El siguiente artículo fue publicado originalmente en inglés en Socialist Voice Núm. 8 (Otoño 1979).
El año 1979 marca el centenario del nacimiento de León Trotsky, y el 1978 el cuadragésimo aniversario de la fundación de la Cuarta Internacional y su adopción del Programa de Transición. Este programa, considerado ampliamente como el documento definitivo de trotskismo, se ha sometido a severas pruebas durante estes años aniversarios: las situaciones revolucionarias o pre-revolucionarias que estallaron en Perú, Irán y ahora Nicaragua, e algunas de las organizaciones nominales trotskistas en los lugares de los acontecimientos han utilizado sus versiones del Programa de Transición a las revoluciones en proceso.
Es nuestra opinión que el programa ha sido traicioneramente mal usado. Diseñado para la “movilización sistemática de las masas para la revolución proletaria”, ha sido utilizado para propósitos puramente reformistas por centristas disfrazados de trotskistas. La organización principal responsable es el Secretariado Unificado de la Cuarta Internacional (SU), cuyas dos alas son dirigidas por Ernest Mandel y el norteamericano Partido Socialista Obrero (Socialist Workers Party - SWP). Grupos bajo la dirección del SU han desperdiciado grandes oportunidades para el proletariado e han arrastrado el Programa de Transición a través del lodo del parlamentarismo y pacifismo “democrático”.
La tarea más importante de los revolucionarios en una situación revolucionaria es ganarse a la clase trabajadora para la conquista del poder estatal, para llevar acabo la revolución proletaria. Esto no significa simplemente propagandizar para la dictadura del proletariado (o el estado obrero) – aunque ciertamente esto debe llevarse acabo; significa la utilización de todas las tácticas e consignas políticas dirigidas a probarle a las masas de la clase trabajadora que esta meta constituye la única forma de avanzar. Significa explicar a cada paso e oportunidad que el poder de la clase trabajadora puede lograrse solamente mediante medios revolucionarios, la destrucción del aparato del estado burgués, y no mediante la acumulación de reformas democráticas e parciales.
La herramienta principal de la traición del Secretariado Unificado es el “gobierno de trabajadores y campesinos” (o simplemente el “gobierno de trabajadores”), la consigna central del Programa de Transición que se ocupa de la cuestión del poder estatal. Esta consigna fue creada por la temprana Internacional Comunista como una táctica revolucionaria destinada a arrancarle la clase trabajadora de sus dirigentes reformistas al demostrarle los vínculos de estos dirigentes al poder estatal burgués. Fue adoptada durante los años treinta por la Cuarta Internacional con el propósito de ganarle trabajadores de las coaliciones del Frente Popular con la burguesía organizadas por los partidos socialdemócratas y comunistas estalinizados. Pero también había sido utilizado de una forma puramente “democrática” e reformista por la KOMINTERN de Stalin a finales de los años veinte.
Por sí misma, la consigna “gobierno de los trabajadores” se puede entender como un cambio en el gobierno para la ventaja de los partidos de la clase trabajadora; los ejemplos del Partido Laborista británico en el poder o de la Unidad Popular de Salvador Allende en Chile son los más prominentes. Ningún gobierno de un estado capitalista, aunque esté compuesto enteramente por partidos de la clase trabajadora, representa un estado obrero revolucionario. Estos regímenes no son en absoluto lo que significa la táctica en el Programa de Transición. Utilizar la consigna por si sola es de todos modos insuficiente; se le tiene que otorgar por obligación un contenido revolucionario específico. Sin embargo, en manos del SU, se le ha otorgado a la consigna un contenido específico enteramente parlamentario.
En Perú, una rebelión de masas que incluía huelgas generales obligó a la junta militar dirigente a convocar elecciones por una asamblea constituyente en el verano del 1978. La mayoría de los partidos “trotskistas” se combinaron en un bloque electoral conocido como FOCEP, que incluyó al “gobierno de trabajadores e campesinos” en su programa y continuamente fomentó la ilusión que tal gobierno podría lograrse mediante la asamblea dominada por la burguesía. Hugo Blanco del SU era el portavoz principal de FOCEP y el representante de la clase trabajadora mas prominente debido a su reputación de dirigente combativo de las sublevaciones campesinas de los años sesenta. Blanco redactó un borrador de la constitución que llamaba a un gobierno basado en comités de trabajadores y campesinos electos en asamblea. Él enfatizó las formas de organización democrática en su borrador, hizo un llamado a favor de una convención democrática de las organizaciones de los trabajadores y campesinos para enmendar y finalmente adoptar la constitución – y le agregó como paso final que “el borrador entonces debía ser presentado a la asamblea constituyente por los candidatos de los trabajadores electos” (Intercontinental Press, del 19 de junio de 1978). Las masas no fueron informadas que un gobierno de trabajadores significaba una confrontación revolucionaria con el poder armado del estado de la burguesía. Y este documento no fue una excepción aislada. A través de sus varios discursos, como delegado de asamblea, extensamente re-impresos y difundidos por la prensa del SU, Blanco creó la impresión de que los “gobiernos electos por el pueblo” son la vía para alcanzar el “poder de los trabajadores y campesinos”.
En Irán, posterior al derrocamiento del Sha en enero, el HKS (Partido Socialista Obrero) fue organizado conjuntamente por las dos alas del SU y el Comité Organizador para la Reconstrucción de la Cuarta Internacional. Los dirigentes del HKS habían explicado previamente su meta de un gobierno de trabajadores y campesinos de la siguiente manera:
La república por la cual luchamos no es el reemplazo del Sha por un presidente, ni incluso el reemplazo de todos los elementos reaccionarios por funcionarios progresistas y musulmanes como exige Jomeiní, sino la completa democratización desde lo más alto hasta lo más bajo del aparato estatal, basándose en elecciones y la posibilidad de residenciamiento en cualquier momento por las exigencias de las bases. (Inprecor, edición francesa, del 18 de enero de 1979)
El aparato estatal, que piden “democratizar completamente” es el aparato estatal burgués del Sha y más adelante del Ayatolá Jomeiní. A pesar de la etiqueta de “gobierno de trabajadores y campesinos” que le han dado, este llamado a favor de una república fue en armonía, y no en oposición, a la burguesa e previsiblemente represiva República Islámica de Jomeiní y sus seguidores religiosos. El SU contribuyó a la ilusión de que la república de Jomeiní podía ser democratizada y que una asamblea constituyente podía ser instalada sin la lucha de la clase trabajadora para destruir el régimen de Jomeiní. En su “Declaración de los derechos de los trabajadores y labradores de Irán” (Intercontinental Press, del 5 de febrero de 1979), el HKS hizo un llamado para tal asamblea constituyente a “considerar establecer” las bases estructurales de un gobierno de trabajadores y campesinos.
La SU fue lejos como para mencionar el socialismo. Una declaración oficial, “La tercera revolución iraní ha comenzado” (Intercontinental Press, del 7 de mayo de 1979), describió las tareas del propuesto gobierno obrero y campesino:
Tal gobierno concretaría el vinculo entre los trabajadores y los campesinos pobres, movilizaría a las masas a expropiar las principales sucursales bancarias e industriales, rompería el poder de los imperialistas y sus socios menores – los capitalistas nativos, instituiría una economía planificada, y establecería la dictadura del proletariado, abriendo de esa manera el camino al socialismo.
En este comprensivo documento no se mencionó que la tarea de “establecer” la dictadura del proletariado sería violenta, requiriendo una lucha armada contra las fuerzas armadas de Jomeiní y la burguesía. Por el contrario, la declaración de derechos del HKS indica que “el ejército debe ser democratizado” - y no derrotado, una ilusión traidora para propagar entre las masas desarmadas.
En estas dos excepcionales oportunidades revolucionarias, Perú e Irán, el Secretariado Unificado utiliza la meta del socialismo – cuando consigue ser mencionada del todo – como cobertura destinada a apoyar la efímera democratización de los regímenes burgueses bonapartistas. Lamenta cada inevitable traición de la democracia de parte de estos regímenes luego de haber engañado a las masas con que la democratización era posible. Visualiza una fraudulenta democracia burguesa que evoluciona pacíficamente a una verdadera democracia obrera de las masas. Evita mencionarle a las masas la necesidad de aplastar al estado burgués y erigir un estado obrero. Esta estrategia no solamente traiciona al socialismo pero no podrá incluso ni siquiera alcanzar avances democráticos reales. El SU utiliza el gobierno de los trabajadores e campesinos como su principal herramienta de decepción, prometiendo poder obrero pero otorgándole un significado no revolucionario electoralista e pasivo. La consecuencia tanto en Irán como Perú, si los trabajadores y los campesinos no están preparados para la lucha revolucionaria, será no solamente perder oportunidades para alcanzar el socialismo sino también un viraje hacia una reacción salvaje como en Chile.
¿Cómo es posible que el Programa de Transición sea utilizado de esta manera? No es la mala interpretación de las palabras del Programa de Transición que ha lanzado a los seudo trotskistas fuera de la vía revolucionaria. Por el contrario, la degeneración de la Cuarta Internacional hacia el centrismo ocurrió hace un cuarto de siglo bajo el impacto de la derrota masiva de la clase trabajadora internacional durante y posterior a la Segunda Guerra Mundial; el uso fraudulento del Programa de Transición es solamente uno de los resultados de esa decadencia. Hoy el resurgimiento revolucionario de las masas y, por lo tanto, de la lucha a favor de un programa y una dirección genuinamente revolucionaria ocupa el centro de atención. En varios artículos hemos analizado otros aspectos de las teorías y prácticas de los seudo trotskistas. Nuestro propósito específico en este artículo consiste en rescatar al Programa de Transición de los mitos creados por sus intérpretes centristas, desmantelar los gravámenes teóricos que se han construido alrededor de la consigna del gobierno de los trabajadores en particular, y resucitar al programa como el centro de la política revolucionaria como fue su intención original.
El Programa de Transición (su título exacto es “La agonía de muerte del capitalismo y las tareas de la Cuarta Internacional”) fue escrito por Trotsky como un borrador de programa para la conferencia de fundación de la Cuarta Internacional en el 1938. Adquirió el nombre de “Programa de Transición” debido a que el grueso del documento está dedicado al programa, o sistema de demandas transicionales que “emanan de las condiciones de hoy y de la conciencia de hoy de las amplias capas de la clase trabajadora y inalterablemente están dirigidas a una conclusión final: la conquista del poder por el proletariado.” Esta cita es tomada del libro El programa transicional para la revolución socialista (PTRS) publicado por la Pathfinder Press del SWP (tercera edición, p. 114), que contiene el programa junto a muchos de los escritos e discusiones grabadas de Trotsky en torno a su significado. Es la única edición ampliamente disponible en los EE.UU..
El título de este libro del SWP expresa el mito del Programa de Transición -– debido a que el propósito del Programa de Transición es llegar hasta la revolución socialista, y no es el “programa de la revolución socialista”. La colocación correcta del Programa de Transición en el arsenal revolucionario debería ser evidente a partir de varias declaraciones específicas de Trotsky. En el programa mismo, él escribió:
Es necesario ayudar a las masas en el proceso de la lucha diaria dirigida a encontrar el puente entre las demandas actuales y el programa socialista de la revolución. Este puente debería incluir un sistema de demandas transicionales... (PTRS, p. 114)
Obviamente, el puente al programa socialista de la revolución no es lo mismo que el programa mismo. Algunos párrafos más adelante, Trotsky hizo el mismo énfasis con diferentes palabras:
El viejo programa 'mínimo' es superado por el Programa de Transición, cuya tarea recae en la movilización sistemática de las masas para la revolución proletaria. (PTRS, p. 115)
Claramente Trotsky tuvo la intención de que el Programa de Transición fuese una substitución para el programa “mínimo” y no para el programa “máximo” de la revolución socialista. De hecho, el programa no contiene la consigna de la dictadura del proletariado. El programa entero va dirigido en esta dirección, pero ése es precisamente el punto: va dirigido en esa dirección pero no la alcanza. Trotsky estaba perfectamente consciente de esa omisión. Como él indicó en una de las discusiones con sus seguidores sobre el borrador del programa (del 7 de junio de 1938, PTRS, p. 173):
El borrador del programa no es un programa completo.... Igualmente el final del programa no está completo, debido a que no hablamos aquí sobre la revolución socialista, sobre la toma del poder por la insurrección, la transformación de la sociedad capitalista hacia la dictadura, la dictadura hacia la sociedad socialista. Esto trae al lector solamente al umbral. Es un programa para la acción a partir de hoy hasta el comienzo de la revolución socialista.
¿Por qué fue diseñado el Programa de Transición a dirigir la lucha de clases hasta el "umbral" de la revolución socialista? Ese es en su esencia la razón de este artículo completo. Pero podemos decir con confianza que Trotsky no estaba no estaba interesado de ninguna forma en el reformismo izquierdista: no tenía la intención de dirigir a la clase trabajadora a la revolución para que le tiraran la puerta en la cara. Sin embargo, el carácter incompleto (en el sentido mencionado por Trotsky) le ha dado la oportunidad a los centristas a utilizarlo como un arma contra la revolución.
La consigna del gobierno de los trabajadores es fundamental al mal uso del programa debido a que se ha utilizado de hecho como substituto para la consigna de estado obrero que falta. No es ninguna coincidencia que las organizaciones que hacen esta substitución son las mismas, que hace treinta años, adelantaron la teoría que proponía que fuerzas pequeñas burguesas en Europa Oriental y la China podían sustituir al proletariado a llevar acabo la revolución socialista. Esto, como demostraremos, es una de las claves de la mala interpretación de hoy día. En esa época la expansión del estalinismo posterior a la Segunda Guerra Mundial lanzo a la confusión la teoría de la Cuarta internacional; hoy día, la teoría falsa se ha cristalizado en un programa para disfrazar el reformismo tipo estalinista como trotskismo. La substitución del gobierno de los trabajadores por el estado obrero no es otra cosa que la substitución de la reforma por la revolución.
El uso correcto de la consigna del gobierno de los trabajadores es una pregunta política complicada, hecha aún más por el hecho de que los documentos principales en los cuales se expone son o contradictorios o confusos en sí mismos (las resoluciones de la Internacional Comunista a principios de los años veinte) o son solamente bosquejos de la teoría en su totalidad (el Programa de Transición). Recuperar el significado de la consigna requiere una revisión de su historia a la luz de la distinción fundamental marxista entre el estado y el gobierno.
Al hacer esto deseamos establecer dos conclusiones fundamentales entre otras: 1) La consigna del gobierno de los trabajadores es táctica – cuando es utilizada correctamente puede conducir a la revolución y al estado obrero. Debería ser utilizada en ciertas coyunturas de la lucha de clases y ser retirada en otras; si se utiliza como una estrategia omnipresente se convierte en substituto para el estado obrero y sirve solamente para propósitos reformistas. 2) La consigna es agitativa más bien que propagandista, en el sentido que codifica la idea del poder del estado en una forma accesible a una gran cantidad de trabajadores y en sí no envuelve su implicación revolucionaria completa que solamente la capa más avanzada estaría preparada para aceptar. (Por supuesto, puede ser discutido en escritos propagandistas como se es discutido en este artículo, pero como consigna tiene solamente un significado agitativo.) Ambas conclusiones indican el carácter limitado y coyuntural de la consigna. No tiene nada en común con el substituto universal para el estado obrero en el cual se ha transformado.
La codificación científica de demandas transicionales comenzó en el Tercer Congreso de la Internacional Comunista en 1921. El resurgimiento revolucionario que arropó a Europa, inspirado por la Revolución Bolchevique en Rusia e alimentado por las asperezas de la guerra, se ha terminado. Dejó a su paso en muchos países partidos comunistas que generalmente tenían la fidelidad de solamente secciones minoritarias de la clase trabajadora. A menudo los reformistas socialdemócratas y los centristas tenían influencia igual o mayor en el proletariado. El problema que encaraban los comunistas era táctico. Debido al ejemplo de la Revolución Bolchevique, era claramente comprendido que los partidos comunistas estaban a favor de la estrategia de derrocar a la burguesía mediante medios revolucionarios. Aunque la fortaleza socialdemócrata hizo evidente que no todos los trabajadores pensaban que ese curso era necesario para lograr sus demandas. El congreso del KOMINTERN giró hacia la táctica del frente único con el propósito de demostrarles a los trabajadores bajo la influencia de los reformistas en luchas comunes que la estrategia revolucionaria era de hecho necesaria.
El punto fundamental en discusión era el vínculo entre las luchas cotidianas y la victoria del socialismo. Los socialdemócratas afirmaron que la concesión gradual de reformas, vinculada a la fuerza electoral cada vez mayor de sus partidos, conduciría inevitablemente al socialismo. La prosperidad irregular en Europa al final del siglo, derivado del imperialismo, había fomentado la ilusión que las reformas eran una institución permanente capitalista y, mas aun, que el capitalismo podía ser transformado en socialismo mediante la presión democrática de las masas sin una revolución.
La ilusión estalló pronto, y en la época del decaimiento capitalista el programa mínimo de posibles reformas demostró no ser la respuesta a las realidades de la vida bajo el capitalismo. El programa mínimo contuvo a los trabajadores de luchar a favor de sus necesidades diarias, debido a que el capitalismo en su crisis no podía ni siquiera conceder éstas demandas. El KOMINTERN encontró una alternativa al programa mínimo en la lucha a favor de las demandas transicionales:
En lugar del programa mínimo de los reformistas y centristas, la Internacional Comunista prepara una lucha por las necesidades concretas del proletariado, por un sistema de demandas que tomadas en conjunto minan el poder de la burguesía, organizan al proletariado y forman las etapas en la lucha por la dictadura proletaria, y cada una de ellas expresa una necesidad de las extensas masas, incluso si no están conscientemente a favor de la dictadura del proletariado.
Tales demandas serían la base del acercamiento del frente único a los trabajadores socialdemócratas. Todas las demandas transicionales fueron diseñadas para que los trabajadores quebrantaran sus lazos con su liderazgo y conciencia reformista, para no nublar las diferencias entre las perspectivas reformistas y revolucionarias. Cada vacilación y rechazo de parte de los líderes reformistas a llevar acabo las necesidades específicas de la clase trabajadora minarían la hegemonía de la socialdemocracia sobre sus seguidores; por otra parte, cada paso concreto alcanzado por la lucha conjunta de los trabajadores comunistas e socialdemócratas a pesar de las vacilaciones de los reformistas para exigir lo que los capitalistas mantienen que no pueden concederle, sería una victoria para la clase trabajadora. En cada caso, serían los comunistas que mantendrían los intereses de la clase trabajadora por encima de cualquier consideración de rentabilidad capitalista y los socialdemócratas que rechazarían ir más allá de los límites determinados por la burguesía.
Pero hubo un caso en el cual fueron los comunistas, no los socialdemócratas, que parecieron ser el obstáculo al esfuerzo del frente único en nombre de los intereses comunes de los trabajadores. Los comunistas rechazaron como cuestión de principio unirse a los gobiernos burgueses de los varios estados capitalistas, mientras que los socialdemócratas no vacilaron en hacerlo así, arguyendo que su participación en el gobierno les permitía ayudar a la clase trabajadora. Los partidarios de los socialdemócratas no consideraban a los gobiernos burgueses órganos de la clase capitalista; votaban por los reformistas precisamente para obtener una “participación” del poder gubernamental. Los comunistas entendían que los representantes de la clase trabajadora en los gobiernos burgueses servían para engañar a las masas en vez de cumplir sus intereses; pero este entendimiento tuvo que ser probado en la práctica para los trabajadores socialdemócratas quienes consideraban tal participación una victoria. El frente único tuvo que ser extendido al poder gubernamental.
Los comunistas pudieron regresar a un precedente de la Revolución Bolchevique. Durante el período de los gobiernos provisionales que eran coaliciones entre los partidos abiertamente burgueses y los Mencheviques (socialdemócratas reformistas) y los Revolucionarios Sociales (RR.SS, apoyados por la mayoría de los campesinos), los Bolcheviques encararon un problema táctico similar. Aquí el clima era revolucionario en el cual el régimen zarista había sido derrocado y los trabajadores y campesinos luchaban activamente por continuar la revolución. Pero todavía los Mencheviques y los RR.SS dominaban los soviets, los consejos instalados por los trabajadores y campesinos, y los Bolcheviques retenían solamente una minoría de asientos. Los Bolcheviques lanzaron las consignas “Abajo con los ministros capitalistas” y “Todo el poder a los soviets”, con el propósito de presentar la idea de un gobierno independiente de partidos obreros, basado en los órganos de las masas, que llevarían acabo las medidas necesarias tales como ponerle fin a la guerra imperialista, la distribución de la tierra a los campesinos, y la organización de la distribución de los alimentos en las ciudades. Si los Mencheviques y los RR.SS hubiesen roto con sus socios burgueses y hubiesen realizado las demandas Bolcheviques, hubiese surgido un “gobierno de los trabajadores y campesinos” bajo el estado burgués. Los Bolcheviques no hubiesen participado en tal gobierno debido a que el aparato estatal todavía sería de la burguesía pero hubiesen utilizado el hecho que el gobierno estaría basado en los soviets para luchar por el poder dentro de estos cuerpos. Estarían esperanzados en adquirir una mayoría en los soviets al desenmascarar la negativa de los reformistas para llevar a cabo sus propias promesas incluso cuando no estaban restringidos por la coalición burguesa. El gobierno de los trabajadores y campesinos de los Mencheviques y RR.SS hubiese existido solamente por un momento histórico; su existencia hubiese ayudado a los Bolcheviques a llevar el conflicto de clases a su maduración. Así fue cómo Lenin explicó la propuesta bolchevique:
El compromiso se puede explicar de la siguiente manera: los Bolcheviques, sin hacer reclamos de participar en el gobierno (que es imposible para los internacionalistas a menos que una dictadura del proletariado y de los campesinos pobres se haya realizado), se abstendrían de exigir la transferencia inmediata del poder al proletariado y campesinos pobres y de emplear métodos revolucionarios para lograr esta demanda. Una condición que es auto-evidente en sí y por ende no nueva para los RR.SS y Mencheviques sería la completa libertad de propaganda y la convocación de la asamblea constituyente sin ningún retraso....
Los Mencheviques y los RR.SS que constituyen el bloque del gobierno, entonces estarían de acuerdo... para formar un gobierno completamente e exclusivamente responsable a los soviets, el último también asumiendo todo el poder localmente.... Pienso que los Bolcheviques no adelantarían ningunas otras condiciones, confiando que la revolución procedería pacíficamente e la lucha partidaria en los soviets sería pacíficamente superada gracias a la libertad verdaderamente e completa de la propaganda y el establecimiento inmediato de una nueva democracia en la composición de los soviets (nuevas elecciones) y en su funcionamiento....
Los Bolcheviques ganarían la oportunidad absoluta de abogar sus puntos de vista y de intentar ganar influencia en los soviets bajo una democracia realmente completa. De palabra, 'todos' ahora conceden a los Bolcheviques esta libertad. En la realidad, esta libertad es imposible bajo un gobierno burgués o en el cual la burguesía participe, o bajo cualquier gobierno, de hecho, con excepción de los soviets. Bajo un gobierno de los soviets tal libertad sería posible (no decimos que sería una certeza, pero todavía sería posible). Para garantizar tal posibilidad en un tiempo tan difícil, valdría la penal comprometerse con la actual mayoría en los soviets. Nosotros no tenemos nada que temerle a la democracia real, debido a que la realidad está de nuestro lado, e incluso la dirección del desarrollo de las tendencias dentro de los partidos RR.SS y Menchevique, que son hostiles hacia nosotros, prueba que nosotros estamos en lo correcto.
Los Mencheviques y los RR.SS alcanzarían adelantos que inmediatamente aprovecharían cada oportunidad para realizar el programa de su bloque con el apoyo de la mayoría obviamente abrumadora de la gente y con ellos asegurarían para sí mismos el uso 'pacífico' de las mayorías en los soviets. (Sobre compromisos, de los 14-16 de septiembre, 1917)
Se debe enfatizar un punto adicional sobre la táctica de Lenin. Los Bolcheviques retiraron la consigna “Todo el poder a los soviets” posterior a los “días de julio” del 1917 cuando el gobierno burgués con la ayuda de los Mencheviques y los RR.SS acortó los poderes de los soviets y declaró ilegal el Partido Bolchevique. Lenin mantenía que los soviets como instituciones de la clase trabajadora habían sido comprometidos a tal grado que incluso un “gobierno soviético” de los Mencheviques y los RR.SS sería simplemente una herramienta mas de la burguesía. Posteriormente, posterior a que el zarista General Kornilov había sido derrotado durante su ataque contra Petrograd en una tentativa de derrocar el gobierno provisional, las consignas fueron tomadas denuevo por los Bolcheviques con la condición de que su libertad de acción fuese restaurada. El pasaje anterior de Lenin proviene de ese período de la revolución. El hecho de que las consignas a favor del “gobierno de los trabajadores y campesinos” fuesen enarboladas y retiradas en varias ocasiones indica su naturaleza táctica. Lenin hizo esto explícito en el mismo artículo mencionado anteriormente:
Nuestro partido, como cualquier otro partido político, se esfuerza por la dominación política para sí mismo. Nuestro objetivo es la dictadura del proletariado revolucionario.... Podríamos ofrecer un compromiso a estos partidos solamente a manera de una excepción, y solamente por virtud de una situación particular, cual obviamente duraría un tiempo muy corto.
La propuesta de Lenin a favor de un gobierno Menchevique-RR.SS sale de un ensayo titulado “Sobre compromisos”, y nuestra cita describe el compromiso que Lenin propuso. Lo obvio debe ser señalado: La propuesta de Lenin no era parte del programa fundamental Bolchevique sino un compromiso táctico. Fue hecho abiertamente ante las masas y no secretamente, pero fue de todos modos un acuerdo. De igual manera, Lenin subraya que los Bolcheviques conservan su derecho a criticar y hacer propaganda durante el compromiso, como en todas las futuras ofertas genuinas de frente único. Ellos necesitaban esta libertad para probarles a los trabajadores la necesidad un estado obrero, incluso cuando estaban envueltos en un compromiso sobre un “gobierno de los trabajadores”.
El compromiso propuesto por los bolcheviques fue rechazado. Sin embargo, los bolcheviques lograron una mayoría en los soviets y fueron capaces de utilizar este poder como base para la Revolución de Octubre que derrocó el estado burgués. La táctica de frente unido fue exitosa aunque no fuese aceptada, basado en que la negativa de los Mencheviques a expulsar a los ministros burgueses del gobierno provisional fue un elemento importantísimo para socavar su influencia entre las masas.
Los bolcheviques ofrecieron otro compromiso a los centristas posterior a la revolución obrera – una participación en el gobierno del nuevo estado obrero. Esta oferta fue aceptada por algún tiempo por el ala izquierdista del Partido RR.SS, hecho que refleja la adopción de los Bolcheviques del programa de los RR.SS para la división de la tierra entre el campesinado. Este fue en efecto un real gobierno de trabajadores y campesinos, un bloque de un partido de la clase trabajadora (los Bolcheviques) y de un partido campesino (los RR.SS) en el poder. El gobierno era un frente único cuya tarea fundamental consistía en defender al estado obrero contra la restauración burguesa: la cuestión de “¿Cual estado?” permanecía todavía vigente. El bloque con la izquierda de los RR.SS también tenia el propósito de desenmascarar a los indecisos y ganarse hacia los Bolcheviques a los revolucionarios, tarea que en su mayor parte cumplió.
Si los Mencheviques y los RR.SS hubiesen instalado un gobierno de los trabajadores y campesinos expulsando a los ministros capitalistas, este hubiese durado muy poco tiempo; en contraste, el gobierno de los trabajadores y campesinos se instaló como un frente único de los bolcheviques y los RR.SS izquierdistas después de que ya la revolución en principio podía sostenerse en el poder, aunque en realidad su vida fue muy breve. La diferencia consistía en la naturaleza clasista del aparato estatal subyacente: el gobierno Menchevique, un “gobierno de los trabajadores” en un estado burgués hubiese sido intrínsicamente contradictorio y, por supuesto, hubiese traído al frente la pregunta de cual clase debería gobernar. Aunque ambas formas de gobierno de los trabajadores y campesinos tenían aspectos comunes, particularmente el frente único, eran dos cosas fundamentalmente diferentes.
Fue con los precedentes de la Revolución Bolchevique en mente que el Cuarto Congreso de la Internacional Comunista recurrió a la consigna del gobierno de los trabajadores. La declaración del KOMINTERN estaba dirigida a esos países donde el régimen burgués era inestable y los partidos de la clase trabajadora tenían una verdadera fuerza. Fue diseñada para separar a los trabajadores socialdemócratas de sus líderes colaboracionistas de clase al desenmascarar la negativa de los reformistas a romper sus lazos con la burguesía.
... A la coalición, abierta o encubierta, entre la burguesía y los socialdemócratas, los comunistas contra-plantean el frente único de todos los trabajadores y la coalición política y económica de todos los partidos de los trabajadores contra el poder burgués, con el propósito de derrocar este último de una vez por todas. En la lucha común de todos los trabajadores contra la burguesía, el aparato estatal completo deberá caer en manos del gobierno de los trabajadores, y de esta manera, la posición de la clase trabajadora será reforzada.
El programa más elemental de un gobierno de los trabajadores debe consistir en armar al proletariado, desarmar a las organizaciones contrarrevolucionarios burguesas, instalar el control sobre la producción, poner la carga principal de los impuestos sobre los ricos y romper la resistencia de la burguesía contrarrevolucionaria.
Un gobierno de esta clase es posible solamente si surge de la lucha de las masas mismas, si se basa en las organizaciones de los trabajadores adaptadas para el combate y creadas por las capas más amplias de las masas de trabajadores oprimidos. Un gobierno de los trabajadores que resulte de una combinación parlamentaria podría también proporcionar una oportunidad de consolidar el movimiento revolucionario de los trabajadores. Pero es evidente en sí que la aparición de un gobierno de los trabajadores genuino, y la continuación de tal gobierno con una política revolucionaria, deberá conducir a la lucha más feroz y eventualmente a una guerra civil con la burguesía. La mera tentativa del proletariado de formar un gobierno de los trabajadores encontrara desde su comienzo la resistencia más violenta de la burguesía. La consigna del gobierno de los trabajadores es por lo tanto capaz de enfocar y provocar luchas revolucionarias.
El documento, por lo tanto, describe así claramente la naturaleza de un gobierno de los trabajadores bajo un estado burgués como fuerza de desestabilización que necesariamente trae la cuestión de la naturaleza clasista del estado al frente de la luchas y de hecho precipita la guerra civil con la burguesía, bajo condiciones de movilizaciones en masa de la clase trabajadora.
Pero el documento también exhibe ciertos grados de confusión. Enumera cinco tipos posibles de “gobiernos de trabajadores” que los comunistas tienen que anticipar:
- Un gobierno de trabajadores liberal. Ya existe tal gobierno en Australia; tal vez habrá también uno muy pronto en Inglaterra.
- Un gobierno de trabajadores socialdemócrata (Alemania).
- Un gobierno de los trabajadores y campesinos. Tal posibilidad existe en los Balcanes y en Checoslovaquia, etc.
- Un gobierno de los trabajadores en el cual los comunistas participan.
- Un gobierno genuino de trabajadores proletario, que en su forma más pura solamente puede ser encarnado por un verdadero partido comunista.
Los primeros dos tipos son despachados en el documento como falsos gobiernos de trabajadores que “camuflan una coalición entre la burguesía y los dirigentes contrarrevolucionarios de los trabajadores”. Sin embargo, es inconcebible que tales gobiernos liberales o socialdemócratas podrán llevar acabo o aún adoptar “el programa más elemental de un gobierno obrero” (“armando el proletariado”, etc.) que proveyó el documento. El Cuarto Congreso descartó estos dos tipos, señalando únicamente que los comunistas no deben participar en ellos y que estos “pueden contribuir objetivamente a la precipitación del proceso de descomposición del régimen burgués”. Esto es cierto del gobierno Menchevique-RR.SS de 1917 que los bolcheviques habían propuesto tácticamente, pero no fue cierto de los gobiernos liberales y socialdemócratas de los años veinte que el KOMINTERN citó como ejemplos. De hecho, los regímenes de Partido Laborista o Socialdemócratas que alcanzan el poder en situaciones no-revolucionarias no son generalmente más desestabilizadores del poder burgués que cualquier otro tipo de gobierno burgués.
Por ende, hubo ciertamente que hacer más clarificaciones, debido a que la lista anterior encarna un número de confusiones. En primer lugar, un gobierno liberal o socialdemócrata no contrapondría en lo mínimo un frente único de todos los partidos de los trabajadores contra la “coalición, abierta o encubierta, entre la burguesía y los socialdemócratas." Sería de hecho una coalición tan encubierta, dirigida contra la dictadura del proletariado. La consigna del gobierno de los trabajadores no hace por si misma esta distinción obviamente fundamental, e por lo tanto no deberá utilizarse durante una situación donde sea posible un gobierno contrarrevolucionario de partidos de trabajadores.
En segundo lugar, de acuerdo al análisis la distinción entre las cinco formas depende de cuales partidos participan en el gobierno. Ése es un elemento pero no el definitivo. Por ejemplo la quinta forma, la categoría “genuina”, fue diseñada para representar la dictadura del proletariado debido a que está “encarnada por un partido comunista”. En la Rusia del 1922 la dictadura proletaria, de hecho, fue encarnada solamente por el partido comunista. Pero el primer gobierno pos-revolucionario incluyó a elementos no-comunistas. El punto definitorio de la dictadura del proletariado no consiste en cuales partidos componen el gobierno sino cual clase gobierna al estado. La destrucción del aparato estatal burgués por los trabajadores y el establecimiento de su propio aparato estatal crea el estado obrero. Ciertamente, los comunistas serán la fuerza dirigente en el gobierno de tal estado, pero durante un periodo de tiempo inicial su partido podrá compartir el poder. (Ahora sabemos también que fuerzas pequeña burguesas pueden capturar el poder gubernamental en un estado obrero en degeneración, como lo fue la URSS gobernada por los estalinistas durante los años veinte y treinta, de tal modo que un estado obrero puede tener un gobierno que no es ni comunista y ni de trabajadores.)
La tercera y cuarta forma de la lista son las que mejor describen el concepto del KOMINTERN de cómo debe utilizarse la consigna del gobierno de los trabajadores. Pero existe una tercera confusión. El documento afirma al comienzo que “el gobierno de los trabajadores... debería utilizarse en cualquier lugar tanto como consigna de propaganda general” como de “actividad política corriente”. Sin embargo, a través del documento la consigna se dirige a las utilizaciones agitacionales y no deberá confundirse con una consigna de propaganda general sobre la cuestión del poder que solamente podrá ser la dictadura del proletariado. El documento hace hincapié sobre este punto precisamente al final:
Los comunistas están listos para hacer causa común con esos trabajadores, socialdemócratas, cristianos, sin partido, sindicalistas, etc., que todavía no han reconocido la necesidad de la dictadura del proletariado. Los comunistas también están preparados, bajo ciertas circunstancias y con ciertas garantías, a apoyar un gobierno de trabajadores no-comunista. Pero los comunistas deberán a toda costa explicar a la clase trabajadora que su liberación solamente podrá ser asegurada mediante la dictadura del proletariado.
Ya que las formas de gobierno de trabajadores pre-dictadura no consisten en etapas inevitables hacia la dictadura del proletariado, la utilización de la consigna del “gobierno de los trabajadores” como una consigna de propaganda general conducirá hacia una inmensa confusión. Transformaría la consigna a una convocatoria de gobierno de los trabajadores en una estrategia permanente de frente unido con los reformistas (quiénes, como los Mencheviques durante los “días de julio”, son capaces de desempeñar papeles abiertamente contrarrevolucionarios), e no el acercamiento táctico empleado con propósitos específicos bajo las condiciones ya descritas (“si surge de la lucha de las masas mismas”, etc.). Trotsky explicó el principio detrás de la táctica del frente único en una conexión diferente:
La táctica del frente único todavía conserva todo su fuerza como el método más importante en la lucha para ganar las masas. Un principio básico de esta táctica: ‘Con las masas – siempre; con los líderes vacilandos – a veces, pero solamente cuando se encuentren al frente de las masas’. Es necesario hacer uso de líderes vacilandos mientras las masas los empujen hacia adelante y ni por un solo momento abandonar la crítica de estos dirigentes. Y es necesario romper con ellos en el momento justo cuando giren de la vacilación a la acción hostil y a la traición. Es necesario utilizar la ocasión de la ruptura para desenmascarar a los dirigentes traidores e contrastar sus posiciones con la de las masas. Es en esto que precisamente consiste la esencia revolucionaria de la política del frente único. (Leon Trotsky on Britain, p. 255)
Ya hemos señalado que la resolución del Cuarto Congreso le otorga demasiado peso específico a la cuestión de cuales partidos participan en el gobierno de los trabajadores como la diferencia entre las varias formas. Las formas de gobierno de los trabajadores pre-dictadura están diseñadas para echar hacia el frente la cuestión de eliminar el estado burgués. Obviamente, sí los comunistas participan en tal gobierno, se realizará un programa revolucionario más resuelto. Pero el KOMINTERN de 1922 tomó un paso más allá del que tomaron los Bolcheviques en 1917; Lenin había afirmado en aquel entonces que era “imposible para los internacionalistas” participar en un gobierno de trabajadores dentro de un estado aun burgués.
¿Por cual razón se determino de principio la no-participación de los bolcheviques en el 1917 y posible en el 1922? En 1917, los bolcheviques todavía constituían una minoría en los soviets. Si se hubiesen unido al régimen Menchevique-RR.SS en un rol secundario, obligatoriamente hubiesen tenido que asumir la responsabilidad de las traiciones de la mayoría. Por el contrario, en los países en los cuales la cuestión fue planteada en el 1922, los partidos comunistas eran lo suficientemente fuertes en los parlamentos de modo que ningún gobierno puramente de la clase trabajadora hubiese sido posible sin ellos. El partido busca ganar las nuevas capas de la clase trabajadora cuya conciencia esté cambiando debido a la lucha. En la Rusia del 1917, la oferta de apoyo de los bolcheviques fue lo suficiente para condenar a los Mencheviques por no romper con la burguesía. Pero si a principios de los años veinte se hubiese desarrollado el momento para un gobierno de trabajadores y los comunistas lo hubiesen rechazado, estos y no los socialdemócratas hubiesen sido vistos como la obstrucción al poder de la clase trabajadora.
¿Hubiese sido realmente posible tal gobierno? Trotsky describió una coyuntura particular donde hubiese sido posible en el artículo “El gobierno de trabajadores en Francia” escrito al poco tiempo de la discusión del KOMINTERN. (En este artículo, los “disidentes” son los socialdemócratas.)
¿Se puede realizar en Francia un gobierno de trabajadores que sea de otra forma que el de la dictadura comunista?, y, si se puede, ¿de qué forma?
En ciertas coyunturas políticas es perfectamente realizable, e incluso constituye una etapa inevitable en el desarrollo de la revolución.
De hecho, sí imaginamos que un poderoso movimiento de trabajadores, se presentase en el país a partir de una violenta crisis política, conduciendo a unas elecciones que le otorgan una mayoría a los disidentes y a los comunistas, incluyendo a grupos intermedios y simpatizantes, y que la actitud de las masas de trabajadores no le permiten a los disidentes formar un bloque con la burguesía contra nosotros, entonces será posible bajo estas condiciones formar un gobierno de trabajadores de coalición que constituirá una transición necesaria hacia la dictadura proletaria revolucionaria.
Es muy posible, y aún probable, que tal movimiento, al desarrollarse bajo la consigna del gobierno de trabajadores, no tenga suficiente tiempo para expresarse como una mayoría parlamentaria, por no haber tiempo para nuevas elecciones o debido a que el gobierno burgués intentará alejar el peligro recurriendo a los métodos de Mussolini. Durante la resistencia al ataque fascista, el partido reformista de la clase trabajadora puede ser inducido por el partido comunista hacia la vía de la formación mediante medios extraparlamentarios de un gobierno de trabajadores. Con esta hipótesis, la situación revolucionaria sería aún más uniformemente clara que la primera. (Le mouvement communiste en France, pp. 215 y 216)
Podemos clarificar las posibles formas de gobiernos de trabajadores como existieron para los comienzos del KOMINTERN enumerándolos, de la izquierda a la derecha, como se mantuvieron en lo referente a la cuestión del poder del estado. Incluimos cualquier forma de gobierno compuesto exclusivamente de partidos basados en el proletariado (y en algunos casos en el campesinado, también).
La consigna del gobierno obrero debe utilizarse solamente como un desafío a los partidos no-revolucionarios de masas para formar los gobiernos obreros de los tipos “desestabilizadores” o “transicionales”. Para llamar para un gobierno obrero cuando el resultado sería el tipo “estable” que dirija confortablemente para la burguesía y sirva como freno sobre los trabajadores sería un descarado engaño de las masas. También se elimina en situaciones inestables cuando los partidos capitulacionistas están atacando abiertamente la clase obrera. Y para llamar por un gobierno obrero cuando la cuestión del estado obrero está en la orden del día – es decir, en una situación revolucionaria donde no hay necesidad de desafiar o exponer los partidos de masas de la clase obrera bajo el liderazgo pequeño-burgués – suprimiría simplemente la movilización para la revolución socialista.
La consigna del gobierno obrero tiene un carácter algebraico que Trotsky explicó en el artículo apenas mencionado:
El gobierno obrero es una fórmula algebraica, es decir, una fórmula que cuyos términos no corresponden a los valores numéricos fijos. Por lo tanto sus ventajas y también sus desventajas.
Sus ventajas consisten en que alcanza a los trabajadores que todavía no han alcanzado la idea de la dictadura del proletariado o de la comprensión de la necesidad de un partido principal.
Sus desventajas, derivando de su carácter algebraico, consisten en que un significado puramente parlamentario puede darsele....
Su naturaleza algebraica no significa que los revolucionarios luchan junto a trabajadores atrasados por un “gobierno obrero” sin indicar los diversos sentidos posibles, si se asume lo que las masas piensen el resultado será inevitablemente la dictadura proletaria. Sin el conocimiento de las masas de qué significa el gobierno obrero bajo el estado burgués indica que la lucha por el estado obrero inevitablemente estará perdido. En cualquier lucha por un gobierno obrero en la forma “transicional” o “desestabilización”, los revolucionarios deben explicar constantemente que la formación acertada de tal gobierno causará condiciones de guerra civil por el poder del estado; los trabajadores atrasados que desean un gobierno obrero bajo el parlamento pueden no creer esto hasta que se prueba en la práctica, pero si son prevenidos y pueden hacer las preparaciones necesarias los trabajadores podrán continuar la lucha por la revolución socialista. Esto señala otra vez a la necesidad absoluta de la libertad de la crítica. Los compromisos políticos como el gobierno obrero son peligrosos; requieren la atención constante advirtiendo a los trabajadores y a ganándolos de los reformistas.
Como cuestión de historia, la táctica del gobierno obrero fue renunciada por los partidos comunistas después de 1923, en el sentido de una campaña agitacional sistemática en la manera propagada por el Cuarto Congreso. Ésta era una consecuencia de la degeneración de la revolución rusa y con ella, la Internacional Comunista. Las campañas del frente unido delineadas por el Tercer Congreso y el Cuarto fueron abandonadas, para ser substituidas por zigzagues a la izquierda y a la derecha entre las campañas sectarias que comparaban a los socialdemócratas con los fascistas y los esfuerzos de frentes populares que promovieron alianzas con secciones grandes de la burguesía, supuestamente contra el fascismo. Bajo estas circunstancias cambiadas los comunistas revolucionarios, organizados como la Oposición de Izquierda al KOMINTERN hasta 1933 y luego como los Cuarta-Internacionalistas, tuvieron que utilizar los lemas transicionales bajo circunstancias absolutamente diversas.
Bajo el liderazgo de Stalin y de Bujarin a mitad de los años 20, el KOMINTERN hizo un cambio a la derecha que dio al lema del gobierno obrero y campesino un impacto totalmente diferente. El primer ejemplo fue la revolución china de los años 20, donde la consigna “dictadura democrática del proletariado y campesinado” fue utilizado. Este viejo lema bolchevique había significado una vez que las tareas principales que encaraban la revolución rusa eran primeramente democrático burguesas – la abolición del zarismo, formando una república, distribuyendo la tierra entre los campesinos, etc. – y que solamente el proletariado y el campesinado los llevarían acabo. Cuando el zar fue derrocado en febrero de 1917, Lenin declaró que la consigna ahora había sido desviado por la historia: los gobiernos provisionales de la coalición de los burgueses que se apoyaron en los soviets de los trabajadores y de los campesinos estaban tan cerca de la “dictadura democrática” como cualquier régimen podría jamás estar. La tarea estratégica ahora era alcanzar la dictadura del proletariado, rompiendo el estado burgués y substituyéndolo por el estado obrero con la ayuda del campesinado. Las tareas democrático-burguesas serían logradas por la revolución proletaria.
En China, bajo el modo de la consigna sobrevivido de Lenin, el KOMINTERN realmente invertía a la posición menchevique de 1917. Él demandó que las condiciones no eran maduras para una revolución proletaria. El programa 1928 del KOMINTERN se lee:
La transición a la dictadura proletaria es posible solamente después de una serie de fases preliminares, solamente como resultado de un período entero de convertirse de la revolución democrático-burguesa a la revolución socialista. (Trotsky, The Third International After Lenin, pp. 195 y 196)
La perspectiva del KOMINTERN era para una etapa burguesa bajo el liderazgo del Kuomintang, el partido burgués nacionalista que según Stalin incorporó los intereses de los trabajadores y de los campesinos así como la “antiimperialista” burguesía. El KOMINTERN defendió un estado capitalista que se desarrollaría eventualmente en un estado obrero sin una revolución proletaria. Este “gobierno obrero y campesino” no tenía nada en común con la idea promovida por el Cuarto Congreso. Aunque la táctica original estaba abierta al peligro de deformaciones reformistas, la nueva fórmula significó que el KOMINTERN por sí mismo creaba ilusiones pacifistas y de tal modo preparaba al proletariado chino para derrotas severas. Y eso era exactamente lo qué sucedió, cuando el burgués “antiimperialista” Chiang Kai-Shek se aprovechó de la línea capitulacionista de Stalin para masacrar los trabajadores chinos no preparados.
La respuesta más aguda a la estrategia del KOMINTERN fue dada por Trotsky en su folleto de 1931 La revolución española y sus peligros; el KOMINTERN había comenzado a aplicar la misma fórmula desastrosa del “convertirse” en España después de que hubo caído la monarquía y había sido substituida por una república burguesa.
...esa gente sueña en un proceso de tránsito evolutivo de la revolución burguesa a la socialista, por una serie de etapas orgánicas que se presentan bajo distintos seudónimos: Kuomintang, "dictadura democrática", "revolución obrera y campesina", "revolución popular", y en este proceso el momento decisivo en que una clase arrebata el poder a otra, se disuelve imperceptiblemente....
No es el poder burgués el que se transforma en obrero-campesino y luego en proletario, no; el poder de una clase no se "transforma" en poder de otra, sino que se arrebata con las armas en la mano. Pero después que la clase obrera ha conquistado el poder, los fines democráticos del régimen proletario se transforman inevitablemente en socialistas. El tránsito orgánico y por evolución de la democracia al socialismo es concebible sólo bajo la dictadura del proletariado. He aquí la idea central de Lenin.
A la vez que el KOMINTERN estalinizado desarrollaba su versión evolutiva del gobierno obrero y campesino también rechazaba abordar las preguntas políticas que enfrentaban directamente los trabajadores españoles. No hizo caso de las elecciones de 1931 del Cortes (el parlamento) en el cual los partidos radical burgués y de la clase obrera dominaron el voto y el Partido Socialista recibió el único bloque más grande de delegados. Trotsky abogó un renacimiento de la táctica del gobierno obrero y campesino en la misma manera como los bolcheviques de 1917. Él llamó al PC para exigir que el Partido Socialista tomara por sí mismo el poder gubernamental y rompiera su coalición con el gabinete burgués de Alcalá Zamora y su ministro del interior, Maura. Él propuso la consigna “Abajo con Zamora y Maura”, el equivalente español de los bolcheviques “Abajo con los ministros capitalistas”. Las situaciones eran diferentes en la cual los soviets, los órganos del poder dual, fueron establecidos ya en Rusia en 1917 mientras que no había tales cuerpos en España en 1931. Trotsky sin embargo aconsejó aprovecharse del mayor voto dado a los socialistas:
Consideremos por un momento la manera en la cual los trabajadores españoles en masas deberían ver la situación actual. Sus líderes, los socialistas, tienen el poder. Esto aumenta las demandas y la tenacidad de los trabajadores. Cada huelguista no tendrá solamente ningún miedo del gobierno sino también contará con ayuda de él. Los comunistas deben dirigir los pensamientos de los trabajadores exactamente en esta manera: ‘Exigir todo del gobierno puesto que sus líderes están en él’. En contestación a las delegaciones de los trabajadores, los socialistas dirán que no tienen una mayoría todavía. La respuesta está clara: con sufragio verdaderamente democrático y un final a la coalición con la burguesía, una mayoría está garantizada....
Todas las consideraciones arriba seguirían siendo una letra muerta si nos limitáramos solamente a los lemas democráticos en el sentido parlamentario. No puede haber cuestión en esto. Los comunistas participan en todas las huelgas, en todas las protestas y demostraciones, atrayendo estratos más y más numerosos de la población. Los comunistas están con las masas y al frente de las masas en cada batalla. En base de estas batallas los comunistas proponen la consigna de soviets y en la primera oportunidad construyen los soviets como las organizaciones del frente único. En la actual etapa los soviets no pueden ser ninguna otra cosa. Pero si emergen como las organizaciones del combate de frente único proletario, entonces bajo el liderazgo del KOMINTERN se convertirán inevitablemente, en cierta etapa, como órganos de insurrección y entonces como órganos del poder. ("Los resultados electorales y la táctica que ellos indican", del 1 de julio 1931.)
Trotsky no tenía ninguna ilusión que los socialistas españoles formarían realmente un gobierno para crear la dictadura proletaria. Él planteaba un acercamiento táctico a los trabajadores que crearía una situación de desestabilización para el dominio burgués, si o no la propuesta para un gobierno obrero del tipo socialdemócrata fue siempre puesta en operación.
Trotsky también propuso una versión de la consigna del gobierno obrero durante los primeros años 30 en Alemania. La campaña de la Oposición de Izquierda para un frente único de la clase obrera para poner un alto al nazismo está bien conocido. Incluyó un programa detallado de acción de masas: defensa de huelgas, de sindicatos y de organizaciones de los partidos, ataques contra los cuarteles fascistas, etc. Es menos bien sabido que Trotsky también utilizó la táctica del gobierno obrero para defender el frente único de los partidos de la clase obrera, de los socialdemócratas y de los comunistas, en esta lucha:
El partido comunista debe decir a la clase obrera: Schleicher no debe ser derrocado por ningún juego parlamentario. Si la socialdemocracia desea derrocar el gobierno bonapartista con otros medios, el partido comunista esta listo para ayudar a la socialdemocracia con toda su fuerza. Al mismo tiempo, los comunistas se obligan por adelantado para no utilizar ningunos métodos violentos contra un gobierno socialdemócrata en cuanto el último se basa en sí mismo sobre la mayoría de la clase obrera y en cuanto garantiza al partido comunista la libertad de la agitación y de la organización. De tal manera poniendo la pregunta será comprensible a todos los trabajadores socialdemócratas y los trabajadores que no son miembros de un partido. (“El único camino”, de The Struggle Against Fascism in Germany, p. 322)
El Partido Comunista Alemán, sin embargo, no pudo no solamente luchar por el frente único de la clase obrera contra el fascismo, pero no opuso ninguna resistencia política cuando los nazis marcharon al poder en 1933. Por otra parte, el derrumbamiento del PC en Alemania no inspiró ninguna reconsideración de tácticas de parte del KOMINTERN en su totalidad. Por estas razones, Trotsky y la Oposición de Izquierda estimaban que el Tercer Internacional no era más una fuerza potencialmente revolucionaria en el movimiento de los trabajadores y que los nuevos partidos y una nueva Internacional tuvieron que ser construidos. Este cambio importante en la estrategia mundial de los trotskistas para la revolución también engendró cambios de táctica.
La derrota masiva sufrida por la clase obrera en Alemania llevó Francia a la vanguardia como la situación polótica europea dominante a mediados de los aóos 30. Los acontecimientos alemanes causaron respuestas en Francia de la derecha y de la izquierda. El 6 de febrero de 1934, la ala derecha monárquica y pro-fascista montó una gran demostración armada en París que forzó el gobierno a dimitir, y el bonapartista Gaston Doumergue se convirtió en primero ministro. El 12 de febrero, la clase obrera respondió con una huelga general y demostraciones masivas contra el peligro del fascismo y de la guerra, en efecto causando una situación prerrevolucionaria a través del frente único espontáneo de trabajadores socialistas y comunistas. Esto era una gran brecha pero insuficiente: un frente único organizado tuvo que ser formado a través de los comités de los trabajadores desde la base y a través de un acuerdo entre los partidos de la clase obrera y las federaciones sindicales.
Para los trotskistas el problema táctico era particularmente agudo. Su tendencia era la única tendencia organizada que estaba a favor de un frente único de las organizaciones de la clase obrera, aunque ellos constituían un puñado minúsculo y no sostenían más la perspectiva de dirigirse al partido comunista como suyo. El frente unido no tenía ningún sentido al menos que fuera formado por los dos partidos principales de la clase obrera, con todo ni uno ni otro de ellos todavía respondían a la presión de las masas en esa dirección. El artículo de Trotsky, Francia es ahora la clave de la situación, escrito en marzo, resumía el programa de la Liga Comunista Internacional en una lista de lemas dirigidos principalmente hacia las tareas del frente único de los trabajadores:
- ¡Fuera las manos de las organizaciones y la prensa proletarias!
- ¡Por los derechos democráticos y las conquistas sociales del proletariado!
- ¡Por el derecho más elemental, el trozo de pan!
- ¡Contra la reacción! ¡Contra el gobierno de la policía bonapartista! ¡Contra el fascismo!
- ¡Por las milicias proletarias!
- ¡Por el armamento de los trabajadores!
- ¡Por el desarme de la reacción!
- ¡Contra la guerra! ¡Por la fraternización de los pueblos!
- ¡Por el derrocamiento del capitalismo!
- ¡Por la dictadura del proletariado!
- ¡Por la sociedad socialista!
Es obvio de la antedicha lista de las demandas que la consigna del gobierno obrero es omitido deliberadamente. Las razones de la omisión no se explican, pero pueden ser conjeturadas de nuestra comprensión general de la táctica. Los lemas para la revolución, el estado obrero y el socialismo son incluidos, no como demandas inmediatas pero sin embargo presentes como las metas a largo plazo de la lucha. Desde el inicio de la táctica formal del frente único en el Tercer Congreso del KOMINTERN, había sido entendido que plantear la consigna de la dictadura proletaria no era bastante cuando las masas no estaban listas para ello y su atención fue atraída a luchas defensivas más inmediatas. La consigna del gobierno obrero fue ideado apenas para tales situaciones, ¿pero cómo iba a ser aplicada en Francia en ese momento? ¿Hacia qué partido? Los socialistas todavía actuaban como el brazo de la burguesía entre la clase obrera; los comunistas mantenían su aislamiento de las luchas vivas de las masas siguiendo la política burocrática del rechazo para unirse a los frentes únicos excepto a través de ultimatums desde arriba. El PC no tomaba el liderazgo de esos órganos del frente único desde la base y estaba expulsando a miembros del partido que lo hicieran; así la táctica del gobierno obrero no se podía ser formulada con el PC. Ni trabajaría con los socialistas; la parálisis parlamentaria que el PS había contribuido había producido un régimen semi-bonapartista, haciendo inútil la idea de una mayoría electoral de la clase obrera. No había disponible una forma útil de la consigna del gobierno obrero.
En junio Trotsky ayudó a redactar Un programa de acción para Francia de la Liga Comunista Internacional, un documento que en muchos respectos sirve como modelo para el Programa de Transición de 1938 y elabora muchas de las mismas demandas transicionales. Todavía en ninguna parte utiliza la consigna del gobierno obrero sino que por el contrario confía en el estado obrero para plantear la cuestión del poder. Así resumiendo las demandas para la nacionalización de la industria “por parte de los trabajadores” y por la monopolización del comercio exterior, el Programa de Acción dice, “sólo el estado, regido por los trabajadores, controlaría realmente todo el comercio exterior en bien de la colectividad”. Bajo el título de la alianza entre obreros y campesinos explica que “el estado proletario debe apoyarse en los campesinos explotados tanto como en los obreros de la ciudad y el campo”. Y en la sección titulada “¡Abajo el 'Estado autoritario' burgués! Por el poder obrero y campesino” el Programa de Acción dice:
La tarea consiste en reemplazar al estado capitalista, que funciona para beneficio de los grandes explotadores, por el estado proletario de los obreros y los campesinos. La tarea consiste en establecer, en este país, la dominación de los trabajadores. Declaramos ante todo que no se trata de una “modificación” secundaria, sino que el dominio por parte de esa pequeña minoría que es la clase burguesa debe ser reemplazado por la dirección y el poder de la inmensa mayoría representada por los trabajadores.
Los lemas de los trotskistas cambiaron cuando la situación tomó una nueva perspectiva. A finales de mayo, la convención del Partido Socialista votó contra otros bloques gubernamentales con los Radicales burgueses e invitó a izquierdistas previamente expulsados a volver a enlistarse. En julio, los líderes comunistas y socialistas llevaron a cabo negociaciones sobre la posibilidad de un frente único, y un pacto contra el fascismo fue firmado el 27 de julio. El grupo trotskista francés se aprovechó del cambio del PS a la izquierda y se enlistó como una tendencia bolchevique-leninista distinta para ganar la surguiente ala izquierdista a la política revolucionaria. Sus lemas programáticos cambiaron también. Para el momento en que Trotsky publicó su artículo ¿Adónde va Francia? en octubre, los comunistas se iban más a la derecha. El líder Marcel Cachin del PC había hecho ya propuestas al Partido Radical para abandonar la alianza de los trabajadores y “ampliarla” a una alianza incluyendo las secciones de la burguesía, el frente popular. Trotsky quería contraponerlo con el frente único de los trabajadores y por lo tanto presentaba la lucha para el poder en los términos de la táctica del gobierno obrero vía los líderes de los dos partidos de la clase obrera: “La puntería del frente único puede solamente ser un gobierno del frente único, es decir, un gobierno socialista-comunista, un ministerio de Blum y Cachin” (León Trotsky en Francia). Todavía él por lo tanto no descuidó plantear la meta de la dictadura del proletariado como la alternativa a Doumergue:
La lucha por el poder quiere decir la utilización de todas las posibilidades proporcionadas por el régimen semi-parlamentario y bonapartista por un avance revolucionario, para sustituir el estado burgués por un estado obrero.
Y la consigna fue vinculado específicamente al Programa de Acción anterior de demandas transicionales:
La lucha por el poder debe comenzar con la idea fundamental que si la oposición a la provocación adicional de la situación de las masas bajo el capitalismo sigue siendo posible, no hay mejora verdadera de su situación concebible sin una invasión revolucionaria de la derecha de la propiedad capitalista. La campaña política del frente único debe basarse sobre un programa de transición bien elaborado, es decir, en un sistema de medidas que, con el gobierno obrero y campesino, puedan asegurar la transición del capitalismo al socialismo.
Los trotskistas hicieron un cambio de táctica dentro de pocos meses, pero durante un período en el cual la agitación de las masas había forzado los partidos de la clase obrera con grandes giros y evasivas vueltas por sus líderes. La consigna del gobierno obrero y campesino fue presentado cuando los trabajadores habían forzado a sus líderes hacia la acción conjunta, una vuelta que los liderazgos pro burgueses intentaron naturalmente transformar en una coalición renovada con el ala supuestamente anti-fascista de la burguesía. Las tácticas creadas en este período merecen un examen cuidadoso por los trotskistas hoy, cuando la consigna del gobierno obrero y campesino se ha convertido en un substituto para la propaganda para el estado obrero y ha sido solidificado en una línea permanente estratégica.
Para el momento en que el Programa de Transición fue producido, las oportunidades revolucionarias de principios y mediados de los años 30s habían pasado. Hitler estaba en el poder, la República Española defendida por los trabajadores perdía la guerra civil y el frente popular francés había desviado la explosión de masas que culminó en la huelga general de 1936 hacia medios electorales más seguros. Las fuerzas de la Cuarta Internacional eran lamentablemente pequeñas y aisladas de partidos socialistas y comunistas. Además, la Segunda Guerra Mundial era inminente e infligiría inevitablemente mayor miseria. La tarea de demostrar a los trabajadores la manera de adelantar fue hecha inmensa por el equilibrio sumamente desfavorable de fuerzas entre los revolucionarios por un lado y los reformistas y estalinistas por el otro, que eran responsables de un extenso ambiente desmoralizador causado por las continuas derrotas.
Ganar a los trabajadores de sus liderazgos requirió desafiar los partidos dominantes para realizar sus propios programas, promesas con las cuales habían engañado la masa de trabajadores a seguirlos. Las masas todavía consideraron estas organizaciones como serviciales para propósitos defensivos, incluso cuando entendían que eran apenas revolucionarias. (Los trotskistas, se debe notar, no consideraron más los estalinistas ser centristas a este punto: el Programa de Transición refiere a “el paso definitivo del KOMINTERN al lado de la orden burguesa, su papel cínicamente contrarrevolucionario a través del mundo" – PTRS, p. 113.) Puesto que la burguesía había probado repetidamente que estaba lista para movilizar su fuerza total contra los trabajadores, sólo el programa revolucionario constituyó una defensa verdadera de la clase obrera. Debido a sus lazos al capitalismo, los partidos socialistas y comunistas eran incapaces de conducir esta defensa; fue este hecho que tuvo que ser probado a los trabajadores en la práctica.
Trotsky definió el Programa de Transición como táctico no un programa estratégico:
La tarea estratégica de la Cuarta Internacional no es reformar el capitalismo sino su derrocamiento. Su objetivo político es la conquista del poder por el proletariado con el fin de expropiar la burguesía. Sin embargo, el logro de esta tarea estratégica es impensable sin la atención considerada a todas, aún las pequeñas y parciales, cuestiones de táctica.... Se distingue la actual época no porque libera el partido revolucionario del trabajo cotidiano pero porque permite que este trabajo sea continuado indisolublemente con las tareas reales de la revolución....
En cuanto las viejas demandas parciales, ‘mínimas’ de las masas chocan con las tendencias destructivas y degradantes del capitalismo decadente – y esto ocurre a cada paso – la Cuarta Internacional plantea un sistema de demandas transicionales, la esencia de la cual es contenido en el hecho que serán dirigidas aún más abiertamente y decisivamente contra las mismas fundaciones del régimen burgués. (PTRS, pp. 114 y 115, énfasis agregado)
Las demandas transicionales son esas qué permiten al trabajo diario ser ligado muy de cerca a las tareas revolucionarias. A diferencia de las demandas democráticas y parciales (algunas de las cuales también se incluyen en la redacción del programa de Trotsky) las demandas transicionales desafían la estructura de las relaciones capitalistas, el derecho de la burguesía de explotar a los trabajadores y de gobernar el estado. Aunque es ciertamente verdad que la sociedad burguesa en períodos particulares no es capaz de conceder demandas parciales, eso no la hace una demanda transicional. Las demandas transicionales son “dirigidas ... contra las mismas fundaciones del régimen burgués” porque reflejan el programa del estado obrero.
El estado obrero es la fase transicional entre el capitalismo y el socialismo en la cual el proletariado tiene poder del estado para eliminar en un cierto plazo todas las relaciones sociales burguesas. El programa bajo el cual se realiza esto se puede correctamente llamar el programa socialista. El Programa de Transición refleja el programa socialista pero lo hace a través del espejo empañado del capitalismo. La manera que una demanda transicional parece a los trabajadores reformistas que viven bajo condiciones del capitalismo es absolutamente diferente de su modelo socialista. Por ejemplo, “la escala cambiante de las horas de trabajo” puede tomar la forma de “30 por 40” (el trabajo de treinta horas por el pago de cuarenta horas) y se puede limitar a una fábrica o a una industria; incluso una victoria de esta clase es de una diversa orden del programa socialista que tiene como objetivo el dividir el trabajo necesario entre los trabajadores disponibles y así el ampliar el tiempo libre de todos los trabajadores con el fin de dirigir la sociedad.
Así el Programa de Transición es algebraico. Las demandas hacen el programa del estado obrero visible a través del espejo capitalista y por lo tanto verdadero a los trabajadores que no aceptan el estado obrero. Tales trabajadores, todavía siguiendo líderes reformistas, darán a las demandas un significado sectorial. La lucha por sí misma demostrará la insuficiencia de las limitadas demandas sectoriales y probará que lo que los revolucionarios dicen es correcto. Utilizado en esta manera, las demandas tienden un puente sobre la brecha entre la actual conciencia de los trabajadores y la objetiva necesidad de la unidad de la clase para alcanzar el socialismo, y de tal modo llegar a ser transicionales.
Los lemas del Programa de Transición son dirigidos a los partidos de las masas y los sindicatos de la clase obrera. Estas organizaciones bajo el liderazgo reformista no son capaces de contar con adoptar las demandas revolucionarias para derrocar el capitalismo. Pero pueden ser pedidas para realizar sus propias promesas y programas profesados y luchar por ellos hasta los límites del capitalismo, puesto que el reformismo enseña que las reformas de gran envergadura se pueden todavía ganar bajo este sistema. Esto es lo que Trotsky quiso decir cuando, en las discusiones con los camaradas sobre la redacción del Programa de Transición, él dijo:
Sí, hacemos propaganda de este programa en los sindicatos, lo proponemos como el programa básico para el partido laborista. Para nosotros, es un Programa de Transición; pero para ellos es el programa. (PTRS, p. 87)
Los revolucionarios pueden acercarse a otros trabajadores para una lucha del frente único a través de las organizaciones de masas para las demandas transicionales, explicando que las lecciones de la lucha probarán si las demandas se pueden alcanzar dentro de la actual sociedad. También probarán en la práctica las limitaciones de los liderazgos reformistas. La demanda de más grande envergadura de esta clase es el gobierno obrero, el último programa posible de un partido reformista de la clase obrera. Después de todo, el propósito de un partido político es asumir el control del gobierno, y la meta natural para un partido de la clase obrera es un gobierno obrero. Como Trotsky lo puso:
A todos los partidos y organizaciones que se basan en los trabajadores y los campesinos y hablan en su nombre, exigimos separarse políticamente de la burguesía y entrar al camino de la lucha para el gobierno obrero y campesino. En este camino les prometemos el apoyo total contra la reacción capitalista. Al mismo tiempo, infatigablemente desarrollamos agitación sobre esas demandas transicionales que deben, en nuestra opinión, formar el programa del gobierno obrero y campesino. (PTRS, pp. 134 y 135)
La consigna del “gobierno obrero y campesino” es transicional con una significativa distinción. Refleja no solo un aspecto del estado obrero pero del poder en sí mismo del estado. Si tal gobierno ocurriera significaría un desafío tan severo a la burguesía – expulsando esta clase del gobierno de su propio estado – que puede ocurrir solamente bajo condiciones revolucionarias y entonces puede solamente tener una existencia efímera. O conduce a la revolución proletaria o se derrota y la orden burguesa se restaura sangrientamente. Un gobierno obrero puede solamente ser directamente transicional al estado obrero, y el proletariado tiene que estar bien preparado para esta transición.
El análisis de Trotsky en el Programa de Transición acentuó el carácter inmediatamente transicional de la consigna. Él citó el ejemplo bolchevique, indicando que “en el caso final representó nada más que la dictadura ya establecida del proletariado” (PTRS, p. 133). Él atacó la construcción menchevique y estalinista de la “dictadura democrática”, que utilizó la alianza de los trabajadores con el campesinado como los medios de la colaboración con la burguesía. Él puso en contraste esto con el desafío bolchevique con los Mencheviques y los RR.SS, el método que él abogó para la Cuarta Internacional. “La consigna del ‘gobierno obrero y campesino’ es así aceptable a nosotros solamente en el sentido que tenía en 1917 con los bolcheviques, es decir, como uno antiburgués y anticapitalista...”.
Trotsky no comparó su uso de la consigna con el Cuarto Congreso del KOMINTERN, indudablemente porque las situaciones y las tácticas necesarias eran absolutamente diferentes. Los revolucionarios en 1938 no tenían ningún peso de masas o influencia política para utilizar contra los reformistas sino solamente la atracción de sus políticas. Las tácticas del frente único por lo tanto no podían utilizarse directamente, porque el frente único significa la alianza de la clase obrera entera o por lo menos de sus secciones más grandes. El Programa de Transición no utiliza la consigna del frente único, tan prominente en las escrituras de Trotsky cuando él se estaba dirigiendo al KOMINTERN entero en los años 20s y principios de los años 30s. La forma indirecta del frente único que la Cuarta Internacional empleó era la táctica de la ayuda crítica, según lo indicado en el párrafo anterior.
Así no había pregunta en 1938 de si los revolucionarios podían participar en gobiernos obreros; su tamaño pequeño eliminó la posibilidad. La consigna del “gobierno obrero y campesino” ahora era solamente un desafío dirigido a los partidos capitulacionistas de masas de la clase obrera. Los socialdemócratas y estalinistas ahora tenían una historia extensa y explícita de traiciones, y Trotsky por lo tanto estimaba que fue “decir al lo menos, altamente improbable” que romperían su alianza con la burguesía. Él agregó:
Sin embargo, uno no puede categóricamente negar por adelantado la posibilidad teórica que, bajo la influencia de las circunstancias totalmente excepcionales (guerra, derrota, desplome financiero, presión revolucionaria de las masas, etc.), los partidos pequeño burgueses, incluyendo los estalinistas, pueden ir más lejos de lo que ellos mismos desean para un rompimiento con la burguesía. En ningún caso, una cosa no debe ser dudada: incluso si esta variante altamente improbable se convierte en una realidad en alguna parte, en una cierta hora, y el gobierno obrero y campesino en el sentido antedicho es establecido de hecho, representaría simplemente un episodio corto en el camino a la dictadura real del proletariado.
Este pasaje ha sido citado a menudo por los seudo trotskistas como justificación para la noción que los estalinistas podrían conducir el camino a las revoluciones socialistas y a los estados obreros. Tal interpretación es evidentemente falsa, puesto que “el episodio corto” que menciona Trotsky entre el gobierno obrero y campesino y el estado obrero es de hecho la revolución proletaria contra los partidos pequeño burgueses es lo mismo que el desafío de los bolcheviques para los mencheviques.
El análisis de Trotsky en este paso sin embargo demostró ser en parte incorrecto. Trotsky consideraba los estalinistas ser esencialmente reformistas y por lo tanto contaba con que rompieran su conocida coalición con la burguesía bajo la presión revolucionaria de las masas. De hecho los partidos comunistas se habían convertido en los partidos del capitalismo de estado y por lo tanto podrían permitirse romper con la vieja burguesía solamente después que el levantamiento de los trabajadores había sido suprimido. Los estalinistas instalaron sus propios gobiernos en varios países después de la Segunda Guerra Mundial, pero las sombras de la vieja burguesía fueron mantenidas en el gobierno por un período para resaltar que los estados no pertenecían a los trabajadores. Los regímenes fijados no eran ni siquiera gobiernos de los trabajadores revolucionarios según lo descrito por el Cuarto Congreso del KOMINTERN ni gobiernos mencheviques basados en los soviets según lo propuesto por los bolcheviques; eran regímenes del capitalista de estado.
¿Qué conclusiones se pueden trazar sobre el uso de Trotsky de la consigna del gobierno obrero? El error de Trotsky era identificar la posible rotura de los estalinistas con la burguesía como un gobierno obrero, no en ligar un gobierno obrero verdadero tan de cerca al estado obrero. Todas las demandas transicionales tienen como objetivo la conclusión que los trabajadores deben establecer su propia poder, pero la consigna del gobierno obrero señala a esa conclusión directamente. Cuando Trotsky escribió que el gobierno obrero y campesino “en el caso final” no significó nada sino la dictadura establecida ya (PTRS, p. 133) él quiso decir dos cosas: una, que el término se había convertido en una designación popular para el estado obrero después de la revolución de 1917, que indicó claramente la alianza de los trabajadores con el campesinado; y dos, de que el uso táctico de la consigna en el período prerrevolucionario habían alcanzado el acertado resultado final de dirigir las masas de trabajadores a la revolución proletaria. Cualquier conclusión que la consigna significa “solamente” la dictadura del proletariado es totalmente extraña al método del Programa de Transición y de su prehistoria. La consigna es diseñado para ser un paso táctico importante permitiendo a revolucionarios llevar una situación prerrevolucionaria con éxito a través del “umbral” de la revolución.
Otras conclusiones trazadas en este artículo serán resumidas en este punto.
Ésta es exactamente la situación con los partidos seudo trotskistas en Perú e Irán. Ellos llaman en sus propias mentes como un disfraz a los gobiernos obreros para los estados obreros, pero abandonan el derrocamiento revolucionario de la máquina del estado burgués que viene entre ellos. Llaman por gobiernos obreros y campesinos no como desafío contra cualquier partido de las masas de la clase obrera (en Perú, el FOCEP de Hugo Blanco por sí mismo ganó la ayuda más grande de la clase obrera en las elecciones de la asamblea); así la están planteando como su propio programa. El efecto no es ganar a los trabajadores reformistas de líderes pequeño burgueses pues el Cuarto Congreso y el Programa de Transición intentaron, pero mantuvieron a los trabajadores embrollados en conceptos pequeño burgueses. En efecto, no están utilizando la consigna del gobierno obrero en ningunas de las maneras posibles que el KOMINTERN propuso pero en “ese sentido ‘democrático’ que los epígonos más adelante le dieron, transformándolo de un puente a la revolución socialista a la principal barrera sobre su trayectoria.” (PTRS, p. 134). De todas las lecciones que un “trotskista” pudo haber planteado de la inmensamente rica herencia táctica del bolchevismo y trotskismo, esta gente ha captado firmemente el método del estalinismo menchevique.
El traicionero uso erróneo de la consigna del gobierno obrero hoy, tan contrario a la táctica desarrollada por el Cuarto Congreso del KOMINTERN y la Cuarta Internacional, es enteramente constante con una teoría de los “gobiernos obreros y campesinos” hecho por los líderes pablistas de la Cuarta Internacional en los últimos años 40s y principios de los años 50s. Esta teoría vio los gobiernos obreros y campesinos instalados por los estalinistas desarrollarse naturalmente en estados obreros.
Michel Pablo, el jefe del Internacional en ese entonces, era principalmente responsable de la idea que los estados de Europa Oriental conquistados por el estalinismo eran estados obreros; él los llamó deformados, no degenerados, porque nunca habían sido estados obreros genuinos. La teoría fue ampliada luego a China, a Corea, a Vietnam y a Cuba. Se ha discutido si ampliarla a Argelia de Ben Bella, a Egipto de Nasser, y ahora a Camboya, a Angola, a Mozambique y a otros regímenes.
La noción pablista de estados obreros deformados choca inmediatamente con el marxismo: un estado obrero significa un estado creado por una revolución de los trabajadores que ponga la clase obrera en poder, pero los nuevos estados estalinistas fueron creados con las revoluciones dirigidas por las fuerzas pequeño burguesas (los partidos estalinistas o ejércitos campesinos). Los trabajadores tuvieron que ser machacados generalmente por los estalinistas o la vieja burguesía antes de que los estalinistas aprovecharan a agarrar el poder. En ningún caso era tal “estado obrero” la creación de la clase obrera. En todos los casos los partidos revolucionarios marxistas o trotskistas que existían fueron destruidos y sus miembros asesinados, exiliados o encarcelados.
Los pablistas estaban dispuesto a soportar estos problemas debido a la nacionalización estalinista de la industria, para ellos el criterio dominante en su tentativa de sostener el análisis de Rusia como un estado obrero. Pero había problemas adicionales. Los estalinistas no estatizaron la economía inmediatamente; mantuvieron un cierto grado de propiedad privada e incluso gobiernos de coalición con la burguesía por varios años. Por lo tanto la pregunta: ¿desde cuando se convirtieron los países en estados obreros? ¿Cuándo los estalinistas tomaron inicialmente el poder, o cuándo las nacionalizaciones fueron consolidadas?
La primera opción llevó a la dificultad que la confiscación del poder podría invertirse sin una contrarrevolución y aún sin sobrevivir ningunas nacionalizaciones. Por ejemplo, las tropas rusas dejaron su sector de Austria después de que un tratado fuera firmado con las potencias occidentales; habría Austria ya sido etiquetada un estado obrero deformado, ningún rastro del poder “proletario” habría seguido siendo evidente. Por otra parte, incluso los lideres estalinistas fuertemente atrincherados vociferadamente discutieron contra cualquier noción que hubieran hecho revoluciones socialistas. Mao Tse Tung en China, por ejemplo, insistió que solamente una “nueva democracia” había sido creada, una forma progresiva de sociedad burguesa que se convertiría en última instancia al socialismo.
La segunda opción planteó dificultades también. Si los estados estalinistas llegaran a ser proletarios solamente después de un período de años, lo hicieron sin ninguna revolución. Europa Oriental, por ejemplo, fue tomada con la derrota del nazismo en 1944-45; después de eso, no hubo revoluciones violentas que pudieran señalar la aparición de una nueva sociedad de clase. China tuvo además su revolución cuando las marionetas imperialistas del Kuomintang de Chiang Kai-Shek fueron expulsadas en 1949; en los años 50s, cuando los pablistas decidieron que era un estado obrero, ¿dónde fue la revolución que transformó el dominio burgués al proletario?
Para tender un puente sobre estas dificultades una teoría retroactiva fue ideada bajo inspiración de Ernest Mandel y Joseph Hansen del SWP. Sugirieron que las primeras tomas de posesión estalinistas crearan “gobiernos obreros y campesinos” según las descripciones del Cuarto Congreso y del Programa de Transición; entonces, después de un rato, estos gobiernos transformaron los estados que gobernaron en los estados obreros. El núcleo de la verdad en este razonamiento es que el Cuarto Congreso concibió una forma “transicional” de gobierno obrero, todavía bajo el estado burgués, que causaría la revolución socialista. También, Trotsky permitió “los partidos pequeño burgueses, incluyendo los estalinistas” a ir “más lejos de lo que ellos mismos deseaban hacia el rompimiento con la burguesía”; de hecho, tales gobiernos obreros y campesinos “representarían simplemente un pequeño episodio en el camino a la dictadura real del proletariado”.
Pero los precedentes condujeron exactamente a conclusiones opuestas de los pablistas. Los gobiernos obreros y campesinos de Trotsky y del Cuarto Congreso engendrarían la guerra civil y la revolución casi inmediatamente. No causarían una evolución pacífica al estado obrero. Por otra parte, ¡un resultado victorioso no significaría la derrota del proletariado! El Cuarto Congreso había esperado que los revolucionarios se unieran a su gobierno obrero “transicional”, no ser echados a la cárcel. Y según lo mencionado antes, el Programa de Transición significó que los gobiernos estalinistas serían conducidos fuera del poder por la revolución proletaria; no fueron descritos como sus agentes revolucionarios.
La herencia de la teoría de Pablo y Hansen no viene del bolchevismo o trotskismo sino algo del estalinismo y maoismo. Cuando los estalinistas asumieron el control en Europa Oriental etiquetaron sus estados “democracias populares”. Al principio, el concepto era que éstas eran una forma progresiva del estado burgués porque tenían partidos comunistas al frente. Más adelante, cuando llegó a estar claro que los estalinistas tendrían que emprender el camino del capitalismo de estado para mantener su poder, la teoría cambió y las democracias populares se convirtieron en “democracias de un nuevo tipo”. El teórico soviético Varga escribió, “la estructura social de estos estados se diferencia de todos ésos sabidos hasta ahora por nosotros; es algo totalmente nuevo en la historia de la humanidad. Ni es una dictadura burguesa ni una dictadura proletaria”. (Citado en A. Ross Johnson, The Transformation of Communist Ideology, p. 13.)
La teoría de Mao era similar, con excepción del hecho que él había creado la mayor parte antes de la revolución china y no tuvo que desarrollarla gradualmente cuando las condiciones cambiaron. El Partido Comunista Chino llamó para una “nueva democracia” a través del derrocamiento de Chiang Kai-Shek y el control imperialista, un régimen anti-imperialista democrático burgués dirigido por el PC. Mao escribió, “al ingresar en el Partido, todo comunista tiene presentes dos objetivos claramente definidos: la revolución de nueva democracia, en la actualidad, y el socialismo y el comunismo, en el futuro...” (Sobre el gobierno de coalición, del 24 de abril de 1945). La etapa socialista significó para Mao la nacionalización (por el nuevo estado democrático) de los medios de la producción cuando los liderazgos lo juzgaban conveniente; no otra revolución fue necesaria.
Mao derivó su teoría de la “dictadura democrática del proletariado y campesinado” que Stalin había pegado al KOMINTERN a mediados del los 20s. Apenas cuando Mao estaba explicando que la revolución de 1949 en China había instalado una “nueva democracia” y ciertamente no el socialismo o un estado obrero, Mandel convenció semejantemente los pablistas de que China era un “gobierno obrero y campesino” con el mismo potencial de que alcanzar el socialismo. Para mediados de los años cincuenta, Mao decía que China se había convertido en una forma de dictadura proletaria, y Mandel, Hansen y Cia. siguieron el juego. La terminología pablista era diferente de Mao pero el contenido reformista subyacente era exactamente igual.
La distorsión del marxismo incorporada a la teoría de Hansen es abrumadora y no es atenuada por turnos ocasionales de la honradez comparativa tales como la admisión de Hansen que “los bolcheviques excluyeron la posibilidad de tales formaciones que establecían realmente un estado obrero”. (The Workers and Farmers Government, p. 17.) ¿Cuál es la explicación para esta notable falta de penetración teórica de parte de los bolcheviques? Hansen apela simplemente “a los hechos”: los bolcheviques estaban incorrectos porque “la experiencia en China demostró que en por lo menos un caso la historia lo había decretado de otra manera” (p. 27). La existencia de tales “estados obreros deformados” no es un hecho sino simplemente una interpretación incorrecta de los hechos, decretado no por “la historia” sino por Mandel, Hansen y otros que conciben que la clase obrera es un componente opcional, incluso excepcional, de la revolución proletaria.
La historia ha decretado, sin embargo, que no vayan las distorsiones indignantes de sí mismas sin venganza. En los primeros meses de 1979 guerras explotaron entre los estados estalinistas de Asia sur oriental: Vietnam invadió y asumió el control de la mayoría de Camboya, y China invadió posteriormente Vietnam. Los teóricos que llaman estos países socialistas o estados obreros fueron lanzados en una confusión. Por supuesto, Rusia había sido conocida por emprender una invasión o dos, pero no la variedad “revolucionaria” de estalinistas que habían luchado guerras de liberación contra el imperialismo recientemente. El Secretariado Unificado particularmente se adentró en una confusión teorética sobre la naturaleza de la clase de Camboya. El SWP, que no había podido nunca antes calcular qué clase de estado era realmente el de Camboya de Pol Pot, ahora descubrió repentinamente que era capitalista para justificar la toma de posesión de Vietnam. La mayoría del SU conducido por Mandel se opuso y llamó para el retiro de Vietnam de su “fraternal” estado obrero deformado.
La discusión siguiente ha forzado a ambos lados a intentar plantar postes firmes en el pantano de la teoría pablista. Mandel, no haciendo caso de la explicación del gobierno obrero y campesino que él ayudó a desarrollar, insiste que Camboya tenía que ser un estado obrero porque sus lideres burgueses fueron expulsados en 1975, apenas como – él ahora dice – China tenía que ser un estado obrero tan pronto como los estalinistas expulsaron al Kuomintang en 1949. Si el estado seguía siendo burgués solamente para hacer derrocar al capitalismo más adelante, “¿cómo se podría utilizar un estado burgués para suprimir el capitalismo?” (Intercontinental Press, del 9 de abril de 1979) Una pregunta excelente y fundamental para los marxistas. Le ha tomado al teórico principal de la “Secretariado Unificado de la Cuarta Internacional” solamente treinta años para ver la contradicción que él mismo creó.
Por su parte, el SWP confía en ridiculizar la noción que cualquier régimen tan brutal y subdesarrollado como el de Pol Pot podría ser posiblemente considerado proletario por cualquier persona. Esto es suficiente verdad, pero el SWP todavía cree que los otros estados estalinistas son estados obreros. Para explicar la diferencia, es forzado a fabricar retrospectivamente “movilizaciones” de la clase obrera en todas las posesiones estalinistas (excepto la de Pol Pot) para sustituir las revoluciones de la clase obrera que hacen falta. A pesar de estos giros, se anotan un punto contra Mandel sobre Camboya:
Cuando Rosa Luxemburg proclamó que la opción para la humanidad sería el socialismo o el barbarismo, nunca se le ocurrió a ella que cualquier marxista podía confundir el uno por el otro. (Intercontinental Press, del 16 de julio de 1979)
Este “error” ha sido la marca registrada de todo el movimiento pablista por un cuarto de un siglo. El SWP le ha dado en el mero clavo.
Mientras que Mandel ha abandonado al parecer la teoría pablista de los gobiernos obreros y campesinos, el SWP la ha llevado a otras conquistas teóricas. Ahora afirma que los bolcheviques realmente no instalaron un estado obrero en 1917; era solamente un gobierno obrero y campesino, puesto que la propiedad todavía no había sido nacionalizada. Solamente cuando las nacionalizaciones ocurrieron en 1918 era realmente un estado obrero. Como justificación para esto él cita a Trotsky:
No sólo hasta la paz de Brest-Litovsk sino hasta el otoño de 1918 el contenido social de la revolución se limitaba a un cambio agrario pequeñoburgués y al control obrero de la producción. Esto significa que en la práctica la revolución no había superado los límites de la sociedad burguesa.... Tan solo en el otoño de 1918... los obreros tomaron la delantera con la nacionalización de los medios de producción. Tan solo se puede hablar de la instauración de una verdadera dictadura del proletariado a partir de ese momento. (La naturaleza de clase del estado soviético)
El significado de Trotsky era que la revolución proletaria tuvo tareas burguesas inmediatas de realizar, lo más importantemente la distribución de la tierra entre el campesinado. Los trabajadores no tomaron la industria hasta después de muchos meses. Cuando razonó Trotsky que la dictadura no era “verdadera” hasta que los trabajadores hubieran comenzado las tareas específicamente proletarias (no solo democrático-burguesas), él no implicaba ciertamente que el estado bolchevique todavía era capitalista. Él dijo solamente que la revolución de los trabajadores “en la práctica” por un tiempo se ha confinada a las tareas burguesas rezagadas e inmediatas. Pero un estado capitalista es la implicación necesaria del nuevo concepto del SWP, porque cree que la China de Mao se apoyó en un estado burgués después de 1949, y además con Europa Oriental hasta 1948. El SWP se ha retrocedido a una posición donde Rusia bolchevique, gobernada por los trabajadores con armas en mano, era capitalista, pero Europa Oriental estalinista, la cual había machacado a los trabajadores, era proletaria. Se han olvidado de que un estado obrero significa exacto un estado obrero y nada más. Confundiendo el socialismo por el barbarismo es una consecuencia inevitable.
Joseph Hansen está muerto ahora, pero un comentario suyo en 1969 sobre el estado de análisis pablista al cual él contribuyó tanto merece ser recordado: “Pienso que es justo decir que todavía no hemos alcanzado una teoría unificada completamente satisfactoria”. (The Workers and Farmers Government, p. 23)
El significado verdadero de la noción de Pablo y Hansen de los gobiernos obreros y campesinos que se convierten en los estados obreros recae en las acciones que inspira. El Secretariado Unificado ha tomado su escenario no como una línea excepcional de desarrollo sino como la norma. En Perú e Irán, las secciones del SU creen al parecer que el camino al socialismo debe pasar a través de la etapa del gobierno obrero y campesino. Puesto que la teoría de Pablo y Hansen considera la transición a los estados obreros y al socialismo sin cualquier otra revolución, no hay necesidad de incluir demandas revolucionarias en el programa pablista. El gobierno obrero y campesino será alcanzado como gobierno “transicional” bajo el estado burgués existente; todo lo que se requiere es la elección de una asamblea constituyente “democrática” para poner el proceso del gobierno obrero y campesino en movimiento. Este gobierno entonces hará la transición al estado obrero sin violencia excesiva y sin tener que levantar a las masas, como la teoría de Pablo y Hansen supuestamente demuestra. Separando la transición al socialismo en dos etapas, ambas evolucionarias, los pablistas (como los estalinistas) eliminan la necesidad de la revolución socialista real.
La prueba última de la teoría de Pablo y Hansen vino con la victoria en julio de la revolución nicaragüense contra el régimen asesino de Somoza. Esta victoria era el clímax de luchas de las masas bajo el liderazgo militar del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), un cuerpo guerrilla nacionalista pequeño burgués inspirado por el éxito de la revolución cubana. El ala mayoritaria del FSLN sigue un programa reformista de dos etapas derivado del estalinismo y tiene conexiones internacionales con los gobiernos liberales burgueses latino americanos; las dos alas más pequeñas son reportadas para ser más a la izquierda pero comparten la teoría de la etapa de la revolución. No se basa ninguna ala en un partido de la clase obrera. Artículos en Intercontinental Press e Inprecor del SU en junio de 1978 discutieron convincentemente que el FSLN no es una organización de la clase obrera.
Después del derrocamiento de Somoza, un Gobierno de Reconstrucción Nacional fue instalado por el FSLN bajo presión de los Estados Unidos con una mayoría abiertamente burguesa, y ha prometido respetar la mayoría de la propiedad privada y todas las relaciones capitalistas. El régimen no está estable en ningún manera, puesto que las masas nicaragüuenses tienen esperanzas inmensas en su revolución e ya han comenzado a formar grupos de trabajadores y campesinos que amenazan con competir para el poder. Un obstáculo principal es las ilusiones de las masas en la capacidad del FSLN de cumplir sus promesas. La política del FSLN del comprometimiento con el capitalismo (y por lo tanto con el imperialismo) conducirá rápidamente a un conflicto con las aspiraciones de las masas.
La posición del SU hacia el FSLN y la revolución nicaragüense necesariamente ha sido diferente de su línea en Perú y en Irán de Jomeiní: el camino estrictamente parlamentario obviamente tiene poco sentido en medio de una guerra civil violenta. Pero el SU no ha estado a favor de una revolución proletaria. Mientras que apoyaba la tentativa militar del FSLN durante la insurrección, el SU planteó demandas democráticas y transicionales y criticó la política del FSLN de prometer a la burguesía un gobierno de coalición. Su lema que culminaba, como era de esperar, era el gobierno obrero y campesino. Pero en el contexto de apresurar al FSLN para separarse de la burguesía, este lema significa un gobierno solo del FSLN, un gobierno pequeño burgués. Mientras que el SU ha tenido cuidado de no dar una descripción clara de la clase del FSLN como pequeño burgueses, no debería tener ningún conflicto en hacerlo: su teoría pablista afirma que las fuerzas pequeño burguesas pueden hacer la revolución socialista.
Durante la lucha anti-Somoza en 1978, el SU tenía una sección en Nicaragua que supuestamente impulsaba pasos como la formación de los comités de huelga para tomar la dirección política de la lucha de las manos de la burguesía liberal (Inprecor, edición francesa, del 5 de octubre de 1978). También llamó para una asamblea constituyente para propósitos similares. Pero ahora que el FSLN está en el poder, el SU cambió su actitud. La sección nicaragüense no se ha publicado desde el otoño pasado, un contraste agudo con la publicidad que da a sus secciones peruanas e iraníes. No hay abiertamente más llamadas para el FSLN para separarse de sus socios burgueses y hay ningúna para una asamblea constituyente o la formación de un partido independiente de la clase obrera. Toda la confianza se da al FSLN solamente debido a “las capacidades revolucionarias de este liderazgo”. No se advierte a las masas incluso que resistan la llamada del gobierno para entregar sus armas y para someterse al comando militar del gobierno. En lugar les piden movilizarse en defensa de la dirigencia sandinista que impulsará la revolución hacia adelante. El SWP, el ala más aduladora de la SU, advierte a las masas que no desafíen el poder del FSLN:
La opción en Nicaragua es moverse hacia adelante a la victoria de una revolución socialista, como en Cuba – o sufrir una derrota sangrienta, como en Chile. O los sandinistas consolidarán el poder de los obreros y campesinos y profundizarán la revolución en una transformación socialista, o serán abatidos por el imperialismo.... No hay ningún tercer camino. (Militant, del 24 de agosto de 1979; énfasis agregado)
Cuba o Chile – no hay otro camino. ¡La revolución de la clase obrera es prohibida! Pero incluso si fuéramos a aceptar el respaldo de la SU de Cuba, debe ser precisado que el camino cubano es una alternativa muy inverosímil para Nicaragua. En Cuba como en Europa Oriental, era primero necesario que los estalinistas anularan el poder de la clase obrera; esto fue hecho asumiendo el control y disciplinando a todas las instituciones de la clase obrera. En Nicaragua no hay un fuerte partido estalinista arraigado en la clase obrera, y los sandinistas solos no tienen tantos cuadros cínicos entre la clase obrera para lograr esta tarea. (Ni los originales fidelistas; tuvieron que aliarse y después combinarse con el PC cubano para llevar a cabo la estatización capitalista de Cuba.)
Además, los patrocinadores rusos del capitalismo de estado cubano están reacios a adquirir otro dominio o desafiar la hegemonía de los Estados Unidos en este hemisferio. El Bloque Oriental, aún más lleno de crisis que el Occidente, es demasiado dependiente en la alta productividad de los Estados Unidos y de sus aliados para tomar el riesgo. Sin sorpresas, Fidel Castro ha dicho abiertamente a los nicaragüenses no esperar por una solución cubana.
La única clase de transformación que puede ser considerada es una revolucionaria que conduce a un genuino estado obrero. Pero al SWP, la buena voluntad del FSLN tiene mayor peso que consideraciones históricas y materialistas, así que elige el camino cubano. Apoya un estado obviamente burgués contra la posibilidad de una revolución de la clase obrera. No hay palabra para tal posición sino la contrarrevolucionaria.
Para probar su lealtad, el SWP despreciablemente ha traicionado sus propios camaradas de la SU que lucharon al lado del FSLN en la Brigada de Simón Bolívar. Esta agrupación fue expelida de Nicaragua en agosto por el gobierno de la coalición, acusada de ser “forastera” que intentaba “tomar ventaja en problemas” para exigir en Managua para las demandas de la clase obrera. El SWP apoyó implícitamente la expulsión (editorial del Militant, del 31 de agosto de 1979). Este incidente fue la primera prueba de la democracia y del internacionalismo del FSLN – que él y sus admiradores en el SWP han fallado abismalmente.
El SWP aplaude así a la policía de un estado burgués que disciplina a sus propios camaradas. Ha regresado al principio. La SU justifica su estrategia del gobierno obrero y campesino como defensa de la democracia que se transformará en socialismo. Pero en realidad el estado obrero es la única defensa de la democracia de los demócratas burgueses que son más burgueses que democráticos. La ayuda para el “democrático” gobierno obrero y campesino en comparación con una rotura revolucionaria del estado burgués por los trabajadores traiciona la democracia así como el socialismo.
Haciendo uso de la teoría de Pablo y Hansen en Nicaragua el SWP tiene que tomarla realmente más allá de lo que lo hizo Hansen. Cuba era el ejemplo brillante de Hansen, y él desarrolló sus nociones del “gobierno obrero y campesino” cuando los fidelistas expulsaron del régimen a sus socios burgueses de la coalición. Pero en Nicaragua la burguesía todavía está en el gobierno. La teoría pablista tiene que ser ampliada a una etapa transicional más. Donde Marx y Lenin habían considerado el estado obrero como la única transición entre el capitalismo y el comunismo, Pablo y Hansen agregaron el gobierno obrero y campesino como la transición al estado obrero. En Nicaragua, la revolución había ocurrido ya a la satisfacción del SWP (la pequeño burguesía radical está en el poder) y no hay gobierno obrero ni campesino todavía, así que somos presentados con un nuevo régimen transicional. El SWP no tiene hasta ahora una etiqueta formal para él, sino que utiliza términos que no nombran clase como “poder revolucionario” para describirlo. La teoría proporciona una cubierta de muchas capas para formas radicales del dominio burgués de modo que los trabajadores y los campesinos no encuentren el camino a su propio poder del estado. La contribución del SWP hoy hace esta posición explícita, pero ha sido el método subyacente del pablismo desde el comienzo.
Para los trotskistas genuinos, el Programa de Transición es diseñado para plantear la conciencia de las masas para de esta forma enfrentar la burguesía. Para los estalinistas, la conciencia revolucionaria es un peligro a su propia poder y debe ser socavada: los programas de la “dictadura democrática del proletariado y el campesinado”, “nueva democracia” y la “democracia de las masas” tienen exacto ese efecto. El programa pablista de esta manera abandona la conciencia de los trabajadores: no se requiere a ningún proletariado revolucionario para el “camino al socialismo” siguiendo la trayectoria del “gobierno obrero y campesino”. En el pasado, los pablistas han discutido que los procesos “objetivos” de la revolución son los que impulsan las fuerzas pequeño burguesas para emprender esa transformación socialista; Nicaragua indica, sin embargo, que es la conciencia de la radical pequeño burguesía que es realmente decisiva para ellos y determina su papel animador.
Puede aparecer extraño que el SWP habla realmente del socialismo en el caso de Nicaragua, porque en Perú e Irán se ha concentrado generalmente sobre demandas puramente democráticas. La diferencia es que Nicaragua es más avanzada; tiene ya un “poder revolucionario” que el SWP cree que puede transformarse en un gobierno obrero y campesino. El SWP está presentando sus ideas socialistas no a las masas sino al FSLN – la gente que puede realmente hacer el trabajo. Para el SWP el camino al socialismo recae sobre los radicales pequeño burgueses en el jefe del estado. Es seguro para hablar del socialismo porque las masas pueden estar seguras que no se requiere ninguna actividad revolucionaria de su parte. En otros países donde no hay héroes pequeño burgueses apropiados todavía, los trabajadores pudieran pensar realmente que las llamadas para la revolución están dirigidas a sí mismos.
La llamada del SU para una ruta pequeño burguesa al socialismo y su entusiasmo para la solución cubana demuestra que su socialismo asciende en realidad al capitalismo de estado. Para esta meta no hay programa transicional necesario sino que por el contrario un programa que estira el capitalismo a sus límites sin ir más allá de ellos. El Programa de Transición de Trotsky ha sido adaptado para este propósito usando una selección de sus lemas sin el contenido revolucionario proletario que debe acompañarlos. La consigna del gobierno obrero y campesino sirve admirablemente, mientras se tome en cualquier sentido democrático-parlamentario o bien como una meta que se entregará desde arriba por los radicales que manejan el aparato del estado. En cualquier sentido, tal “gobierno obrero”, combinado con un programa de nacionalizaciones selectivas, representa la última aspiración del reformismo: capitalismo del estado. Pero una transformación del capitalismo del estado significa una revolución política para suplantar la vieja burguesía y – como los estalinistas bien lo saben – una derrota decisiva de la clase obrera. El Programa de Transición, desmembrado, mitificado y transformado en un programa para el capitalismo del estado, así se convierte en un programa para la contrarrevolución.
En la condenación de la substitución de la consigna del gobierno obrero por el estado obrero, por lo tanto estamos haciendo una distinción substantiva, no simplemente terminológica. Si hubiera partidos en Nicaragua, Perú e Irán hoy que llaman por los “gobiernos obreros” pero presentando el contenido de derrotar todo el aparato del estado burgués, que no sería una capitulación política. Pero todavía sería un error peligroso. La consigna del gobierno obrero es un desafío a los partidos reformistas de las masas para realizar sus promesas y, separado del estado obrero, también representa su último programa. Usar el “gobierno obrero” para significar el estado obrero implica que el reformismo puede alcanzar la destrucción del capitalismo – un error fatal, literalmente.
Esta substitución no está confinada de ninguna manera al Secretariado Unificado. El gobierno obrero como la primera meta revolucionaria es el sello de todas las deformaciones centristas del trotskismo. Y no se prescribe generalmente con el contenido real de un estado obrero. Si otras organizaciones todavía no han hecho las mismas traiciones rotundas como la SU en la práctica, e incluso si ellas fielmente y constantemente propugnan las revoluciones de la clase obrera, la substitución del gobierno obrero es un peso mortal alrededor de sus cuellos. El SWP ha elegido claramente el lado de la burguesía en Nicaragua. Otros que comparten los mismos conceptos teóricos y los lemas “transicionales” son obligados a probar que no serán forzados a las mismas conclusiones.
Durante las tres últimas décadas, las capitulaciones por los epígonos de Trotsky no han sido limitadas a las situaciones revolucionarias sino han ocurrido en la práctica diaria también. Cada lema del Programa de Transición ha sido despojado de su contenido revolucionario y ha sido utilizado de maneras colaboracionistas. La intransigencia bolchevique se ha convertido en adulación.
Hemos precisado que el Programa de Transición fue diseñado para ser un puente entre las luchas inmediatas de la clase obrera y de su destino revolucionario. Los pablistas lo han transformado en una mancha entre las ideas reformistas y revolucionarias predicando que la lucha constante por reformas y democracia sobrepasa a la revolución. Inevitablemente, los epígonos son llevados a la conclusión que la contraposición del liderazgo proletariado al liderazgo pequeño burgués, al corazón del Programa de Transición, debe ser abandonado. El renegado Kautsky se convierte en una etapa en el desarrollo del bolchevique Lenin. Los radicales pequeño burgueses se convierten en los revolucionarios proletarios.
El marxismo del pantano no es ninguna fiebre accidental. No refleja una tendencia en la lógica o teoría tanto como el hecho subyacente de que los pablistas son una formación de la clase media dentro del movimiento de trabajadores. Una vez que la Cuarta Internacional se presentó así mismo como la vanguardia de la clase obrera del mundo. Ahora sus descendientes degenenerados representan solamente su negación. Ligado por mil hilos a los otros filamentos de demócratas pequeño burgueses, ellos prefieren cada “solución extrema” a la agonía mortal del capitalismo excepto uno – su aniquilación por la revolución proletaria.