El siguiente artículo fue publicado en inglés en Proletarian Revolution No. 79 (invierno del 2007)
En el 2006 México fue sacudido por inmensas explosiones de luchas de masas, producto de décadas de miseria y ataques capitalistas que han devastado el nivel de vida de los trabajadores, campesinos y pueblos indígenas del país.
El ascenso de las luchas comenzó con una gran ola de huelgas de mineros y trabajadores metalúrgicos a principios del 2006. Ya para julio, el evidente fraude electoral de las elecciones presidenciales le dio la victoria al abiertamente pro-imperialista Felipe Calderón sobre el candidato populista Andrés Manuel López Obrador. Se llevaron acabo multitudinarias protestas en Ciudad de México: millones marcharon exigiendo justicia, se levantó una enorme tienda de campaña en el zócalo central de la ciudad durante todo agosto y hasta mediados de septiembre. El extraordinario movimiento de masas obligó al Partido de la Revolución Democrática (PRD) de López Obrador a convocar la “Convención Democrática Nacional” el 16 de septiembre, la cual ratificó la legitimidad de su presidencia.
La gran ola de lucha alcanzó su pico político mayor en el empobrecido estado de Oaxaca. Una huelga de decenas de miles de maestros en mayo y un contraataque del gobierno en junio provocó una insurrección de masas que se apoderó del control de la ciudad de Oaxaca durante meses.
Sin embargo, este movimiento no estuvo preparado para contrarrestar la represión. Las fuerzas armadas del estado atacaron el 25 de noviembre asesinando a seis integrantes de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO) y arrestando a más de 150 personas. Las fuerzas estatales y federales combinadas asesinaron al menos 20 personas más durante el curso de la lucha, y más de 30 personas fueron “desaparecidas” – secuestradas o asesinadas sin rastros. Seis días posterior a esa medida de fuerza, el 1 de diciembre, Calderón asumió el poder, y uno de sus primeros actos consistió en arrestar bajo cargo de sedición a Flavio Sosa, un alto dirigente de la APPO y anterior dirigente del PRD en Oaxaca.
Los asesinatos y los arrestos en Oaxaca, junto a la imposición del régimen de Calderón, han sido contratiempos amargos. No obstante, la debilidad del nuevo gobierno ha sido evidente con el nombramiento de Calderón. Las protestas de miles en el exterior y las peleas a golpes entre legisladores del PRD y del Partido Acción Nacional (PAN) de Calderón obligaron a éste ultimo a entrar a hurtadillas por la puerta trasera del Palacio Legislativo.
De un lado a otro de México, las luchas laborales de los sindicatos industriales como la de los mineros y los obreros del trapiche continuaron. De igual manera las luchas de los pueblos indígenas continuaron, como las de las mujeres de Mazahua, quienes en diciembre ocuparon y clausuraron la planta que abastece de agua potable a una cuarta parte de la Ciudad de México, para exigirle agua, electricidad, y carreteras para sus pueblos. Y en Oaxaca, en diciembre la APPO llevó acabo más marchas multitudinarias, a pesar de la represión del gobierno.
De seguro otra ola de luchas va a estallar como consecuencia de los ataques económicos más severos aun que Calderón prepara. El anuncio de Calderón de recortar su salario en un 10 por ciento al igual que el de los otros altos funcionarios, es simplemente una máscara hipócrita para encubrir la miseria que su gobierno planifica llevar acabo con el fin de satisfacer las demandas de los organizaciones financieras imperialistas en los EE.UU. Calderón le informó a un grupo importante de capitalistas privados que vendrán tiempos políticos y económicos difíciles y que él tendrá que tomar “medidas que se podrán calificar de impopulares”.
Del mismo modo que los líderes capitalistas y estatales se preparan inmediatamente para llevar acabo ataques, la vanguardia que es la capa mas consciente de la clase obrera debe prepararse para guiar la lucha contra estos ataques. Es urgentemente necesario aprender de las lecciones del 2006. El gobierno odiado era tan débil en septiembre que el presidente saliente Vicente Fox ni siquiera se atrevió dar el discurso del Estado de la Unión o ni siquiera dar cara en Ciudad de México el muy importante Día de la Independencia. ¿Entonces cómo se salió con la suya con el asalto asesino en Oaxaca para luego conseguir la imposición de Calderón a fines de noviembre?
Obviamente el factor ausente ha sido la dirección obrera revolucionaria que hubiese dirigido una lucha nacional de los obreros y campesinos. El punto álgido de la lucha obrera se dio en Oaxaca. Pero cuando Oaxaca fue amenazada con un ataque frontal por tropas federales, López Obrador – la figura nacional más enérgica quien era visto por muchos obreros y campesinos como su dirigente máximo – rehusó encabezar una movilización a nivel nacional y hasta incluso a enviar contingentes desde la capital a Oaxaca. López Obrador fue obligado a convocar una convención nacional, pero en cambio con la aprobación de su PRD cerraron el campamento de protesta en Ciudad de México y no organizaron más acciones masivas de las magnitudes anteriores. Como consecuencia de estas acciones los combatientes de Oaxaca pagaron con ríos de sangre su traición.
¿Por qué López Obrador frenó la lucha de las masas aun a costa de sus deseos de ascender al poder? La respuesta radica en que sus reclamos y los del PRD – de representar los intereses de las masas – son solo un descarado engaño. El PRD no es un partido de la clase obrera: es en la realidad nada mas que un partido capitalista dominado por elementos del viejo régimen autoritario del Partido Revolucionario Institucional (PRI) quienes le concedieron algunas escasas concesiones a favor de las masas destinadas a evitar luchas que amenazarian al sistema.
López Obrador y su PRD ilusionaron a la clase obrera con su populismo – defendiendo retóricamente a los pobres dentro de una perspectiva nacionalista que los ata a la clase dirigente y protege los intereses fundamentales del capitalismo. Se verdadera política se resume vulgarmente en su consigna principal de campaña: “Por el bien de todos, primero los pobres”. Pero los intereses de las masas no pueden ser reconciliados con los supremos intereses de los capitalistas ni con los del imperialismo; mantener la unidad con la clase dirigente sólo puede lograrse a expensas de las más profundas y vitales demandas de las masas y sus luchas. De esta manera ilusoria López Obrador congregó a millones en las calles para luchar por su poder político, pero cuando esas luchas amenazaron en convertirse en una confrontación con el poder estatal, él prefirió ver la lucha disgregada abriéndole el camino para que Calderón retuviese el cargo. A falta de una dirección revolucionaria de las masas trabajadoras y populares capaz de mostrar la vía de avanzada para el triunfo de la lucha, ésta retrocedió.
Los marxistas revolucionarios nos oponemos al populismo y luchamos contra el peligro de las ilusiones populistas entre la clase obrera. De estar atada a López Obrador, la clase obrera no podrá luchar por sus verdaderos intereses contra sus enemigos de clases, la clase capitalista. Por esta razón, la tarea central de los trabajadores con conciencia de clase consiste en construir el partido revolucionario de vanguardia de nuestra clase, dedicado a dirigir las luchas de las masas hacia la revolución obrera socialista en México y en el resto del mundo. Hacia ese fin, los revolucionarios debemos participar activamente de todas las acciones de masas que movilicen los trabajadores a luchar por los intereses de la clase obrera y poner en evidencia el programa populista y pro-capitalista de López Obrador y su PRD. El liderato que se ha apoderado del PRD frena la lucha de las masas y por lo tanto debe resquebrajarse.
Los acontecimientos en Oaxaca sobresalen por el potencial que mostraron pues las masas lucharon por romper su sumisión al PRD. El liderato peredeista del sindicato de maestros veía la huelga como parte de la campaña electoral de López Obrador. Además de elevar demandas a favor de mejorías salariales y condiciones laborales para los maestros, también demandaron aumentos del salario mínimo del estado de esta manera asegurándose un amplio apoyo popular. Cuando en junio el gobierno estatal atacó con miles de policías la ocupación de los maestros que se extendía a una gran parte del centro de la ciudad de Oaxaca, las masas respondieron airadamente. Los ataques policiales fueron repelidos exitosamente y dos días más tarde, una marcha de sobre 300,000 personas – más de la mitad de la población de la ciudad – mostraron su apoyo abrumador a la lucha.
Al extenderse la lucha más allá del sindicato de maestros, las organizaciones que apoyaban la lucha se reunieron al día siguiente de la marcha y constituyeron la APPO como una nueva organización central de las masas. Luego la APPO y el sindicato de maestros organizaron conjuntamente el control de la ciudad, estableciendo barricadas, ocupando edificios del gobierno y asumiendo el control de varias estaciones de radio y televisión. La demanda central entonces se transformó política: la expulsión del represivo gobernador estatal, Ulises Ruiz. Pero el programa de la APPO no hacia un llamado alterno para la clase obrera de cara al odiado gobernador.
Transcurrió demasiado tiempo y la lucha se frustró al no extenderse nacionalmente, mientras tanto el contraataque estatal se materializo. No tuvo necesariamente haber tenido ese desenlace. Los líderes del sindicato de maestros, así como los dirigentes de la APPO, sentaron las bases para la derrota de la lucha en Oaxaca. Trataron de ponerle fin a la lucha con pésimos compromisos, por lo cual fueron reprendidos por las bases. Particularmente, la dirección de la APPO promovió un método pacifista que abandonó a las masas desprevenidas frente al asalto armado del estado. Pero el destino de Oaxaca quedo finalmente determinado en Ciudad de México, donde la lucha se encontraba bajo el control del PRD. Las masas erróneamente pensaban que el PRD representaba una verdadera y genuina oposición frente a los ataques capitalistas y abrieron sus ojos ante el fraude electoral que señaló el derrumbe de su victoria. Su derecho democrático al escrutinio de sus votos y a unos resultados justos, aunque erróneamente por un candidato capitalista, tenía que ser defendido. Sus ilusiones en López Obrador y su PRD, y ciertamente todas las ilusiones en que sus intereses podrían ser alcanzados sin derrocar al sistema capitalista, quedaron al descubierto de la única manera posible – en base a su propia experiencia en la lucha, junto a las explicaciones y advertencias de los revolucionarios.
Si hubiese existido un genuino partido comunista revolucionario en México hubiese participado enérgicamente en la enorme campaña de protestas contra el fraude electoral, sin darle un gramo de apoyo al PRD burgués (de igual manera se hubiese opuesto a cualquier apoyo al PRD en las mismas elecciones). Hubiese tomado parte en la oposición masiva al fraude electoral y a la lucha para desbancar al gobierno de Fox e impedirle a Calderón asumir sus funciones. Hubiese luchado a favor de la mejor manera para unificar la lucha hasta alcanzar la victoria haciendo un llamado a favor de una Huelga General Nacional bajo los determinantes eslóganes “¡Abajo Fox y Calderón!” y “¡Defendamos a Oaxaca!”.
La lucha para tumbar al gobierno de Fox e impedirle a Calderón entrar en funciones obviamente hubiese planteado la cuestión de con quién se reemplazarían. Las masas hubiesen deseado y por supuesto adelantado a López Obrador. Entonces los revolucionarios hubiesen alegado razones contra cualquier tipo de apoyo para él y su PRD. Por el contrario, hubiesen tratado necesariamente de profundizar la lucha con la ascensión del PRD al poder. Dado que el PRD hubiese hecho todo lo posible por evitar subir al poder por medio de las acciones de masas, este hecho pudo haber quedado al descubierto ante los ojos de las mismas masas en el transcurso de la lucha. Sobre esta base la lucha pudo haber avanzado más allá de los confines de un simple apoyo al PRD, podría haber surgido en su lugar un liderazgo capaz de sacarla hacia adelante.
Los revolucionarios hubiesen llamado a favor de la construcción de asambleas de obreros, campesinos e indígenas para organizar y conducir mejor la lucha, argumentando a favor de que estas se convertirían en organismos de poder alterno, como los soviets durante la Revolución Rusa, compitiendo con el estado capitalista para gobernar al país. Esta fue, después de todo, claramente la dinámica de la lucha en Oaxaca, la cual rebasó claramente los límites del PRD cuya intención obviamente era contenerla. De esta manera los revolucionarios hubiesen sumado a su llamado por una huelga general nacional bajo la consigna “¡Abajo con Fox y Calderón!” la consigna “¡Por el poder de los obreros, campesinos y pueblos indígenas de México!”
Una huelga general nacional hubiese sido clave para movilizar a la clase obrera al poder. Los revolucionarios hubiesen luchado a favor de que la huelga general asumiera las profundas demandas económicas cruciales para las masas, por ejemplo “Abajo con el Proyecto Abascal” (la propuesta anti-obrera del gobierno para reformar la Ley Federal del Trabajo), “Abajo con el NAFTA y el Plan Puebla Panamá” (acuerdos imperialistas librecambistas), y demandas a favor del aumento salarial, de empleos y programas para la asistencia social.
Los revolucionarios hubiesen luchado por que cada sindicato se uniese a la huelga general nacional. Si bien la mayor parte de los sindicatos de México son corporativistas y dominados por el PRI – hubo un gran potencial para hacer un llamado a la huelga general y así ganarse el más amplio apoyo de las bases. Muchos trabajadores en tales sindicatos ya odiaban de por si al PRI. Los ataques del gobierno de Fox contra la clase obrera, y el deseo de los trabajadores de combatirlos, ya había conducido a algunos dirigentes de sindicatos priistas, como al líder del sindicato de mineros Napoleón Gómez Urrutia, a cambiar su anterior posición de legitimador gubernamental y aliarse a los dirigentes sindicales peredeistas, para oponerse a los ataques a la ley laboral.
Las luchas en otros sindicatos también tuvieron el potencial para apartarse del agarre estrangulador del PRI. Particularmente, los 45,000 obreros del trapiche (una industria enorme en México) se lanzaron a la huelga a nivel nacional el 16 de noviembre para demandar mejoras salariales y pensiones de jubilación, solamente para ver su huelga interrumpida ocho días mas tarde por la burocracia priista – con la promesa de que podían recomenzar la huelga el 20 de enero (muy apropiadamente posterior al nombramiento de Calderón) si sus demandas no eran resueltas para entonces.
Los marxistas tenemos entendido que la clase obrera industrial organizada es estratégicamente decisiva para la lucha contra el capitalismo. Pero los burócratas pro-capitalistas a la cabeza de los sindicatos industriales – o bien tienen lazos corporativistas con las instituciones estatales, lazos políticos con el PRD, o son formalmente independientes – son todos sirvientes leales de la clase capitalista. Es un crimen absoluto contra la clase obrera que, al mismo tiempo que Oaxaca estaba bajo ataque militar en noviembre, la burocracia dirigente de los sindicatos no hiciera nada para vincular sus luchas a la defensa de Oaxaca. Una huelga general nacional hubiese superado el aislamiento y la división de las luchas, que debilitan los esfuerzos de todos los trabajadores. Había que luchar obligatoriamente dentro de los sindicatos industriales a favor de la huelga general nacional también hubiese necesariamente significado luchar a favor de una dirección revolucionaria en los sindicatos para reemplazar a las existentes direcciones traidoras.
Por lo que respecta al PRD, las marchas de protesta y el campamento con tiendas de campaña que se promovió fueron diseñados precisamente para evitar las acciones masivas y acabar la lucha si ésta fuera demasiado lejos. Los revolucionarios hubiésemos exigido apoyo para la huelga nacional a todos los líderes populares, inclusive a López Obrador y su PRD. Pero también hubiéramos alertado abiertamente que estos líderes burgueses no lo harían – más bien pondrían la toma del poder en riesgo – movilizando a las masas de tal manera que no amenazaría el poder estatal capitalista.
El ejemplo de Oaxaca y otras incontables luchas en México confirman considerablemente la amenaza de violentos contraataques de parte del estado capitalista frente a las luchas de masas. Ciertamente la historia entera de la lucha de clases nos enseña la lección fundamental de que la clase obrera se debe armar para defenderse contra la represión armada del enemigo de clase. De ahí que los revolucionarios hicieran un llamado a cada organización popular para crear brigadas de autodefensas armadas. En el transcurso de una huelga general nacional, tales brigadas de autodefensas armadas son necesarias para coordinar y vincularse a escala nacional como milicias obreras. Una fuerza tan armada tendría el potencial para convertirse en la columna vertebral de un futuro Estado Obrero.
Existen muchas organizaciones mexicanas que se autodenominan socialistas revolucionarias. Desafortunadamente, la mayor parte de ellas expresan una cínica falta de confianza en el poder de la clase obrera y su habilidad para aprender en el transcurso de sus luchas; de ahí que el único camino que promueven es colocar al PRD en el poder. Muchos grupos “trotskistas” han adoptado una política oportunista de colaboración de clases que haría que el gran revolucionario ruso, Trotsky, se revuelque en su tumba en Coyoacan.
Por ejemplo, El Militante, la sección mexicana de la Corriente Marxista Internacional y una de las organizaciones más numerosas en México autoproclamándose trotskista, no sólo llamó a votar en las elecciones por el candidato burgués López Obrador; sino que además constituyeron una tendencia dentro del PRD.
La capitulación abierta ante el PRD burgués es el problema más obvio en la izquierda mexicana. Pero la búsqueda de los trabajadores más avanzados de la independencia de la clase obrera y la revolución no es apoyada por grupos que proclaman la independencia de clase pero que indirectamente se rinden a la dominación política del PRD a través de una metodología sectaria hacia la lucha. Un caso en cuestión es el Grupo Internacionalista (GI), afiliado al Internationalist Group (IG) de Nueva York. Bajo modo de evitar ayuda política para el PRD, el GI se opuso totalmente a las protestas de millones contra el fraude electoral, aludiendo que la huelga, el levantamiento en Oaxaca y las protestas masivas en Ciudad de México eran “cantidades contrapuestas” y lo ultimo no era nada más que “concentraciones políticas” a favor de la campaña electoral de López Obrador y su PRD. (Véase el artículo del 7 de Octubre, “GEM(*): furgón de cola del Frente Popular” y el artículo del 10 de noviembre, “Arde Oaxaca” en el sitio Web del IG para estas y subsiguientes citas.)
El GI/IG está equivocado en todo al respecto. La huelga, el levantamiento en Oaxaca y las masivas protestas en Ciudad de México son todas expresiones del deseo de las masas para luchar contra y darle respuesta a decenios de ataques capitalistas que el gobierno mexicano les ha infligido. La diferencia principal consiste en el éxito con cual contó el PRD para controlar las protestas contra el fraude electoral. El presidente Fox canceló su discurso ante el Estado de la Unión y la ceremonia del Día de la Independencia en Ciudad de México debido a la campaña electoral burguesa de López Obrador – él hizo eso porque las protestas contra el fraude representaban una afrenta masiva a todo lo largo y ancho de México y amenazaban con convertirse en una explosión social más amplia.
Decir que las protestas en Ciudad de México no eran nada más que concentraciones políticas para apoyar a López Obrador consiste en una descripción unilateral y por consiguiente falsa. Existe una constante tensión dentro del movimiento de masas entre el electoralismo de los líderes populistas burgueses y la demanda a favor de la acción de masas de parte de las bases del movimiento. López Obrador comprendía esto – y es por esa razón que él canceló la protesta.
Los líderes del sindicato de maestros de Oaxaca y los líderes de la APPO, quienes son en su mayoría partidarios del PRD como lo ha precisado el mismo GI, también desataron el movimiento en Oaxaca con el fin de apoyar la campaña electoral de López Obrador. La diferencia estriba en que en Oaxaca, las bases quebrantaron los límites que sus líderes intentaron imponerle en la lucha, mientras que en Ciudad de México los líderes populistas mantuvieron el control sobre las masas. Era el deber de los revolucionarios participar e intervenir políticamente en el movimiento contra el fraude, es decir luchar junto a las bases para romper los límites impuestos por sus dirigentes, igual con las bases de la APPO y del sindicato de maestros en Oaxaca.
Ciertamente, el GI lleva la abstención sectaria a tal grado que nos deja perplejos. Se oponen al trabajo en los sindicatos dominados por el PRI por tener estos enlaces estatales, y aparentemente rehusaron asistir a las protestas de millones contra el fraude electoral para distribuir su literatura y argumentar a favor de su perspectiva. Esto no tiene nada que ver con la tradición bolchevique. En Rusia, cuando el zar empleó a la policía secreta para establecer organizaciones obreras a fin de detener la creciente militancia de los obreros, Lenin apoyó el trabajo revolucionario dentro de ellas para promover la lucha contra los capitalistas y el gobierno zarista. Cuando este movimiento, bajo el liderazgo del agente policial y sacerdote Padre Gapon, culminó en una marcha pacífica de 200,000 trabajadores llevando imágenes religiosas y demandándole al zar mejores condiciones laborales, los bolcheviques participaron – bajo su propia bandera, con su propio programa. El ataque del “Domingo Sangriento” del zar a la marcha provocó la Revolución del 1905, y la única queja de Lenin fue ¡que los bolcheviques de San Petersburgo no estuvieron más involucrados desde el principio!
El IG/GI también levantó la consigna, “¡Abajo con el PRI, el PAN y el PRD!”. Compare esto a las consignas que proponemos: “¡Abajo con Fox y Calderón!” y “Ningún apoyo Político para López Obrador o el PRD”. El punto es que aunque el PRI, el PAN y el PRD son todos partidos burgueses y la clase obrera debe oponerse y debe separarse de todos ellos, es escandalosamente equivocado igualar el PAN y el PRI con el PRD – igualar a los líderes asesinos del gobierno represor con los lideres populistas burgueses de la oposición. El mismo método induciría a igualar al carnicero chileno Pinochet con el demagogo Allende a quien mató y relevó en 1973.
El GI admite que los líderes represores del PAN y el PRI son odiados por las masas de un modo en que los líderes del PRD, obviamente, no lo son. Pero el GI sostiene, por ejemplo, que el PRD debería ser responsabilizado por la represión en Oaxaca, porque los legisladores estatales del PRD en Oaxaca se unieron a los del PRI y el PAN en llamar a la policía federal. Cierto, pero el GI no menciona que los líderes del PRD exigieron la expulsión de esos legisladores del partido. Las acciones de los legisladores amenazaban con minar las ilusiones de los trabajadores en el PRD, así es que los líderes condenaron a sus legisladores para conservar las ilusiones de los trabajadores en el PRD intactas.
Con solo advertirles a los trabajadores acerca de la mala práctica del PRD no se podrá cambiar su conciencia. Los marxistas revolucionarios deben combinar tal propaganda con la participación activa y la intervención en la lucha de las masas, levantando demandas que le exijan mucho a López Obrador y al PRD para ponerlos a prueba ante las masas. (El método del GI de evitar la lucha de masas porque está manchada con política burguesa es análogo al método racionalista del IG de hacer llegar la conciencia desde fuera, analizado a fondo en nuestro artículo In Defense of Bolshevik Military Policy [en inglés] en Proletarian Revolution No. 78.) La conciencia revolucionaria no desciende desde lo más alto. Esta tiene que ser adquirida en la lucha de clases por el estrato avanzado de los trabajadores, en contraposición directa a los líderes pro-capitalistas.
La experiencia de Oaxaca muestra cómo las masas aprenden lecciones políticas radicales en el transcurso de la lucha. Si bien los líderes del sindicato de maestros quisieron que la huelga sirviese de apoyo a la campaña presidencial de López Obrador, la demanda de huelga para aumentar el salario mínimo en todo Oaxaca movilizó a las masas en su apoyo, en particular al pueblo indígena, esta provocó que la lucha se saliese del control de los líderes del sindicato. La movilización de estratos más amplios de trabajadores, campesinos e indígenas posibilitó repeler el ataque policial, asumir el control de la ciudad y crear una nueva organización de masas, la APPO. Las bases de los sindicatos de maestros y de la APPO luego tuvieron la suficiente conciencia para rechazar una serie de pésimos compromisos que en septiembre y octubre sus líderes aceptaron. Después de la invasión de la policía federal en Oaxaca, el sindicato y los líderes de la APPO propugnaron una respuesta pacifista, pero sus bases resistieron como militarmente le fue posible.
La lucha de Oaxaca también conlleva una importante lección para la capa más avanzada de la clase obrera mexicana. Es importante reiterar que los líderes de la APPO han contenido y han dirigido muy mal la lucha al igual que muchos de los dirigentes del sindicato de maestros. Las bases del sindicato y de la APPO tuvieron la suficiente conciencia para rechazar los compromisos pero no vieron una dirección alterna en el cual ellos podrían confiar. Eso permitió a los líderes continuar maniobrando y comprometiendo la lucha – sobre todo, dejaron que los líderes del sindicato de maestros manipularan la votación en el sindicato y forzaran el voto a favor de finalizar la huelga justo días antes de la invasión. Aunque una cantidad considerable de maestros no regresaron al trabajo, la votación para finalizar la huelga dividió y debilitó la lucha.
No es suficiente que las bases ejerzan presión sobre sus líderes, rechacen sus propuestas y se opongan a sus decisiones, aunque ésta es a menudo una experiencia necesaria. La vanguardia obrera debe presentar una auténtica alternativa. Esto significa darle prioridad a la construcción del partido obrero revolucionario, cuyos cuadros estén comprometidos a luchar en los sindicatos y en las organizaciones de masas como la APPO para ganar compañeros trabajadores a su bandera.
*GEM: Grupo Espartaquista de México.