Este documento fue originalmente publicado en nuestra pagina de internet en inglés el 26 de febrero 2002.
El hecho de la lucha de clases potencialmente más revolucionario a nivel mundial está teniendo lugar en Argentina. En diciembre, los levantamientos populares derribaron al gobierno de De la Rúa. Luego, las divisiones del peronismo, bajo presión desde todos los costados, forzaron la caída de su reemplazante Rodríguez Saá. Las protestas continúan bajo el nuevo régimen de Duhalde, como así también lo hacen los ataques sobre las masas.
El último de estos ataques fue la devaluación del peso, lo que significa una drástica caída de los salarios y del nivel de vida de los trabajadores asalariados. Al mismo tiempo, el aumento del desempleo continúa. También, la burguesía y sus bancos continúan saqueando los ahorros de las atemorizadas pequeño burguesía y clase media mediante la congelación de los depósitos bancarios (el corralito).
Detrás de estos ataques está la creciente crisis de rentabilidad, la cual esta devorando las entrañas del sistema capitalista mundial e impulsando a la clase dominante a explotar a los obreros y otras capas sociales de los países oprimidos a un ritmo vicioso. En ningún lugar esto ha estado más claro que en Argentina. Las inversiones imperialistas, desde Europa y los EEUU, son la fuerza sojuzgante dentro de la economía. Obviamente, los partidos de la burguesía nativa llevan adelante el sojuzgamiento. El régimen de Duhalde ha entrado en escena con la mayor deuda externa de la historia argentina. Con el objeto de pagarla, condición necesaria para obtener los créditos desesperadamente necesitados de parte de los los bancos imperialistas, la burguesía ahora quiere que las masas, quienes ya han sufrido demasiado, sigan pagando los costos.
Era inevitable un levantamiento de la clase obrera argentina. El periodo actual de levantamiento a lo largo y ancho del país estuvo precedido por una ola de cortes de rutas realizados por los desempleados (piqueteros), una nueva y critica forma de lucha de clases. Esta erupción también incluyó ocho “huelgas generales”, controladas por la burocracia sindical, en los últimos dos años, que sirvieron para descomprimir la presión acumulada dentro de la altamente organizada clase obrera. También hubo ocupaciones de fabricas y otras acciones militantes por parte de los trabajadores. El saqueo de supermercados por parte de los desempleados y subempleados, de los que también tomaron parte elementos lúmpenes, demostró también que las clases oprimidas de la sociedad se están revelando. Y finalmente, la clase media, sufriendo la bancarrota, se unió a ellos con los cacerolazos (protestas caracterizadas por el batir de cacerolas) enfatizando su sentimiento de frustración y cólera. Los enfrentamientos con la policía del 19 y 20 de Diciembre en la Plaza de Mayo incluyeron residentes de clase media, estudiantes, izquierdistas, y trabajadores aislados, con solo una minoría de contingentes sindicales.
Ciertamente, ninguna de estas fuerzas ha sido pacificada por el actual gobierno. Duhalde es un peronista que representa a un importante sector de la burguesía industrial de la provincia de Buenos Aires. Ellos necesitan bajar el precio de sus exportaciones con el objeto de poder competir en el mercado mundial. También, él está fuertemente ligado a la burocracia sindical peronista, la cual también está ligada a aquellas industrias. Él depende fuertemente de los lideres sindicales y de su probada habilidad para calmar, dividir y traicionar a la clase obrera. Para evitar un colapso político total, él también organizó un gobierno de “salvación nacional” compuesto por los partidos mayoritarios de la clase dominante.
Su tarea consiste en detener el movimiento de masas y continuar con los ataques sobre la clase obrera. Si él tiene alguna esperanza de evitar un decisivo conflicto de clases, él debe recurrir a su pasado con un discurso pseudo nacionalista y pseudo populista, mientras al mismo tiempo actúa para asegurar los intereses de sus jefes imperialistas. Pero hoy hay una multitud de contradicciones y conflictos entre y dentro de los partidos burgueses. También hay una absoluta incapacidad para satisfacer los reclamos de las clases medias y trabajadoras. El régimen no tiene ninguna solución duradera y por eso es débil.
Hoy más que nunca, los gobiernos del “tercer mundo” actúan como supervisores que controlan el flujo de la plusvalía creada por “sus” trabajadores hacia los cofres imperialistas. Todos ellos demuestran una adherencia servil a las políticas de ‘libre mercado’ y austeridad demandas por el FMI. Incluso ante la amenaza de una gran inestabilidad, incluso frente a la inevitable cólera de las masas sometidas a condiciones desesperantes, los gobernantes nativos pueden hoy mantener sólo momentáneamente un discurso nacionalista y populista. Ellos se encuentran en un callejón sin salida.
Con el aumento de la miseria de las masas argentinas, de Latinoamérica y del mundo, la Teoría de la Revolución Permanente de Trotsky se confirma por la negativa. El nacionalismo, no importa cuan radical sea, no puede alcanzar la autentica liberación nacional del poder imperial. Todos los sectores de la burguesía nativa están en este momento atados de pies y manos al imperialismo. La pequeña burguesía y la moderna clase media inevitablemente siguen políticas pro burguesas a no ser que la clase obrera posea su propia alternativa. Sólo la revolución socialista, con el proletariado encabezando al resto de las clases oprimidas, puede eliminar la dominación imperialista. Sólo la revolución puede eliminar la escasez y abrir el camino hacia la prosperidad e igualdad para los explotados y oprimidos. Para alcanzar el socialismo la revolución debe ser internacionalista. Y por lo tanto sólo puede ser liderada por un partido proletario de vanguardia que sea una sección de la recreada Cuarta Internacional Proletaria.
Como Trotsky nos enseñó, para esta perspectiva es esencial la intervención de auténticos obreros revolucionarios en la lucha de clases, siempre peleando por el camino que relacione las batallas actuales con la necesidad de un partido y una internacional de la revolución socialista.
Dada la profundidad de la crisis económica, la incapacidad de la clase dominante para formar un gobierno estable que resuelva la crisis política, y la continuidad de las movilizaciones de masas, la situación se mantiene prerrevolucionaria. La limitación esencial de la situación es la crisis de liderazgo que Trotsky destacó hace sesenta años. Dicho sencillamente, la clase obrera debe tener su propio partido representando su máximo nivel de conciencia. El partido proletario es el único vehículo por medio del cual puede obtener su independencia de clase, establecer su liderazgo sobre la lucha de las masas empobrecidas y demás clases, y prepararse para tomar el poder.
La base material para construir dicho partido a partir de las luchas de hoy está más que madura en Argentina. La clase obrera argentina es poderosa, está organizada y cuenta con una tradición militante, a pesar de los terribles golpes sufridos desde mediados de los 70. Sin embargo, por más de medio siglo ha estado atada al peronismo, una corriente nacionalista popular burguesa. Bajo los gobiernos de Perón, los trabajadores ganaron concesiones significantes (sindicalización, aumentos de salarios reales y beneficios sociales) al mismo tiempo que se desarrolló la economía nacional. En contraste en las décadas recientes ha ido aumentando el desencanto con lo que el peronismo significó en la práctica, particularmente desde el gobierno de Menem.
Duhalde espera dividir y controlar a la clase obrera. A pesar de tener a los lideres sindicales de su lado, su éxito no está garantizado. La clase obrera, tanto en sus actitudes como en su actividad, se ha estado alejando claramente del peronismo, pero no hubo ningún quiebre decisivo. No ha encontrado una alternativa en quien creer.
La izquierda argentina ha sido incapaz de ofrecer una alternativa. Como izquierda nosotros nos referimos a los pseudo trotskistas, estalinistas, maoístas, así como también a los burgueses radicales.
Para los burgueses radicales del peronismo o la socialdemocracia y los partidos mayoritarios del estalinismo (PC) y del maoísmo (PCR) la colaboración de clases está a la orden del día. A pesar de ello, dado su potencialidad para crecer en la clase obrera, y específicamente en los sindicatos, estas tendencias deben ser combatidas políticamente con vigor por los revolucionarios en Argentina.
En este documento, sin embargo, nos referimos exclusivamente a los pseudo trotskistas. No porque nosotros estemos políticamente más cercanos a ellos que a los otros izquierdistas. El centrismo (retórica revolucionaria encubriendo políticas reformistas) e incluso la capitulación son el carácter dominante de los grupos de hoy se autodenominan trotskistas. Sin embargo, estos grupos mantienen gran parte de la retórica del proletariado revolucionario. Por ello, incluso cuando ellos abandonaron el programa y el método revolucionario, ellos probablemente atraerán a los trabajadores avanzados a no ser que sean expuestos.
Para preparar este documento, usamos básicamente los documentos disponibles de los dos grupos mayoritarios, el Partido Obrero (PO) y el Partido de Trabajadores por el Socialismo (PTS). La presente critica refleja lo que nosotros vemos como verdadero del PO y el PTS en general, en que ellos fallaron así como en que acertaron. En el futuro elaboraremos polémicas especificas sobre estos grupos y otros. (Nuestros lectores pueden visitar sus paginas Web donde encontrarán una selección de artículos en inglés y una colección completa en español: www.po.org.ar y www.pts.org.ar.)
¿Cuál es la relación actual de la izquierda con la clase obrera? Más de un millón de votantes (6% del total) apoyó a las listas de izquierda en la últimas elecciones parlamentarias de octubre. Obviamente, los votos no equivalen a influencia de masas, pero muestran que existe cierta simpatía hacia la izquierda. Al mismo tiempo, la actitud dominante de la clase obrera (así como de la clase media) es en general de hostilidad hacia los políticos, incluyendo la izquierda. De hecho el 50% de los votantes se negó a votar anulando su voto.
En cierto sentido la desconfianza en la izquierda se justifica. La izquierda argentina no sólo tiene una composición de clase media, un fenómeno común internacionalmente, sino que también está particularmente asociada al electoralismo, una estrategia que lleva a la clase obrera a ningún lado. A pesar de todo, la clase obrera, más allá de su actividad militante, está muerta sin su propio partido político. La situación en Argentina es aun más peligrosa. La historia nos dice que si la clase obrera no ejerce un decisivo liderazgo revolucionario la pequeña burguesía y la clase media eventualmente se volcarán hacia el fascismo. O la clase obrera presenta una alternativa dura a termino o una aplastante alternativa vendrá desde la derecha. El partido proletario revolucionario es necesario para que los obreros practiquen su independencia de clase, su liderazgo sobre las luchas de las masas empobrecidas y el conjunto, y para luchar por el poder.
Dada esta realidad, los revolucionarios y los potenciales revolucionarios tienen una oportunidad increíble y una tremenda responsabilidad. Aquellas organizaciones e individuos que se reclaman comunistas tienen la obligación de luchar contra la corriente, de usar esta oportunidad para construir el partido revolucionario, a pesar de su pequeño numero inicial.
Tal partido solo cumplirá su función si está basado en un claro programa revolucionario. El programa debe hablar directamente de la necesidad de una revolución socialista obrera y de la destrucción del estado burgués. La lucha por el partido tendrá lugar dentro de la clase, y no es una tarea exclusiva de sabios intelectuales que mantienen lejos de los trabajadores lo que se dicen a ellos mismos detrás de puertas cerradas sobre la necesidad de la revolución socialista. Este método condiciona nuestra concepción sobre la construcción del partido dentro de la vanguardia de la clase obrera así como sobre el trabajo de masas que se debe realizar hoy.
Por lo que podemos ver, la mayoría de las organizaciones “trotskistas” han fallado en plantear el polo del partido revolucionario. Sólo por ello deben ser condenados. No es un accidente que junto a ello también hallan fallado en plantear una acción de masas que impulse la lucha del proletariado hacia delante.
Escribiendo desde lejos, obviamente nosotros no tenemos un conocimiento profundo de la escena argentina. Pero como internacionalistas podemos y debemos aun levantar una clara estrategia revolucionaria cuando vemos déficits en este sentido. De esta forma también estamos preparando el terreno para futura discusiones internacionales con trabajadores revolucionarios en Argentina, pertenezcan o no a grupos, comenzando con este documento.
Ahora mismo los llamamientos por una internacional y un partido en Argentina son slogans de propaganda; ellos están dirigidos a las capas avanzadas de trabajadores. No hay expectativas de que grandes masas de trabajadores cambien rápidamente su pensamiento al respecto, aunque probablemente lo hagan en el futuro. Una estrategia de acción de masas que considere las necesidades inmediatas enmarcada en slogans y demandas claves, es también absolutamente crítica. La clase obrera tiene que defenderse empezando desde donde está ahora, lamentablemente con los lideres que tiene, para poder por medio del proceso de lucha, con la intervención de los revolucionarios, transformarse ella misma en una clase preparada para la revolución y con un partido revolucionario listo para liderarla. Nuestra lucha por un partido revolucionario no tiene nada en común con los sectarios que quieren sermonear desde arriba de una montaña. Nosotros no solo decimos públicamente que es lo que la clase debe hacer, construir su propio partido, sino que también lo probamos en la acción por medio de la lucha misma.
Por lo que podemos ver, la mayoría de las organizaciones “trotskistas” están fallando tanto en su trabajo de masas como a nivel de la propaganda por el partido revolucionario. Lo que observamos hoy en día es una lucha popular antigubernamental en la cual las clases no se diferencian y que no tiene claro ni sus métodos ni sus objetivos. El objeto de la vanguardia de ser pelear para elevar la conciencia sobre cuestiones fundamentales como la independencia de la clase obrera y su hegemonía sobre las luchas de hoy. La estrategia de masas que nosotros proponemos exactamente busca indicar el camino hacia estas cuestiones esenciales. Nosotros sugerimos propuestas de acción, slogans y demandas como herramientas revolucionarias para indicar el camino hacia adelante a nuestros compañeros trabajadores en la lucha conjunta.
Una convocatoria a la huelga general debe de estar en el corazón de toda estrategia de acción de masas de parte de la clase trabajadora para Argentina. El paro general, o huelga de masas, es un arma clásica en el arsenal de los marxistas. Esta diseñada para colocar a la clase trabajadora en la acción como clase, para mostrar a dicha clase su propia fuerza, para ejercer el liderato sobre las otras clases y concienciar a los trabajadores sobre la necesidad de luchar por el poder del estado.
La huelga general por la cual abogamos está en contraste total con los recientes y supuestos “paros generales” convocados por las burocracias sindicales. Una huelga general seria no es una repentina exhibición de protesta ni tampoco una huelga de sólo de algunos sectores, o una huelga concentrada en limitados asuntos mientras los principales ataques continúan. Muy por el contrario está determinada a durar hasta que logre alcanzar metas significativas las cuales alteras en cualitativamente el equilibrio de las fuerzas de clase; estamos hablando de una huelga general que tenga una duración indefinida.
Una huelga general seria paralizaría el funcionamiento de la nación por completo, paraliza industrias y el transporte y estrangula las ganancias – la única razón de ser del capitalismo. Crea a través de la lucha prolongada una situación de poder dual que plantea la cuestión del poder del estado – que clase debe de gobernar, la burguesía o el proletariado. En contraste con las huelgas generales esporádicas y restrictivas que han sido convocadas por los burócratas sindicales, ningún grupo izquierdista ha planteado esta clase de huelga general. Por otro lado, mientras que algunos grupos de izquierda hicieron un llamado a favor de una huelga general para derrocar a De la Rúa, y ocasionalmente por otros propósitos, la han utilizado como demanda periférica en vez de como la llamada central para una acción de masas. En este aspecto simplemente han aceptado los límites impuestos en la lucha por la burocracia sindical, como si nada más fuera posible fuera de los sindicatos principales.
El movimiento de masas que derrocó a De la Rúa fue accionado principalmente por trabajadores desempleados y de la clase media. Los trabajadores empleados, incluyendo los miembros de los sindicatos, participaron, como individuos y en agrupaciones pequeñas. Pero bajo el control de los burócratas, los sindicatos en si se mantuvieron al margen. Deben trascenderse un sinnúmero de barreras en la unidad de la lucha de la clase trabajadora. 1) La clase trabajadora debe de estar unida – empleados y desempleados. De hecho esta unidad sólo puede ser construida en acciones en contra de la burguesía, que es lo que una huelga general es. 2) La clase trabajadora necesita mostrar tal fuerza que su autoridad para dirigir la lucha quede establecida y pueda hacer pivotar a muchas de las filas de la clase media para que la apoyen. Sin una acción de clases poderosa como lo es una huelga general, la tendencia de que la clase media domine la lucha es inevitable.
Hay otro punto principal que se debe señalar en cuanto al llamado de la huelga general en la Argentina actual; no es un llamado que podría ser empleado exitosamente sino reúne los objetivos necesarios de la lucha y de la situación. Cada trabajador en la Argentina sabe que el problema central inmediato es la actual deuda con el imperialismo. Ésa es la primordial y más importante razón por la que están siendo exprimidos actualmente, el pago de dicha deuda. Por lo tanto la principal demanda de la huelga general debe ser “¡Repudia la Deuda Imperialista!”. Tal demanda es obviamente necesaria y claramente responde al interés de todos los trabajadores, tanto empleados como desempleados. También habla a los asediados pequeños burgueses y a elementos de la clase media. Al mismo tiempo, el repudio está en contraste a una moratoria o a un incumplimiento de pago, los cuales son sólo retrasos de pagares. Cuando los acreedores imperialistas aceptan un retraso, todavía conservan los derechos prioritarios sobre otros en cuanto a la obtención de pagos del estado. Y en la crisis actual, el Departamento del Tesoro de los EE.UU. ha estado propugnado la moratoria de pagos como una manera de conseguir ventaja sobre sus rivales europeos, quienes en el momento son los que tienen las mayores inversiones en la Argentina. El repudio es un ataque directo en contra de los derechos de propiedad y del sistema bancario mundial.
Después de todo, la enorme deuda ha sido incurrida por la aceptación de los gobiernos burgueses de que los imperialistas sacaran ganancias exorbitantes fuera del país. No es una obligación que la clase trabajadora la acepte. Las moratorias, renegociaciones y la devaluación del peso son armas de la burguesía designadas a reducir aun más los estándares de vida de la clase trabajadora como una manera de aliviar la crisis capitalista.
Mientras que una campaña a favor de erradicar la deuda se torna más seria, debe también analizar duramente la correlación entre la deuda imperialista y la deuda “local”, defendiendo las necesidades de los trabajadores así como las de la clase media y del pequeño burgués con referencia a los aplastantes pagos de intereses a los bancos. Local o imperialista en nombre, hay solo un sistema que está estrangulando la capacidad de las masas de prosperar.
Por el momento, solamente los burócratas de los sindicatos tienen el poder autoritario necesario para lanzar una huelga general. Los revolucionarios saben que la necesidad en esta situación recae de manera aplastante en una lucha con la burocracia de los sindicatos industriales para hacer un llamado a los sectores más decisivos de la clase trabajadora. La habilidad de los traidores burócratas de mantener a los sindicatos fuera de la lucha para derrocar a De la Rúa, y de intentar descarrilar a los trabajadores desempleados también, es testimonio suficiente como para reconocer la necesidad de concentrar el fuego en estos sostenedores del capitalismo. La izquierda ha fallado en convocar una huelga indefinida que desafié a los burócratas en cuanto al tema de la deuda y otros tantos ataques. No hace ninguna campaña por tal lucha en contra de las direcciones sindicales.
Pero la huelga general tiene que ser planteada como un desafío a la burocracia sindical para llamar y para movilizar a las bases en tal huelga. Esta forma de reclamo a los burócratas fue siempre una parte crítica de las propuestas de acción de Trotsky en los lugares donde los sindicatos no estaban bajo el control comunista.
O son forzados a convocarlas o serán expuestos ante sus bases si se niegan. Si los burócratas sindicales acceden a la presión de las masas y convocan tal huelga, los trabajadores revolucionarios deben de continuar advirtiendo que los lideres sindicales intentarán inevitable traicionar la huelga. Deben ser conscientes sobre el hecho de que solamente un liderazgo revolucionario ira hasta las últimas consecuencias con el propósito de luchar a favor de los intereses del proletariado, y por lo tanto es urgente construir el partido que ejerza este liderazgo. La única manera de superar a la burocracia sindical es desarrollar la lucha dentro de los propias sindicatos en favor de la acción y por alcanzar el liderazgo. La burocracia no puede ser evadida. Atada al llamado de una huelga general se encuentra la necesidad de formar comités de trabajadores para que conduzcan la huelga. Dichos comités se desarrollarán como el estadio para la lucha por un liderazgo alternativo que desplace a los burócratas a medida que los trabajadores se den cuenta de su propio poder. También, señalamos que estos comités pueden ser el embrión para los soviets o los consejos de los trabajadores, instituciones que son inequívocamente proletarias.
La demanda por una huelga general se debe también plantear en otras formaciones y organizaciones de masas existentes además de en los sindicatos, esto significaría principalmente en las organizaciones y/o las agrupaciones de los desempleados. Comités de acción o comités de apoyo a la huelga pueden ser formados entre los desempleados para desarrollar paros estratégicos y otros actos masivos de protesta, que sean coordinados con la huelga. Los comisiones mixtas o comités comunes entre los trabajadores empleados y desempleados son ya en si una necesidad de la lucha y serán vitales para el éxito de la huelga general.
A la vez, deben de formarse comités de acción en los barrios, y las áreas no-urbanas, para coordinar el aprovisionamiento de alimentos y productos esenciales a la población – así como para construir protestas y acciones. Toda la evidencia señala el hecho de que la clase media está dominando generalmente en las asambleas populares existentes en los barrios y otras localidades a pesar de que los trabajadores están también a menudo presentes. Las capas de la clase media, especfficamente las capas más bajas y medias, son necesarias y bienvenidas a la lucha. Pero no pueden ser la fuerza principal si la lucha es para tomar una dirección seriamente anti-capitalista.
Los revolucionarios no somos capaces de dar ultimátum a nuestros compañeros trabajadores, sólo intentamos convencer a otros en cuanto a lo que debe de ser nuestra meta en común. Tampoco la huelga general por la que abogamos se contrapone a las luchas existentes de los trabajadores. Por el contrario las ocupaciones de fábricas y otras acciones militantes llevadas a cabo por los trabajadores cuyos sueldos o empleos están siendo amenazados deben ser defendidas, mientras luchamos para ampliar la lucha en una huelga general. Y las “huelgas generales limitadas” convocadas por los burócratas son también una situación en donde los revolucionarios deben agitar para convertirlas en huelgas indeterminadas, un paro general para repudiar la deuda imperialista. Por sí mismo la huelga general no contesta al interrogante del poder del estado; el proletariado tan sólo puede tomar el poder a través de la confiscación del poder estatal bajo el liderazgo de un partido revolucionario. Sin embargo, mosträndole a las masas de trabajadores movilizados, cuan poderosos son, y planteando la cuestión de cual es la clase que debe gobernar, se puede ayudar a poner la idea de construir el partido revolucionario en el centro de la acción practica de las masas.
También, una huelga general que repudie la deuda trae a colación otra necesidad clave de la estrategia revolucionaria, la necesidad de la unidad proletaria internacional. La demanda a favor de una huelga general basada en el repudio de la deuda se debe volver una demanda internacional. Los sindicatos argentinos deben de ser presionados por sus miembros para hacer un llamado, y hacer campaña para que federaciones de uniones a través del mundo realicen un paro en favor de la cancelación de las deudas que sus países contrajeron con los bancos y estados capitalistas. Esto ayudaría a aplacar los miedos de los trabajadores de Argentina de que una cancelación unilateral por la Argentina sería devastadora para su situación laboral. Si otros países oprimidos y explotados fueran forzados por las luchas de masas a cancelar sus deudas, sería un masivo y brutal golpe al imperialismo. La revolución estaría en las agendas alrededor del mundo.
La clase trabajadora argentina tiene el potencial para iniciar tal reacción en cadena. La visión de una clase trabajadora poderosa como lo es la de la Argentina liderando el camino mediante su negativa a pagarle a los imperialistas podría propagarse como un incendio forestal. Para empezar el CUT brasilera podría ser forzado a seguir el mismo camino, y el resto de América Latina no podría permanecer quieta.
Las consignas revolucionarias y de transición no son un decálogo de todas las cosas buenas. La negación de la deuda imperialista es un objetivo clave para un país como la Argentina; no se puede comenzar a solucionar ninguno de los otros problemas críticos a los que se enfrentan las masas hasta que se le ponga un fin a este factor asfixiante para la economía nacional. Pero otras demandas están ineludiblemente conectadas a este reclamo. Una de las más importantes entre tales es la demanda de “Nacionalizar los Bancos sin Compensaciones.” Ésta es otra forma de repudio al mortal agarre que tiene el imperialismo a la economía nacional – y un paso de progresión necesario hacia la toma de control de los recursos financieros necesarios para dar prioridad a las necesidades de la sociedad y para poner en marcha una economía productiva. Los bancos deben ser nacionalizados sin compensar a los explotadores que ahora los están utilizando como armas para chuparles la sangre a las masas que son la única fuerza productiva.
El gran numero de privatizaciones, en donde las industrias vitales se han vendido al mejor postor entre los intereses imperialistas extranjeros – quiénes ha su vez han en cambio despedido a masas de trabajadores – debe ser confrontado. La demanda aquí es “Renacionalización de las Industrias Privatizadas sin la Compensación”. Las otras industrias que están quebrando y cerrando sus puertas y lanzando a los trabajadores a las calles, son también vitales para la sociedad y deben de nacionalizarse también. “Nacionalizar las Industrias que Cierran”. El látigo del desempleo masivo está devastando a la clase trabajadora. Los salarios y las condiciones para los trabajadores que todavía están empleados están desplomándose también. La nacionalización y la re-nacionalización de las principales industrias es por supuesto un factor clave para proteger trabajos, salvar industrias y sectores -– a la vez que repele la penetración imperialista. También es integral para resolver el desempleo masivo la demanda de “Empleo para Todos con Sueldos Justos”. Junto a esto, proponemos la demanda de “Una Escala Salarial Ascendente y una Escala de Horas Descendiente”, para demostrar como todo el trabajo disponible puede ser compartido entre todos los trabajadores disponibles. Estas demandas unen a los trabajadores empleados y a los desempleados en una lucha común, puesto que está claro que tal reorganización es la única manera de satisfacer las necesidades de la clase en su totalidad.
La vitalidad de éstas y de otras consignas claves sólo pueden ser comprendidas en la lucha, con la intervención de revolucionarios genuinos en diálogo con las masas. La meta de Trotsky era formular consignas transitorias que conectaran las necesidades más apremiantes de la clase trabajadora en la actualidad a la necesidad general de una revolución socialista y de un estado de los trabajadores. El programa de transición busca el poner la teoría de la revolución permanente en práctica, rechazando la noción de una lucha por separado primeramente a favor de la democracia burguesa y luego, en un futuro, una lucha en pro de la revolución proletaria.
En lugar de esto, el programa de transición proporciona las herramientas con las cuales los revolucionarios pueden ganarse a sus compañeros trabajadores para una lucha común hoy en día – para poder utilizar la lucha en sí para convencer a los que todavía no crean que el dominio capitalista tiene que ser derrocado. Por ejemplo, en la cuestión del repudio a la deuda, tomamos en consideración que la mayoría de trabajadores todavía no se han dado cuenta de que la deuda imperialista no es un resultado de malos capitalistas poniendo en practica malas políticas. Los revolucionarios exponemos que esto es una consecuencia ineludible del sistema en sí. Decimos abiertamente que el repudio a la deuda, tanto como las otras consignas transitorias que proclamamos, son demandas imposibles de aceptar por cualquier sector de la burguesía. Pero puesto que entendemos que muchos trabajadores aun no están convencidos sobre esta visión revolucionaria, proponemos una lucha común alrededor de estas demandas. Sostenemos que una revolución de los trabajadores será probada como una necesidad para poder obtener estas demandas pero sabemos que otros trabajadores no están aun de acuerdo con esto. El curso de la lucha en sí demostrará quién tiene la razón. Nuestro enfoque a estas demandas de transición contrasta con la mayoría de los izquierdistas pseudo-trotskistas, que utilizan el programa de transición como excusa para no decir, aun en su material dirigido a los trabajadores avanzados, que es necesario aplastar al estado capitalista y substituirlo por un estado de los trabajadores. (Para obtener más información en cuanto a nuestra interpretación del programa de transición, refiérase a Mito y Realidad del Programa de Transición [en inglés].)
La izquierda en la Argentina está fallando en armar políticamente a nuestra clase. No erige al partido como central, ni desafia a la burocracia sindical en pro de la acción de masas por un paro general. Encima de esto, estamos atónitos de la virtual y suicida ausencia de llamados en favor de la defensa armada de la clase trabajadora. Es actualmente crucial en la Argentina de hoy el hacer un llamado en favor de “¡Armas para la Clase Trabajadora!”. Esto no es solamente una lección que debe ser aprendida de la historia. Las movilizaciones de los piqueteros, las ocupaciones de fábricas y las luchas para obtener alimentos en los supermercados ya han sido enfrentadas con violencia por parte del estado y de matones. Mas de 30 personas fueron asesinadas por el ejercito y la policía en los levantamientos que tuvieron lugar en diciembre.
En un sin número de situaciones tanto los piqueteros como otros individuos han tratado espontánea y tentativamente de auto defenderse. Sin embargo, en cualquier situación donde hay una potencialidad de ataque o confrontación con las fuerzas armadas del estado, las masas necesitan los mejores combatientes entrenados y un plan de acción organizado. La demanda para que los sindicatos pongan todos sus recursos en la formación y entrenamiento de guardias de defensa para los trabajadores es una necesidad ineludible. Abogamos a favor de que se formen guardias de defensa en los lugares de trabajo y las fábricas, industria por industria. Esto proporciona la base natural para una organización seria. Debe de existir una coordinación entre las guardias de defensa a ser erigidas por los piqueteros así como en los barrios y otros esfuerzos.
Las unidades de defensa hoy en día defenderán a la clase trabajadora en contra de la policía, quien es el enemigo de la clase pero quién puede ser neutralizada por los trabajadores armados. También, estas unidades de defensa podían ser el embrión para la futura milicia de los trabajadores – la única manera de evitar otro sangriento régimen militar. La inhibición militar actual es una función de la hostilidad de las masas hacia el ejército debido a su mortífera historia en el poder. Sin embargo, un golpe militar es muy probable en el futuro si no se construye ninguna alternativa revolucionaria. Faltos de eso, la creciente represión armada bajo el mandato de Duhalde (o cualquier otro régimen civil que lo suceda) es una certeza.
La amenaza militar está ya acechando en el fondo. Esta puede ser terminada solamente si las masas se arman y organizan milicias de trabajadores. Una defensa movilizada en contra de las fuerzas de represión, las cuales son ayudadas e incitadas por el imperialismo, no se puede crear sin una planificación y un entrenamiento serios. Ésa es la razón por la qué tenemos que comenzar hoy con la agitación básica en favor de guardias de defensa armados para los trabajadores, junto con la explicación de la necesidad de una milicia de trabajadores. El asunto militar no se puede separar de otros asuntos de estrategia política. Armar a la clase trabajadora en la Argentina es clave. Una campaña internacional para defender a los trabajadores argentinos contra la represión será otra parte vital del esfuerzo para frenar a las fuerzas represivas tanto internas como externas.
Para la mayoría de los grandes grupos izquierdistas así como tan bien muchos grupos pequeños, la consigna predominante que enmarca todas sus demandas programáticas ha sido el llamamiento en favor de una asamblea constituyente. ¿Cuál es el significado de esto realmente? Una asamblea constituyente es un cuerpo poli-clasista elegido según las reglas burguesas más democráticas posibles con el propósito de decidir la forma de gobierno de un determinado país. La consigna en favor de una asamblea constituyente es apropiada en una situación de crisis gubernamental donde las masas se centran en demandas democráticas. Ése no es el caso de Argentina. Ha sido muy útil en donde los derechos de las minorías nacionales o raciales son la vanguardia para la lucha revolucionaria. Pero tales asuntos democráticos no son centrales actualmente en la Argentina. En la Rusia de 1917, antes de la Revolución Bolchevique, la demanda afectó al campesinado de una manera vital. Hoy en día en Argentina sólo sirve para crear ilusiones entre las masas de trabajadores e incluso de la clase media -– precisamente en el momento en que están hastiados de gobiernos y elecciones burguesas.
De hecho, el llamado en favor de una asamblea constituyente implica un pasivo camino electoral (sino inmediatamente parlamentarista), no uno de acción total. La izquierda se afierra obstinadamente a estas tendencias electoralistas al promulgar esta consigna como central, a pesar del echo de que no se aplica a la situación actual. Los revolucionarios deben explicar claramente a los trabajadores que el camino a seguir debe ser el camino de la lucha de masas, no el electoralismo. A través de sus acciones, la clase trabajadora ha estado muy por delante de la izquierda en este asunto.
Mediante el planteo de una asamblea constituyente como el punto culminante de la lucha para este período, un período en el cual tanto el PO como el PTS han identificado como “revolucionario,” están planteando una lucha por un nuevo gobierno como la meta de su visión de lucha. En contraste, la huelga general por la que abogamos presenta el asunto del poder del estado. Coronar la lucha con la consigna a favor de la asamblea constituyente en vez del de la huelga general puede significar solamente un concepto especulativo. La izquierda elitista ha decidido mantener la meta de la revolución socialista para sí misma; todo lo que debe ser discutido actualmente y presentado en la lucha es un cambio hacia un gobierno más democrático pero todavía un gobierno burgués. Ni siquiera en su material dirigido a los trabajadores avanzados presentan la necesidad de un estado de los trabajadores en vez de tan solo un cambio en el gobierno. Los trabajadores de vanguardia deben entonces deducir que la lucha por el poder estatal debe de ser pospuesta hasta otra etapa de la historia.
El llamado a una asamblea constituyente también es contrario a la necesidad vital de establecer la independencia y la dirección de la clase obrera. En el mismo espíritu, la izquierda argentina ha hecho un llamado constante en favor de “asambleas populares,” las cuales existen hoy principalmente como formaciones de la clase media con algunos trabajadores entre ellos.
Y los grupos izquierdistas han propagandeado con frecuencia en favor de “Un Gobierno del Pueblo y de los Trabajadores” – otra consigna que hace borrosa la línea de clases. Estas consignas, junto con la demanda por una asamblea constituyente, demuestran que la izquierda “trotskista” en Argentina está llenando de lodo el trotskismo autentico de la clase trabajadora.
En respuesta a las acciones de las masas, grupos como el PO y el PTS han sentido la presión de inclinarse hacia la izquierda. Citaremos apenas algunos ejemplos para mostrar cómo su centrismo ha estado funcionando.
Un documento clave escrito por el líder del PO, Jorge Altamira, titulado Un Gobierno sin Salidas Usurpa la Soberanía del Pueblo (27/12/01) concluye:
Reclamamos al conjunto de las organizaciones de izquierda a organizar una Asamblea política con las organizaciones piqueteras y de lucha para establecer una estrategia que lleve a la victoria a la revolución que acaba de comenzar.
La consigna de la hora es: Abajo el continuismo político de los banqueros y capitalistas quebrados. Asambleas Populares. Fuera los personeros del régimen odiado, por una Asamblea Constituyente soberana en la nación, provincias y municipios.
Esto es un programa populista izquierdista. Todas las organizaciones de izquierda (que incluye hasta los que sean abiertamente colaboracionistas de la clase) deben fijar una estrategia común que consiga librarse de los malos capitalistas y que coloque en su lugar una asamblea constituyente soberana. Este es un llamado a favor de otra formación burguesa-democrática y para que la misma sea soberana – es decir, ¡que rija!
Un mes después, el PO hizo una declaración Bush o las Asambleas Populares (31/1/02) en la que concluyen:
Hay una crisis completa del sistema capitalista y del régimen político que le sirve. En este marco, los Duhalde de cualquier signo sólo pueden elegir el camino que nos lleve a una miseria aún mayor.
La consigna de la lucha que se avecina es que “se vayan todos” y que “no quede ni uno solo”.
Es multiplicar las Asambleas Populares y fusionarlas con los piqueteros en lucha.
Es reforzar la autoridad de las Asambleas Populares y de las Asambleas piqueteras. Es convertirlas en un poder del pueblo explotado.
Que una Asamblea Popular Constituyente, convocada por el pueblo movilizado, tome a su cargo la reorganización social y política del país sobre nuevas bases.
Aquí percibimos que el PO se ha movido a la izquierda. Un poquito de conciencia de clase se ha arraigado; ahora los piqueteros, el segmento de la clase obrera desempleada, deben de “ser fundidos” con las asambleas populares dominadas por la clase media. Esta vez la asamblea constituyente debe ser “popular” (y aparentemente no más soberana). Y con un método mágico de exhortación revolucionaria (que se multipliquen las asambleas populares, que se reforzar la autoridad de las asambleas populares), estas asambleas deben ser transformadas en “organismos de poder”. Cómo puede ser que estos cuerpos tomen la habilidad para tomar el poder sin la esencial involucración de una clase trabajadora organizada es aun un misterio. La fantasía continúa: todo “el pueblo movilizado” debe de alguna manera manejar “la reorganización social y política del país sobre nuevas bases.” Pero cómo conseguir esta reorganización sin una revolución social, es decir socialista, este es otro misterio.
El PTS se encuentra a la izquierda del PO. Escribió, en un volante distribuido el 31/12/01:
Los revolucionarios del PTS luchamos por un gobierno de los trabajadores y el pueblo. Aún la mayoría del pueblo no ve esta salida, pero millones reclaman “que se vayan todos, que no quede ni uno solo” como se canta en la Plaza de Mayo. A ellos y a todas las organizaciones obreras combativas y de derechos humanos, y a los partidos políticos que se reivindiquen democráticos, en particular los de izquierda, les proponemos redoblar la movilización para impedir todo pacto y “respuesta a la crisis” antidemocrática y antipopular. La salida más democrática es una Asamblea Constituyente, libre y soberana, donde el pueblo delibere y discuta todo a favor de la mayoría de la población, concentrando en una sola Cámara el poder ejecutivo y legislativo. Que resuelva liquidar la Corte suprema de esa casta de jueces corruptos y determine la elección de jueces por el voto directo del pueblo. Los miembros de la Constituyente deben tener mandatos revocables para terminar con los engaños de diputados y senadores que estafan a sus votantes. Durante el ejercicio del mandato deben recibir un salario igual al de un maestro o un obrero, para terminar con los políticos millonarios y hacer un gobierno barato.
De esta manera el reclamo a favor de un “gobierno de los trabajadores y el pueblo” fue utilizado para evadir un llamado a favor de la revolución socialista y por un estado de los trabajadores. La Asamblea Constituyente del PTS es otra salida por la tangente: se describe en los términos que los marxistas utilizan tradicionalmente para una organización de poder de los trabajadores – completo poder en asuntos ejecutivos y legislativos, delegados que puedan ser removidos de sus cargos, sueldos no mayores que los del trabajador promedio – siguiendo las líneas de la comuna de París de 1871 y de los soviets rusos de 1905 y 1917. ¡Pero el llamar a una asamblea burguesa-democrática un soviet de trabajadores no la hace uno!
El PTS también se inclinó más a la izquierda con el nuevo año. En un artículo titulado Le quieren lavar la cara al régimen expropiador (La Verdad Obrera, 7/2/02), escribieron:
Una Constituyente verdaderamente democrática, que barra toda la escoria del viejo régimen y sus políticos, y haga posible el “...que no quede ni uno solo”, solamente podrá ser parida completando lo iniciado el 19 y 20 de diciembre, con acciones insurreccionales encabezadas por la clase trabajadora que impongan una Asamblea Constituyente Revolucionaria. Una instancia donde el pueblo delibere y resuelva todo a favor de la mayoría de la población, concentrando en una sola Cámara el poder ejecutivo y legislativo. Que elimine la institución de la Corte Suprema y determine la elección de jueces por el voto directo del pueblo.
Como el PTS explica en la edición de febrero de Estrategia Internacional, en el artículo Crisis de dominio burgués: reforma o revolución en Argentina, encaró el problema de distinguirse de las otras fuerzas izquierdistas, incluyendo las fuerzas izquierdistas burguesas y el PO, quienes también plantean la demanda de una Asamblea Constituyente pero como una “reforma de tipo constitucional.” De manera que el PTS añade la palabrería de “revolucionario” e “insurreccionaría”. Pero lo que se necesita hacer no es revestir una consigna democrática-burguesa con ropas revolucionarias sino decir lo que es. El llamar por una solución democrática-burguesa puede solamente retrasar la situación argentina.
En un momento en que la clase obrera argentina está al frente de la lucha de clases en el ámbito mundial, enfrentándose a un imperialismo cada vez más belicoso, es criminal que las organizaciones que se proletarias y revolucionarias hagan campaña a favor de un programa democrático burgués, aunque suene revolucionario en su fraseo. El proletariado revolucionario en la Argentina tiene que luchar para ganarse a los mejores elementos de estas organizaciones centristas como parte de la lucha para construir un partido trotskista, que sea parte del Partido Mundial para la Revolución Socialista.