controla el estado. Basándose en la represión stalinista distintas corrientes establecen la vuelta al capitalismo en la URSS entre mediados de los 20 y finales de los 30. La LRP, además de establecer que las grandes purgas y los procesos de Moscú significaron un cambio de la clase que controlaba el aparato de estado, también presentó un estudio de como la ley del valor funcionó dentro de la URSS, lo cual le da mayor solidez a sus argumentos. Más allá de las diferencias entre los distintos análisis parecería estar claro que a la altura de la Segunda Guerra Mundial, la URSS ya era un estado capitalista.

Por otro lado, hay dos cuestiones fundamentales que debemos considerar para caracterizar mejor a los regímenes stalinistas. Un estado obrero solo puede ser creado por una revolución obrera. Las mismas no existieron en Europa Oriental o fueron sofocadas por el stalinismo durante la post guerra. El concepto de "estado obrero degenerado" fue concebido por Trotsky para una situación particular de la URSS, a finales de la década del 30. El mismo se refería a una situación transitoria, que se resolvería volcándose hacia la revolución o la contrarrevolución. Pretender que la misma permanezca congelada durante décadas es típico de un pensamiento idealista y anti-dialéctico. Estos dos argumentos niegan la idea de que los regímenes stalinistas se ajustaron a la definición marxistas de estados obreros, con lo cual sólo queda considerarlos como estados capitalistas.

Claramente es necesario un debate profundo entre los marxistas para esclarecer todas estas cuestiones. Seguramente no faltaran quienes consideren inoportuno o despreciable ocuparse de estos problemas. Sin embargo, nunca es inoportuno tratar de comprender con claridad la realidad. De hecho esta es la única forma de armarnos para la acción política ya que justamente la militancia revolucionaria es una síntesis entre teoría y práctica. Por lo cual es imprescindible recuperar al primero de estos elementos. Sin él, la práctica política es completamente estéril y se reduce a un simple empirismo que termina anulando los distintos esfuerzos.

En ese sentido los acontecimientos de la URSS y Europa Oriental ayudaron a eliminar mitos planteando la necesidad de recrear el pensamiento revolucionario. Ellos, más que establecer el fin del socialismo y de marxismo como teoría política, han demostrado trágicamente la verdad establecida en los principios enunciados por los grandes maestros del socialismo. El socialismo será a escala mundial o no será y la clase obrera debe ser el sujeto de su propia historia. La revolución de Octubre fue un grandioso ejemplo de ello. La misma fue derrotada pero estableció un escalón más elevado en la conciencia proletaria. Su derrota estuvo relacionada con la proclamación por parte de Stalin y Bujarin en 1926 de que el socialismo podía construirse en un sólo país. La lucha contra este abandono del internacionalismo proletario fue la mayor contribución de Trotsky [2] para mantener vivo el pensamiento marxista. Una nueva crisis mundial capitalista ocurrirá tarde o temprano y aquellos que hayan extraído las enseñanzas de lo ocurrido en la URSS estarán mayor preparados para intervenir en ella contribuyendo a que el proletariado luche por el poder. En caso contrario, este volverá a ser una vez más la carne de cañón que defenderá los intereses ajenos a su clase.


[1] La caracterización de "estados obreros degenerados" era inaplicable ya que al contrario de la URSS, el resto de los regímenes stalinistas no surgieron de la degeneración burocrática de un república obrera nacida de una insurrección triunfante como fue la república soviética. Por el contrario todos ellos nacieron burocratizados. Volver al texto

[2] También de Rakovsky y de otros muchos revolucionarios que se opusieron en aquel momento a la burocracia stalinista incluso desde fuera de la Oposición de Izquierda Volver al texto