El siguiente artículo apareció en inglés en el número 28 de Proletarian Revolution (primavera 1987).
En enero el Workers Revolutionary Party (WRP) británico hizo un llamado dirigido a “todos los trotskistas” a una conferencia internacional para finales de este año con el fin de asumir la “urgente tarea de reorganización de la IV Internacional”.
La inspiración para este llamado proviene de la creciente ola de lucha de la clase obrera desde el Sudáfrica a América Central, en el bloque estalinista y Europa occidental. Los trabajadores están exigiendo, mediante sus acciones, una dirección revolucionaria contrapuesta a los nacionalistas y oportunistas de clase media que los agobian. Ellos no son aún conscientes de lo que buscan, pero el significado político de la creciente agitación es evidente para los marxistas.
Por otro lado, los diversos dirigentes centristas que se autodenominan trotskistas tienen un historial putrefacto y sangriento en respuesta a la necesidad de la intransigencia revolucionaria. Gerry Healy capituló ante las políticas oscurantistas de Khomeini y Gadafi. Las filiales británicas de Ernest Mandel no se distinguen de las de Tony Benn y otros chauvinistas del Partido Laborista; su Secretariado Unificado, el más destacado pretendiente a la herencia de la IV Internacional, defiende la colaboración de clases en los Frentes Populares de Nicaragua y El Salvador como el camino a la revolución social. El influyente grupo El Militante hace lo mismo para Sudáfrica.
Es más, la etiqueta de “trotskista” ha sido asignada a las personas que “entendieron” la necesidad de Ho Chi Minh de asesinar a los trotskistas vietnamitas; esto aún es afirmado por los que apoyaron la contrarrevolución de Jaruzelski contra los obreros polacos. Prácticamente todo el medio aceptó a la Camboya de Pol Pot como un estado obrero. Algunos ahora se niegan a dar apoyo militar incondicional a los combatientes nacionalistas contra el imperialismo en Líbano, Irlanda y otros países. La figura de León Trotsky, quién luchó tenazmente contra todas las formas de corrupción en el movimiento obrero, ha sido momificada por idólatras con las manos ensangrentadas.
Trotsky nunca dejó de sostener que la crisis de toda esta época de decadencia capitalista se podría resumir como la crisis de la dirección del proletariado. Esta es la razón por la que la independencia política y organizacional del partido revolucionario fue el primer principio de la Oposición de Izquierda Internacional. Se basa en el carácter irreconciliable de la lucha de clases bajo el capitalismo. Todos los asuntos dominantes: oposición al imperialismo, revolución socialista en lugar de etapismo, internacionalismo en vez de nacionalismo, independencia del proletariado en oposición a la colaboración de clases, están incorporados en la independencia del partido de vanguardia.
La historia de aquellos que dicen hablar como sucesores trotskistas “ortodoxos” prueba cuán acertado estaba. Lo irónico es que los llamados para revivir a la Cuarta Internacional están siendo abordados por y para las mismas organizaciones, que con su teoría y práctica, han sido las responsables de desorganizarla y destruirla.
Sin embargo, algunos elementos están cuestionando las bases y buscan un nuevo camino, reconociendo las demandas que les impone el nivel de la lucha. Esto es un avance importante. En nuestra edición anterior analizamos la explosión que tuvo lugar en 1985 en el interior del WRP y sus filiales internacionales, dirigido anteriormente por el conocido burócrata y charlatán Gerry Healy. Escribimos:
Como la mayor parte de la clase media y la aristocracia obrera se tiraron hacia la derecha, la lealtad hacia el proletariado arrastró a otras secciones a la izquierda. No es de extrañar que a raíz de la huelga de los mineros británicos, como consecuencia tanto de su potencial proletario y su traición burocrática, unas pocas ráfagas de viento hicieran mil pedazos el pequeño imperio de Healy.
También señalamos que el sobreviviente WRP encarna “el fermento político más prometedor” dentro de los restos del healismo. De hecho, el propio WRP reconoce que la lucha de los trabajadores es responsable tanto de su propia crisis interna como de la desorganización en el que se encuentran los diversos grupos autoproclamados trotskistas. Además, afirma que la reactivación de la lucha contiene las semillas del renacimiento de una dirección revolucionaria que el proletariado necesita urgentemente. Es sobre esta base que el WRP emitió su llamado a la conferencia.
El WRP no es la única tendencia que ha actuado. Muchas organizaciones de todo el mundo se han comprometido a la discusión, algunos ya cuentan con estrategias de reagrupación. Pocos han llegado a la insistencia del WRP por una revisión de los fundamentos. Dada la historia de estos grupos traidores, a menos que una valiente revisión se haga ellos van a proveer un camino hacia el liquidacionismo en lugar de la dirección bolchevique necesaria. El verdadero significado del trotskismo está en juego.
La Cuarta Internacional, fundada por Trotsky en vísperas de la Segunda Guerra Mundial, decayó en la década de 1940 y finalmente se desplomó a principios de 1950. Sus secciones forzosamente se habían ido por caminos separados durante la Segunda Guerra Mundial. A pesar de los actos de gran heroísmo, algunos partidos habían hecho concesiones graves al patriotismo imperialista. Y todo pierde su rumbo cuando vino la marcha inesperada de revoluciones estalinistas en Europa Oriental. En 1948, la dirección internacional vergonzosamente siguió al disidente estalinista Tito justo antes de que capitulara ante el imperialismo occidental.
El optimismo marxista revolucionario exige que los comunistas no renuncien a las conquistas logradas por la clase obrera a menos que se hayan degenerado hasta el punto de no retorno. Por este método, el final de la Cuarta Internacional como un partido revolucionario llegó con la revolución boliviana de 1952. Su sección, el POR, fue muy influyente dentro del proletariado y tuvo la oportunidad de jugar un papel decisivo. En cambio, con el respaldo entusiasta de la Internacional, actuó de la clásica manera menchevique, yendo detrás del así llamado “antiimperialista”, pero anti-obrero, partido nacionalista burgués.
La adaptación boliviana estuvo íntimamente ligada a la teoría de los “estados obreros deformados” originada por el caudillo de la Cuarta Internacional, Michel Pablo. Sostuvo que las fuerzas contrarrevolucionarias pequeño-burguesas como los estalinistas en Europa del Este podrían llevar a cabo la revolución socialista y que la “defensa de la Unión Soviética” aún estaba a la orden del día. Trotsky observó que la traición en el extranjero siempre refleja la capitulación de clase en casa. La desviación de Pablo siguió ese patrón, surgió de la adaptación en casa al reformismo de posguerra en sus formas estalinista y socialdemócrata.
La innovación de Pablo también trajo su consecuencia organizacional: la liquidación de los cuadros trotskistas en los partidos reformistas y nacionalistas. Esta lógica aún pende como una espada de Damocles sobre el futuro de todos los aspirantes a defensista trotskista. ¿Por qué no unirse a los estalinistas si son más fuertes que tu y también pueden hacer la revolución?
Poco después del desastre boliviano la Internacional se hizo añicos, ya que distintas corrientes buscaron diferentes fuerzas de clase media para adaptarse, pero todos los que se autoproclamaban trotskistas ya habían abandonado en la práctica los fundamentos del trotskismo. Desde entonces ha habido más fragmentaciones y en consecuencia muchos bloques, reagrupamientos y reorganizaciones (que luego se volvieron a dividir y a reagrupar), todo ello basado en la negación de la importancia del proletariado con conciencia de clase para el marxismo. Con el destripamiento de la Cuarta Internacional y la interrupción de la continuidad revolucionaria a partir de 1952, los comunistas no tienen más alternativa que la de luchar bajo la bandera de la re-creación, no solo reorganización, del auténtico partido mundial de la revolución socialista: la Cuarta Internacional.
¿De qué manera la propuesta del WRP para la reorganización encaja en este cuadro? En primer lugar, no está del todo claro que el WRP apoye medidas organizativas formales en un sentido inmediato. El WRP post-Healy es un grupo heterogéneo sin duda; los mejores elementos dentro del mismo solo pueden estar buscando una discusión que aclare las cuestiones vitales que han sido suprimidas durante tanto tiempo. Otros elementos pueden desear un debate inconcluso de modo que puedan fusionarse con los seudo trotskistas más derechistas del interior del Partido Laborista quienes siguen a Mandel y a Alan Thornett. Algunos pueden preferir los coqueteos del bloque morenista centrado en América Latina. Estamos lo suficientemente cerca, política y geográficamente, para juzgar. Solo podemos abordar la nueva discusión internacional, con profunda cautela, dado el historial de argucias carente de principios que ha caracterizado al “trotskismo” de posguerra en general y al healismo en particular.
No ocultamos nuestros objetivos. Nuestro desacuerdo con toda la “familia de trotskistas” es fundamental. Si no fuera el caso apretaríamos los dientes y participaríamos en las medidas encaminadas a reorganizar los fragmentos existentes dentro de una única organización. Las diferencias que no son de esa categoría son secundarias; el uso de ellas como excusa para la separación organizacional es sectario.
No somos los únicos en reconocer la seriedad de nuestras diferencias. Para muchos en el medio, nuestra heterodoxa posición del “capital estatificado” sobre la “cuestión rusa” y nuestra consecuente oposición al defensismo soviético son motivos de rechazo. Pero eso ni siquiera es el fondo de la cuestión. No tenemos nada que ver con las tradicionales (y para nosotros bujarinistas) teorías del capitalismo de estado o de nuevas clases sociales tanto como con las ortodoxas teorías del estado obrero. Toda una rendición en la teoría al principio marxista del papel central del proletariado consciente de la revolución socialista. Todo un abandono en la práctica a la absoluta independencia del partido obrero internacional tanto del estalinismo, como de la socialdemocracia y del nacionalismo pequeño-burgués. Estas son las cuestiones fundamentales desde la cual se derivan las diferencias con respecto al estalinismo.
Estas cuestiones nos convencen de que los ambientes defensistas y tercercampistas son centristas. El centrismo, sin embargo, no está grabado en piedra. Sus filas contienen muchos revolucionarios subjetivos entregados a la consecución de un mundo sin clases, así como también cínicos empedernidos, reformistas típicos y manipuladores de clase media. La expansión de la clase media después de la Segunda Guerra Mundial se está derrumbando junto con la burbuja de prosperidad que lo hizo posible. Así la base material para el reformismo se está erosionando. Bajo las actuales condiciones de crisis en que se encuentra la clase dominante y de agitación por parte de las masas, el centrismo inevitablemente se polarizará entre los lugartenientes del capital y los leales al proletariado.
Esta es la perspectiva desde la cual evaluamos la Conferencia Internacional a la que hemos sido invitados a asistir. Haremos todo lo posible para intervenir en los debates en curso y en la propia conferencia. Sin embargo nos declaramos como observadores en lugar de patrocinadores: no tenemos ningún deseo de presentarnos bajo banderas falsas o pretender que exista un acuerdo donde no lo hay.
A diferencia de anteriores convocatorias para el debate internacional y el reagrupamiento, el WRP reconoce que la grave crisis del trotskismo debe ser resuelta, que ellos mismos han traicionado la política marxista así como las normas organizacionales, que las cuestiones fundamentales tienen que ser discutidas nuevamente. (En esto se diferencian claramente de los otros ponentes, incluso de aquellos entusiastas con la conferencia propuesta, quienes actúan como si sus políticas estuvieran en buena forma). El documento del WRP también está refrescantemente libre de las usuales burlas centristas de “sectarios” para quienes la firmeza de principios sigue siendo una virtud bolchevique.
De hecho, gran parte del llamado de conferencia, en especial los diez puntos políticos que el documento pone de relieve, tiene un aire muy de izquierda. Ataca el “liquidacionismo dentro de la socialdemocracia y los movimientos nacionales pequeño burgueses”. Caracteriza al estalinismo como “contrarrevolucionario de cabo a rabo” (aunque al mismo tiempo define a los estados creados por el estalinismo como estados obreros, lo cual debe significar que los estalinistas lograron hacer una revolución obrera, aunque deforme). Defiende todos los movimientos de liberación nacional contra el imperialismo, y correctamente rechaza “cualquier fórmula que suponga un papel de liderazgo de las fuerzas burguesas o pequeño burguesas”. Todo esto es una bofetada en la cara de la mayoría de las formaciones seudo-trotskistas.
También hay serios problemas con el documento del WRP. La cuestión rusa es uno de ellos, por supuesto. La comprensión del capitalismo estatificado de la URSS y otros países similares es la única manera de mantener la intransigencia proletaria de Trotsky contra el reformismo y el estalinismo contrarrevolucionarios.
Otra debilidad es la “reafirmación de la demanda del Programa de Transición por un gobierno de obreros y campesinos” de parte del WRP. Esta demanda es táctica, usada para romper la masa de trabajadores de sus dirigentes traidores en una crisis revolucionaria. Sin embargo, ha sido manejada con mucha más frecuencia por seudo-trotskistas como una justificación después de los hechos para apoyar regímenes frente-populistas o estalinistas. (Vea nuestro artículo: Myth and Reality of the Transitional Program, en Socialist Voice Nº8). Por ejemplo, el presunto “gobierno obrero” en Nicaragua proporciona a los mandelistas su excusa para no promover la creación de un partido trotskista en ese país. La formulación demasiado abstracta del WRP debilita la interpretación revolucionaria por no criticar específicamente las alternativas oportunistas.
Pero el error fundamental del WRP es la insinuación de que existe una familia del trotskismo, de todos aquellos que aparentan ser trotskistas, sin importar los crímenes contra el marxismo que hayan cometido y que aún defienden, y que están de alguna manera unidos en la defensa de ciertos principios fundamentales. El WRP sugiere, sin decirlo realmente, que la Cuarta Internacional sigue existiendo: si no en una en múltiples organizaciones, si no en un cuerpo político en conceptos políticos comunes. En sus palabras:
La continuidad de la Cuarta Internacional ha sido un proceso contradictorio, pero consiste en la lucha de la continuidad del bolchevismo contra el estalinismo y contra el revisionismo liquidacionista los cuales han transmitido esta influencia estalinista en el movimiento trotskista.
Pero la crisis del “movimiento trotskista” es precisamente que sus principales figuras y organizaciones no han luchado por el bolchevismo contra el estalinismo. Resulta contradictorio, de hecho, afirmar que la comunidad trotskista radica en la lucha contra los liquidacionistas y al mismo tiempo afirmar que los liquidacionistas son parte de esta continuidad. Esta confusión es inevitable por parte de los compañeros que olvidan que en 1952 ninguna sección o dirigente de la Internacional se puso contra el liquidacionismo del WRP en Bolivia. Esta traición cortó la continuidad del trotskismo.
Resulta evidente que el llamado del WRP refleja una apertura hacia la izquierda pero no una clara ruptura con el ambiente centrista.
El oportunismo inherente en la “familia del trotskismo” es una idea que es subrayada en el documento del WRP que contiene la convocatoria a la conferencia internacional. En este, el WRP ejecuta un obituario acrítico de Nahuel Moreno, el fundador y líder de organizaciones “trotskistas” que se envolvieron en la bandera peronista cuando no abanderaban al castrismo o sandinismo. (Workers Press, 31 de Enero de 1987)
La actual organización morenista, la International Workers League (LIT) nació de una escisión reciente del equipo socialdemócrata centrista de derecha de Pierre Lambert en Francia. Proclama su estrategia de “Frente Único Revolucionario” con no trotskistas como método para la construcción del partido, en contraste con la insistencia de los diez puntos del WRP en la lucha por construir “partidos revolucionarios de la clase obrera, secciones de la Cuarta Internacional, en cada país”. La sección argentina, el MAS (Movimiento Al Socialismo), fue creado como un bloque con centristas y “otras corrientes de izquierda”, y su actual situación “trotskista” es cuestionable.
De todos los numerosos bloques seudo-trotskistas internacionales, es evidente que el morenista es el que está más enredado con el WRP en los preparativos previos a la conferencia. Se había estado negociando con Moreno antes de su muerte, y los diez puntos parecen ser una emanación de las relaciones entre los dos grupos. Indudablemente, los morenistas esperan salir de la conferencia internacional propuesta con un bloque entre ellos y el WRP en cualquier forma que sea. Este arreglo improvisado no sería más duradero que la previa relación de los morenistas con Lambert y sería una burla de todos los nobles principios presentados por el actual WRP, pero sería perfectamente coherente con la historia morenista y healista.
A pesar de su admiración declarada por Moreno, el WRP parece no haberse tragado su línea. En noviembre pasado, por ejemplo, hubo una “Conferencia de trotskistas y socialistas revolucionarios” en San Francisco dirigida por representantes del WRP y mandelistas británicos. Aquí los morenistas querían puntos específicos que sean condiciones de entrada a la conferencia internacional, con el fin de excluir al Secretariado Unificado de Mandel (el cual no apoya la construcción de partidos trotskistas en todos los países, específicamente no en Cuba ni en Nicaragua). De hecho, la LIT al principio quería excluir a Mandel y compañía por decreto, sin preocuparse por encontrar una excusa política para hacerlo.
El WRP, por otro lado, insistió en ese momento en una conferencia abierta. Sin embargo, en su convocatoria publicada el asunto está manchado. “Lucharemos para defenderlos y desarrollarlos [los diez puntos] antes y durante la conferencia”, escribe el WRP, lo que sugiere que no son condiciones de admisión. Sin embargo, justo después de enumerar los puntos, el documento extiende su llamado para “una conferencia sobre esta base”, lo que implica exactamente lo contrario y aparentemente ofreciendo una concesión a los morenistas. Lo que significa que es indudable que el WRP está siendo poco sincero sobre su trato con la gran artimañera LIT.
Otra intervención de las artimañas pre-conferencia en las rondas preliminares es la del Movement for a Revolutionary Communist International (MRCI), liderado por el grupo británico Workers Power (WP). MRCI califica a la conferencia como una oportunidad para que los trotskistas genuinos hagan frente al centrismo seudo-trotskista, lo cual es exactamente correcto. (Workers Power, Enero de 1987).
Pero también elude sus intenciones. El MRCI revela sus objetivos mediante una llamada para un “bloque de todos aquellos dispuestos a combatir el centrismo, tanto en la teoría como en la práctica, en este tipo de conferencias en torno a una declaración de principios en común contra las distorsiones centristas del leninismo y del trotskismo”. Esto se lee como el pináculo de la sinceridad bolchevique, excepto que las “distorsiones centristas” siguen sin especificar. En cambio, los grupos invitados al bloque son: el GOR de Italia, el RWP de Sri Lanka y la Bolshevik Tendency (BT) de EEUU y Canadá.
¿Cuáles son los únicos principios que comparten estos grupos que les permiten luchar conjuntamente contra el centrismo? El MRCI no lo dice. Ni tampoco puede: la BT, una escisión espartaquista que defiende la represión armada de los obreros polacos de 1981 por el régimen de Jaruzelski, en contraste al MRCI, el FOR y el RWP. ¿Qué delito mayor contra el trotskismo puede haber que hacer suya la esclavitud estalinista? Si el MRCI tiene que abarcar ambos lados de una guerra civil, no es de extrañar que los detalles específicos de sus bases políticas queden turbios.
Un polo revolucionario solo puede estar basado en un programa revolucionario concreto, no en una amalgama de grupo con programas profundamente divergentes. Por otro lado, el centrismo por naturaleza usa retórica revolucionaria para ocultar su práctica reformista. La propuesta conjunta de propaganda política con la BT sin exigir la renuncia de su defensa del estalinismo muestra que el bloque “anti-centrista” del MRCI es en sí mismo una maniobra centrista.
Además, a pesar de que nosotros no integraríamos tal bloque, es significativo que el MRCI no nos rete a participar. Obviamente el MRCI está menos avergonzado por una tendencia blanda al estalinismo que por la LRP, la cual apoya la revolución obrera contra el estalinismo pues lo considera capitalista. Esto muestra que el MRCI está operando en la práctica bajo la metodología de la “familia del trotskismo”, a pesar de que rechaza ese punto de vista en la teoría.
La artimaña centrista del MRCI no es de extrañar, ya que la Workers Power y sus afiliados tienen posiciones ambiguas sobre cuestiones fundamentales de la independencia proletaria. La WP queda fuera del Partido Laborista pero, al igual que el cliffista SWP, siempre abogó por votar por ese partido, incluso cuando (como en 1979) el Partido Laborista estuvo dirigiendo el ataque burgués sobre los trabajadores. Teóricamente favorece la construcción del partido revolucionario en Gran Bretaña, pero en la práctica pospone una aguda contraposición al reformismo hasta el momento de la crisis revolucionaria (Ver “A Powerless Answer to Reformism”, Proletarian Revolution Nº 23.). Para los países oprimidos similarmente, ha resucitado el “frente único antiimperialista”, el método estalinista de subordinar la independencia del proletariado al nacionalismo burgués, del olvido al que Trotsky lo llevó en 1927.
Estas posiciones son todas concesiones al liquidacionismo del partido, y están vinculadas a la teoría pablista del estado obrero deformado que el MRCI comparte con otros centristas “trotskistas”. Junto con su palabrería sobre su clara oposición al estalinismo contrarrevolucionario, este historial debilita el intento del MRCI de flanquear a la WRP desde la izquierda.
La apertura del MRCI a la BT refleja su propia suavidad teórica sobre el estalinismo. La Workers Power rechaza la opinión de la WRP de que el estalinismo es completamente contrarrevolucionario. Por el contrario, afirma la WP, la contrarrevolución es solo “el carácter predominante” de un fenómeno “muy contradictorio” porque la burocracia estalinista aún se ve forzada a defender “las relaciones de propiedad post-capitalista”. (Workers Power, Marzo 1986). Si no en la práctica, en el plano teórico esta posición es muy similar a la de los espartaquistas y a la BT.
Lo que la WP pasa por alto es que la burocracia defiende la propiedad nacionalizada solo porque la posee, el estalinismo no defiende, sino mas bien destruye el carácter centralizado (y por tanto potencialmente planificado) de la propiedad estatal. La Workers Power necesita la teoría del estalinismo como parte revolucionaria porque no tiene otra forma de considerar las tomas estalinistas del poder estatal después de la Segunda Guerra Mundial. Según WP, ellos crearon “estados obreros degenerados” que nunca fueron transición al socialismo (Vea “The Theory of Permanent Counterrevolution” en Proletarian Revolution Nº 21), una contradicción en los términos y con la realidad.
Así, en esta disputa la WRP está formalmente en lo correcto. Para Trotsky, en el final de su vida, el estalinismo se había trasladado del centrismo burocrático a la contrarrevolución acérrima porque era una fuerza inestable y conservadora que fue preparando el terreno para la restauración del capitalismo en la URSS. Desde nuestro punto de vista, la restauración se completó en vísperas de la Segunda Guerra Mundial, por lo que el estalinismo es contrarrevolucionario ya que es capitalista en la época de decadencia capitalista.
Pero la superioridad de la WRP es puramente formal, ya que deja sin explicar las revoluciones estalinistas que habrían creado estados obreros aplastando los movimientos obreros. En el pasado de la WRP, Healy (como Mandel) usó su reconocimiento de la naturaleza contrarrevolucionaria del estalinismo como un medio de capitulación: por ejemplo, puesto que los comunistas chinos habían hecho una revolución, ¡ello significaba que ya no eran estalinistas! La actual WRP está buscando una salida, y nos ha invitado a responder a su documento de debate principal sobre los derrocamientos de la posguerra.
La posición no resuelta de la WRP expone el peligro de abandonar la centralidad del partido proletario, una adaptación teórica que a Workers Power ya había hecho. No es de extrañar que la WP encuentre imposible evitar dar apoyo electoral permanente al Partido Laborista. Su teoría revolucionaria/contrarrevolucionaria del estalinismo se basa en la más inmediata necesidad de ver al reformismo británico como ambivalente. Esto hace que la Workers Power reste importancia a la tarea inmediata de la construcción del partido revolucionario que se contraponga al Partido Laborista.
El deseo manifiesto del MRCI de dar batalla contra el centrismo es loable en sí mismo. Esto contrasta con lo que sin duda será otra variedad de intervención en la conferencia internacional, caracterizado por muchos de los de la reunión de San Francisco. Estos grupos son una variedad de peces pequeños, dando vueltas uno alrededor del otro para encontrar la mejor ubicación para un pequeño mordisco. Algunos están buscando una excusa conveniente para las fusiones que se ocultan tras los duraderos conflictos bajo la mesa con la esperanza de un timo inmediato, mientras que los otros están más preocupados por defender su exclusividad sectaria a pesar de la ausencia de diferencias de clase fundamentales. Esto no tiene nada en común con el método revolucionario.
Ahora a medida que se perfila, esta conferencia no dará lugar a la recreación de la Cuarta Internacional. Sin embargo, puede ofrecer un espacio para establecer la clasificación de las tendencias. La clave del éxito de la conferencia es que haya una seria reconsideración de las cuestiones fundamentales.
Nuestra intervención en el debate internacional se centrará en la lucha por nuestro análisis del estalinismo, el reformismo y el partido revolucionario. La cuestión rusa en la que tenemos tan distintos puntos de vista, es fundamental; es en realidad la cuestión de la naturaleza del capitalismo en general en esta época. No tenemos ninguna necesidad, no obstante, hacemos un ultimátum. Si los defensistas de izquierda luchan consistentemente por la independencia del partido revolucionario, inevitablemente llegarán a conclusiones marxistas sobre la naturaleza del estalinismo. Por lo tanto, retamos a formar un bloque sobre la cuestión del partido. El debate va a demostrar cuál de las dos posiciones tiene razón.
Cualquier intento de formar un bloque de principios contra el centrismo debe estar basado en pruebas concretas y claras, lecciones derivadas de la lucha práctica como las que Trotsky especificó en su campaña por la Cuarta Internacional en la década de los 30. Estas deben incluir las diversas formas en que los centristas “trotskistas” han elegido el lado equivocado de la línea de clase sobre la cuestión del partido. Como ajenos al ambiente defensista, sostenemos que los que se consideran como su ala izquierda deben luchar por las cuestiones decisivas que manchan la historia reciente de su tradición, y por lo tanto, aceptar los siguientes puntos como base de su bloque.
Desafiamos al WRP, el MRCI, el GOR, el RWP y todos los camaradas que ven la necesidad de luchar por una política revolucionaria contra la tendencia derechista a adoptar tal programa. Los puntos anteriores no son en absoluto el programa completo de la revolución internacional pero su adopción sería un gran paso hacia un reagrupamiento de principios en torno a las preguntas más fundamentales de nuestro tiempo.
La lógica subyacente de estos puntos, junto con una favorable evolución de la lucha de clases, llevaría a la teoría de los defensistas en flagrante contradicción con su práctica. Su posición de los estados obreros degenerados/deformados estaría en curso de colisión con la realidad y se haría añicos por el impacto de los grandes acontecimientos.
En particular, si rechazaran las reformas puramente democráticas las cuales son típicas de la mayoría de puntos de vista de los “estados obreros deformados”, y coincidieran con nosotros en la necesidad del centralismo, entonces, en realidad estarían abogando por una revolución social. La centralización de las economías estalinistas requiere de una transformación revolucionaria del sistema que ha estado en funcionamiento desde mediados de 1930, un derrocamiento de las relaciones clasistas de producción.
La evolución del escenario político mundial también le da respaldo práctico a nuestro análisis del sistema estalinista. Por un lado, las reformas de Gorbachov y Deng, sus adopciones de técnicas abiertamente capitalistas para estimular sus economías asoladas por la crisis, pone en tela de juicio la noción de que las economías estalinistas son en modo alguno “post-capitalistas”. Por otra parte, como nuestra tendencia ha predicho durante mucho tiempo, el equilibrio internacional de las fuerzas se está alejando de su posición actual donde la confrontación EEUU-URSS es central, el principal enemigo nacional de la clase dominante de Estados Unidos podría ser Japón o Alemania Occidental, o una combinación de ambos como en la Segunda Guerra Mundial, o un bloque de uno o ambos de ellos con la URSS. La cuestión de la “defensa de la URSS”, se convertiría entonces en secundaria, incluso para los defensistas.
Si dichos camaradas realmente realizaran una lucha teórica y práctica en contra de aquellos puntos de vista que conducen a la liquidación de los partidos trotskistas independientes en el estalinismo y la socialdemocracia, inevitablemente se verán obligados a aceptar nuestra visión del mundo, incluyendo nuestra posición de que el estalinismo y los estados estalinistas son ajenos a la clase obrera.
La relación fundamental entre el liquidacionismo “trotskista” y el estalinismo, desarrollada en la década de 1940, fue la adaptación al nacionalismo burgués llevado a cabo por medio de los partidos reformistas de masas. Los compañeros defensistas de hoy que llevan su lucha contra la liquidación del partido hasta el final no tendrán más alternativa que deshacerse de su posición de que las revoluciones socialistas puedan ser hechas por alguien que no sea el proletariado bajo el liderazgo de vanguardia.
Es un acto criminal construir un encubrimiento político para la contrarrevolución. Hacer ello en nombre del trotskismo es abominable. La Cuarta Internacional se levantará de nuevo por la lucha para limpiar al bolchevismo de esta horrenda mancha.