El siguiente artículo fue publicado por primera vez en Proletarian Revolution Num. 70 (primavera de 2004).
Cada semana que pasa, la China crecientemente se convierte en el centro de gravedad más decisivo de la lucha de clases mundial. En el sentido más inmediato, esto representa grandes oportunidades para el capitalismo mundial. La China se ha convertido para los capitalistas del mundo en un gran oasis de superexplotación, el principal destino para abrir sus empresas industriales. Este proceso se ha utilizado con suma eficiencia contra los trabajadores/as del resto del mundo y ha sido decisivo para darle sostenimiento a las débiles ganancias imperialistas.
Pero en gran parte como resultado de esos mismos procesos, la China ha sufrido un gran desorden de clases. Las luchas de los trabajadores/as y campesinos/as se han multiplicado y profundizado en su sofisticación a través de los últimos años. Este desarrollo es de gran preocupación para los imperialistas del mundo, sin mencionar a la reinante burocracia estalinista del Partido Comunista Chino (PCC) a la cual se encuentran crecientemente atados.
Dado los orígenes revolucionarios del régimen del PCC, es especialmente importante tener un entendimiento genuinamente marxista de las fuerzas sociales operando en el país mas poblado del mundo. Varias organizaciones que se consideran así mismas trotskistas han inventado una mezcolanza de análisis sobre la China, utilizando sus críticas del estalinismo como piedra angular de sus reclamos revolucionarios. Pero su entendimiento del estalinismo chino es evidencia culpatoria contra sus pretensiones. Siempre terminan de una forma u otra como defensores del dominio estalinista y, por lo tanto, de la carta china del imperialismo – el PCC.
Decisivo para un genuino análisis revolucionario es el entendimiento de cómo ha evolucionado a través de los años la naturaleza del estalinismo. Mientras que el estalinismo siempre ha servido a los intereses capitalistas en la China y en el resto del mundo – aun cuando no era inmediatamente aparente ni para los capitalistas o para los mismos estalinistas – su carácter, franqueza e intensidad han cambiado con las circunstancias. Ha sido una gran tragedia que el PCC desde sus comienzos ha sido dominado por direcciones sumisas a la estrategia de colaboración de clases dictada por la Internacional Comunista controlada por Stalin.
La Comitern aunque solamente se encontraba en las etapas primarias de su degeneración durante la década del veinte, ya elaboraba una estrategia desastrosa para una situación revolucionaria que rápidamente maduraba en la China. El capitalismo occidental había contribuido grandemente a la fragmentación del país durante más de un siglo, pero en el proceso había ayudado a producir una poderosa clase obrera crecientemente radicalizada por la opresión de clases y nacional. Este proletariado, al frente de un campesinado inquieto, tiene el potencial de fusionar las revoluciones democráticas y socialistas en una sola lucha sin cuartel para arrebatarles el poder a los imperialistas y a sus compradores chinos. A esta estrategia, desarrollada por León Trotsky y sus seguidores chinos, Stalin contrapuso una que buscaba limitar la lucha a una etapa “democrática”. Esto significaba en la practica apoyar servilmente al nacionalista burgués Chiang Kai-chek, y de esta manera sentar las bases para la subsiguiente matanza de millones de trabajadores/as, campesinos/as y partidarios comunistas en la catastrófica revolución del 1927.
Durante más de dos décadas posteriores a esa masiva derrota, el país se sumió en una multitud de guerras entre caudillos militares regionales, la ocupación militar japonesa, y la casi total ruina económica de Chiang Kai-chek. El capitalismo ha transformado al país casi virtualmente en un lugar ingobernable. Para el bien del mismo sistema, el imperialismo necesitaba de una fuerza ajena a los compradores para gobernar la sociedad.
Este rol seria ocupado por el Partido Comunista Chino, que ya se había acostumbrado a apoyar al capitalismo. A finales de la década del treinta, el estalinismo se había convertido internacionalmente en una fuerza consistentemente contrarrevolucionaria, y su centro en la Unión Soviética en un capitalismo estatificado alcanzado mediante una sangrienta contrarrevolución. El mismo PCC había abandonado sus vínculos a la clase obrera, tanto por la derrota de la revolución del 1925-27 como por su seguimiento de una estrategia con bases rurales capitaneada por Mao Zedong. Su programa para la China era inequívocamente nacionalista burgués. Pero la hostilidad de Chiang y del imperialismo (en ambas formas: la occidental y japonesa) investio al PCC con credibilidad entre las masas chinas que al final de cuentas serviría de forma grandiosa a los mismos imperialistas.
A finales de la década del cuarenta, la victoria final del PCC en la guerra civil ante los disolventes ejércitos de Chiang fue un despliegue decisivo de la naturaleza capitalista de los estalinistas. De suma importancia para Mao y el resto de los dirigentes partidarios consistía en que los trabajadores/as no se convirtiesen en una independiente fuerza militante. El PCC le ordenó a la policía secreta de Chiang a que mantuviera el orden, y a los trabajadores/as les ordenó cooperar con sus patronos – muchos de los cuales favorecieron la victoria comunista – en el interés de promover la producción. Al corto tiempo de los estalinistas tomar control sobre las ciudades de la China, encarcelaron a sobre mil trotskistas y a sus simpatizantes, la vanguardia del proletariado.
No fue hasta que la clase obrera se encontraba seguramente acorralada y los estalinistas se sintieron amenazados por los ejércitos norteamericanos que invadían a Corea, fue que el PCC comenzó a restarle a manos privadas el control industrial. Y aun así estos apoderamientos tuvieron que ser llevados acabo bajo el velo de una lucha contra la corrupción y la incompetencia en vez de bajo unos términos de clases más explosivos. Los capitalistas fueron adecuadamente recompensados y hasta permitidos quedarse como gerentes hasta que los oficiales del partido mismos tomaran directamente el mando.
De esta manera, la dirección del PCC solidificó su revolución democrático-burguesa y comenzó en su rol de clase gobernante regente; sustituyendo la burguesía nativa que era muy débil y muy comprometida para gobernar ella misma, como clase dominante de capitalismo de estado. De esta manera, los estalinistas cumplieron un servicio incalculable para la burguesía mundial. Mantuvieron a una clase obrera importante y potencialmente rebelde en su lugar, y estabilizaron una economía cuya implosión hubiese provocado un caos en un área estratégica del mundo.
Pero el imperialismo se vio obligado a pagar un precio muy elevado por el desorden que los estalinistas arreglaban. El imperialismo occidental fue expulsado luego de que durante décadas estuvo humillando y explotando a los chinos. La URSS al principio demandó que se le otorgara los mismos privilegios imperiales en la China que gozaba la Rusia zarista en su tiempo; entonces saqueo las industrias chinas en la Manchuria posterior a la Segunda Guerra Mundial y le ofreció “asistencia” en términos de explotación a la China maoísta. La China fue un criticó severo de las practicas imperialistas durante años y fue ella misma una inspiración – aunque engañosa – para una parte considerable de las masas oprimidas del mundo.
Salir de la bota imperialista fue uno de los genuinos adelantos de la revolución estalinista y su posterioridad. Hubo otros, como la toma de las tierras de los feudos para su distribución entre los campesinos, y los adelantos en la salud, educación y los derechos de la mujer. A través del tiempo, los trabajadores/as urbanos tuvieron acceso al derecho al empleo. Pero estos no fueron la conquista de una revolución obrera, de hecho, fueron permitidos únicamente en la ausencia de una alternativa proletaria y como resultado fueron muy limitados en su contenido democrático y de clases.
Para lograr otra vez una presencia directa en la China, el imperialismo se vio obligado a esperar para que surgiera un momento adecuado. Antes de que eso sucediese, importantes dirigentes de la regencia estalinista tuvieron que ser convencidos para que su sistema se alterase drásticamente. La teoría del capitalismo estatificado adelantada por la Liga por el Partido Revolucionario en nuestro libro, The Life and Death of Stalinism (La vida y muerte del estalinismo), no solamente analizó las leyes de movimiento del sistema estalinista sino predijo la devolución inevitable de ese sistema hacia la adopción de las formas características del capitalismo privado.
Los años subsiguientes a la exitosa consolidación del poder proveyeron el combustible para tal compromiso. Se dio una gran ruptura dentro de la clase dominante: elementos “pragmáticos” adoptaron un modelo económico tecnocrático tipo soviético, pero los “radicales” bajo la dirección de Mao se encontraban principalmente en control. La ruptura política con la Unión Soviética a finales de la década del cincuenta fue impulsada en parte por la desconfianza en el imperialismo ruso. Como escribiese Nikita Kruschof en sus memorias, “En muchas áreas de nuestras relaciones económicas nos habíamos lanzado sobre la China como colonialistas... las demandas de Stalin a favor de concesiones hechas a la China eran intolerables”.
La ruptura también estaba conectada a la estrategia diferente de desarrollo que Mao había iniciado. Los maoístas alentaban una sometimiento político al “pensamiento Mao Zedong” a contrapuesta de un especialidad técnica en gerencia económica. Los incentivos materiales destinados a aumentar la producción eran desalentados a favor de un concepto voluntarista de incentivos “morales” para la exhortación ideológica, a menudo ejecutados a través de campañas de masas orquestadas. Esto fue parte de un esfuerzo sistemático para presentarle una cara igualitaria a la sociedad.
Existían raíces históricas y materiales para tal estrategia. En un país inmenso pero fraccionado encarando poderíos imperialistas hostiles, parecía viable el esfuerzo de desarrollo en aislamiento e trabajo intensivo que caracterizaba el periodo maoísta. Pero resultó ser desastroso tanto en términos económicos como políticos. Creo graves ineficiencias y a la altura del “Gran Salto Adelante” y la “Gran Revolución Cultural Proletaria” de Mao, creo un virtual desastre económico.
La Revolución Cultural a finales de la década del sesenta logró movilizar a los trabajadores/as, tanto a los que se oponían como a los que tomaron muy en serio la retórica maoísta sobre la lucha contra la burocracia. Los levantamientos obreros, junto a los simpatizantes juveniles de Mao en las “Guardias Rojas” fueron suprimidos por el Ejército de Liberación Popular bajo las órdenes del mismo Mao.
Posterior a atrofiarse la Revolución Cultural, la muerte de Mao en el 1975, el subsiguiente encarcelamiento de prominentes maoístas y el ascenso al poder de Deng Xiaoping; los pragmáticos del partido tomaron el control. Pero el modelo soviético de desarrollo con el cual se identificaban – no parecía viable: el estalinismo chino carecía de la fuerza y centralización que el régimen soviético había heredado de la Revolución Bolchevique; más aun, habían comenzado de una base técnica más inferior aun relativo a los poderíos imperialistas. La China no se atrasaba únicamente con relación a los poderíos imperialistas sino también con relación al resto de los países de la región. Taiwán, por ejemplo, al cual Chiang huyó en el 1949 e impuso su dominio, explotaba exitosamente las rivalidades de la Guerra Fría y la explotación cruda de sus propias masas trabajadoras con el propósito de escalar la cadena alimenticia capitalista.
Estaba cristalinamente claro para Deng y compañía que era necesario llevar acabo importantes cambios. Escogieron la vía de apertura económica al Occidente, a su capital y tecnología (una apertura política ya se había dado bajo Mao) y una utilización mas directa de la organización y técnicas económicas capitalistas dentro de su economía. El propósito subyacente de todo esto consistía en una explotación más eficiente e más intensa de las masas chinas.
Estos deseos engranaban nítidamente con los deseos imperialistas, cuyas propias economías se encontraban en variados estados de estancamiento y en la necesidad de aumentar su explotación del trabajo. Se preparaba un tremendo e jugoso negocio. Más de un par de capitalistas vieron en esto el comienzo de un masivo mercado de consumidores chinos como el premio mayor. Pero el componente más importante e exitoso de la emergente asociación consistía en que la China se convertía en la arena para inversiones súper-explotativas de capital. Los imperialistas, ahora con una habilidad tecnológica mayor a través de la automatización, reclamaron a la China como una base para industrias previamente reservadas para los centros imperiales.
En nuestro articulo, “Las revoluciones capitalistas chinas”, en Proletarian Revolution Num. 53, analizamos la necesidad que tuvo el estalinismo chino para aceptar este acuerdo y que tuvieron que cumplir para lograr su parte del acuerdo.
Al planificar un nuevo rumbo a seguir, Deng estaba consciente de las historias exitosas de los capitalistas asiáticos y sus bases, como también del descontento agitativo de las masas en su propio país. Para cumplir con dos tareas interrelacionadas – la expansión de la base del capital y el apaciguamiento del descontento urbano – trató de aplicar elementos básicos de la misma estrategia en la China. Para lograr esta meta Deng sostenía una carta escondida; una enorme masa de fuerza de trabajo explotable – no tanto en la existente fuerza laboral urbana como en la vasta población de habitantes rurales hambrientos e subempleados. Era necesario utilizar capital extranjero y mas tarde la operación interna de capital chino para maximizar este potencial.
Las condiciones políticas y el clima económico de esos tiempos reforzaron este esfuerzo. La China poseía la ventaja para importar el capital y la tecnología necesaria mientras protegía la mayor parte de su industria domestica de la competencia extranjera; también contaba con mercados extranjeros disponibles como los EE.UU. para sus exportaciones baratas. La Guerra Fría le proporcionó a la China espacio para maniobrar entre los rivales soviéticos y norteamericanos, y no encaró ningún conflicto inminente con sus suplidores de capitales foráneos. (La China sostuvo una corta pero sangrienta guerra contra Vietnam en el 1979, pero sin ningún efecto serio contra sus planes de desarrollo.) El ingrediente final, un aparato estatal estable pero altamente represivo, fue suplido por el mismo régimen estalinista.
Las ventajas más importantes y duraderas que el PCC poseía en su acervo consistían de una fuente abundante de trabajo de trabajo barata y el control rígido del mismo régimen estalinista. Pudo invocar una de las armas más crueles del capitalismo – el ejército de reserva industrial – al grado y nivel que ningún otro régimen tercermundista ha sido capaz ni siquiera alcanzar. Esto ha sentado las bases para la orgía de superexplotación que ha continuado hasta el presente. Ni los gobernantes chinos o los imperialistas estuvieron originalmente conscientes de cuan extenso y profundo seria su colaboración. Pero ha tenido un desarrollo que ha seguido muy de cerca y de acuerdo a las leyes de movimiento capitalistas, una variante de la devolución del capital estatificado hacia el capital privado que nuestra tendencia predijo al analizar la naturaleza y dirección de la estalinista Unión Soviética.
Los primeros pasos que tomó Deng fueron relativamente modestos: reformas agrícolas que le permitían a los campesinos arrendamientos a largo plazo de sus terrenos y aumentó en el precio obtención de sus productos, y aperturas altamente restrictivas para las inversiones foráneas en las zonas económicas especiales (zee) de las áreas costeras. El largo proceso ha sido testigo de algunos atrincheramientos sobre todo posterior a la viciosa represión de las protestas de trabajadores/as e estudiantes en la Plaza Tiananmen, y en las postrimerías de protestas en masa de trabajadores/as e campesinos/as a mediados de la década del noventa. Sin embargo, lo que ha ocurrido a través del pasado cuarto de siglo ha sido la transformación de la China a una sociedad ejemplificando las formas mas desnudas de explotación capitalista – bajo el dominio de un régimen alegadamente comunista.
Las reformas principales han tenido aspectos traslapados: permitiendo a capitales foráneos desarrollar industrias de exportación; abriendo la economía interna a la posesión e control foráneo; la privatización de la mayor parte del sector estatificado. Posterior a un periodo en el cual las empresas foráneas estuvieron obligadas a aceptar posesión conjunta con empresas chinas, se les ha otorgado más libertades para emprender sus propias empresas comerciales. Con los cambios introducidos por el entonces presidente Jiang Zemin en el 1997, y la aceptación de la China a la Organización de Comercio Mundial en el 2001, las empresas foráneas no solamente se han multiplicado en las regiones de exportación sino también han entrado en masa al mercado chino. Se aprobaron sobre 25,000 proyectos de inversión foránea en el 2002, una suma considerable de por si misma, y un aumento de 33.4 porciento sobre el año anterior. Solamente en el 2002, $50,000 millones en inversiones foráneas se registraron en la China.
La economía china ha girado fundamentalmente hacia la privatización. Existen en el presente sobre dos millones de empresas privadas (comparadas con 800,000 en el 1988) empleando a 70 millones de trabajadores/as. La industria domestica privada abiertamente consistía de 17.9 porciento de la producción económica en el 2001, según las estadísticas oficiales gubernamentales; pero las empresas colectivas e de posesión conjunta frecuentemente esconden empresas de posesión e control genuinamente privada. El año 2001 marca el punto en el cual las empresas privadas producían más volumen que los del sector publico, y esa tendencia ha aumentado. Muy recientemente, por ejemplo, el gobierno organizo una venta en masa de empresas; en Octubre, el comité central del partido aprobó la venta de 196 empresas “estratégicas” en el sector energético y de recursos naturales que previamente habían sido protegidas.
Entre los beneficios principales de las privatizaciones llevadas acabo por el PCC han sido los hijos/as mayores de los dirigentes partidarios, los “principitos/as” que las masas odian e ridiculizan. Esto refleja el muy real fenómeno de herencia, que se desnuda más y más según pasan los años.
La herencia ha existido durante mucho tiempo bajo el capitalismo estatificado, inclusive en la China. Los regentes en tiempos anteriores se traspasaban el poder, estatus y riqueza mediante medios indirectos. Los oficiales de la clase dominante utilizaban el poder e conexiones políticas para asegurarle privilegios a sus hijos/as. Similar al fenómeno más general de la propiedad bajo el capitalismo estatificado, era colectivo en su forma pero privado en su contenido.
Pero este método de traspasarse el poder entre generaciones de la clase dominante es contradictorio. Está obligado a resolverse así mismo a través del tiempo, la forma y el contenido debe alinearse. En la China ha habido una larga tendencia hacia formas tradicionales de propiedad privada capitalista. A mediados de la década de los ochenta, la riqueza privada, incluyendo la posesión de los medios de producción, se abrió a la herencia. Por si mismo un acontecimiento que hizo época en cierta manera, a esta característica se le dio mas fuerza al la misma propiedad asumir crecientemente forma privada – tanto en el creciente sector privado como en la conversión de la propiedad estatal en privada. El proceso completo se le otorgó recientemente una codificación importante con la inclusión en la Constitución de un estatuto que protege la propiedad privada “obtenida legalmente”.
La devolución china ha significado unos ásperos e fuertes cambios para cientos de millones de trabajadores/as que ya estaban en malas condiciones, aun cuando ya ha comenzado a florecer una clase media y la burguesía. Condiciones en deterioro en el campo, que incluye contaminación ambiental, cobro excesivo de contribuciones por autoridades del gobierno local corruptas y apoderadas y formas mas abiertas de desempleo basadas en la descolectivizacion, han obligado a aproximadamente 150 millones de campesinos/as y trabajadores/as del campo a emigrar a áreas urbanas en lo que ha sido calificado como la emigración interna mas numerosa de la historia. Se mudan por necesidad y debido a que ahora es permitido, es decir, gracias a la relajación de las restricciones para mudarse del campo a las ciudades. (A la misma vez, a los migrantes se les niega permisos de residencia y a los decrecientes pero reales beneficios asociados con los mismos.) Las autoridades estalinistas se convencen de manera creciente que la noción burguesa de “libertades” significa sobre todo la libertad de explotar y de ser explotados.
Muchos migrantes encuentran empleo en empresas en los pueblos y aldeas (EPA) – pero no en cantidades suficientes, y esas empresas EPA como quiera están desapareciendo. Otros millones encuentran trabajo en las costeñas zonas económicas especiales (zee). Los que se encuentran regularmente empleados son los más afortunados. Mientras que para otros, el traslado a las ciudades frecuentemente ha sido entrar en aguda competencia para asegurarse las peores formas de trabajo transitorio y de baja paga (por ejemplo, se ha desarrollado una estructura de clases elaborada de los trabajadores/as que recogen misceláneas de la basura.), o simple e desesperadamente vagan o se mantienen (quietos) sin empleo.
Mientras tanto, masas de trabajadores/as en las industrias estatales que se privatizan o colapsan quedan desempleados. Esta situación es mas pronunciada en el “cordón del moho” del noreste, que fue una vez la zona industrial mas fuerte de la China. Las estadísticas oficiales del gobierno muestran que sobre 26 millones han sido cesanteados de las industrias estatales desde el 1998, y de estos únicamente 17 millones han asegurado un segundo empleo. Y esto conlleva un descenso en espiral: si el cincuenta por ciento de los cesanteados en el 1998 se reemplearon, únicamente nueve porciento de los cesanteados a principios del 2002 se habían reempleado exitosamente. Estos trabajadores/as son las principales victimas del colapso de la garantía de empleos y beneficios denominada “tazón arrocero de hierro” que era una concesión importante de los estalinistas para las masas, aun cuando la nueva “red de seguridad” de beneficios para los cesanteados y otras ayudas se encuentra en un estado patético.
Dado las circunstancias inmediatas e históricas de las masas trabajadoras, los salarios e jornales chinos son entre los más bajos del mundo, aun cuando son comparados no solamente con los de los trabajadores/as de áreas imperialistas sino con otros trabajadores/as tercermundistas. Mientras que el jornal promedio en la China es de 40 centavos de dólar la hora, en México se aproxima a $1.60. Para los desesperados capitalistas del mundo expandir o hasta mantener sus ganancias, esto constituye una gran diferencia, un hecho aun más significativo debido a que los jornales chinos se han mantenido relativamente estancados durante un largo periodo mientras los de otros países tercermundistas han aumentado típicamente con una creciente proletarización.
No es entonces sorprendente que el capitalismo internacional haya desatado una carrera para instalarse en la China, transformando a ese país en el “taller mundial” – mas preciso aun, en el “taller de máxima explotación mundial”. Además de los jornales horribles, la mayoría del trabajo se lleva acabo en las condiciones más abismales e peligrosas, donde los trabajadores/as permanecen cerrados bajo llave en dormitorios luego de largas jornadas y de haber sido explotados por patronos sin protección del estado o de uniones no-existentes. De hecho, la China se ha convertido en el país mas popularmente identificado con la opresión de las empresas de máxima explotación.
Mientras más producción es trasladada por el capital a la China, mayor es el impacto sobre la clase trabajadora internacionalmente. Mientras los burócratas laborales y empresarios de los países imperialistas han exagerado el impacto de estos traslados de capitales al Oriente Asiático para propósitos proteccionistas, el impacto es real, particularmente en las industrias de la ropa e textiles en los EE.UU. donde cientos de miles han perdido sus empleos y las fábricas se han trasladado o han cerrado sus operaciones. Crecientemente, trabajadores/as de países pobres de Europa Orienta y América Latina también han visto sus empleos trasladarse. Al mismo tiempo, han superado su destreza para obligar a los trabajadores/as a pasar a la defensiva. En México, por ejemplo, donde sobre 300 empresas de manufactura fueron trasladadas a la China durante los últimos dos años, los jornales e salarios han sido reducidos en las plantas que decidieron quedarse.
Las masas empobrecidas, desempleadas e subempleadas constituyen el “ejercito de reserva industrial”, una frase utilizada por Marx. Maleables e desesperados, los sin-empleo han sido utilizados en todos los lugares como los objetos de las peores formas de explotación y como un martillo contra los trabajadores/as mejor situados. La devolución en la China ha transformado formas relativamente ocultas e indirectas de desempleo en herramientas abiertas del capitalismo, pieza central de la “carrera hacia abajo” que es la estrategia de desarrollo capitalista internacional preferida. Es irónico que un país donde alegadamente las leyes del capitalismo habían sido eliminadas, una de las armas más características del arsenal capitalista ha recibido la mayor expression histórica.
Con un influjo de tan masivo de capitales no nos debe sorprender que los dirigentes del PCC puedan alardear de una cantidad de éxitos importantes bajo las reformas. Esto es por supuesto cierto en términos de producción industrial cruda. Por ejemplo, 50 porciento de las cámaras, 30 porciento de los acondicionadores del aire, 25 porciento de las lavadoras de ropa y 20 porciento de las neveras que se producen mundialmente son producidas en la China. A finales del 2002, la China era la quinta nación entre las mayores del comercio internacional con una exportación de $266,200 millones en ese año nada más. También es el lugar de operaciones para la producción extremadamente especializada como los chips de computadora. Ha hecho grande avances en atraer la tecnología de la información (aunque los trabajadores/as de alta destreza son mal pagos) y se ha apropiado directamente o obtenido por otros medios el desarrollo de tecnología avanzada para operar trenes tipo Meg-lev y se ha convertido la tercera nación en enviar personas al espacio.
Todo esto ha causado consternación entre los estados y clases imperialistas. La fantasía de los dirigentes del PCC de entrar de lleno al club exclusivo imperialista como un rival político, militar e económico se ha convertido en una pesadilla para los círculos dirigentes del Japón, EE.UU. y otros lugares. La sed imperialista de ganancias rápidas e necesarias ha producido las mismas condiciones que ellos encuentran amenazantes. Pero como quiera que el reto chino se desenvuelva en un mundo y región de crecientes e peligrosas rivalidades, la China no alcanzara al estatus imperialista. Esos vecinos que fueron exitosos de cierta manera en alcanzar la escalera del estatus imperialista son mucho mas pequeños en tamaño y población, y fueron permitidos una ventana de oportunidad que ya no esta disponible a su vecino masivo. El capitalismo en esta época de decadencia no permite la elevación de un país e pueblo tercermundista a tal escala. De hecho, la premisa del desarrollo reciente chino ha sido las condiciones que su atraso han ayudado a crear. A la misma vez, el desarrollo chino ha surgido a expensas de otras regiones del mundo.
Aun ahora, los problemas se destacan en un relieve austero. Las tasas de crecimiento reclamadas por el gobierno chino entre 7 a 10 porciento en el periodo 1998-2001 aparecen sustancialmente exageradas (aun si se destacan en un mundo de estancamiento de capitales). De hecho, un estimado basado en las reclamaciones de consumo de energía reclama una economía que en la realidad ha estado decreciendo durante años recientes. Y un problema de deuda alta aumenta como resultado de préstamos fáciles para el desarrollo y el mantenimiento de miles de industrias estatales decrepitas. Ya para el verano del 2003 la deuda sin pagar ascendía al 138 porciento del Producto Bruto Domestico – un aumento desde el 88 porciento en el 1995 y sobre los niveles considerados seguros en otros países.
Aun el centro de su éxito en la manufactura tiene numerosas e serias cualificaciones. Entre ellas:
Se puede generalizar con bastante seguridad, que la economía y sociedad china permanecen estancadas en el atraso. La China está terriblemente distorsionada en su mezcla industrial y aun más en su desarrollo regional, con el interior del país casi totalmente excluido de la totalidad de las inversiones. Una recesion mundial segura o algo peor aun tendrá un efecto magnificado en esta economía dependiente de exportaciones. Es una medida del desarrollo fragmentado del país que el imperialismo se preocupa tanto de que colapse el país o se convierta en un rival serio.
Por su parte, el imperialismo mundial profundizara el carácter contradictorio de su actitud hacia y su rol en el capitalismo chino. Por un lado, varios sectores de la burguesía internacional están alimentando el clamor proteccionista e nacionalista contra el traslado de empresas a la China, basándose de igual manera en razones políticas, militares y económicas. La rivalidad entre las potencias imperialistas y la China, y entre las mismas potencias imperialistas, se intensificará en el próximo periodo al convertirse el Asia Oriental en un peligroso e estratégico “punto caliente” en un mundo tornado mas hostil por el estancamiento capitalista.
Por otro lado, las empresas imperialistas continuaran fugándose hacia el paraíso de explotación chino. Como afirma el presidente de la compañía Bearing Point, Bryan Huang: ¿Adonde podemos sostener nuestra ventaja de costos durante los próximos cuarenta años? Estamos convencidos que el único lugar es la China (Business Week, 11 de agosto). El jefe de la compañía automotriz Fiat, Cesare Romiti, ha proclamado que “la China se esta convirtiendo en la América del futuro”. Y a un nivel mundial básico, los imperialistas se están alistando sobre el rol esencial de los estalinistas en esta operación. Ven más y mas al PCC no como un mal necesario con quien se ven obligados a tratar sino como un confiable agente policiaco que protege sus intereses.
Por lo tanto, el nivel de propaganda contra la supresión de protesta por el partido ha disminuido marcadamente desde la Masacre de Tiananmen: una función no solamente de un conocimiento general del rol del estalinista sino una realización de que las protestas son más y más conscientemente dirigidas contra el proceso de reformas que apoyan los imperialistas. Un punto de referencia mas especifico de esta apreciación es la reacción a la reciente crisis del SARS. Las autoridades chinas inicialmente escondieron la evidencia sobre la enfermedad; pero sus esfuerzos posteriores utilizando la maquinaria partidaria para controlar la propagación de la enfermedad impresionaron a los observadores imperialistas que reconocieron de igual manera un potencial en otras áreas:
Algunos ahora argumentan que un partido más responsable es la única organización con el alcance y fuerza para construir un sistema nacional de vigilancia para lidiar con futuras epidemias. Y el partido también será capaz de flexionar sus músculos para sobreponerse al proteccionismo local y asegurar que las industrias recalcitrantes con los compromisos de abrir los mercados con la Organización de Comercio Mundial así cumplan (Business Week, 23 de junio).
Claro esta, nadie puede esperar que los imperialistas acepten abiertamente que aprecian el rol contrarrevolucionario de los estalinistas en la supresión del proletariado. No son marxistas, y en cualquier caso, no desean abochornar a los gobernantes estalinistas con tan franca observación. Sin embargo, los revolucionarios estamos obligados a comprender la evidencia y hacer precisamente eso.
Los inversionistas capitalistas en la China toman una suposición tenuemente: que las masas chinas van, con unas pocas zanahorias y muchas varas, a aceptar las tasas de explotación a las cuales las han sometido. Pero los trabajadores/as chinos han luchado a favor de sus intereses durante este periodo de devolución. Las demostraciones de Tiananmen fueron un ejemplo dramático de protesta tanto contra el proceso de reformas como contra las altas expectativas ligadas a ellas. Olas de protestas en masa han caracterizado el escenario desde entonces.
La gran parte de las protestas las han llevado acabo los campesinos/as. Estos por lo general apoyaron las reformas iniciales y fueron como un bastión político contra los eventos de Tiananmen. Pero se han tornado crecientemente rencorosos al pasar el tiempo y han tomado acciones, frecuentemente violentas y frecuentemente contra oficiales del partido. Dado su gran masa y su peso histórico, este cambio es de importancia decisiva.
Pero aun mas critico es la creciente resistencia de la clase trabajadora. La gran parte se centra en el “cordón de moho” entre el colapsante sector estatal. Ha habido varias formas de protesta por cientos y aun miles de trabajadores/as contra despidos, pensiones e jornales por cobrar y otras promesas de una “red social”. Pero de igual manera, ha habido agitación en las zonas estratégicas especiales. Por ejemplo, en abril del año pasado, más de mil trabajadores/as ocuparon una fábrica de juguetes en la provincia de Guangdong.
El capital ha confiado en el hecho de que la mayoría de los trabajadores/as en las zonas estratégicas especiales, provenientes frecuentemente de circunstancias desesperadas, ven su trabajo en las empresas de máxima explotación como un paso adelante a su previa existencia. Y muchos lo siguen viendo así al continuar el éxodo del campo a las áreas urbanas e industriales. Esto constituye una influencia incuestionablemente conservadora. Pero la experiencia colectiva acumulada de los trabajadores/as en las fábricas concentradas está desarrollando conciencia e resentimiento de clases, y el potencial de crecimiento de acciones masivas e militantes. Los patronos tratan de contrarrestar esto moviendo parte del trabajo hacia regiones aisladas (con posibilidades de movidas al noreste devastado.). Pero existen límites a tal movilidad, y la naturaleza integrada de la producción en las zonas costeras es irresistible. Al final de cuentas, la lucha de clases se traslada dondequiera que los capitalistas construyan sus fabricas.
Aun la utilización del ejército industrial de reserva tiene sus inconvenientes para el capital. Los millones y millones de desempleados son una poderosa fuente de descontento e inestabilidad, y los agentes policíacos del capital en el PCC están muy conscientes de ese hecho. Estos desean mantener las cosas bajo control, pero el desorden es inevitable.
Mientras que obviamente la gran parte de las noticias son suprimidas, existe evidencia inconfundible de una creciente resistencia. Esto incluye:
Todo esto condujo según divulgado al nuevo dirigente partidario, Hu Jintao, a advertirle al Politburó que el estado de la sociedad estaba “obligando a la gente a sublevarse, a rebelarse, y a buscar el derrocamiento del liderato del Partido Comunista Chino (PCC).
La totalidad del proceso de reformas, como hemos notado, tiene como motivo central el apaciguar a las masas inquietas con prosperidad capitalista. Esto constituye el avalamiento de las reformas originales de Deng de hace un cuarto de siglo. Y se encontraba detrás de las declaraciones de la reciente reunión del comité central para desarrollar las ciudades mas aun con el propósito de absorber el descontento rural. Existe una contradicción obvia aquí: los medios que precisamente fueron diseñados para apaciguar a las masas han aumentado de manera decisiva la agitación. Y el rápido crecimiento de la industria a través del tiempo, a pesar de los despidos de años recientes, ha añadido al peso social del proletariado, y su potencial para dominar e gobernar la sociedad. La lucha de clases en la China es un faro para el proletariado internacional.
La orientación descaradamente pro-capitalista de la dirigencia del PCC y la subyugación de los trabajadores/as y campesinos/as a las necesidades de ganancias del imperialismo internacional; desenmascara de forma cruda la falsedad de todos los reclamos que sostienen que la China es socialista y proletaria. De hecho, muchas de las tendencias políticas que reclaman el trotskismo dicen ahora que la China ya no es un “estado obrero deformado”. Esta era la etiqueta asignada a los estados estalinistas proclamados posterior a la Segunda Guerra Mundial, que no fueron creados mediante revoluciones socialistas pero que de todos modos eran considerados proletarios debido a que los estalinistas habían asumido el poder, nacionalizado la propiedad y introducido una economía planificada. Esta formulación fue inventada por Michel Pablo, el dirigente de la Cuarta Internacional que se encontraba en plena degeneración, para explicar el aplastamiento de los movimientos de la clase obrera por los estalinistas a la vez que remodelaban sus países imitando una alegada URSS proletaria (ver The Life and Death of Stalinism capitulo siete.)
Mientras que todos los seguidores teóricos de Pablo han reconocido que la China se había movido hacia un rumbo capitalista – nadie que reclamase sanidad mental diría lo contrario – han inventado explicaciones que varían salvajemente sobre la porque y cuando la China revirtió al capitalismo. Su confusión rampante no es sorprendente, dado que han abandonado la tierra firme del análisis de clase marxista cuando decidieron que un estado obrero había surgido sin la derrota revolucionaria conciente del capitalismo por los trabajadores/as – y si con la derrota deliberada de la clase trabajadora por un partido que hacia tiempo había abandonado sus raíces en la clase trabajadora.
Parte de la teoría se basaba en hechos: la estatificación de los mayores medios de producción. Pero otra parte se basaba en la ficción, aun en su punto mas estatificado, la economía estalinista nunca fue “planificada” bajo ningún sentido marxista del término. Era una economía dirigida, con oficiales partidarios e tecnócratas elaborando y pasando a otros directrices basadas en suposiciones no-científicas, arbitrarias e miopes, y que nunca podían llevarse acabo como estaban redactadas. Ninguna economía estalinista fue verdaderamente centralizada en el sentido de un funcionamiento coordinado e regulado. De hecho, la intención del centralismo político burocratizado era compensar por una economía atomizada – pero en la realidad, en última instancia, el resultado fue contribuir al problema. En la China, no es accidental que las fases más centralizadas de esta “planificación” se convirtieron en sus peores fracasos. El “Gran Salto Adelante”, que termino matando de hambre a 30 millones de campesinos/as, fue un desastre no solamente debido a que las fundiciones de acero de los patios hogareños con su acero de mala calidad e valor desvió mano de obra de la producción agrícola, pero también debido a que las cantidades de producción fueron falsificadas por oficiales partidarios de poco rango que estaban ansiosos por congraciarse.
Algunos aspectos de la economía traen la realidad de la “planificación” a un relieve agudo. La información y data – la infraestructura vital de la planificación genuina – siempre ha sido distorsionada. En el 2000, el ex -primer ministro Zhu Rongji advirtió “que la falsificación y la exageración de las estadísticas era rampante”. Estas estadísticas nacionales eran recopiladas de forma cruda e poco profesional de las estadísticas provinciales; y cada provincia y pueblo sometía estadísticas dirigidas a satisfacer las metas estatales. Y cuando el gobierno lleva acabo una auditoria, admite que más de dos terceras partes las mayores empresas chinas falsifican sus auditorias internas (comparado con un estimado de 5 porciento de las empresas norteamericanas). De igual manera, la cantidad de proteccionismo regional inhibiendo la economía nacional es verdaderamente increíble. Hoy día, por ejemplo, la ciudad de Shangai prohíbe a los camiones de otros lugares transitar por la ciudad entre las 7am y las 7pm para entregar a los comercios locales. ¿Ud. se puede imaginar que eso ocurriera en los EE.UU. o, por lo menos, en Taiwán?
Los aspectos formales de la estatificación que los pablistas habían aceptado están desapareciendo. La Comisión de la Planificación Estatal, que elaboro los planes de cinco años, fue eliminada en el 2003, y el porciento de la industria bajo propiedad estatal (sin incluir los colectivos y empresas conjuntas) se estima en 25 porciento y en disminución – menor que en un sin numero de países occidentales durante etapas de su desarrollo. De hecho, la forma esta simplemente alcanzando la realidad de la anarquía económica que de muchas maneras peor que el capitalismo pluralista.
Debido a que el análisis básico de las sociedades estalinistas no es otra cosa que una racionalización que los pablistas no eran capaces de explicar con su teoría, ni pensar predecir, la evolución de estas sociedades. Hace tiempo nuestra tendencia, al analizar los estados estalinistas como formas de capital estatificado, señalaba que el estalinismo era históricamente débil comparado con las formas familiares del capitalismo monopolista: predijimos su devolución hacia este último. Esta percepción fue dramáticamente comprobada con el colapso del estalinismo en la Unión Soviética y Europa Oriental. Es afirmado adicionalmente por la transformación de la China y otros países dominados por estalinistas que sobreviven.
Los pablistas que sostienen que el capitalismo ha sido restaurado en la China no han hecho nada para repudiar el método del pablismo – de hecho, lo aplican de nuevo pero en reversa (para utilizar la imagen de Trotsky, están corriendo la película del reformismo al revés). Todavía creen que el PCC estableció un estado obrero en sustitución de la clase obrera. Se han convencido simplemente que gran parte del “estado obrero” ha sido socavado para mantener la fantasía. Por ahora, además de una “revolución socialista” no llevada acabo por la clase obrera, inventan una transformación capitalista llevada acabo por una clase dominante que de hecho se derroco así misma.
Este es otro principio central del marxismo que el derrocamiento de una sociedad de clases como un estado obrero requiere de un cambio de dominio de clases violento e decisivo, de la demolición del aparato estatal. Cuando Stalin derroco los remanentes del dominio obrero en la URSS durante la década del treinta, desato una purga sostenida e sangrienta que asesino, encarcelo, y esclavizo a millones de personas. Fue un acto necesario, para consolidar a la clase capitalista. Nada parecido ha ocurrido en la China. No solamente no ha habido un derrocamiento de clases decisivo: de hecho, las transformaciones en la sociedad china han ocurrido mediante una conducción de cuentas pacifica e ordenamente dentro de la elite política, por lo menos comparado con las siguientes campañas faccionales sangrientas de los años maoístas.
Ya que no se ha dado en términos de clase que sea posible señalar específicamente cuando el estado obrero fue derrocado, varios grupos han escogido diferentes criterios, políticas, etc., para determinar cuando aconteció el cambio. Por ejemplo, tomemos al Partido Socialista Democrático Australiano (PSDA) que posee una amplia influencia entre la izquierda del suroeste asiático. El PSDA mantiene que el XIV Congreso del PCC en setiembre de 1992 que aprobase la construcción de una “economía de mercado socialista”, señaló un cambio significativo en la naturaleza de clase del estado chino:
Mientras que el proceso de restauración capitalista en la China todavía no se ha completado, había suficiente evidencia para concluir que este proceso era el resultado de una orientación consciente de aquellos que poseían el poder político y, por lo tanto, la China, como Rusia y los países del exbloque soviético, eran dominados por un estado capitalista (Green Left Weekly, 27 de enero 1999).
Para los marxistas, la función de la conciencia es de hecho decisiva en la creación y mantenimiento de un estado obrero – la conciencia revolucionaria de la clase trabajadora y su dirección mas avanzada. Fue la verdadera conciencia de la Revolución Rusa – de elementos revolucionarios todavía encarnados en la clase trabajadora y aun dentro de secciones del ya estalinizado Partido Comunista – que tenían que ser eliminados por la contrarrevolución estalinista para consolidar el capitalismo soviético. Para el PSDA, por el contrario, el elemento decisivo fue el cambio en la conciencia de la burocracia gobernante, aunque siempre fuese independiente de y hostil a la clase trabajadora.
Otro seguidor del pablismo en reversa es la organización Poder Obrero (PO) de Inglaterra, el partido insignia de una nueva tendencia internacional denominada Quinta Internacional. El PO miró retrospectivamente al “cambio de política (que) culminó en la adopción de un nuevo programa dirigido hacia una economía de mercado socialista por el XIV Congreso partidario en octubre de 1992” y admitió, ocho años mas tarde:
En retrospectiva, ahora podemos ver claramente que este fue el punto en el cual el carácter del estado chino cambio. Mientras continua siendo un régimen bonapartista que se ve obligado a asegurar su propia base económica y a la misma vez balancearse entre las clases sociales principales, conscientemente decidieron transformar su base económica de una economía planificada a una de capitalismo de estado (comentario de la pagina cibernética “La China: capitalismo triunfante de la década del noventa”, noviembre 2000).
Lo que puede considerarse singular de la posición del PO es el argumento de que el capitalismo no triunfó en la economía hasta que el alegado estado obrero había dejado de existir. Ya que también declararon:
El capitalismo fue restaurado en la China ya para el 1996. El hecho de que se llevase acabo relativamente suave bajo el dominio controlado del PCC fue posible gracias a dos factores principales. En primer lugar, casi dos décadas de “reformas de mercado” habían creado sectores capitalistas poderosos dentro de la China, y en segundo lugar, el aplastamiento de la oposición política de la clase trabajadora posterior a la Masacre del Tiananmen en el 1989 había removido el mas importante obstáculo social a la restauración del capitalismo.
Buscando a ciegas una explicación atada a la lucha de clases, el PO trata la sangrienta supresión de la protesta de la Plaza Tiananmen como el punto preparatorio para la transición. Pero el punto preparatorio no es lo mismo que la transición, que de acuerdo al PO se logra muy pacíficamente de una nueva forma no determinada, años mas tarde. Mientras la supresión de Tiananmen fue un atraso real para las masas, no fue bajo ningún concepto una derrota decisiva. Su efecto inmediato (como lo admite el mismo PO) fue retrasar la marcha hacia la privatización. Y han ocurrido olas masivas de protesta desde ese momento, aunque no tan políticamente concentradas.
Para los pablistas de la corriente principal, las formas de la tal llamada economía planificada fueron un factor clave que los obligó a declarar a la China y a otros países dominados por los estalinistas, estados obreros. Para el Poder Obrero, estas formas no eran únicamente independientes de un estado genuinamente gobernado por trabajadores/as sino también (durante un periodo, por lo menos) independiente de hasta su propio seudo estado obrero. Únicamente cuando estas formas parecieron no tener una importancia decisiva es que el PO juzga que la economía es verdaderamente capitalista. Esta posición constituye una preciosa extensión de la lógica pablista: las formas económicas existen independientemente de las relaciones de clases reales.
Como para refutar la posición del PO que la transformación económica, sin importar cuanto tiempo había sido detenida, se había llevado acabo ya para el 1996; no fue hasta el 1997 que una nueva ola de reformas devolucionarias fue iniciada; hasta entonces la privatización había estado en un cese relativo. Esta ola, fue sin embargo, la señal decisiva para otra organización pablista, el Secretariado Unificado, para entregar su “estado obrero”. Y su racionalizacion es tal vez la peor de todas. Un artículo de G.Buster explica la transformación de la siguiente manera:
El último símbolo de la economía planificada ha desaparecido con la instalación definitiva del mercado como mecanismo regulatorio. ¿Pero cuando y como se convirtió la China capitalista?... El PCC se despidió de la clase trabajadora en octubre del 1997 cuando anuncio la privatización de las empresas del sector publico, con el despido de 200 millones de trabajadores/as en un periodo de cinco años. La restauración capitalista era ya un hecho irreversible (Internacional Viewpoint, diciembre de 2003).
Ese número de cesanteados, sin embargo, se acerca a la totalidad de la clase trabajadora del país; si fuese cierto, significaría que el PCC de hecho se había despedido de la clase trabajadora china por medio de su liquidación. Afortunadamente para la posibilidad de la revolución socialista, el numero real de despidos causados por la campaña de privatización del 1997 ha sido estimado razonablemente en cerca de una décima parte del numero dado por Búster (veinte millones). ¿Pero porque ser cauteloso acerca del destino de varios cientos de millones de trabajadores/as cuando uno esta desesperado por salirse de debajo de una teoría sin sentido crecientemente difícil de defender? El numero falso se utilizó debido a que realza una fecha que no evidencio el verdadero aplastamiento del estado o una guerra civil.
Una anterior afiliada del Secretariado Unificado, el Grupo Pionero de Hong Kong, sitúa la transformación una década más temprano: en el 1988, cuando la constitución fue enmedada:
En el 1982 y en el 1988, la constitución fue enmendada dos veces, para permitir explícitamente el crecimiento a largo plazo de la economía capitalista privada. Un estado que se involucra así mismo en un desarrollo a largo plazo de economía capitalista mientras a la misma vez le niega a la clase trabajadora todos los derechos democráticos, no puede considerarse bajo, ningún sentido, un estado obrero. En un estado de este tipo, la clase trabajadora podría únicamente ser una clase oprimida e explotada, i.e., una clase sojuzgada... Por lo tanto, cuando la China enmienda su constitución en el 1988, la naturaleza de clases de la maquinaria estatal cambio, y se restauró el estado burgués.
Entonces en vez de un cambio revolucionario entre una clase dominante y otra, cambiando el estado, tenemos un aparato estatal cambiando por sí mismo el contenido de clase del estado. Es el marxismo, y no el estado, que ha sido virado patas arriba.
La teoría del estado obrero deformado no es una teoría bajo ningún concepto, sino una etiqueta conveniente que permite a uno decir que la nacionalización es buena, y la burocracia es mala. Cualquier seguidor puede interpretarla de cualquier manera, por eso cualquier fecha imaginable es anunciada como el momento decisivo para la desaparición del alegado estado obrero. En ninguna de estas fechas se levantaron los cientos de millones de trabajadores/as chinos a defender “su” estado. Los trabajadores/as han luchado fuertes batallas para defender adelantos que le habían cedido por temor a su poder. Pero quienes quiera que tuviesen ilusiones que el estado estalinista estuviese al lado de los mismos hubiese debilitado gravemente su lucha.
Algunos ratones rehúsan abandonar el barco que se hunde. Es decir que quedan pablistas que mantienen el estatus proletario de la China: y estos también ofrecen una variedad de razones. Uno de estos grupos es la Liga Bolchevique de Brasil (LBB), que argumenta que la posibilidad de una transición pacifica de un estado obrero a una economía capitalista (llamase o no capitalismo de estado) es una ficción” (Luta Operária, marzo 1997). Eso es cierto, pero como hemos señalado, este argumento verdaderamente funciona a la inversa: ya que la China hoy tiene una economía capitalista pero no ha sufrido una contrarrevolución violenta, el reclamo de que había sido un estado obrero sin una revolución obrera es todavía mas disparatado.
La insistencia de la LBB de esperar por una contrarrevolución genuina antes de que dejen de llamar al estado obrero chino por ese nombre puede parecer admisible, pero llega un poco tarde en la jornada. Ya que ellos y otros ya han aceptado la perdida de sus “estados obreros” en la URSS y Europa oriental mediante transformaciones graduales e pacificas. La escuela de los pablistas de no abandonar a la China esta obligada a rebuscar más fuerte aun para conseguir argumentos que mantengan a la China “proletaria”.
La Liga Espartaquista (LE) toma un placer casi perverso en mantener su apoyo de los estalinistas. Pero aunque la LE levanta un sinnúmero de puntos separados como evidencia de que existe un estado obrero, al final de todo se destila: a que el PCC todavía retiene el poder.
Sin embargo, ellos afirman la superioridad económica del estalinismo, la China incluida. La LE mantiene que la URSS fue productivamente superior al capital occidental (trataron de demostrar esto con estadísticas descaradamente alteradas que únicamente sus miembros o los verdaderamente ignorantes puedan creer; ver Proletarian Revolution #68 para nuestra refutación). El colapso económico de la Unión Soviética se burló de este reclamo, pero la LE continúa de forma ambigua sosteniendo este argumento sobre la China. No hace mucho tiempo comparaban favorablemente la economía china con la rusa posterior al colapso del estalinismo, señalando la causa como la diferencia de clases entre los regimenes:
Mientras que el producto nacional bruto de la Rusia de Yeltsin se desplomó en un 60 porciento desde el 1991, la economia china ha crecido en un diez porciento anualmente durante los ultimos años (Workers Vanguard, 15 de diciembre 1995).
¡Pero por supuesto este crecimiento ha sido causado por las inversiones imperialistas en aumento y el crecimiento del sector privado – las mismas cosas que la LE piensa que amenazan al estado obrero!
Desde entonces, los espartaquistas se han visto obligados a discutir la controvertida naturaleza de la economia estatal. Pero aun con este proviso, continuaron amplificando a los cuatro vientos las ventajas de la economia estatificada. Por ejemplo:
Son los aspectos “socialistas” (i.e. colectivistas) que son responsables del desarrollo económico positivo en la China durante años recientes: la vasta expansión de las inversiones en la infraestructura (i.e., construcción urbana, canales, ferrocarriles y el gran proyecto del embalse Tres Barrancos.), la habilidad de la China de navegar exitosamente a través de la crisis económica financiera de la Asia Oriental del 1997-98 y posteriormente una recesion capitalista mundial generalizada (Workers Vanguard, 21 de noviembre 2003).
Indudablemente existen cosas productivas en el sector de obras públicas de la China – parecido a las obras públicas de cualquier país capitalista. Sin embargo, es una medida de desesperación que los espartaquistas incluyan el Embalse de Tres Barrancos – un proyecto reconocido por la corrupción , la crueldad hacia los millones de residentes desplazados, y el despilfarro financiero e ecológico – como un ejemplo positivo. Y en cuanto a la “navegación” a través de las crisis económicas, esto es un refrito de un previo argumento quebrado. Ahora como entonces, son los sectores imperialistas e privatizadores los que mantienen a la China aflote y le proveen financiamiento para sus obras publicas.
Otra pieza de evidencia que ofrece la LE es el sistema de herencia en la China (o en sus ojos, la ausencia del mismo), que obviamente se relaciona a la posesión de propiedad en general. Para la LE, el establecimiento del derecho de herencia en la China significa la destrucción del estado estalinista.
La meta de los posibles explotadores de la China – centralmente para asegurar el derecho a comprar y vender propiedad y pasársela a sus hijos/as – se puede lograr únicamente aplastando al aparato estatal existente de una manera o otra y reemplazarlo con uno nuevo basado en el principio de la posesión privada de los medios de producción (Spartacist, verano del 1997).
Pero como ya hemos señalado, en la realidad, ya existe la herencia. La LE necesita acudir a una mejor excusa que esa.
Para los espartaquistas, la prueba mayor de que la China todavía es un estado obrero consiste en la mera existencia del mismo régimen estalinista. El partido estalinista es el alfa y omega del alegado estado obrero. Su ascendencia al poder define los comienzos del estado. Y la LE considera al aparato estatal creado, dominado, y mantenido por los estalinistas como la estructura central que deberá ser aplastada antes de que sea triunfante la explotación capitalista.
Por ejemplo, la LE rechaza la noción de que los estalinistas puedan permitir una economia pluralista bajo su control. A estos fines, citan con aprobación a Sujian Gus, un académico emigrado de la China: “La experiencia de otros países excomunistas demuestran que no existe ni un solo caso donde sea exitosa la privatización con su partido comunista en el poder y su sistema político intacto”. Eso es cierto, debido a que los estalinistas soviéticos e europa orientales pensaban que podían llevar acabo la transición económica sin preservar el poder partidario. Son precisamente esos ejemplos que propulsaron al PCC a su vía pluralista – por supuesto, sin privatizar a cada empresa – mientras que febrilmente tramaban mantener la autoridad del partido.
La LE tradicionalmente ha criticado más a los dirigentes del PCC que los otros grupos pablistas, pero no pueden ignorar la marcha hacia el capitalismo privado. Pero aun en su punto mas critico, ven a los estalinistas como “contradictorios”, que significa que tienen un lado bueno. Es bajo esta luz que interpretan las acciones y los eventos:
La burocracia de Beijing actúa esencialmente como una correa de transmisión sobre el estado obrero de las presiones del mercado mundial que es dominado por los imperialistas. El carácter frágil e contradictorio de la casta burocrática se puede apreciar en el hecho de que ante el descontento de la clase obrera, el régimen actual ha revertido a menudo algunas “reformas” económicas y ocasionalmente ha sometido a procesos judiciales a algunos de los suyos por cargos de corrupción, algunas veces castigándolos con la pena de muerte (Workers Vanguard, 17 de mayo 2002).
Pero verdaderamente cualquier clase capitalista es capaz – y a veces se ve obligada – a conceder concesiones ante la presión de las masas. Y esto a veces requiere disciplinar a miembros de la misma clase dominante. En cuanto a la “fragilidad”, puede ser cierto únicamente en el sentido de que la clase capitalista en general es frágil ante sus sepultureros proletarios durante esta época. Pero los gobernantes han probado que poseen la estabilidad que cualquier clase capitalista endurecida requiere. El hecho de que las clases estalinistas de Europa y la ex-URSS han sido capaces de transformarse en burguesías tradicionales sin acudir a contrarrevoluciones sangrientas es suficiente evidencia para revelar su carácter de clases (y como señaláramos anteriormente, la transición en la China se ha venido llevando acabo con una marcada ausencia de discordia dentro del mismo circulo gobernante.).
La visión espartaquista los lleva a menospreciar el funcionamiento abiertamente capitalista de la burocracia, aunque se han visto obligados a reconocer el proceso. Por lo tanto, al argumentar contra otros izquierdistas que señalan la reciente decisión de legitimizar la membresía de los capitalistas en el partido, la LE ha declarado en su periódico Workers Vanguard:
De acuerdo a una encuesta oficial de dos millones de dueños de empresas en la China, seiscientos mil son miembros del partido y lo han sido durante mucho tiempo. La gran mayoría de estos fueron cuadros de supervisión del PCC durante mucho tiempo que se apoderaron de las pequeñas empresas estatales que controlaban cuando fueron privatizadas recientemente (21 de noviembre 2003).
En otras palabras, el hecho de que haya habido una presencia de capitalistas privados en el partido durante mas tiempo y mas profundamente de lo que sugiere la reciente decisión, se presenta como una razón para no tomar en serio la publica bienvenida al partido de los capitalistas.
De igual manera, la LE menosprecia las demostraciones abiertamente capitalistas de la economía china. Mientras denuncian abiertamente el creciente desempleo, la explotación en las empresas de las zonas económicas especiales, los bajos salarios en las granjas colectivas, etc., rehúsan discutirlo en términos marxistas: a saber, que consiste en la extracción superexplotativa de plusvalía mediante la utilización del ejército de reserva industrial departe del gobierno y los imperialistas. Nos advierten que “la meta principal de los imperialistas es reducir a la China a una gran empresa de máxima explotación bajo subyugación neocolonial” – sin tomar en cuenta que la China es ya una gran empresa de máxima superexplotación, que aunque no este bajo el control directo del imperialismo, ciertamente es un vinculo subordinado e decisivo de la cadena mundial del imperialismo.
A la misma vez, la China es un vasto país dedicado a competir política, económica y, a veces hasta, militarmente con el imperialismo. A pesar de nuestro rechazo de la noción de que la China “comunista” alguna vez fuese un estado obrero, la China es ciertamente un país oprimido por el imperialismo. Consecuentemente, reclamamos la defensa de la China contra los ataques imperialistas, por medios militares o por medios económicos.
Mientras los imperialistas siempre han temido más la toma del poder a las propias manos de la clase obrera, están más y mas nerviosos aun sobre la posibilidad de cualquier trastorno en el régimen estalinista, que ha sido decisivo para mantener la olla de explotación en la China – cuya economía impulsa la maquina capitalista mundial.
Por lo tanto, cualquier defensa política del ficticio “estado obrero” en la China se convierte cada vez más en una defensa del orden mundial imperialista.
En este contexto, la constante pero cruda devolución de la China a un creciente capitalismo privatizado ha dejado a los teóricos seudo trotskistas en completa confusión – sin mencionar a los maoístas y otros que alguna vez consideraron a la China un modelo socialista.
Muchos en la Izquierda apoyaron al estalinismo pensando que “el enemigo de mi enemigo es mi amigo” – es decir, no importa cuan viciosos actuasen los regimenes estalinistas contra la clase obrera que gobernaban, por lo menos eran una alternativa al imperialismo. Por el contrario, nuestro análisis desenmascara los regimenes estalinistas, sobre todo al ruso, como un apoyo del imperialismo durante el periodo pos Segunda Guerra mundial cuando el mundo se encontraba alzado en rebelión. Los gobernantes estalinistas chinos proveen un caso aun más devastador. Estos sueñan en convertirse en serios rivales de los poderes imperialistas occidentales; algo que nunca ocurrirá. Pero ya sirven de compradores leales del imperialismo en la superexplotación más masiva que se haya llevado acabo en el planeta.
Que esto lo esté llevando acabo un régimen que aun habla en nombre de un marxismo maniáticamente distorsionado (junto al pensamiento Mao Zedong y las teorías de Deng Xiaoping) constituye un crimen contra los sentidos humanos. Que el estado superexplotador haya sido defendido durante tan largo tiempo y considerado proletario por revolucionarios seudo comunistas demuestra que han cambiado de un marxismo bowderizado a una defensa inconsciente del orden imperial.