Este artículo se publicó primero en inglés en el periódico de la LRP Socialist Action, enero 1980.
La masiva invasión rusa de Afganistán, si derrota o no a las fuerzas guerrilleras reaccionarias que luchan contra el gobierno central de Kabul, ha socavado la revolución democrático-burguesa progresista de abril del 1978.
Económicamente y socialmente, Afganistán es uno de los países mas atrasados del mundo. La vasta mayoría de la población son trabajadores rurales o campesinos con poca tierra, que son dominados por grandes terratenientes y jefes tribales pre-capitalistas. Sobre 90% de la población es analfabeta y las mujeres son especialmente oprimidas. Solamente el 30% de los niños y el 4% de las niñas asistieron a la escuela primaria en el 1977. En los pueblos, una nueva pequeña burguesia comercial ha surgido durante las últimas décadas, pero una reducida clase trabajadora (cerca de 1% de la población nacional de aproximadamente 15 millones de habitantes) es empequeñecida por una masa de trabajadores migrantes desempleados o semi-empleados, corridos de la tierra.
Hasta el 1973, Afganistán era un reinado cuyo apoyo se basaba en los privilegios que le otorgaba a los terratenientes, jeques de las tribus dominantes pathan y los mulás islámicos. Una alianza con Rusia ha sido un factor prevalente en la política exterior afgana desde el tiempo de los zares. En los 1920s, el estado obrero revolucionario bolchevique apoyo al gobernante reformista en Kabul. Y luego que la contrarrevolución estalinista y la Segunda Guerra Mundial convirtió a Rusia en un rival imperialista de los EE.UU., Afganistán ha mantenido su mirada puesta en Moscú para asegurarse de la ayuda rusa para defenderse de Pakistán e Irán, ambos apoyados por los EE.UU..
Afganistán tiene una frontera de cerca de 1,000 millas con la Asia Central Soviética, la patria de musulmanes de habla turca y persa. La Unión Soviética revolucionaria combatió el oscurantismo religioso de las variedades cristiana e musulmana; posterior a la contrarrevolución (proceso que culmino en el 1939), sin embargo, el régimen ruso utilizo a la iglesia cristiana y a la mezquita musulmana como apoyo para su propia dominación opresiva. Debido a los vínculos nacionales e religiosos entre Afganistán y la Asia Soviética, Rusia teme un régimen hostil e independiente en Kabul. Por esta razón, Moscú provee la mayor porción de los armamentos y el comercio exterior.
En el 1973, un golpe palaciego derroco al rey e instalo un régimen que prometía reformas. Fue dirigido, sin embargo, por un ex primer ministro y miembro de la familia real, Mohammed Daoud. No representaba fuerzas que fuesen capaces de llevar acabo reformas contra la voluntad de los reaccionarios religiosos, terratenientes tribales. Rusia apoyó el golpe de Daoud debido a que deseaba un gobierno para Afganistán basado en las emergentes clases urbanas, en vez, de a un monarca pre-capitalista y a los khanes tribales.
Daoud giró a la derecha parcialmente bajo la presión del Shah de Irán, cuyos agentes policíacos SAVAK tenían mucha influencia en el ejército afgano. La inhabilidad de Daoud para llevar acabo las reformas y su persecución de la izquierda provocó la revolución de abril del 1978. Aunque fue otro golpe militar, tuvo el apoyo de las masas urbanas. Fue organizado por el Partido Democrótico del Pueblo (PDP), el partido comunista oficial de Afganistón que estaba a favor de una democracia burguesa nacionalista basada en el estamento educado de la clase media urbana.
El PDP llevó acabo una serie significativa de reformas. Estas incluyeron la división de grandes fincas entre los campesinos, la cancelación de las deudas de los campesinos a los usureros, y la prohibición del contrabando. Se le concedió derechos a las minorías nacionales como también el aumento en educación para las mujeres y una limitación al precio (ordenado por los mulás) de las novias.
Este programa fue enfrentado por varias fuerzas guerrilleras dirigidas por las antiguas clases dominantes, algunas de las cuales fueron armadas por la China, Irán y Pakistán. La constante guerra civil ha limitado el dominio del PDP a los pueblos más grandes. Mas aun, la historia del Siglo XX ha probado que ninguna fuerza burguesa llevará acabo un programa de derechos democráticos. Eventualmente buscan acomodarse con las clases reaccionarias a expensas de las reformas prometidas a los trabajadores. Aun así, la clase trabajadora y los pobres urbanos indudablemente apoyaron el programa de reformas del PDP. Los comunistas trotskistas desenmascararían políticamente las inevitables traiciones del régimen burgués de izquierda afgano para prevenir a las masas. Sin embargo, fue el deber de los marxistas brindarle apoyo militar a este gobierno en la guerra civil contra las guerrillas islámicas, cuya victoria seria un desastre para todos los trabajadores sud-asiáticos.
La invasión rusa de diciembre transformó la situación completamente. El ejército ruso derrocó y asesinó al presidente Hafizullah Amin, no sin antes denominarlo crudamente agente de la CIA, y en su lugar pusieron a Babrak Karmal, dirigente del ala pro-Moscú del PDP. Amin mismo había sustituido e asesinado en septiembre a Nur Mohammed Taraki, el fundador del PDP y organizador de la revolución del 1978.
La razón de ambos asesinatos fraccionales fue el deseo de Moscú de moderar la revolución con el propósito de apaciguar a las guerrillas y dar por terminado la guerra civil. Taraki fue animado a eliminar a Amin, su ayudante principal y el reformador mas entusiasta del PDP, pero la maniobra falló y Amin quedó vivo y en el poder hasta este ultimo golpe. El “gobierno” marioneta ruso tiene sus manos llenas; mientras las tropas rusas tratan de eliminar completamente a las guerrillas islámicas tribales, el nuevo presidente Karmal le suplica a los “clérigos virtuosos, creyentes, e honestos musulmanes” lanzarse a una “guerra santa” en defensa de entre otras cosas, “la sagrada religión islámica”.
Pocos musulmanes honestos le darán crédito a la sinceridad de Babrak en su suplica al Islam, pero los mulás reconocerán que los rusos quieren que sus agentes dejen las tradiciones religiosas reaccionarias en su lugar. Y los reaccionarios también pueden contar con su llamamiento por el “respeto de nuestras tradiciones familiares, de pueblo e nacionales” – palabras claves que significan la opresión bárbara de la mujer y los pobres.
Por lo tanto, si Rusia logra instalar el régimen de Karmal, no será para la defensa de los adelantos de la revolución afgana, como reclama Moscú. Dentro de Afganistán, significará más alejamiento del programa reformista del PDP; la completa ala Taraki-Amin, el Khalq, podrá ser eliminada por revolucionaria. A escala mundial, una conquista rusa puede persuadir a los dirigentes musulmanes cuyos súbditos los han obligado a desafiar al imperialismo norteamericano bajo el impacto de la revolución iraní que los EE.UU. es un aliado necesario contra la URSS.
Obviamente, la China y sus seguidores izquierdistas alaban la “lucha de liberación nacional” de los reaccionarios afganos contra Rusia. Si, sin embargo, las guerrillas ganan la guerra, los adelantos limitados de los trabajadores, campesinos, mujeres y pequeña burguesia urbana serán completamente eliminados y las fuerzas reaccionarias a través de Asia y el Medio Oriente se fortalecerán. Muy en particular, la república islamica represiva de Khomeini ganará un vecino aliado contra los trabajadores y nacionalidades oprimidas de Irán.
Mas aun, el imperialismo norteamericano ganará sustancialmente de la victoria guerrillera en Afganistán; obtendrán amplias oportunidades para negociar con el régimen islámico con el propósito de estabilizar el poder burgués en Irán.
Apoyar a la invasión rusa o a las guerrillas tribales es apoyar a la contrarrevolución en Afganistán. La prensa capitalista ha fallado al no darle publicidad a otra alternativa: las clases urbanas y secciones del ejército afgano que apoyaron la revolución de abril y los gobiernos de Taraki-Amin. La revista Newsweek reportó “una batalla feroz de dos horas” entre las tropas rusas y el ejército afgano el 31 de diciembre. En el Occidente, los afganos a favor del PDP han denunciado el ataque ruso. Si tales elementos en Afganistán logran mantener una defensa de los adelantos de la revolución contra Rusia y la reacción – tendrán el apoyo material de los trabajadores y revolucionarios. Muy en particular, si los trabajadores y gente oprimida encuentran el camino a una alternativa proletaria – esa será la mejor defensa de la revolución afgana. Sentará las bases para una federación socialista de Asia Central y el Medio Oriente.