El siguiente articulo, avalado por la Organización Comunista por la Cuarta Internacional (OCCI), es un editorial de Proletarian Revolution num. 63 (Otoño 2001).
Entramos a una nueva coyuntura crítica en la historia política de la izquierda. A través del mundo, secciones principales de la “extrema izquierda” han tomado un giro dramático hacia el reformismo. En un esfuerzo para llenar el vacío político que creo el colapso del stalinismo hace una década y el paralelo viraje hacia la derecha de los partidos socialdemócratas e laborales, las organizaciones izquierdistas que anteriormente hablaban de crear vanguardias bolchevique-leninistas ahora forman partidos reformistas y bloques comprometidos con programas socialdemócratas.
No hablamos aquí de apoyo a reformas bajo el capitalismo, que los revolucionarios a menudo llevan acabo. Lo que vemos en el presente es una aceptación total de la anti-obrera ideología reformista junto a intentos de crear nuevas instituciones reformistas completas para reemplazar las desacreditadas. En algunos casos, los izquierdistas ya llevan la lógica de sus virajes mas adelante: intentan construir o apoyar abiertamente los partidos populistas e frentes populares colaboracionistas de clase.
No es un accidente, que este viraje hacia un apoyo del sistema político capitalista ocurre justamente cuando el sistema otra vez da señas que ya no se puede reformar. Los altibajos temporeros no son capaces de esconder el hecho de que la economía global se desploma. La súper explotación es rampante. La brecha entre los capitalistas súper ricos y la crecientemente empobrecida clase obrera aumenta, los estratos medios se desintegran. El reformismo ha probado ser un fracaso: es debido a eso que los socialdemócratas e liberales de la corriente principal cuya base mas firme han sido siempre la clase media y la aristocracia laboral, se encuentran en movimiento tan acelerado hacia la derecha. El reformismo remachacado de la extrema izquierda ahora tiene menos viabilidad. Su programa es peor que una ilusión: es peligrosamente engañoso dado la profundizante crisis del sistema.
En el lenguaje del bolchevique-leninismo, los “centristas” son aquellos que, por un lado, profesan revolución y la organización independiente de las secciones de vanguardia del proletariado pero, por otro lado, practican el reformismo. En el ayer, incapaces de permitir ni siquiera pequeñas diferencias tácticas para mantener la unidad, los centristas mantuvieron una amplia variedad de grupos separados en cada país y alrededor del mundo. En el presente, han comenzado a agruparse, pero no con esfuerzos para forjar organizaciones unificadas retóricamente revolucionarias. Por lo contrario, abrazan a los pocos políticos reformistas de izquierda que todavía sobreviven y con ellos, intentan resucitar la moribunda socialdemocracia.
Lenin y Trotsky nos enseñaron que el reformismo y el populismo eran doctrinas contrarrevolucionarias vestidas en lenguaje progresista. En oposición a la presente tendencia, los auténticos comunistas que aplauden la muerte del reformismo y desean luchar contra su resurrección deben reagruparse sobre un programa basado en principios y luchar contra esta nueva traición. Como respuesta a este viraje centrista hacia el reformismo, los comunistas deben redoblar sus esfuerzos para recrear el partido revolucionario del proletariado en sus propios países, como parte de una genuina Cuarta Internacional políticamente restaurada.
La corriente centrista mas amplia y tal vez la mayor del mundo, el Secretariado Unificado de la Cuarta Internacional (USec), esta al borde de finalmente finalizar su pretensión de adhesión a la concepción y programa del trotskismo. Este paso le pondrá el sello de aprobación a la práctica real de la mayoría de sus seguidores – armonizándose indistinguiblemente entre el ala reformista de izquierda de la socialdemocracia.
Un esfuerzo pionero en el presente viraje fue hecho por el Movimiento Socialista Internacional en Escocia, un grupo que ha abandonado el Comité para una Internacional Obrera (CWI), de la otrora Militant Tendency. Lanzaron al Scottish Socialist Party (SSP), una organización izquierdista moderada que comenzó bajo el estandarte del nacionalismo y la vía electoral a; poder y ha logrado un escaño en el parlamento escocés. Lo seguidores escoceses del fenecido Tony Cliff y el británico Socialist Workers Party (SWP) ya se han unido totalmente a este nuevo partido.
En Inglaterra y Gales, el SWP juega un rol principal en la Alianza Socialista, un bloque prepartido electoral que se ha contrapuesto al New Labour Party de Tony Blair en las elecciones parlamentarias de junio del 2001. Junto al SWP, el bloque incluye a la mayoría de la izquierda centrista: al grupo Workers Liberty, al stalinista Partido Comunista de Gran Bretaña (CPGB, que publican el Weekly Worker), Workers Power (la sección dirigente de la LRCI, la Liga por la Internacional Comunista Revolucionaria), el Internacional Socialist Group de la USec (que publican Socialist Outlook) y otras formaciones pequeñas. El Socialist Party de la CWI mantiene una relación a medias con la Socialist Alliance (SA) por el momento, aunque sus diferencias políticas básicas son meramente tácticas. El dirigente minero británico Arthur Scargill hizo un intento anteriormente para forjar un partido reformista alterno al formar el Socialist Labour Party (SLP) para las elecciones parlamentarias del 1997. En el presente queda como una organización electoral rival compitiendo con la SA más nueva, igualmente reformista pero con un barniz stalinista.
En Alemania, elementos de la extrema izquierda, notablemente los amigos de la USec y la sección de la LRCI, inicialmente giraron hacia el ex partido stalinista no tan a la izquierda de Gregor Gysi, el Partei des Demoskratischen Sozialismus (PDS). Pero el PDS se convirtió abiertamente capitulacionista tan ligero que la mayoría de la extrema izquierda ya lo ha abandonado, en espera de una formación reformista no tan extrema. En Francia, la Lutte Ouvriere hace llamados intermitentes a favor de un nuevo partido obrero sobre unas bases programáticas vagas menos extremas, mientras que la sección principal de la USec, la Ligue Communiste Revolutionnaire, se sobrepasa a eso con un impulso mas concertado a favor de un nuevo partido populista radical. En la Unión Europea, una variedad de grupos centristas intentan formar alguna clase de partido común basado en un programa no revolucionario.
En Australia, la nueva Socialist Alliance modelada en el ejemplo británico incluye a la exUSec y al pro stalinista Democratic Socialist Party (DSP), la cliffista Internacional Socialist Organization, el Freedom Socialist Party, la sección australiana del Worker-Communist Party of Iraq, Workers Power (LRCI), Socialist Democracy y la no oficial cliffista Socialist Alternative. En Canadá, una cantidad de grupos centristas e verdes de igual manera mantienen discusiones sobre la formación de un partido o bloque reformista o populista. El salto hacia la derecha del partido laboral reformista tradicional, el New Democratic Party, ha dejado a su diezmada ala izquierda en un estado más confuso de lo normal. En los EE.UU. hace un par de años, un conjunto de burócratas sindicales, auxiliados por elementos de extrema izquierda, formaron el tal llamado Labor Party, que permanece sin candidatos en las extremidades (mientras sus dirigentes continúan apoyando a los burgueses Demócratas) – con la esperanza de acorralar en el futuro cualquier rompimiento de los obreros desde el Democratic Party.
Secciones de la izquierda sudafricana que recientemente impulsaron el Workers List como un frente electoral reformista no se han rendido de esos intentos, a pesar de la falta de interés de la mayoría del proletariado de mente revolucionaria. Y, aunque gran parte de su atractivo anterior ya se esfuma, un intento más viejo – el Partido de los Trabajadores de Brasil dirigido por Lula – continua cautivando a muchas organizaciones centristas en América Latina y el resto del mundo.
El reformismo por su naturaleza significa colaboración de clases, y el viraje centrista no se trata únicamente de la recreación de organizaciones reformistas que son nominalmente de la clase obrera. En Sudáfrica, la vía dominante de colaboración con la clase dominante se ha expresado por el apoyo ferviente dado por los grupos de izquierda al gobierno frentepopulista dirigido por el burgués Congreso Nacional Africano y el stalinista e reformista Partido Comunista. En Indonesia, el Partido Democrático del Pueblo (PDP), que en el pasado había perseguido una línea frentepopulista a través de su apoyo a Megawati Sukarnoputri, ahora aparece que ha cambiado su apoyo al igualmente burgués e recientemente expulsado presidente, Addurrahman Wahid. En esto ha sido apoyado por el DSP australiano.
En Inglaterra, el salto hacia la derecha no se detuvo con la creación de la Alianza Socialista; las elecciones de la municipalidad del 2000 sirvieron de escenario para el mismo centrista Ken Livingstone y su campaña abiertamente frentepopulista. En los EE.UU., los ahora expulsados cliffistas de la Organización Socialista Internacional (ISO), como la Alternativa Socialista de la CWI, endosaron e impulsaron vigorosamente la campaña populista liberal de Ralph Nader y los verdes clase media. En Zimbabwe, los cliffistas se han sobrepasado a ellos mismos al enterrar la línea de clases. Se unieron e corrieron una plancha electoral conjunta con y le dieron una cobertura izquierdista al Movimiento por el Cambio Democrático (MDC). La creación del MDC lo iniciaron los sindicatos, pero fue reposeído por los burócratas y políticos procapitalistas que se aseguraron que el partido no tuviese ninguna ligazón organizativa a las uniones y le abrieron el camino libre para ser el portavoz de los grandes burgueses urbanos y terratenientes blancos – ¡todo esto lo admite la ISO (Zimbabwe)!
El modelo de la Alianza Socialista británica es la Refondazione Comunista italiana, que ya ha probado que los nuevos partidos reformistas no son ninguna alternativa ante los viejos. En el parlamento, Rifondazione votó en el 1995 a favor del programa de austeridad del primer ministro y de esta manera salvó su gobierno burgués. Posterior a estos eventos, apoyó a la frentepopulista coalición Árbol de Olivo que instituyó un programa de austeridad contra los trabajadores. El dirigente de la USec Livio Maitan es parte de la dirección de Rifondazione, y los miembros de la centrista Oposición Trotskista Internacional (que publican Proposta) también han sido parte de una tendencia organizada interna.
El nuevo giro hacia la derecha por cierto no es el primero en la historia de la izquierda socialista. Al principio del siglo veinte, la socialdemocracia apareció dentro del movimiento obrero predicando la mentira utópica de que el capitalismo podía ser reformado y humanizado mediante la colaboración de clases. Esa fue una traición histórica mundial que condujo al apoyo por la clase obrera internacional de la primera guerra mundial intraimperialista y el consecuente sangriento fratricidio.
Posterior a la revolución bolchevique, el fraude socialdemócrata perdió la mayor parte de su atractivo para un creciente proletariado revolucionario alrededor del mundo. Con el aislamiento de la revolución y el crecimiento del stalinismo, el reformismo y la colaboración de clases fue dizfrazado bajo nuevo ropaje en el “frente popular” por los nuevos traidores. Esta subordinación de la independencia de la clase obrera fue la próxima traición histórica mundial, una que contribuyo a la exitosa contrarrevolución en la URSS, pavimentó el camino hacia el fascismo y aumento el apoyo para la segunda guerra imperialista mundial. Durante casi setenta años a partir de a mediados de los años treinta, los partidos comunistas stalinistas han promulgado la ideología de la colaboración de clases en la forma del populismo y el frentepopulismo.
El giro del presente es otro acto de traición histórico mundial. Nadie debe dejarse engañar por el hecho de que los responsables son todavía centristas vacilando entre el reformismo y la revolución en vez de fuerzas que han probado ya ser por si mismas contrarrevolucionarias. Si su presente giro hacia la derecha no se detiene, están destinadas a alcanzar esta meta criminal.
No podemos dejarnos engañar por el hecho de que las fuerzas del centrismo internacional ahora son comparativamente más pequeñas y todavía se encuentran divididas. La profunda e creciente crisis del capitalismo ha comenzado a regenerar denuevo levantamientos obreros potencialmente revolucionarios y huelgas generales en país tras país alrededor del mundo. Sin embargo, como resultado de la devastación que causó la socialdemocracia y el stalinismo, la conciencia avanzada dentro de la clase obrera internacional es todavía débil, frágil, y muy susceptible a la corrupción política. Y el centrismo, con todo y su presente falta de tamaño y poder, tiene su impacto negativo mayor dentro de la vanguardia obrera y los militantes de mentalidad comunista en muchos países.
Al acelerarse las luchas y crecer la conciencia, los centristas serán capaces de mal dirigir a sectores mucho mas decisivos de los que los siguen en el presente. Están creando unas trampas políticas preventivas que pueden servir como barreras serias a la reformacion del partido mundial de la revolución socialista.
Durante el periodo de prosperidad pos Segunda Guerra Mundial, la socialdemocracia y el stalinismo han alcanzado y mantenido fortaleza dentro de la clase obrera en muchos países. El capitalismo en la forma de imperialismo fue capaz de concederle suficientes concesiones para darle un interés material en la preservación del sistema a sectores significativos de la clase obrera. La aristocracia laboral y las clases medias técnicas e profesionales crecieron Bajo tales condiciones, las reformas alcanzadas mediante las luchas de masas y la amenaza de revolución se utilizaron para promover la ideología dual del reformismo y el populismo multiclases.
Al retornar la profunda crisis económica e social del sistema a la superficie a finales de los años sesenta y principios de los setenta, levantamientos proletarios y masivas huelgas generales se desataron alrededor del mundo. Los partidos comunistas, socialistas y laborales intentaron descarrilar las luchas obreras. A pesar de sus éxitos temporeros, el cinismo que dejaron en su estela contribuyo profundamente a la declinación constante en su habilidad a realmente controlar a las masas de trabajadores. Durante los levantamientos, los centristas, encarando a las masas en movimiento y en situaciones potencialmente revolucionarias, con discursos mas a la izquierda pero fundamentalmente se adaptaban a las fuerzas reformistas e clase media radicales y fallaron en no proveer un polo alterno de atracción comunista. En las postrimerías, mientras el centrismo había crecido en tamaño como resultado de su retórica revolucionaria, no eran capaces de desplazar los viejos partidos reformistas decrépitos.
El frustramiento de la revolución no les puso fin a las mortales contradicciones de los gobernantes mundiales. La Europa oriental y la misma URSS fueron las primeras en explotar bajo el impacto del colapso económico y el restablecimiento masivo de los levantamientos proletarios en los años ochenta. Aunque las revoluciones fueron secuestradas por fuerzas burguesas prooccidentales, la muerte del stalinismo en el Oriente aceleró cualitativamente la declinación de los partidos comunistas (PC) reformistas al interior del movimiento obrero en el resto del mundo.
La crisis del capitalismo ya consumía los avances pasados de la clase obrera en el sector avanzado del imperialismo occidental como también en el mundo excolonial e semicolonial. La aristocracia laboral y las clases medias se desintegraban lentamente, al pocos integrarse a la burguesía pero la mayoría se vieron obligados a integrarse a la clase obrera de menos paga o hasta a las estratas mas devastadas. El colapso stalinista aceleró la decadencia de lo que quedaba de la lealtad residual que los partidos comunistas gozaban entre sus seguidores en la clase obrera en algunos países. Los partidos reformistas retenían sus fuerzas electorales pero raramente mantenían ni un vestigio del apoyo comprometido del cual una vez gozaron. Y entre los elementos más militantes y los sectores vanguardias más conscientes, aumento dramáticamente el desprecio hacia los reformistas.
Al profundizarse la crisis y la clase obrera en Occidente comenzar a moverse otra vez, los portavoces reformistas comenzaron a romper con sus pretensiones livianas con su “socialismo” y la clase obrera. La ausencia de una alternativa revolucionaria fuertemente organizada convenció a los potentados laborales a ubicarse más a aun a la derecha hacia el abierto liberalismo y a electores clase media sin perder muchos electores de la clase obrera. Al mismo tiempo, al profundizarse la crisis económica, y la clase obrera dar señas de renovación de sus luchas de masas en crecientes áreas del mundo, estos dirigentes reformistas también ven el peligro que aparece en el horizonte. Por eso gravitan mas cerca aun al poder de la gran burguesía.
La cercanía de las ataduras entre el Partido Laboral británico de Blair y el Partido Demócrata de Clinton en los EE.UU. demuestra que el giro hacia la derecha de los viejos reformistas dominantes ha eliminado virtualmente las diferencias de política restantes que una vez reclamaban con respecto a la ideología burguesa abiertamente liberal. De hecho, se mueven hacia el liberalismo declarado en el mismo momento que el liberalismo mismo se hace más conservador. Por eso se ha formado un vació en la izquierda reformista, que ha atraído la atención fascinada de los centristas. Por ende el comienzo de nuevas formaciones electorales “socialistas” y bloques electorales que combinan a los centristas con los desconcertados laboristas de izquierda como también con los verdes radicales clase media y otros elementos proburgueses. Los seudo revolucionarios ahora exploran diferentes formas en las que tratan de crear nuevas instituciones “socialistas” dirigidas a reemplazar a los exdirigentes que abandonan la escena.
Al tomar su giro, una variedad de centristas toman parte en lo que George Orwell denominó “doble discurso”. Utilizan el término “socialista” para describir los nuevos bloques que forman, con el propósito de justificar el esconder sus supuestos programas revolucionarios a favor de propuestas que no le harán daño a los reformistas de izquierda livianos. Y, para estar seguros que sus nuevos programas no ofendan a los reformistas o populistas, utilizan lo menos posible la palabra s (socialismo) y sobre todo la palabra r (revolución) al nombrar sus demandas. Le hacen eco a la propaganda de colaboración de clases stalinista honrada a través del tiempo de los frentes populares y “democracias populares”, crecientemente enfatizan el supuesto progresismo del populismo.
Además, emplean los términos aclasistas como “anticapitalista” para describir las crecientes protestas contra la economía global. Estas demostraciones son importantes pero son multiclasistas en composición. Atraen a gente que todavía no están políticamente despiertos a la influencia de anarquistas, liberales, ambientalistas clases medias radicales, archi-nacionalistas, proponentes de regresar a la naturaleza, sindicalistas, revolucionarios subjetivos y revolucionarios reales. Son dirigidos en gran parte por burócratas pequeño burgueses y sindicales cuya respuesta al imperialismo global es un programa reaccionario enraizado en el chovinismo nacional y el proteccionismo.
La masa de activistas está todavía confusa y tienen una conciencia mixta; pero sus intereses fundamentales y su deseo de luchar contra la opresión mundial son traicionados por sus dirigentes engañosos. Como enfatizaban Lenin y Trotsky, la visión reformista de los activistas obreros puede ser transitoria, pero es permanente para los dirigentes debido a que refleja sus intereses a largo plazo y su rol en la sociedad. Es por eso que es importante participar en estas acciones conjuntas, pero al mismo tiempo es necesario desenmascarar los programas pro-capitalistas de los dirigentes liberales y reformistas. Es criminal legitimizar a los traidores antiobreros al juntarlos todos con quienes ellos traicionan bajo la común e flagrante falsa etiqueta de “anticapitalistas”.
Los centristas están esperanzados en acercar a sus formaciones al “movimiento anti-globalización”. Su antipatía a atacar a los actuales dirigentes sindicales e “progresistas” en gran parte emana de su necesidad de ganarse a esos elementos con el propósito de darle una legitimidad burguesa a sus bloques. Sin las personalidades reformistas, los centristas temen que las nuevas alianzas no serán consideradas serias y no alcanzaran la autenticidad que desean para ellas.
Los cliffistas en particular rehúsan de forma notoria criticar a los reformistas con los cuales se ligan. Por eso es irónico que citen en la revista teórica del SWP lo que denominan “el bosquejo general del frente unido” de Trotsky al explicar porque es necesario hacer precisamente lo que no hacen:
El Partido Comunista le prueba a las masas y a sus organizaciones su disposición a batallar junto a ellas a favor de metas, no importa cuan modestas, con tal de que estén en la vía del desarrollo histórico del proletariado; el Partido Comunista en esta batalla toma en cuenta las condiciones actuales de la clase a cada momento; gira no solamente hacia las masas sino también hacia esas organizaciones cuya dirección es reconocida por las masas; confronta a las organizaciones reformistas ante los ojos de las masas, con problemas reales de la lucha de clases. La política del frente unido adelanta el desarrollo revolucionario de la clase al revelar abiertamente que la lucha común es socavada no por el acto perturbador del Partido Comunista sino por el sabotaje consciente de los dirigentes de la socialdemocracia. (León Trotsky, Cuestiones vitales para el proletariado alemán, 27 de enero 1932)
Rees comenta que “Trotsky escribía acerca de los partidos comunistas de masas y los partidos reformistas de masas en los años treinta, pero la misma política general se puede llevar acabo por las organizaciones revolucionarias mas pequeñas del presente”. Sin embargo, el SWP, ISO y otras a menudo invitan a sus tribunas a dirigentes obreros, parlamentarios laborales y otros oradores abiertamente reformistas – y podemos garantizar sin vacilación que ni una vez han revelado el ‘sabotaje consciente” de las luchas obreras departe de sus socios del “frente unido”. Eso se debe a que las Alianzas Socialistas no son genuinos frentes unidos, que son acuerdos para la acción común, sino bloques de propaganda entre gente que han tenido diferentes programas, en los cuales los alegados revolucionarios subordinan sus programas a los de sus socios reformistas.
Tal vez el intento mas corrupto para revitalizar al reformismo es el que intentan los grupos como el CPGB y Workers Power de Gran Bretaña que se ven así mismos como la extrema izquierda del movimiento. Hacen todo lo posible para construir estas formaciones reformistas, animan sus esfuerzos electorales – y justifican todo esto al reclamar que intentan atraer a estos bloques al programa revolucionario. Por supuesto, nunca convencerán a los dirigentes abiertamente reformistas a aceptar su programa; por ende nunca convencerán a sus compañeros oportunistas en el resto de la extrema izquierda. Si hubiese una oportunidad de que tuviesen éxito, derrotarían el propósito completo del giro lo que significaría la muerte de sus podridos bloques. Por lo tanto, tan pronto sus consignas propuestas diplomáticamente son derrotadas con toda seguridad, respiran un suspiro de alivio y se unen con todo esmero al juego electoral reformista. Sus intervenciones “transitorias” o “revolucionarias” son un pretexto, que apenadamente engaña a sus seguidores – y hasta a ellos mismos–que actúan realmente como bolcheviques.
Workers Power en particular reclama que su método es el del programa transicional de Trotsky. Pero el programa transicional fue un ataque abierto contra el reformismo, y no un intento para cubrirlo como una rabiza izquierdista.
Para ver cuan falsas son estos reclamos, consideren la cuestión del partido laboral en los EE.UU. a finales de los años treinta, un ejemplo donde los trotskistas apoyaron la formación de un nuevo partido de clases sin compromiso con el comunismo desde sus comienzos. El endoso del partido laboral por Trotsky se basó en el hecho de que la lucha de clases masiva se había agotado así misma en las esferas industriales e económicas y se veía obligada a avanzar hacia una confrontación política con el estado burgués. El predijo que se desarrollaría un movimiento obrero, exigiendo un partido independiente basado en la militancia probada de los nuevos sindicatos de la CIO. La masa de trabajadores no vendría, en ese momento, directamente a una organización revolucionaria pequeña e relativamente débil. En vez veían la fuerza que necesitaban proveniente de los grandes e combativos sindicatos.
Bajo tales circunstancias hubiese sido estúpidamente sectario contraponer un pequeño partido de vanguardia al gran partido de masas que buscaban los trabajadores. Más sin embargo, el programa del partido que el movimiento produciría – reformista o revolucionario – no podía predestinarse. Los trotskistas estuvieron de acuerdo con sus hermanos e hermanas de la clase obrera sobre la necesidad del partido de masas de la clase, pero contrapusieron demandas transicionales adecuadas a los programas reformistas de los dirigentes sindicalistas e stalinistas engañosos.
La demanda a favor del partido laboral fue diseñada como un reto hostil para desenmascarar a la dirigencia de la CIO frente a la masa de combativos trabajadores que mantenían ilusiones en el compromiso de los dirigentes con la independencia e militancia. Estaban destinadas a obligar a los burócratas laborales reformistas a romper con el Partido Demócrata y tomar el poder estatal – o quedar desenmascarados como los farsantes que los revolucionarios insistían abiertamente que eran.
Trotsky exclamó explícitamente que el programa que ellos defendían se podía llevar acabo únicamente por un partido obrero revolucionario. “Seria absurdo decir que abogamos a favor del partido reformista”. Esa era la meta de los stalinistas y sus acompañantes.
El programa transicional se encontraba enraizado en la idea de que los trabajadores crecientemente entenderían sus intereses materiales fundamentales en el curso de la lucha de clases. Como detallaba Trotsky, la lucha por si misma puede producir tanto conciencia avanzada como atrasada, la clave para el éxito comunista consiste en que el partido obrero de vanguardia señale certeramente las lecciones revolucionarias contrarias a los engaños reformistas contrarrevolucionarios. “¿Porque no expresar abiertamente lo que es? Sin ningún camuflaje, sin ninguna diplomacia”.
Por lo contrario, Workers Power sugiere que la Alianza Socialista adopte las demandas transicionales como la expropiación de la industria sin compensación. Naturalmente, dado el poder material e ideológico del capitalismo, la masa de trabajadores atraídos a tal medida inicialmente la demandaran del existente estado en vez de inmediatamente optar por la revolución socialista. En llevar acabo una lucha conjunta, los revolucionarios le pueden demostrar que únicamente el partido revolucionario puede llevar acabo tal programa mediante el derrocamiento del estado burgués. Al no insistir que su programa requiere de revolución y de partido comunista, Workers Power ayuda a los reformistas y dirigentes pro-reformistas a perpetuar las ilusiones utópicas en el estado capitalista.
Una diferencia entre el método de Trotsky y los centristas del presente es que el partido laboral propuesto por Trotsky se basaba en una lucha de clases obrera masiva e existente – cuyas victorias y obstáculos ayudaría a los auténticos comunistas a convencer a muchos trabajadores que un programa revolucionario era la única vía de avance. Las Alianzas Socialistas del presente no reflejan la fuerza e lucha proletaria en las mentes de los trabajadores. Aparecen como versiones izquierdistas de los presentes partidos laborales. Pero son decididamente inferiores a los partidos reformistas en que son claramente muy débiles para cambiar la presente situación ominosa. En Inglaterra, la acción huelgaria ha estado a un nivel muy bajo. En Australia ha estado a un nivel superior, pero todavía no se ha utilizado hasta un desgaste. La clase obrera todavía no se ha lanzado a utilizar toda la acción unificada e enorme poder en potencia en ninguno de los dos países. Consecuentemente las Alianzas Socialistas son únicamente capaces de desviar a los trabajadores de avanzada mente revolucionaria sin alcanzar a la masa de nuestra clase. Son formaciones preventivas diseñadas para atrapar y amansar los futuros levantamientos obreros.
En tales situaciones, los auténticos revolucionarios luchan a favor de una huelga general como medio para trasladar las venideras luchas de clases a una confrontación política con el estado burgués. La huelga general es un arma muy útil cuando la dirección de la clase es débil y las masas todavía no comprenden la fuerza que pueden desplegar en acciones unificadas. Una vez la clase reconoce su poder, cualquier cosa es posible.
En estos momentos, ni el alegado “movimiento anti-capitalista” ni las luchas de la clase obrera han sido satisfactoriamente canalizadas hacia las nuevas formaciones reformistas. Pero no es debido a que los reformistas no han tratado de atraerlas. Los cliffistas y los otros jugadores principales ya se cohíben de utilizar las demandas “extremas” o de retar a los dirigentes reformistas. Cuando las venideras explosiones sociales maduren, Workers Power y los grupos de igual pensamiento perderán su habilidad de elevar los tipos de demandas radicales que asustan a sus compañeros de juego reformistas. Esperanzadamente la dedicación subjetiva de algunos de sus seguidores les permitirá romper con esas organizaciones y su rol de rabizas del cometa reformista.
Es importante que ni la SWP, ni sus aliados de extrema izquierda que mantienen su trotskismo a viva voz, hayan citado lo que Trotsky siempre exclamaba sobre los bloques electorales. Por ejemplo:
Los bolcheviques si llevaron acabo acuerdos prácticos con organizaciones revolucionarias pequeña burguesas... Durante las elecciones a la Duma estatal, así lo hicieron, bajo ciertas condiciones, entraron en bloques electorales con los mencheviques o social revolucionarios en la segunda ronda electoral. Eso fue todo. Ningunos “programas” conjuntos, ningunas instituciones conjuntas e permanentes, cero renuncia a la critica de los aliados temporeros. Tales acuerdos e compromisos episódicos se confinaban estrictamente a metas prácticas – y Lenin nunca se refirió a ninguna otra clase... (León Trotsky, Francia en el punto de viraje, 26 de marzo 1936)
O como Trotsky comentó sobre el bloque que le urgía a que formaran los comunistas alemanes con los socialdemócratas destinado a parar a Hitler:
¡Ninguna plataforma conjunta con la socialdemocracia, o con los dirigentes de los sindicatos alemanes, ningunas publicaciones, banderolas, piquetes conjuntos¡ ¡Marchen juntos, pero golpeen separados! ¡Póngase de acuerdo únicamente de cómo golpear, a quien golpear, y cuando golpear! (León Trotsky, Por un frente unido proletario contra el fascismo, diciembre 1931)
Comparen esto con el hundimiento del SWP dentro del Partido Socialista Escocés y con el llamado de Workers Power y el CPGB a que su Aliancia Socialista se convierta en un partido “revolucionario” permanente.
El ámbito del presente giro centrista es cualitativamente mayor de lo que han hecho en el pasado reciente. Notamos, sin embargo, que muchas de las corrientes seudo-trotskistas han cruzado la línea de clases anteriormente, como preparación para el presente. Aquí algunos ejemplos principales:
La inmensa mayoría de los grupos que reclaman la herencia del trotskismo todavía apoyan el concepto de los “estados obreros deformados”–es decir, ellos creen que los estados proletarios fueron logrados sin revoluciones dirigidas por la clase obrera, Además, ya que estos estados en Europa oriental y Asia oriental fueron formados y dirigidos por partidos comunistas, gobernando abiertamente en bloques colaboracionistas de clase junto a elementos burgueses, la concepción “trotskista ortodoxo” de hecho significa que las revoluciones socialistas se pueden llevar acabo por frentes populares.
A finales de los años cuarenta, virtualmente todas las variedades del seudo-trotskismo favorecían el profundo entrismo en los partidos socialdemócratas y/o stalinistas en movimiento hacia la derecha. En marcado contraste a la estrategia de entrismo de Trotsky de los años treinta, no fue en intento de quitarles a dirigentes engañosos a obreros en movimiento a la izquierda, sino como endoso de ilusiones en el supuestamente progresista (sino muy moderado) carácter de esos partidos.
En el 1952, el POR trotskista en Bolivia, una fuerza política significativa, apoyó activamente a nacionalistas burgueses de izquierda durante la revolución en ese país, de esta manera ayudando a malograr un importante levantamiento proletario. Ningún cuerpo de dirección dentro de la trotskista Cuarta Internacional ni siquiera un murmullo de oposición a ese abierto acto de traición de clases. Al poco tiempo, los trotskistas de Sri Lanka se unieron a su gobierno burgués. Aunque la avergonzada dirección de la Cuarta Internacional se vio obligada a oponerse a este acto tan descarado, era producto de su propio método.
Durante los años sesenta, el ambiente seudo trotskista estaba repleto de organizaciones que veían al ambiente estudiantil como la vanguardia revolucionaria en vez del proletariado urbano. También le otorgaron ese rol a las luchas de las guerrillas campesinas en muchos países. De esta manera ayudaron a desviar no solamente el potencial de revolución proletaria sino también la liberación del campesinado, cuya única oportunidad vendría mediante el liderato de la clase obrera.
La repetición histórica de las pasadas traiciones, hoy por alegados trotskistas, no proviene fundamentalmente como resultado de múltiples conspiraciones o la abundancia de malas ideas. Como nos enseñase Lenin y Trotsky, tales serias transgresiones únicamente pueden darse por causas materiales – es decir, por la invasión de intereses pequeño burgueses y de clase media en el movimiento obrero. En nuestra opinión, por lo tanto, no es accidental que la mayoría sobresaliente de esos grupos que se autoproclaman bolchevique–leninistas en el presente están en desacuerdo abierto con la visión explícitamente declarada por Marx, Lenin (posterior al 1905) y Trotsky – que la clase obrera misma logra su propia conciencia de clases socialista revolucionaria. En vez, reclaman que tal conciencia debe ser importada desde la intelectualidad clase media.
Este punto de vista anti-marxista e anti-proletario refleja el hecho que durante la prosperidad pos Segunda Guerra Mundial, el crecimiento rampante de la clase media y la aristocracia laboral alrededor del mundo no solamente llenaron de vigor al reformismo durante ese tiempo, sino también invadieron las filas de la misma Cuarta Internacional. No solamente proveyó las bases para la nueva dirección que llevo a la corrupción y a la destrucción del programa y la política de la Cuarta Internacional ya para mediados de los años cincuenta, condujo a esa dirección mediante adaptaciones traicioneras hacia los reformistas.
La liberación del proletariado es la tarea del mismo proletariado; es una tarea que debe llevar acabo en oposición a los “salvadores condescendientes” de la clase media. La construcción del partido comunista es todavía la consigna comunista clave. Adelantando ahora bloques e partidos electorales reformistas no solamente se contrapone a la tarea central de construir el partido revolucionario, también se contrapone a las luchas de acción de masas.
La unidad en la acción es vital para la clase obrera y sus aliados. En el periodo venidero, los revolucionarios lucharan no solamente a favor de la huelga general y otras acciones de masas sino también alzara el frente unido proletario como grito de guerra. Otra vez la idea de que la clase obrera deberá dirigir a todos los desposeídos y oprimidos en sus luchas se convertirá en la visión de millones de combatientes.
Los comunistas dicen “lo que es”: el reformismo no es una forma moderada o lenta de socialismo, sino su enemigo mortal e contrarrevolucionario. Es enemigo de cualquier reforma genuina que todavía se pueda lograr, ya que únicamente pueden lograrse como resultado de las acciones de masas y la amenaza de revolución. Contrario a los centristas en movimiento hacia la derecha y su intento de soplarle vida al putrefacto cadáver del reformismo e populismo, los comunistas de la clase obrera están única e abiertamente a favor del socialismo y la revolución proletaria. Aun cuando las circunstancias exigen bloques tácticos con partido reformistas, abiertamente advertimos contra sus traiciones y criticamos sus dirigentes. A cada momento, insistimos en la necesidad de re-crear el partido de vanguardia comunista – contrario a todos los llamados para crear nuevos partidos reformistas, radicales y verdes. La tarea principal que encara el proletariado en el presente es ¡la re-creación de la autentica Cuarta Internacional!