El siguiente artículo apareció en inglés en el número 70 de Proletarian Revolution (primero 2004).
Estos acontecimientos son una grave amenaza al potencial desarrollo de la lucha de masas y la conciencia revolucionaria de la clase trabajadora, actuando como lo hacen para revivir ilusiones reformistas y obstaculizando que los trabajadores militantes saquen conclusiones revolucionarias de la lucha. Los revolucionarios deben oponerse a todos los intentos centristas de comenzar este tipo de partidos. Si estos esfuerzos consiguen suficiente apoyo, los revolucionarios se unirán a estos partidos con el único propósito de desenmascarar los planes reformistas de sus líderes y de separar Las economías de Latinoamérica se están derrumbando bajo el enorme peso de las deudas externas, y los estándares de vida son atacados mediante programas de austeridad impuestos por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM). El continente es sacudido por una ola de rebeliones de masas, incluyendo la caída de los gobiernos pro FMI de Ecuador, Argentina y, más recientemente Bolivia, a raíz de protestas, huelgas y levantamientos masivos.
Dentro de este contexto, desde fines del 2002, la atención de Latinoamérica se ha fijado sobre la victoria electoral del gobierno del Partido dos Trabalhadores, (Partido de los Trabajadores; PT) acaudillado por el otrora trabajador metalúrgico y líder sindical Luis Inácio da Silva, conocido popularmente como “Lula”. La economía del Brasil es igual en tamaño al resto combinado de las economías del cono sur, y su clase obrera es la más organizada y potencialmente poderosa.
El PT se basa en la clase trabajadora, y en el pasado proclamó al socialismo como su objetivo principal y prometió repudiar las masivas deudas externas del Brasil, al igual que la redistribución radical de la tierra. Las masas a través de Latinoamérica han abrazado la ilusión de que el ascenso al poder de Lula y su PT mostrarían el camino que los salvaría de la crisis capitalista. Estas peligrosas ilusiones fueron alimentadas por una capa de prominentes e autoproclamados socialistas, quienes celebraron la victoria del PT como el punto decisivo de la lucha por la democracia y el socialismo y aun como “el fin del neoliberalismo” – la ideología de libre mercado y penetración económica imperialista en su época de decadencia.
En su primer año, el gobierno del PT ya ha traicionado sus promesas a los trabajadores y a los pobres marginados. Ha implementado dócilmente medidas de austeridad unilateralmente impuestas por el FMI que el previo gobierno, abiertamente capitalista, ni podría haber soñado realizar. El destino de las masas brasileñas en los años venideros, y en gran medida, las del continente, dependerá de que la clase trabajadora pueda escapar del control del PT y liderar una lucha exitosa en su contra y en contra del sistema capitalista que este representa. Claro esta, todo esto dependerá de que los revolucionarios aprendan las lecciones que se desprenden de la traición del PT y como resultado construyan el partido realmente revolucionario destinado a dirigir esas luchas.
El PT nació al calor de las luchas masivas de la clase trabajadora y del campesinado de Brasil durante la década del 1970 que aplastaron la dictadura militar que había gobernado al país desde 1964. Las huelgas de masas desembocaron en un nuevo y poderoso movimiento sindical, la Central Única dos Trabalhadores (CUT), independiente de los sindicatos corporativos estatales de la Confederacão Geral dos Trabalhadores (CGT). En el interior del país, cuatro millones y medio de campesinos sin tierras lucharon por su supervivencia, mientras que un reducido número de capitalistas se adueñaron de casi todas las tierras dejando gran parte de ella sin cultivar. Así nació el movimiento de ocupaciones de tierras de los campesinos, dirigidos por el Movimiento dos Trabalhadores Rurais Sem Terra (Movimiento de Trabajadores Rurales sin Tierra; MST).
En su primer año (en e1 1979), el PT tuvo un profundo arraigo en las masas. Los sindicatos locales y otras organizaciones de masas sirvieron como sus estructuras locales, y sus primeras campañas electorales proclamaron la importancia decisiva de las luchas de masas mas allá de las elecciones. El programa del partido era anticapitalista y a favor de alguna forma de socialismo. Pero, mientras los seudo trotskistas desempeñaron un rol prominente en el PT desde sus comienzos, no surgió una fuerza verdaderamente trotskista en el país que luchara a favor de un programa revolucionario. De esta manera, el PT fue desde el comienzo dominado por los reformistas de corte socialista aliados con fuerzas de la teología de la liberación y reformistas menos radicales.
El PT obtuvo cada vez más votos en los comicios electorales a través de las décadas del 1980 y 1990; alcanzó las gobernaciones de varios estados importantes, como también las alcaldías de muchas ciudades. Una vez en el poder, el PT ajustó sus políticas a los intereses capitalistas mientras trataba de mantener el apoyo de la clase trabajadora. Sus “presupuestos participativos” se convirtieron en el rasgo distintivo de estos esfuerzos. En dichos presupuestos, las comunidades locales tuvieron la oportunidad de votar sobre una gama de decisiones presupuestarias. Pero como los límites generales del presupuesto se determinaba de antemano por el gobierno capitalista nacional, esto significó cada vez más que las masas “participaban” en decidir sobre un presupuesto reducido cada vez más .
Mediante una serie de campañas electorales, el liderato del PT le aclaró a la clase gobernante e imperialista que el partido no desafiaría su sistema. Pero la presión de sus miembros obligó al liderato del partido a apoyar reformas radicales que el capitalismo no podía tolerar, como el repudio a la deuda exterior del país. Hasta tanto el liderato del PT hubiese probado su capacidad de realmente controlar a sus miembros y a las masas de la clase trabajadora que los apoyaban, iba a confrontar una fuerte oposición de los capitalistas.
A medida que la crisis capitalista se agudizó, los gobiernos del PT en los estados y ciudades del Brasil implementaron privatizaciones y cortes en los presupuestos de servicios sociales, y desataron a la policía y al ejército contra las huelgas y ocupaciones de tierras. Ya para las elecciones que llevaron a Lula al poder en el 2002, las masas habían tenido la experiencia del PT en puestos locales y regionales, y los votos por los candidatos locales del PT fueron menores. Aunque, las ilusiones que se tenían en Lula lo llevaron a obtener el 61 por ciento del voto general popular, en las elecciones locales le fue muy mal.
Para el 2002, la clase gobernante brasileña se enfrentó a una crisis política. Los capitalistas locales estaban cayeron bajo el dominio cada vez mayor de los imperialistas mediante la apertura de la economía por medidas de mercado libre, y las ganancias sufrieron una caída acelerada. El anterior régimen de Cardoso había iniciado medidas de austeridad neoliberales hasta donde pudo. Como resultado, la economía se deterioró, el desempleo masivo y la pobreza continuó aumentando y el gobierno se vio en escándalos políticos. Mientras tanto, las luchas de masas estallaron a través del continente. Cuando el gobierno pro FMI de Argentina fue derrocado, la clase gobernante del Brasil temió ser la próxima.
Lula vio su oportunidad y lanzó una nueva campaña para ganarse el apoyo de la burguesía. El liderato del PT ofreció usar su prestigio y poder que aún conservaba sobre las masas para impulsar aún más las reformas neoliberales que favorecían a los capitalistas. Al percatarse del temor de los capitalistas a las crecientes revueltas y a la perspectiva de que el Brasil no pagara sus deudas, los líderes del PT planificaron ganarse el apoyo del imperialismo presentándose como la única alternativa al creciente radicalismo nacionalista y socialista de toda Latinoamérica. Los líderes del PT planificaron continuar el pago de las deudas del país con el propósito de negociar una reducción a las barreras impuestas por los EE.UU. a los productos brasileños.
Pero, para ganarse el verdadero apoyo de la burguesía local y de los imperialistas, el liderato del PT entendió que iba a tener que probar que estaba listo para gobernar desconociendo cada uno de sus compromisos más importantes con las masas. Todas las referencias al socialismo y contra el imperialismo fueron eliminadas del programa partidario. La exigencia de repudiar la deuda fue descartada, y reemplazada por un llamado a una revisión y renegociación de la misma. Luego, Lula y sus asesores decidieron forjar una alianza electoral con el Partido Liberal, abiertamente capitalista; su líder, el magnate textil José Alencar, se unió a Lula como compañero de fórmula y candidato a vicepresidente. Este trato probó que la campaña del PT estaba dirigida a la creación y fortalecimiento de un frente popular colaboracionista mediante una alianza con partidos abiertamente burgueses, diseñada para llevar a cabo un programa burgués.
Durante la campaña electoral, en un movimiento diseñado para ejercer presión al PT desde la izquierda, la CUT, el MST, varias organizaciones de izquierda y las iglesias organizaron un referéndum sobre el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) y la deuda externa. Diez millones de personas participaron en este referéndum, y un 95 por ciento votó a favor del repudio de ambos. Robert Zoellick, representante comercial de los Estados Unidos, arrogantemente advirtió al Brasil que tendría que elegir entre conservar al ALCA o comerciar “con la Antártida”. Lula había en el pasado catalogado al ALCA, como “un tipo de anexión económica de Latinoamérica por los Estados Unidos”, y las masas enfurecidas esperaban que Lula respondiera a este arrogante imperialista. En cambio, Lula rechazó el referéndum y comprometió al PT a pagar la deuda y a renegociar el ALCA con la administración de Bush. “Tenemos un número de cosas que negociar con el Camarada Bush,” dijo en broma Lula.
Luego, cuando el entonces presidente Cardoso firmó un préstamo de emergencia por treinta mil millones de dólares, para impedir un incumplimiento de pago de la deuda, Lula se apresuró a aceptar el trato. Cuando el MST ocupó la finca del hijo de Cardoso, Lula condenó la ocupación. Es más, Lula exigió que el MST cesara todas las ocupaciones durante la campana electoral. El liderato del MST, obedientemente, hizo esto con la esperanza de recibir puestos e influencia en un gobierno del PT.
Para mantener el apoyo popular, el PT sí hizo algunas reformas, incluyendo el aumento del salario mínimo, la implementación de una modesta y gradual redistribución de tierras y el lanzamiento de la campaña “Cero Hambre” que daría subsidios para comida a los millones de desnutridos entre los pobres del Brasil. Pero la campaña del liderato del PT para ganar el apoyo burgués fue sorprendentemente efectiva. Pronto, los líderes de varias organizaciones de negocios se apresuraron a apoyar al PT. Hasta Horst Köhler, director gerente del FMI, tuvo palabras de elogio para Lula, llamándolo “realmente un líder del siglo 21”. El ministro de finanzas del estado alemán, Caio Koch Weser, resumió cómo la presidencia de Lula podría ser beneficiosa para el imperialismo: “La clave está en que el impulso de la reforma [neoliberal] recibe el beneficio de la enorme credibilidad que ofrece el presidente.” (Financial Times, 27 de enero, 2003)
Luego de alcanzar el poder, el PT no perdió tiempo en dejar en claro su compromiso con el capitalismo. Los ministros nombrados por Lula incluían importantes hombres de negocios y aliados de Cardoso. Unos pocos ministerios periféricos fueron otorgados a personajes de la izquierda, del PT, la CUT y el MST pero, sin ningún poder sobre fondos económicos, su trabajo consistía en implementar los cortes que hacían los que verdaderamente tenían el poder, y otras traiciones.
El liderato del PT comprendió que la crisis de las exigencias capitalistas por ganancias aumentaba significativamente los ataques contra los estándares de vida de las masas. Frente al peligro de luchas explosivas en respuesta a sus traiciones, el nuevo gobierno del PT se movió con increíble velocidad para tomar a sus oponentes desprevenidos y lanzar contra ellos ataques históricos.
La deuda externa del Brasil actualmente representa el 65 por ciento del Producto Bruto Nacional del país. Es por esto que la decisión de Lula de continuar pagando la deuda condenó a las masas a una pobreza sin fin. Pero Lula no estuvo satisfecho con su aceptación previa de la exigencia del FMI de que el gobierno mantuviese un fondo de reserva en su presupuesto del 3.75 por ciento para pagar a los tenedores de bonos, y de aumentar este prometido fondo a un 4. 25 por ciento. Esto significó una transferencia adicional de 2,400 millones de dólares a los capitalistas extranjeros. El gobierno también anunció iniciativas hacia la privatización del Banco Central.
No fue así una sorpresa que Lula cortara drásticamente 3,900 millones de dólares del presupuesto federal. El PT renegó de su promesa de aumentar el salario mínimo a un máximo de $100 dólares, aumentándolo en cambio a sólo $67 dólares, con ajustes por la inflación esto es menos que el salario mínimo bajo Cardoso. Hasta el presupuesto de la campaña “Cero Hambre” de Lula fue recortado en $10 millones de dólares, dejando así a cada desnutrido brasileño con unos insultantes 2.5 centavos de dólar por día en subsidios para alimentos.
Habiendo evitado hacer promesas definidas sobre la redistribución de tierras antes de las elecciones, Lula anunció que en el 2003, su gobierno establecería a 5500 familias en 200,000 hectáreas de tierras no utilizadas, un plan que equivale a una décima del número de familias establecidas por el régimen de Cardoso y a sólo un vigésimo de lo que esperaba el MST. Y Lula ha continuado el uso que hacía Cardoso del ejército para desalojar violentamente a los campesinos que ocupaban las tierras sin utilizar, y ha puesto en la cárcel a los líderes de las ocupaciones.
El gobierno del PT lanzó inmediatamente un ataque contra la clase trabajadora organizada. Lula anunció reformas constitucionales que reducirían drásticamente las pensiones de los trabajadores del sector público, ataques que Cardoso había intentado pero no había logrado implementar.
El ataque del PT desencadenó un rechazo masivo, que culminó con una huelga nacional de un mes de duración por los trabajadores del sector público en julio del 2003. Pero el liderato de la CTU logró aislar a los trabajadores del sector público y evitar que los trabajadores del sector privado se unieran a la lucha. El gobierno finalmente triunfó en aplastar la lucha y en pasar (levemente modificada) su legislación de reformas a las pensiones con poca oposición parlamentaria.
Esta victoria ha hecho que el PT se atreviese a lanzar ataques más directos contra toda la clase obrera. El gobierno planifica cambios a las leyes de relaciones obrero-patronales que impactan a sus aliados sindicalistas en la CUT. Lula ya ha presentado proyectos de ley que eximirían a las compañías privadas de estándares legales de empleo, abriendo la puerta de esta manera a salarios de hambre y condiciones peligrosas de trabajo. Es más, Lula ha presentado otro proyecto de ley que elimina los pagos de los capitalistas privados a los fondos de los sindicatos y termina con los pagos obligatorios de las cuotas de los miembros de sindicatos.
En el interior del país, la represión oficial del gobierno a las ocupaciones de tierras está fomentando el uso que hacen los terratenientes de milicias privadas que aterrorizan y asesinan a los militantes campesinos, con el objetivo de destruir al MST. Todos estos ataques hacen que una respuesta unificada sea necesaria y posible. Para que esta respuesta tenga éxito, los trabajadores militantes tendrán que romper el control que tiene el PT y los burócratas pro PT sobre sus organizaciones de masa.
A medida que el capitalismo se desliza hacia una crisis cada vez más profunda, con una competencia por las ganancias que se intensifica y deudas nacionales que aumentan, el liderato del PT, como los reformistas del resto del mundo, no son capaces de hallar otra alternativa que no sea obligar a las masas a pagar por la crisis capitalista debido a que dentro de los límites del sistema, no existe otra alternativa. Los verdaderos comunistas revolucionarios deben partir de este entendimiento para elevar la conciencia revolucionaria de sus compañeros trabajadores. Para realmente poner fin a los ataques y alcanzar las demandas de las masas a favor de empleos y salarios dignos, cuidado de salud y educación, tierras para los sin tierras y una mejora general en el estándar de vida, el sistema capitalista tendrá que ser derrotado. Toda la economía tendrá que ser redirigida, alejada de la producción para la ganancia privada y orientada hacia la producción para satisfacer las necesidades de la clase trabajadora y de los pobres. Es más, la sociedad comunista sin clases, libre de todo tipo de explotación, opresión y necesidades, sólo podrá ser construida cuando el control capitalista imperialista sea derrotado en todo el mundo.
Siempre es crucial que los revolucionarios combatan las ilusiones que tienen los trabajadores bajo la influencia de los reformistas de que es posible obtener sus demandas sin derrocar al estado capitalista. Los revolucionarios siempre deben explicar que sólo una revolución que aplaste el poder de los soldados y la policía del estado capitalista – poniendo en su lugar un estado revolucionario de obreros armados y comprometido a defender el gobierno de la clase trabajadora – puede abrir el camino hacia el comunismo.
Hablar claramente sobre la naturaleza de clase del estado capitalista y sus “cuerpos de hombres armados” es una característica auténtica del marxismo de Marx, Engels, Lenin y Trostki. Esto es especialmente necesario bajo condiciones de un gobierno de frente popular. Porque una función clave de los frentes populares es presentar al estado como una fuente de compromiso y unidad entre las clases, ocultando así su verdadera naturaleza como el violento guardián del gobierno capitalista.
Los revolucionarios reconocen que las masas sólo lograrán una conciencia revolucionaria basadas en sus propias experiencias de luchas exitosas en contra de los ataques capitalistas, y en la participación activa del partido revolucionario de vanguardia en esas luchas, conduciéndolas adelante y enseñándoles el camino.
El punto de partida para cualquier lucha exitosa de la clase trabajadora es su independencia de la clase capitalista, sus partidos políticos y su estado. En el Brasil, esto significa sobre todo no apoyar al frente popular del gobierno del PT. Cuanto más tiempo permanecen en el poder los frentes populares como el del PT, más se debilitan las luchas de los trabajadores y se hace más fácil el camino para mayores ataques capitalistas y el ascenso al poder de fuerzas políticas más de derecha. La clase trabajadora no puede permitirse limitar las luchas por miedo a derribar al PT. La clase trabajadora sólo puede defender sus intereses del capitalismo si depende solamente en su propio poder de lucha.
Mientras las masas son cada vez más el blanco de los amplios ataques del gobierno del PT y de los patronos, los revolucionarios deben apoyar tácticas que unan a toda la clase trabajadora. Con las luchas de clase aún en un estado general de declinación y con la burguesía cada vez más atrevida en sus ataques, la clave de la agitación debe ser las razones y llamados a una huelga general. Los revolucionarios por supuesto deben apoyar todas las luchas de clases, no importa cuán pequeñas sean. Pero deben tratar de vincularlas con luchas más amplias, explicando la necesidad de unirlas a todas en una huelga general. La clase trabajadora sólo puede prepararse para el poder a través de las luchas de masas en las que recuperen un sentido de poder de clase y aprendan las lecciones políticas revolucionarias.
Los revolucionarios reconocen que los sindicatos organizan a sólo una minoría de la clase trabajadora y que sus estructuras con frecuencia son demasiado estrechas y burocráticas para adaptarse rápidamente a las cambiantes condiciones de la lucha. Por consiguiente, nosotros apoyamos la formación de nuevas organizaciones de masas de la clase trabajadora, desde comités de huelga a concejos obreros, para organizar más efectivamente la lucha y llevarla hacia adelante cuando los líderes sindicales reformistas traicionen a los obreros.
Mientras el curso de la lucha de masas será determinado en última instancia por la clase trabajadora urbana e industrial, las luchas por la tierra de los campesinos son de tremenda importancia. Si bien la clase trabajadora continúa bajo el control de los burócratas sindicales alineados con el PT, la burocracia del MST es en comparación más débil, y los sin tierras continúan siendo muy militantes; su lucha podría encender nuevamente la lucha de los trabajadores. Frente a las promesas traicionadas del PT de redistribuir tierras, los revolucionarios deben luchar dentro del MST por una campaña masiva de ocupaciones de tierras. Frente a las fuerzas armadas del estado y a las milicias de los terratenientes, los revolucionarios deben apoyar la formación de guardias armadas entre las masas y exigir que los líderes del MST las apoyen. Es más, se debe luchar por esa demanda en todo el movimiento obrero, en preparación a los ataques a las huelgas y a otras luchas.
Mientras que los revolucionarios no dan su apoyo al gobierno del PT, no dejan de reconocer que todavía muchos trabajadores tienen ilusiones sobre el PT. Para poner en evidencia la falsedad de estas ilusiones en la práctica, dondequiera que grupos significativos de trabajadores equivocadamente tengan ilusiones de que las presiones al PT pueden poner un alto a los ataques o aun ganar mejoras en sus intereses, los revolucionarios no deben vacilar en elevar demandas específicas al gobierno del PT. Con el objetivo de probar falsas las ilusiones que tienen los trabajadores en el PT en vez de alentarlas, los revolucionarios siempre deben explicar a los compañeros trabajadores que la lucha probará que el gobierno del PT es el enemigo de la clase trabajadora, y que para lograr todas sus demandas la clase trabajadora tendrá que derribar a los capitalistas y tomar el control del estado.
El mayor obstáculo a una lucha unificada de la clase trabajadora, como se vio en la lucha por las pensiones, es la burocracia sindicalista alineada con el PT. Los revolucionarios deben explicar a sus compañeros trabajadores que la burocracia sindicalista tratará de parar y traicionar a la lucha de clases debido a su interés en mantener la estabilidad social y defender su posición privilegiada en el sistema como intermediarios entre los capitalistas y los trabajadores. Se puede forzar a la burocracia sindical a lanzar luchas, pero en última instancia las traicionará. Los trabajadores más avanzados deben establecer grupos del partido comunista revolucionario en todas las organizaciones de masas, para avanzar una lucha unida al mismo tiempo que reemplazan a los líderes reformistas establecidos. Estos grupos demandarán que esos líderes organicen la lucha que necesitan los trabajadores advirtiendo siempre a sus compañeros trabajadores que los burócratas los traicionarán; sólo se puede depender en el liderato de un partido comunista revolucionario para que lleve la lucha a la victoria.
Típicamente, los reformistas y centristas aplaudirán las luchas obreras sin luchar por las decisivas acciones que son necesarias, y sin exigir que los líderes obreros actuales las respalden y apoyen con el poder de los sindicatos. Típicamente, los reformistas y centristas dicen que criticar a los burócratas alineados con el PT sólo alejará a los burócratas y hará menos probable que dirijan esas luchas. Algunos sectarios, no conociendo otra manera de dirigirse a la clase trabajadora que por medio de discursos desde afuera, argüirán que presentar demandas a los reformistas sólo fomenta las ilusiones. Pero no hay forma de evitar a la burocracia pro PT. Si la clase trabajadora lanza las luchas de masas necesarias para su propia defensa, tendrá que ocurrir una batalla feroz en los sindicatos para desenmascarar a los burócratas del PT. Pero la clase trabajadora sólo se unirá a la lucha en contra de los burócratas cuando los haya podido poner a prueba en la práctica, y esto requiere presentar a los burócratas con más demandas de lucha para desenmascararlos en la práctica. Ése fue el método de Lenin y de Trostky.
Es trágico, pero en este momento en el Brasil, los grupos que dicen llevar el estandarte del comunismo revolucionario no han aprendido ninguna de estas lecciones. En cambio, impiden que los trabajadores radicales encuentren la verdadera perspectiva revolucionaria que los puede llevar a la victoria sobre el imperialismo capitalista. Como ya hemos dicho, en sus primeros años muchos grupos socialistas diferentes trabajaban dentro del PT. Pero la mayoría de las organizaciones reformistas de izquierda, como también los seudo centristas revolucionarios fueron expulsados del PT hace años; otros permanecen en él gracias a su completa aceptación del liderato del PT. Estos grupos tienen su origen político en las tendencias seudo trotskistas dirigidas por el ya fallecido Ernest Mandel y Nahuel Moreno.
Lo más asombroso fue el papel desempeñado por la tendencia de la Democracia Socialista (DS) de los mandelistas, apenas revolucionaria, aun en su retórica, el Secretariado Unido de la Cuarta Internacional (SecU). Ocho miembros de la DS fueron elegidos al Parlamento en la boleta del PT (seis diputados y dos senadores). La DS llamó a la victoria “un gran cambio en las relaciones de fuerzas en la sociedad brasileña,...una victoria popular y una seria derrota para el neoliberalismo”.
Pero en realidad, la DS no había objetado a la peor capitulación del PT frente al neoliberalismo. Por ejemplo, antes de las elecciones, la DS hasta llegó a justificar que el liderato del PT abandonara su repudio de la deuda imperialista. Los miembros de la DS se encuentran en un número de ministerios del gobierno. El ejemplo más destacado es el de uno de sus líderes, Miguel Rossetto, quien es Ministro de Reforma Agraria. Es un principio del movimiento marxista no apoyar nunca, y menos unirse, a un gobierno burgués. Pero la publicación de la SecU, International Viewpoint, ha defendido su papel, diciendo que desde su puesto ministerial, Rossetto podría “ayudar a la auto organización de los trabajadores rurales” (mayo, 2003). Este útil ministro “trotskista” ha denunciado la ocupación de tierras de los campesinos, y ha enviado a la policía a atacarlos y a arrestar a sus líderes.
La mayor prueba de la DS vino con la reforma del gobierno del PT a las pensiones. Durante el voto parlamentario sobre el proyecto de ley, sus seis diputados y dos senadores se dividieron de tres maneras – a favor, en contra, y en abstención. Algunos miembros votaron en forma diferente en diferentes versiones del proyecto de ley. Sólo una senadora, Heloísa Helena, votó consistentemente en contra; y luego desafió al liderato del PT a que la expulsaran, lo que finalmente ocurrió. El resto de la DS, en vez de abandonar al PT, votó unánimemente en su congreso nacional del 21 y 22 de noviembre de 2003 para permanecer en el PT, y saludó al ministro Rossetto como a un héroe.
La senadora Helena no fue la única entre los parlamentarios del PT que votaron en contra del proyecto de ley de Lula sobre las pensiones. También lo hicieron otros dos destacados miembros de la izquierda del PT: el diputado Luciano Genro, del Movimiento de la Izquierda Socialista (MIS), y Joäo Batista Babá, de la Corriente Trabajadora Socialista (CTS). En un descarado ataque a los derechos democráticos de los miembros del PT, Lula inmediatamente presentó una moción para expulsarlos del partido, una medida que fue finalizada en octubre.
La oposición de estos izquierdistas del PT a la reforma de pensiones y su expulsión del partido, sin lugar a dudas había destacado su presencia entre los trabajadores que deseaban luchar contra las traiciones de Lula. Pero en realidad, estos socialistas reformistas no ofrecen una verdadera alternativa, habiendo tenido éxito en permanecer dentro del PT por tanto tiempo porque nunca presentaron una lucha por principios en contra de las políticas del liderato. La DS, como un todo, siempre favoreció permanecer dentro del PT, sin que importaran los costos políticos. La tendencia morenista, más de izquierda y centrista, se separó del PT hace algunos años, el MTS y la CTS se formaron como divisiones para continuar dentro del PT. La mayoría del grupo morenista llegó a ser el Partido Socialista dos Trabalhadores Unificado (PSTU), fuera del PT.
El PT realmente no iba nunca a representar a los intereses comunistas de las masas revolucionarias – los partidos de masas reformistas son demasiado burocráticos y la lucha de clases demasiado explosiva para eso. Lo que hubiera sido necesario dentro del PT era que los revolucionarios explicaran claramente que el liderato representaba al enemigo de clase y movilizaran a los trabajadores con más conciencia de clase en contra del liderato del PT – para probar que el partido no podía ser reformado y de esta manera separar del PT a tantos trabajadores como fuera posible con el propósito de formar un partido revolucionario de vanguardia.
En particular, esta perspectiva significaba tener como prioridad la lucha de la clase trabajadora en contra del PT, tanto ahora en el gobierno nacional, como antes, cuando el PT formaba los gobiernos locales. Pero los izquierdistas del PT siempre sacrificaron las luchas obreras frente al objetivo de reformar al PT, o al menos impulsarlo hacia la izquierda. De esta manera, en la elección del 2002 que llevó al PT al poder, los izquierdistas criticaron la alianza del liderato con el Partido Liberal, pero la aceptaron. Ellos participaron en la misma lista de candidatos del frente popular, en vez de separarse sobre la cuestión y de preparar a los trabajadores para luchar contra el nuevo gobierno pro capitalista. De igual manera, sus votos en contra del proyecto de ley de reforma de pensiones fueron hechos más con un espíritu de crítica que para organizar a los trabajadores en contra del gobierno. Mientras que los izquierdistas apoyaron la huelga de los trabajadores del sector público, en realidad aceptaron la derrota por adelantado y no usaron sus posiciones prominentes para llamar a una huelga general en contra de las políticas del gobierno.
Este enfoque pasivo de los reformistas de izquierda estaba basado en una actitud crítica hacia el potencial de la lucha de la clase trabajadora. Y se continuó luego de su expulsión en su llamado por la creación de un nuevo partido socialista. Discutieron un esfuerzo común con el PSTU, pero pronto huyeron horrorizados de la identificación de éste último con las luchas militantes y de su retórica revolucionaria. En una reunión al final del año pasado, se declararon como el Movimiento Para un Nuevo Partido (MNP). Pero dejaron claro que este partido sólo estará basado en la perspectiva del reformismo electoral, no en la movilización de las masas en una lucha de clases militante.
Culpando implícitamente su enfoque pasivo en una falta de militancia entre los trabajadores, los izquierdistas declararon que “no hay grandes conflagraciones sociales en el horizonte”. En realidad, prácticamente se comprometieron a no hacer nada para cambiar esta supuesta situación: ellos proclamaron que “las grandes luchas no se anuncian”, y afirmaron que “la tarea de este nuevo partido es presentar una alternativa electoral en el 2006”. Pero las masas, con la enorme huelga general en contra de las reformas de Lula a las pensiones y las ocupaciones de tierras, están tratando de lanzar grandes luchas pero no encuentran un liderato revolucionario preparado para dirigir una lucha total y abierta en contra de los capitalistas y su gobierno del PT. Es así como el MNP es en realidad un intento de crear un nuevo partido para atrapar a los trabajadores radicalizados que se están dirigiendo hacia la izquierda del PT, para evitar que vayan demasiado lejos y que superen al electoralismo radical.
La Liga por el Partido Revolucionario y la Organización Comunista por la Cuarta Internacional han advertido desde hace mucho tiempo sobre estas iniciativas para crear nuevos partidos reformistas Ver (PR 63). Los partidos reformistas establecidos, bajo la crisis capitalista, tienen una menor capacidad de lograr reformas para las masas y en cambio están implementando cada vez más medidas de austeridad que benefician a los capitalistas. A medida que la clase trabajadora se desilusiona de los reformistas de las principales tendencias, los centristas están llenando cada vez más el vacío así creado, usando una retórica revolucionaria para encubrir sus intentos de revivir al reformismo. a los trabajadores de estos partidos y dirigirlos a la tarea de formar el partido revolucionario.
El partido más importante a la izquierda del PT que dice representar al trotskismo revolucionario es el PSTU. En realidad, sólo representa la versión más radical de la capitulación reformista frente al PT. También crea ilusiones para seguir el camino reformista hacia el socialismo y en la posibilidad de que el PT actúe en favor de los obreros.
Como es típico de la mayoría de los centristas, mientras que el PSTU dice estar a favor de la revolución socialista, nunca explica claramente que esto significa una revolución violenta en la que la clase trabajadora armada se rebela, derroca y aplasta al estado capitalista y crea su propio estado obrero, la dictadura del proletariado, para reprimir a las fuerzas armadas capitalistas. En vez, el PSTU crea todo tipo de ilusiones en la posibilidad de reformar al estado capitalista.
Por ejemplo, en el Brasil, los policías y soldados tienen una cierta tradición de lucha por sus propios intereses que ha llevado a muchos trabajadores a pensar equivocadamente que estos dos grupos son una legítima parte de la clase trabajadora y del movimiento sindical. Si bien los revolucionarios pueden estar a favor de las huelgas de la policía en ciertos momentos si éstas desorganizan temporalmente al estado capitalista, nosotros siempre hemos advertido que la función fundamental de la policía es la de imponer con violencia el control capitalista. Los revolucionarios luchan por la absoluta independencia de la clase trabajadora de la policía, incluyendo su expulsión de los sindicatos.
El PSTU, por otra parte, refuerza las ilusiones de que la policía es parte de la clase trabajadora y que se puede hacer que sirva a sus intereses. En su programa electoral del 2002, el PSTU hizo un llamado para aumentar los salarios y mejorar las condiciones de trabajo de la policía y ¡hasta pidió que mejoraran sus equipos! Es más, lejos de explicar la naturaleza contrarrevolucionaria de la policía y cómo ésta tendría que ser suprimida y derrotada por la fuerza armada trabajadora, el programa electoral del PSTU hacía un llamado para poner a la policía y ejército brasileños bajo el “control democrático” de la población – una ilusión cuya difusión puede ser letal.
Sin embargo, el PSTU usa una retórica revolucionaria y ha enfatizado su crítica a la alianza del PT con la burguesía y sus políticas en contra de la clase trabajadora. En la primera vuelta de las elecciones nacionales, el PSTU realizó un campaña independiente en contra del PT, y recibió más de 400,000 votos – un logro importante. Pero en la segunda, y decisiva, vuelta de la elección, dio marcha atrás y apoyó el voto por la alianza del PT con el Partido Liberal.
En muchas circunstancias, cuando las masas se hacen ilusiones de que votar por los partidos de los trabajadores, como el PT, va a adelantar su lucha, es apropiado que los revolucionarios tengan la experiencia de votar por el partido reformista, para probar así a sus compañeros trabajadores que los reformistas traicionarán la lucha cuando se los ponga a prueba en el gobierno. Sin embargo, con el PT presentándose a las elecciones en alianza con los Liberales capitalistas, el uso de ese “apoyo electoral crítico” fue desechado. Alentar el voto por una alianza multiclasista sólo puede debilitar el sentido de independencia de clase de los trabajadores. Realmente, desdibujar la línea de clases entre la clase capitalista y la clase trabajadora, y unirlas en la causa de la unidad popular, es el objetivo de los frentes populares; los comunistas revolucionarios siempre se han opuesto a darles cualquier tipo de apoyo político.
El apoyo del PSTU a la alianza del PT y los liberales en la segunda vuelta de las elecciones muestra que sus diferencias con el frente popular eran tácticas, no de principios. Pero, como explicó Trostky:
Los izquierdistas de centro tratan de presentar esta cuestión como una de táctica o aun como una maniobra técnica, para así poder hacer sus pequeños negocios a la sombra del Frente Popular. En realidad, el Frente Popular es la cuestión principal de la estrategia de la clase proletaria en esta época. Esto también da el mejor criterio para diferenciar entre el bolcheviquismo y el menchevismo. (Obras, 1935-326, p. 43)
¡Y en verdad el PSTU hace sus pequeños negocios a la sombra del frente popular! El PSTU fracasó completamente en prevenir a las masas de que, una vez en el poder, el PR iba a representar a los capitalistas en contra de los trabajadores – y de que las masas tendrían que prepararse para lanzar luchas de masas en contra del gobierno del PT. Todo lo contrario, ¡el PSTU actuó como si no supiera si el gobierno del PT iba a estar del lado de los trabajadores o de los capitalistas! Según informaron los partidarios británicos del PSTU, José (Zé) Maria, líder y candidato presidencial del PSTU, dijo en una entrevista de televisión:
Sin duda, la victoria electoral de Lula va a significar muchas luchas futuras. Por esto, vamos a apoyarlo en la segunda vuelta. Lo que nosotros necesitamos hacer es analizar si estas luchas serán “con” Lula o “contra” Lula. (www.socialistvoice.org, sitio de la web, sin fecha).
Apoyar al frente popular del PT y el partido Liberal significa ver el futuro gobierno del PT como una victoria de los trabajadores que se debe apoyar en contra de la posibilidad de que otros partidos capitalistas lleguen al poder. Pero esto no significa necesariamente que en las actuales luchas contra el gobierno del PT, el PSTU no deba proponer tácticas de luchas de masas, como la huelga general, que amenazarían con derribar al gobierno y hasta desafiar al estado capitalista. En vez, el PSTU apoya las luchas actuales alentando sólo vagamente una mayor militancia, pero no con las tácticas claves de las luchas de masas necesarias para triunfar. En forma similar, en el caso de los sin tierras, el PSTU critica a la burocracia del MST por contener la lucha. Pero su alternativa es sólo alentar más ocupaciones de tierras; como el resto de la izquierda, el PSTU no ha apoyado a los grupos armados de autodefensa que se necesitan frente a los sangrientos ataques.
La perspectiva del PSTU es típica de la mayoría de la izquierda centrista internacional. En vez de luchar por un auténtico programa revolucionario, busca un atajo para obtener el apoyo popular promocionando el reformismo militante y abandonando las políticas revolucionarias que temen “puedan asustar” a los trabajadores. Es así como el PSTU, desde el momento de la elección del PT, promocionó la idea de formar un nuevo partido socialista de masas para oponerse al PT. Tenía la esperanza de que, al alinearse con los prominentes líderes de la izquierda del PT, podría atraer mayores números de trabajadores a sus filas, cuando aumentara la desilusión con el gobierno del PT. Así fue como enmudeció sus críticas a los izquierdistas del PT, como Helena, del DS, Genro, del MST y Babá, del CTS, promocionando la idea de que ellos podrían tener un papel en la formación de una alternativa revolucionaria frente al PT.
Como hemos explicado, el único nuevo partido que estos reformistas intransigentes podrían formar sería un nuevo partido reformista para engañar a los trabajadores militantes. Al fin, sin embargo, los izquierdistas del PT se asustaron mucho de la retórica levemente radical del PSTU y su apoyo a las luchas de masas como para aliarse con ellos; el PSTU fue excluido burocráticamente de la formación del Movimiento Para un Nuevo Partido. Aislado, el PSTU puede ahora quejarse de esta maniobra no democrática y criticar al electoralismo del MNP. Pero los centristas, vacilantes como están entre la retórica revolucionaria y la práctica reformista, son incapaces de conducir una política independiente por mucho tiempo, y el PSTU continuará buscando oportunidades para unirse con los reformistas de izquierda.
El gobierno de Lula ya ha intentado ir más allá en sus ataques a las masas que los regímenes neoliberales que lo precedieron. La aceleración de la crisis internacional del capitalismo sólo se puede medir por el tiempo que le ha llevado a los partidos de masas social demócrata y populista abrazar totalmente las políticas de austeridad del mercado libre. Donde le llevó al Partido Laboral de Inglaterra cinco décadas de ganar y perder el poder y luchas internas para abrazar completamente esas políticas, y menos de cinco años al Congreso Nacional de África del Sur, el PT de Lula las ha estado implementando en menos de un año.
La lucha contra la reforma de las pensiones y las continuas luchas de los campesinos sin tierras son sólo una indicación de las luchas que se avecinan. Más ataques del PT a los trabajadores, los pobres urbanos y los campesinos, demandarán un contraataque masivo. La clave para su éxito dependerá de que los obreros de conciencia revolucionaria tengan éxito en formar un genuino partido comunista revolucionario de vanguardia capaz de liberar a la clase trabajadora de los líderes del PT y ponerla en el camino de la lucha para derribar al capitalismo. La creciente crisis del capitalismo significa que no hay tiempo que perder.