Dada la vigencia que ha recobrado el tema de la demanda de extradiciones de militares integrantes de las pasadas dictaduras latinoamericanas por parte de estados imperialistas europeos reproducimos un artículo de la Liga por el Partido Revolucionario de EEUU escrito en momentos en que el Juez “torturador” Garzon reclamaba la extradición de Pinochet desde Londres a España. Reproducimos este artículo por que sintetiza cabalgamente la posiones que nosotros entendemos los marxistas deberiamos sostener ante esta situación.
Bajo ciertas condiciones, cuando las masas tienen ilusiones en la posibilidad de ganar la justicia a través de las cortes, o cuando las masas tienen poca idea del poder que ellas tienen para que obtener la justicia de cualquier otra manera, los revolucionarios podemos considerar exigir justicia a los tribunales para poner a estos a prueba y exponerlos antes de las masas. Un de estos casos fue la demanda del procesamiento de los policías que apalearon a Rodney King en Los Ángeles.
No obstante bajo ninguna circunstancia podríamos apoyar la demanda de que se extradite a Pinochet a España para que se lo juzgue, ya que estamos ante el caso de un estado imperialista que exige el derecho de arrestar políticamente a nacionales del “tercer mundo”. Tal extradición representaría una aceptación de la dominación imperialista sobre el mundo neocolonial, y actuaría como precedente para la detención de otros, yendo desde Fidel Castro de Cuba a Slobodan Milosevic de Serbia. Por ello, nos oponemos a la demanda de extradición de Pinochet a España. En contraposición a quienes favorecen la extradición de Pinochet, sostenida por ciertos exiliados izquierdistas chilenos y los izquierdistas británicos, nosotros levantamos los lemas de la “¡muerte a Pinochet!” y “¡los trabajadores deben imponer su justicia al carnicero Pinochet!”
Nosotros también advertiríamos que cualquier castigo simbólico contra la derecha de parte de la burguesía, especialmente la imperialista, y sus cortes serviría solamente como precedente y justificación para los futuros ataques asesinos contra la izquierda. La extradición de Pinochet pondría la base para las extradiciones y los linchamientos judiciales asegurados de figuras de izquierda y cualquier enemigo declarado del imperialismo. Ayer, habría significado que Trotsky habría sido entregado en las manos de Stalin. En mundo de hoy significaría que, para los imperialistas, Castro y Saddam serían capturados si se atrevieran a salir de sus países.
Nuestra propaganda explicaría porqué es necesario contraponer la acción de los revolucionarios y de las masas en términos de clase contra las demandas hacia el sistema legal burgués. Señalaríamos que el capitalismo moderno es incompatible con una democracia genuina y duradera y, por lo tanto, es necesario luchar por la construcción del partido de la vanguardia y de la Cuarta Internacional recreada. Esto equivaldría a un uso internacional constante de nuestra orientación total hacia la acción de masas y a las huelgas generales en los E.E.U.U..
Como hemos dicho siempre, Trotsky nos enseñó que los llamados generales a la acción no son los más útiles en coyunturas y lugares donde es débil la dirección proletaria. Los Estados Unidos no están solos a este respecto. Para hacer las consignas más concretas en un sentido propagandista, señalaríamos el hecho de que un número de sindicatos británicos y de organizaciones de izquierda, con importante apoyo dentro de la clase obrera, apoyaron las demostraciones por la extradición. En lugar de ello, nosotros proponemos que movilicen a sus miembros y periferias por una acción directa total que apunte hacia el enfrentamiento con la justicia y demuestra la falacia del juicio a Pinochet. La ausencia de la solidaridad obrera internacional muestra una falta de la dirección. Como mínimo, los trabajadores de izquierda y de los sindicatos de Gran Bretaña y del continente europeo habrían podido efectuar una exhibición con eficacia amenazadora. De Pinochet se habría podido también hacer correctamente un símil, en las mentes de muchos emigrados y exiliados del “tercer mundo” en Europa, con sus propios dictadores asesinos. En definitiva, se habrían podido también convocar a genuinas protestas masivas.