Valencia, 5 de agosto 2012
Durante las últimas semanas los economistas burgueses y los comentaristas de los medios de comunicación han estado insistentemente discutiendo y considerando la posibilidad de que el estado español declare la suspensión de pagos y pida un rescate total por parte de la Unión Europea (EU) y el Fondo Monetario Internacional (FMI). En estos momentos, la economía española es uno de los eslabones débiles de la economía capitalista mundial y a su forma está siguiendo el mismo camino que la economía griega, devastada tras una sucesión de ajustes en aras de los intereses del capital financiero. En contraste con el caso de Grecia, un colapso de la economía española, aproximadamente el 7% del producto bruto interno (PBI) de la EU, sobre todo si ocurre en paralelo con un fenómeno similar en Italia, podría producir el hundimiento de Europa y tendría implicaciones graves a escala mundial.
Durante los últimos meses los bonos del estado español a diez años han estado pagando entre el 6,5 y el 7,5 de interés. Además los tipos de interés entre los bonos a corto y largo plazo se igualaron, como consecuencia de la desconfianza del capital financiero internacional en la economía española. Un proceso similar ocurrió en Grecia, Portugal e Irlanda antes de ser rescatados. Algunos analistas burgueses especulan que con estos costes de financiación, el estado español no podría hacer frente a los pagos de la deuda antes de fin de año. Como un anticipo de esta situación, varias comunidades autónomas han solicitado el rescate al gobierno central mediante la adhesión al Fondo de Liquidez Autonómica (FLA), ya que no pueden hacer frente a sus necesidades de financiación.
Ante esta situación, el Banco Central Europeo (BCE) ha tenido que afirmar públicamente “que está dispuesto a hacer todo lo que sea necesario para preservar el euro”. Como consecuencia de ello los intereses de los bonos españoles bajaron hasta cerca del 6,5% y la bolsa de Madrid recuperó levemente su nivel de cotización. Posteriormente, ante la presión del gobierno alemán, el BCE se desdijo y el interés de los bonos españoles volvió a subir. Al margen de ello, los efectos de una potencial inyección de liquidez (o compra de bonos) por parte del BCE serían efímeros, y probablemente sólo sean un alivio transitorio hasta que se desaten nuevos episodios de pánico en la economía española. Esta está inmersa en una espiral descendente, con efectos sociales devastadores. La crisis capitalista, y la reacción de la propia burguesía (española y europea) ante la crisis para preservar sus intereses de clase, empujan a la economía española hacia el desastre total. En particular, estamos ante una segunda recesión en menos de tres años. La previsión es que el PIB decrezca un -1,7% en 2012 y un -0,5% en 2013, según los análisis burgueses más optimistas.
La recesión ha llevado a la burguesía española, y al gobierno del Partido Popular (PP), como actual brazo ejecutor de su programa, a brutales ataques contra la clase obrera. Sus objetivos son maximizar la explotación laboral, reduciendo el gasto en salarios, y minimizar los gastos sociales, para facilitar así el pago de intereses a la banca. La política del PP (al igual que la del resto de gobiernos europeos) implica un duro ataque a los bolsillos de los trabajadores para subsidiar a la burguesía. Los recortes en sanidad y educación públicas, la rebaja de la prestación por desempleo, la reducción del salario de los empleados públicos en un 7%, la subida del impuesto al valor agregado (IVA), el recorte de las pensiones y el resto de medidas que perjudican a los trabajadores son necesarias para subsidiar la reducción de las cotizaciones sociales de los empresarios, la absorción por parte del estado de las pérdidas de los banqueros y el pago puntual de los intereses de la deuda pública a esos mismos banqueros a los que los propios estados europeos han rescatado. Mientras tanto las políticas del actual y el anterior gobierno han hecho que el desempleo crezca sin parar en los últimos años alcanzando tasas del 24,6%, y del 50% entre los jóvenes en algunas regiones del país. Hay cerca de seis millones sin trabajo y otros muchos con trabajos basura.
El clima de indignación social está cada vez más extendido. Esta indignación trata de ser capitalizada por el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), iniciador de la actual ofensiva burguesa, y sus cómplices de los sindicatos mayoritarios, Comisiones Obreras (CCOO) y Unión General de Trabajadores (UGT). Estos al igual que Izquierda Unida (IU) han tratado de capitalizar el descontento de la clase trabajadora y las clases medias que han realizado manifestaciones espontaneas de protesta y se han sumado masivamente a las protestas sectoriales convocadas por los sindicatos, quienes siguen sin convocar una huelga general.
La presión de la bases sobre las direcciones de CCOO y UGT para convocar la huelga general, y darle continuidad, ha ido creciendo en las últimas semanas. En particular, ha habido múltiples protestas y luchas aisladas, como la de los mineros asturianos y de otras zonas del país cómo León y Teruel (que ha sido desactivada por los sindicatos, sin ningún logro, después de más de dos meses de lucha). Incluso algunas luchas, como la de los trabajadores de la fábrica de maquinaria agrícola John Deere, han triunfado después de largas jornadas de enfrentamiento, frenando despidos y recortes de salarios. Otro ejemplo de las luchas emergentes fue la convocatoria de una huelga nacional en los ferrocarriles el día tres de agosto. El descontento social llega a tal extremo que hasta los cuerpos de policía y de bomberos han participado de las movilizaciones sociales y se han sumado a las manifestaciones de funcionarios públicos. También los soldados y suboficiales del ejército han manifestado su disconformidad ante la reducción de sus salarios. Es de destacar, que el ambiente que se respira en muchas manifestaciones es de entusiasmo, confianza y combatividad. A pesar de todo ello, solamente los sindicatos nacionalistas vascos, ELA y LAB, organizados independientemente de CCOO y UGT, han convocado a una huelga general para el próximo mes de septiembre.
Evidentemente, todas las condiciones están dadas para que una huelga general a nivel nacional sea un éxito. Sin embargo, CCOO y UGT siguen ofreciendo negociar al gobierno (incluso se han reunido con Angela Merkel para pedirle que “autorice” un mayor déficit fiscal al gobierno español). Mientras tanto solamente han convocado una marcha estatal para el 15 de septiembre (un sábado, día no laborable) y se han propuesto como único objetivo que las medidas económicas del gobierno se plebisciten en un referéndum. Parecería que los burócratas sindicales de CCOO y UGT no supieran que lo que hace falta para derrotar los planes del PP (y del PSOE) es un plan de lucha contundente y una alternativa clara al capitalismo. La realidad muestra cada día a los trabajadores la cruda realidad del hundimiento del capitalismo. A poco más de seis meses de las últimas elecciones ha quedado más que claro que cambian los gobiernos pero la crisis es cada vez peor y los recortes cada vez más sangrantes.
Una lección a extraer de la respuesta social contra las políticas del PP es que pone en cuestión la política de las direcciones de CCOO y UGT por intentar frenar este proceso, y por impedir la unificación de los sectores afectados por los recortes en grandes huelgas generales sostenidas en el tiempo y que paralicen al país. La ocupación espontánea de las calles antes del parón laboral del verano, es una prueba del ambiente de descontento de las bases sindicales con sus direcciones burocráticas. En particular, las movilizaciones del 19 de julio y las demás luchas ponen presión sobre los dirigentes sindicales, de quienes sería de esperar que por su propia supervivencia no puedan continuar con su política de desmovilización y claudicaciones. Esta estrategia no tiene nada que ver con el ambiente real que se vive en las fábricas y empresas, y en las familias golpeadas duramente por el desempleo. Antes y después de la huelga general del 29 de marzo de 2012, las direcciones de CCOO y UGT han hecho todo lo posible para frenar las luchas. Por ello, la clase obrera para sobrevivir no tendrá otra alternativa que romper con la política de colaboración de clases de sus direcciones, quitándose a ésta lacra de encima si pretende enfrentarse con alguna posibilidad de éxito a los ataques de la burguesía. Para derrotar al gobierno del PP y a la estrategia general de los grandes capitales europeos e internacionales, sólo hay un camino: la lucha contundente, decidida y masiva del conjunto de la población.
Probablemente, las centrales sindicales mayoritarias acaben convocando una huelga antes de fin de año, lo cual será indudablemente tarde ya que todos los ataques del gobierno estarán implementados. Tal huelga no será otra cosa que un lavado de cara a la desesperada de sus aparatos ante el descrédito lógico y creciente que sufren a ojos de la inmensa mayoría del proletariado. El carácter de clase de CCOO y UGT es de sobra conocido por todos los trabajadores conscientes y revolucionarios. Ambos sindicatos no sólo se dedican a gestionar cuantiosas subvenciones del estado, sino que además actúan directamente como patrones al participar en diferentes sociedades de capital (aseguradoras, agencias de viajes, asesorías jurídicas, fondos de pensiones o centros de “formación” forman parte del negocio sindical). Además por debajo de este entramado de la burocracia sindical, hay una extensa red de cargos intermedios que funciona al más puro estilo clientelar. Estos, junto con los asalariados directamente asociados a ellos y plegados al aparato sindical conforman la única y auténtica base social de las direcciones de CCOO y UGT. Esto no significa, evidentemente, que no haya entre sus filas trabajadores honestos y combativos, pero éstos están tan tremendamente confundidos, que llegan a formar parte de un entramado ajeno por completo a los intereses de su clase.
Ante este panorama la pregunta clave es: ¿Cómo debemos responder los trabajadores conscientes y los comunistas, hoy dispersos en diferentes grupos e individualidades sin fuerza real sobre la clase obrera? La respuesta, no puede ser otra que defender incondicionalmente los intereses del proletariado y trabajar dentro de la clase obrera defendiendo la necesidad de la revolución socialista.
Esta propuesta choca con el programa político defendido por una multitud de organizaciones e individualidades situadas a la izquierda, desde IU hasta distintas organizaciones anticapitalistas y “herederas” del trotskismo. Casi todas ellas se dedican a hacer presión desde la izquierda y seguidismo a las direcciones de CCOO y UGT, esperando que la convocatoria a huelga provenga de sus infames direcciones y sembrando esperanzas en que estas direcciones puedan abandonar la política del pacto social. Fruto de esta estrategia política marcadamente reformista, muchos compañeros honestos van a remolque del movimiento de masas demostrando un seguidismo a la burocracia sindical que perjudica seriamente los intereses estratégicos de la clase obrera.
Una verdadera huelga general sólo será convocada si la clase obrera derrota a la burocracia sindical. Su convocatoria debe ser trabajada desde las bases en los lugares de trabajo, combatiendo abiertamente a las direcciones de CCOO y UGT. Obviamente, si éstas convocan una huelga general, deberemos sumarnos a ella, pero siempre combatiendo a la dirección sindical que en todo momento estará dispuesta a traicionar cualquier huelga. En cualquier caso, incluso para la convocatoria de huelga general, las tareas más importantes y acuciantes de quienes apostamos por la revolución proletaria siguen pasando por unificar y fortalecer a los diferentes destacamentos de vanguardia de la clase obrera, hoy dispersos y enfrascados en disputas estériles y en luchas parciales que no van a ningún lado, para que vuelvan a levantar la alternativa del comunismo ante los explotados.
Como parte de nuestra propaganda debemos hacer pedagogía entre los trabajadores sobre el carácter de dictadura de clase del capitalismo y sobre el hecho que la actual crisis es inherente a él. El capitalismo tras haber formado el mercado mundial se ha convertido desde hace casi un siglo en un sistema reaccionario, que hunde a la humanidad en la peor barbarie. Algunas de sus consecuencias son dos guerras mundiales y muchas otras innumerables guerras, el hambre en la mayor parte del planeta y la destrucción del medio ambiente. Ahora, tras haber logrado momentos de crecimiento económico artificial, en base a especulación y burbujas, desde 2007 el capitalismo se estrella en la peor crisis de su historia con estados, empresas y bancos hundidos en una insolvencia sin salida. El resultado de ello es que mientras el hambre y la miseria siguen creciendo y millones de personas pierden su empleo, unos pocos se enriquecen cada vez más.
En resumen, en España y en el resto del mundo, el capitalismo lleva a la miseria generalizada y a la pérdida de derechos por parte de los trabajadores. Lo ocurrido en España durante los últimos treinta años es una muestra de ello. Desde la reforma laboral del PSOE en 1984, los ataques a la clase trabajadora han ido en aumento. Las condiciones laborales han ido empeorando gradualmente. En particular, desde 2010, con otro gobierno del PSOE, la degradación tomó un ritmo vertiginoso. Con las nuevas medidas del gobierno PP los ataques alcanzan cotas que desgraciadamente se quedarán pequeñas ante las nuevas agresiones por llegar. La burguesía conoce el descontento que sus políticas generan y generarán. Por ello sus ataques seguramente vendrán acompañados de un aumento de la represión policial, como ocurrió con las manifestaciones de estudiantes en Valencia el pasado febrero, la represión a los mineros y el blindaje del congreso por parte de la policía ante las manifestaciones espontáneas que se dieron en Madrid el pasado mes de julio. Estos ataques debemos usarlos los revolucionarios para desenmascarar ante los trabajadores el engaño de las ilusiones en el estado democrático (y el hecho de que todo se podrá arreglar con un nuevo cambio de gobierno). También deberá servirnos para comenzar a organizar a la clase obrera como fuerza social autónoma. Estas cuestiones debemos debatirlas dentro de la clase obrera al mismo tiempo que luchamos contra las medidas del gobierno y contra la burocracia sindical. Si nos limitáramos solamente a luchas sindicales, dejando la política de lado (como desean la burocracia y la burguesía) estaríamos desarmando ideológicamente a la clase obrera y preparando el camino para próximas y futuras derrotas. El desarrollo de la conciencia de clase y la recuperación crítica de las experiencias de más de dos siglos de lucha, nos proporcionan los medios para superar la actual situación y ser capaces de responder a los ataques capitalistas evitando los callejones sin salida a los que nos conducen CCOO y UGT. Si no lo hacemos, nos acabará ocurriendo como a la clase obrera argentina tras la crisis de 2001 que derribó al gobierno del presidente De la Rúa La debilidad de la burguesía argentina y sus divisiones políticas generó en esos momentos una situación de acefalia en el gobierno. Sin embargo la falta de una alternativa revolucionaria que represente a la clase obrera y el seguidismo de gran parte de la izquierda hacía los sectores reformistas más radicales y al movimiento espontaneo de las masas condujo a los trabajadores a una derrota política que permitió la regeneración del régimen burgués en Argentina.
La situación en España es tal que podría encaminarse en una misma dirección a la que siguió Argentina hace una década. Ahora en España es más patente que nunca que o se salva la burguesía o se salvan los trabajadores. Ya no queda lugar para las políticas reformistas y para los paños fríos. En los últimos años ha quedado más que claro que no importa cuál sea el signo político del gobierno de turno, la burguesía va a utilizar todos los medios a su alcance para hacer pasar los ajustes contra trabajadores y sectores populares, y los planes de rescate a banqueros y empresarios. Es hora de que nosotros empecemos a plantar cara a estos ataques, luchando por un programa que nos preserve de esta barbarie y levante una alternativa revolucionaria de los trabajadores. Esta es la única salida que tenemos los trabajadores a la actual crisis, no sólo para preservar nuestras condiciones de existencia más elementales, sino también para frenar las otras “salidas” que quieren vendernos como el nacionalismo xenófobo que nos retrotrae a los peores momentos de la historia europea del siglo XX o la utopía reaccionaria de una unificación continental liderada por la burguesía. Los trabajadores debemos empezar a levantar una solución revolucionaria a la crisis de la UE. La actual situación y el período que se abre crean la posibilidad de que haya muchos oídos dispuestos a escuchar nuestras ideas. Esta es una oportunidad que no debemos desaprovechar para desde una posición principista luchar por la independencia de clase del proletariado español. Esta lucha implica necesariamente el trabajar por el desarrollo del partido de vanguardia revolucionario que represente al estamento de más avanzada conciencia de la clase obrera. Para ello es fundamental ganar para las ideas comunistas a la emergente vanguardia que se destaca y se destacará en las luchas contra las políticas del actual gobierno del PP y de sus antecesores de PSOE.
Agradecemos al camarada Bengoechea por su contribución, cuya intensión es iniciar una discusión entre socialistas sobre como intervenir sobre las consecuencias de la crisis económica en España. La LRP no conoce la situación en España de primera mano, lo cual es esencial para desarrollar el programa y el partido para la lucha. Sin embargo, el sentimiento expresado por el autor sobre la burocracia sindical ha mostrado ser el correcto en muchas situaciones internacionalmente: los líderes sindicales solamente convocaran a una huelga general como un evento momentáneo que sirva para descomprimir el descontento de los trabajadores, con ninguna intensión de movilizarse por una huelga indefinida que derrote los planes de austeridad.
El camarada Bengoechea también escribe que si los sindicatos convocan a una huelga general, obviamente los trabajadores y revolucionarios apoyaremos esta acción. Sin embargo la LRP ve la necesidad de hacer clara nuestra actitud general hacia los sindicatos: la necesidad de construir una oposición revolucionaria dentro de ellos, y para ello favorecemos la participación activa de los revolucionarios en ellos. La lucha por el liderato sigue siendo una cuestión clave para la clase obrera. Un liderazgo del partido revolucionario debe ser construido para reemplazar a la burocracia. Como parte de este proceso, los revolucionarios no sólo deben apoyar la huelga si es llamada por la actual miserable dirección sindical, sino que, también es importante que los revolucionarios se unan a otros trabajadores para hacer demandas sobre la dirección sindical que expresen la necesidad de una movilización seria.
Nosotros favorecemos proponer medidas concretas para que los sindicatos tomen, con el entendimiento de que los detalles tácticos serán más eficientemente desarrollados por los revolucionarios que están sobre el terreno. En general las propuestas y demandas son necesarias para forzar a la burocracia a hacer lo que los trabajadores quieren y necesitan, y para prevenir una desastrosa traición.
El potencial de traición es inherente a la naturaleza del reformismo. Por medio de su propia experiencia en luchas potentes, nuestra clase aprende a ver no sólo que los líderes reformistas deben ser rechazados, sino que la clase obrera tiene el poderío para luchar exitosamente contra los ataques capitalistas. De hecho nuestra clase tiene el poderío para hacer la revolución socialista.