Este artículo fue publicado en ingles en la revista Proletarian Revolution, primavera 2004.
Venezuela se encuentra en la mira del imperialismo. Una oposición nacional, apoyada por los Estados Unidos, está luchando para librarse de Hugo Chávez, el popular presidente que dice oponerse al imperialismo y a sus programas neo liberales. Cualquier victoria para la oposición burguesa significaría una derrota importante para los obreros y los oprimidos. Una victoria de las masas del país requiere una lucha revolucionaria de clases en contra del sistema capitalista en su totalidad. Chávez, sin embargo, está con un pie entre los capitalistas y el otro entre el pueblo oprimido.
Las masas han tenido grandes expectativas del gobierno de Chávez desde que fuera electo por primera vez en 1998. Han demostrado que quieren una lucha decisiva en contra de la reacción, mientras que Chávez ha vacilado y se ha mostrado conciliatorio. Con respecto a las mejoras necesarias en las vidas de la gran mayoría, Chávez ha realizado muy poco. Pero se encuentra bajo creciente presión para cumplir.
Cuando Chávez llegó al poder, importantes segmentos de la burguesía servidora del capitalismo tomaron una actitud de observación y espera. El ministro de energía en ese momento, Ali Rodríguez, dijo: “Hugo Chávez ha sido el resguardo más efectivo en contra del estallido social del país”. En el 2002, Chávez designó a Rodríguez director de la compañía petrolera del estado, PdVSA (Petróleos de Venezuela).
La industria petrolera es el motor de la economía venezolana. Como se verá en este artículo, la controversia sobre la política petrolera ha galvanizado a la oposición. Pero, detrás de esta pelea está el hecho de que Chávez ha hecho llegar a niveles peligrosos la lucha de clases en Venezuela. Y es exactamente esta lucha la que deben detener la oposición venezolana y los testaferros del imperialismo si quieren defender las ganancias y la estabilidad social.
Las luchas de masas derrotaron a un golpe respaldado por Estados Unidos en abril del 2002, en lo que fue una derrota embarazosa para el imperialismo yanqui. Nueve meses después, la resistencia de masas desempeñó un papel importante en la derrota de un amplio lockout (una supuesta “huelga”) dirigido por los directores de la industria petrolera y en lograr que las cosas volvieran a funcionar.
En Venezuela, hay una correspondencia muy alta entre raza y clase, como en todas partes. El contraste entre los vecindarios de la clase media y de la clase alta, donde los que viven son en su mayoría blancos, y los barrios, que es donde viven mayormente los venezolanos de piel más oscura, tiende a repetir el contraste entre los rasgos que se ven en las manifestaciones de la oposición y en las de apoyo al gobierno. Sin lugar a dudas, la oposición ha despertado una reacción racista, también basada en clase, ya que Chávez se identifica con orgullo como una mezcla de indio, negro y europeo.
Hasta ahora, las muestras populares de hostilidad y las medidas tomadas por Chávez no han podido restar poder a las fuerzas antichavistas. Todavía hay en el alto mando del ejército importantes opositores a Chávez, como también en altos puestos del gobierno y la industria. Estos opositores cuentan con el apoyo de gran parte de la clase media y de los “aristócratas” del sindicalismo.
A primera vista, la cuestión polarizante del momento es si habrá o no un referéndum para destituir a Chávez del poder. De acuerdo con la ley, se puede realizar un referéndum para destituir a cualquier funcionario electo luego de que haya cumplido la mitad del período de tiempo para el que fue electo, si así lo pide el 20% de votantes. Luego de mostrar mucha ambigüedad, Chávez permitió que la Organización de Estados Americanos (OEA) y el Carter Center, “neutral y no partidario” (fundado por el ex presidente de Estados Unidos), observarán la cuenta de firmas legales. Una decisión final, ya demorada, se dará a conocer en unas semanas.
Sin embargo, los elementos de la oposición ya han declarado abiertamente la “necesidad” de una “rebelión” si no se realiza el referéndum. No se han comprometido a aceptar los resultados, mientras que Chávez sí lo ha hecho. Todo esto presagia el inevitable reclamo por parte de la oposición de juego sucio si la petición es rechazada. De una manera u otra, la oposición espera obtener el respaldo del imperialismo norteamericano. En pocas palabras, el propuesto “referéndum” es una herramienta organizativa de la reacción para crear el clima propicio para otro golpe.
Los internacionalistas revolucionarios defienden el derecho de auto determinación de Venezuela, lo que en el contexto actual debe incluir la defensa militar incondicional del gobierno de Chávez frente al ataque en cierne. Esta posición, a la que los trotskistas denominan de apoyo militar y técnico, se usa cuando es necesario defender a un gobierno no proletario de un ataque imperialista. Significa reconocer el derecho del gobierno atacado a obtener armas y otra ayuda táctica de cualquier fuente posible. Es un reconocimiento de que el ataque imperialista significa que los trabajadores deben apuntar sus armas no al gobierno burgués sino, por el momento, únicamente al enemigo común.
El apoyo militar es importante para los revolucionarios de la Venezuela de hoy. Pero también significa que los internacionalistas tienen que trabajar con las clases trabajadoras de otros países, incluyendo la de Estados Unidos, por la ayuda militar a Venezuela y para oponerse al ataque imperialista que se avecina. La ayuda militar también significa que abiertamente declaramos que no tenemos un acuerdo político con nuestros temporarios aliados militares. Es claro que el régimen de Chávez no está capacitado políticamente para proveer la total defensa necesaria en contra del ataque imperialista.
Luchar por una política revolucionaria dentro de la lucha de clases para defender al actual régimen es absolutamente vital para que la clase trabajadora venezolana alcance sus metas en el período de sangrienta confrontación que se avecina. Por consiguiente trabajamos por una adherencia total de la clase trabajadora a la lucha en contra del inminente golpe, pero recomendamos la creación de una fuerza independiente organizada de la clase trabajadora. Por sobre todo, nos esforzamos para ayudar al desarrollo de un partido revolucionario de la clase trabajadora en Venezuela, que forme parte de una nueva Cuarta Internacional. Esta fuerza debe advertir a los trabajadores que no deben confiar en Chávez y en la camarilla minoritaria pro burguesa y en los militares reformistas que él representa.
La revolución obrera no es una meta que pueda posponerse indefinidamente. Es la única manera de derrotar a lo que inevitablemente resultará en nuevos intentos de golpe si el imperialismo no recibe su pago en sangre. Es la única respuesta que tiene la clase trabajadora venezolana. En este respecto, nuestra tarea más importante en los días venideros es convencer a otros trabajadores de mentalidad revolucionaria de la necesidad para construir el partido de la revolución proletaria y tomar parte en todas las luchas con el fin de aumentar la conciencia de los trabajadores sobre lo que se debe hacer. Un partido como éste desarrollaría el apoyo internacional con un programa económico y político orientado a liderar una lucha internacional en contra del imperialismo. En la explosiva Latinoamérica actual, una unión combativa de trabajadores y oprimidos sólo está esperando que aparezca un liderazgo apropiado.
Nuestra oposición política a Chávez está basada en el hecho de que él ya es una barrera para la unidad revolucionaria de las masas. Él es un pequeño burgués nacionalista que desea completar el proyecto de construir una nación capitalista; esto lo pone en un conflicto táctico pero no fundamental con el imperialismo. Chávez no ha atacado los derechos de propiedad imperialista y capitalista en Venezuela. Como dijo su Ministro de Relaciones Exteriores, Jesús Arnoldo Pérez, al referirse a Estados Unidos, “No creo que pueda haber un divorcio... estamos condenados a vivir juntos.” Chávez no ha tomado las medidas necesarias para debilitar a la oposición lacaya del imperialismo, a pesar de sus intentos de golpe. Como Chávez defiende al capitalismo y a la propiedad privada, eventualmente traicionará abiertamente a las masas o perjudicará significativamente a su lucha.
El proyecto de Chávez no es nuevo para el nacionalismo burgués venezolano. La idea siempre ha sido que mayores ganancias del petróleo deberían, en algún momento, resultar en el desarrollo y la diversificación de toda la economía venezolana. Pero la historia y la naturaleza del capitalismo prueban que el imperialismo nunca permitirá que se cumpla una visión capitalista en Venezuela. La meta de la soberanía económica siempre ha sido un sueño engañoso para Venezuela dentro del mundo imperialista, así como lo es para toda Latinoamérica, un continente rico en recursos naturales.
De igual manera en que lo hacía su amigo “Lula” del Brasil, Chávez recomienda “una tercera manera”, supuestamente ni capitalista ni comunista. Él habla de un libre comercio con una distribución “socialista”. En realidad, la “revolución” de fantasía que él promete podría sólo llegar a ser un benevolente estado capitalista con mejoras sociales, eso es casi todo lo que podrían significar las mejoras sólo en la esfera de distribución. Sin embargo, aun esa limitada visión ya no es posible bajo el imperio de Estados Unidos. Es una broma cruel decirles a los trabajadores y desempleados venezolanos que ellos pueden cambiar la calidad de sus vidas sin tomar el poder del estado en sus propias manos. Y cualquiera sea la utopía capitalista que Chávez promete para el futuro, lo que realmente hace hoy día demuestra que su compromiso es con el capitalismo, lo que sólo puede significar una vida de miseria para las masas.
Chávez funciona en un continuo con otros políticos burgueses y pequeños burgueses nacionalistas, que incluyen en forma destacada a Lula en Brasil y Castro en Cuba. Mucho menos moderado que Lula en este momento, Chávez sin embargo está tratando de llegar a un mejor acuerdo con el imperialismo, no de derrocarlo. Su relación con el supuestamente comunista Castro es un componente clave de la imagen “revolucionaria” de Chávez, la que es necesaria para capturar el enorme sentimiento antiimperialista en Venezuela. Es también una manera de burlarse del imperialismo de Estados Unidos y obtener concesiones. Pero Chávez no tiene absolutamente ningún plan o la habilidad para implementar una revolución política como la de Castro, la que incluyó medidas radicales para nacionalizar la industria. Y el mismo Castro, desde Chile en 1973 hasta Nicaragua en 1989, abogó en contra de medidas de ese tipo y por un enfoque más tolerante haci! a el capitalismo de Estados Unidos. (Ver Cuba enfrenta la amenaza de los EE.UU.: “Socialismo en un solo país” no es la respuesta, para leer nuestro análisis del capitalismo de estado cubano.)
Chávez desea cambiar la manera en que funciona el capitalismo sin debilitar al mismo sistema capitalista e imperialista. En sus intentos para ejercer presión en Washington, hasta ahora a seguido una política exterior relativamente independiente, que incluye fuertes declaraciones en contra del FTAA (Ärea de Libre Comercio de las Américas), su reanimado liderazgo de la OPEC y su alianza con Castro. Pero la mayor precondición para un mayor porcentaje de las ganancias petroleras para Venezuela es afirmar los derechos del estado sobre la nominalmente nacionalizada, pero de dirección completamente pro imperialista, industria petrolera. Claramente, los recursos petroleros de Venezuela son su carta de triunfo en toda negociación con Estados Unidos. Para lograr cualquier tipo de avance en la mejora de las terribles condiciones económicas y sociales del país, es necesaria una verdadera nacionalización.
El núcleo de la oposición han sido los estratos jerárquicos de la compañía petrolera, junto con otros intereses importantes agrupados en la asociación Fedecámaras y en la Cámara de Comercio. El grueso de la clase media también asocia su bienestar con la privatización y un “mercado libre”. Estas fuerzas ejercen fuerte presión en Washington para obtener su apoyo. Los capitalistas al servicio del imperialismo y la rica clase dirigente se dan cuenta de que sus ganancias y enormes sueldos están directamente vinculados con intereses extranjeros, principalmente de Estados Unidos, y se muestran hostiles al proyecto de construir una nación, especialmente porque esto significaría más control estatal sobre sus operaciones e impuestos más altos.
Al comienzo de la nacionalización de PdVSA, los mismos administradores venezolanos que habían estado dirigiendo la industria para las transnacionales como Shell, Chevron y Gulf permanecieron en sus puestos. El estado dio al cuerpo directivo de PdVSA un alto grado de autonomía y enormes recursos financieros. Desde el comienzo, los vínculos a los previos dueños de las nuevas y “nacionalizadas” compañías se mantuvieron por medio de contratos técnicos y comerciales, otorgándoles precios con grandes descuentos. Antes de Chávez, la Junta de Directores estaba compuesta solamente por miembros del estrato jerárquico de PdVSA y ellos eran los que elegían a los miembros de la Junta. La Junta estableció políticas que los beneficiaban a ellos, no al estado, y ciertamente no a las masas venezolanas. Con el tiempo, se usaron aún más maniobras legales y complejos esquemas financieros para evitar que las ganancias fueran al g! obierno.
Desde la mitad de la década de 1990, esta política se amplió de manera dramática, en lo que se dio en llamar “la abertura”. Esto significó una privatización por partes de la industria, al tiempo que se vendían diferentes segmentos y se aumentaba el uso de contratistas independientes. Un costoso ejemplo fue una empresa conjunta con capitalistas de Estados Unidos para todas las operaciones de procesamiento de datos. Esta nueva compañía, INTESA, se unió al lockout petrolero antes de que venciera su contrato; a través de su control de la información terminó como un serio contribuidor al sabotaje de PdVSA y un obstáculo para que comenzará a funcionar de nuevo.
Antes de la “huelga”, la porción que llegaba a los bolsillos capitalistas aumentó al tiempo en que PdVSA internacionalizaba sus operaciones. (Por ejemplo, PdVSA opera en Estados Unidos bajo el nombre de Citgo.)
Se compraron refinerías europeas y americanas, pero los costos de compra fueron absorbidos por la rama venezolana de PdVSA, reduciendo así la ganancia del gobierno todavía más. Los administradores de PdVSA sistemáticamente compraron refinerías, firmaron contratos de suministro de largo plazo y otorgaron importantes descuentos a sus nuevas afiliadas extranjeras. Para asegurar que los beneficios estuvieran fuera del alcance del gobierno, se usaron los contratos como garantía para obtener préstamos del extranjero. De esta manera, Chávez heredó de PdVSA una monstruosa deuda de más de 9 mil millones de dólares. Al menos 500 millones de dólares eventualmente fueron transferidos de las cuentas nacionales en que se encontraban a afiliadas en el extranjero, las que nunca pagaron dividendos a la compañía que las controlaba en Caracas.
Chávez instituyó cambios para aumentar las ganancias que recibía el gobierno. Pero ha cumplido con los pagos de la deuda a los imperialistas (entregas que representan al menos 30% del presupuesto), y no ha hecho nada para invalidar una enorme cantidad de tratos a largo plazo que son muy costosos para Venezuela y que impiden que el país determine cómo usar sus reservas de petróleo. Y el mismo Chávez ha vendido partes de la industria, en un proceso al que llama “racionalización”.
Los sectores de la burguesía y pequeña burguesía venezolana que no están directamente vinculados con el imperialismo, los estratos que favorecían un retorno a una política petrolera con un mayor control del gobierno y una posición más proteccionista en contra de la competencia extranjera en general, son muy débiles. Cualquier fuerza seria de la burguesía nacionalista debe por consiguiente buscar el apoyo de las masas para ejercer presión en los grandes capitalistas y en los administradores para que actúen para el “bienestar de la nación”. Es ceder algo o arriesgarse a perderlo todo, les dice Chávez cuando las masas salen a la calle en su defensa.
Por consiguiente, Chávez necesita usar a las masas como un ariete para realizar sus reformas. Todos los comentaristas políticos reconocen que su táctica predominante para ganar apoyo es el “populismo”. La derecha desdeña a Chávez justamente por su asociación con las masas en las calles, mientras que la “izquierda” lo saluda por la misma razón. Pero el populismo significa mucho más que un simple movimiento popular. Aun cuando es la ideología que lidera a un movimiento de masas antiimperialista, que apoyamos, nos oponemos a la imposición de la ideología. Es un método para usar los sentimientos de las masas para desdibujar la lucha de clases con el propósito de distraerlas de su ataque al capitalismo como sistema. Dada la rebeldía de las masas latinoamericanas hoy día, esta ideología nacionalista debe presentarse a sí misma como antiimperialista y “revolucionaria” para atraer seguidores.
Y es así como Chávez, como otros populistas, dice representar “al pueblo” en contra de las “élites”, para prevenir el desarrollo de la conciencia de clase y su inevitable reto al capitalismo mismo. Chávez habla constantemente de los ricos en contra de los pobres, mientras que saluda a los sectores de negocios “productivos” en Venezuela y a políticos capitalistas de Latinoamérica, como Néstor Kirchner, de Argentina, y Lula, si bien estos líderes están realizando activamente ataques neoliberales en sus propias clases trabajadoras. (Ver PR 69 para antecedentes sobre Kirchner y la página 29 de PR 70 sobre Lula.)
Como muchos populistas, Chávez también aspira a ser otro Bonaparte. Si bien él fue electo democráticamente, Chávez tiene la tendencia de gobernar por decreto. Ha concentrado su poder en la rama ejecutiva de gobierno y ha ampliado la función de los militares. Esto representa un gran peligro para la clase trabajadora.
Chávez se hizo famoso con un intento de golpe militar en 1992 y abiertamente llama a su gobierno “un régimen cívico-militar”. El ejército es el medio por el que asegura su control sobre las masas, y hasta cierto punto, para mantener una cierta medida de control sobre los capitalistas más obstinados y sus administradores. Chávez intenta tender un puente sobre la división entre las masas y los capitalistas y sus lacayos, colocando a los militares sobre éstos. Ha involucrado a los militares en muchos proyectos sociales, para así atraer a un mayor número de oficiales, al mismo tiempo que hace que el pueblo comience a tenerles más confianza. Pero su apoyo a los militares, en el mejor de los casos, es problemático. Ya existen conocidas hostilidades, las que inevitablemente se harán más grandes a medida que Chávez continúe hacia adelante. Durante el golpe de abril, parte de los militares se unieron a la oposició! n y sólo devolvieron su apoyo a Chávez en respuesta a la indignación de la multitud. Como el apoyo al “chavismo” entre los militares no es de ninguna manera sólido, Chávez se ha visto forzado a depender cada vez más en el apoyo de las masas.
Las masas venezolanas dieron su apoyo a Chávez luego de sufrir dos décadas de miseria económica y traiciones a manos del partido capitalista dominante. La Acción Democrática (AD) y la CTV, (la Confederación de Trabajadores de Venezuela, el sindicato nacional), estrechamente vinculada con ese partido. Desde 1958, cuando se implementó un gobierno democrático burgués, la AD generalmente contaba con los votos de los trabajadores, en forma más o menos parecida a la del partido Democrático en Estados Unidos. Durante el auge petrolero a la mitad de la década de 1970, cuando Carlos Andrés Pérez del AD fue presidente, el petróleo y el acero fueron nacionalizados, las industrias para sustituir las importaciones fueron subvencionadas y se ampliaron los programas sociales. Para 1989, cuando Chávez fue electo, él hizo un brusco giro hacia el neoliberalismo. Luego de los motines populares por comida de 1989, la clase t! rabajadora organizada ejerció presión para hacer una huelga general y el CTV a regañadientes realizó huelgas de cortas duración, más que nada de muestra.
A esto siguió una década turbulenta. Si bien la AD ya no contaba con la alianza política de grandes sectores de la clase trabajadora que se desplazaba hacia la izquierda, y los trabajadores ya estaban abandonando a la CTV para abrazar alternativas más radicales, la clase trabajadora no había podido todavía demostrar y construir su propia alternativa antes de que Chávez apareciera en la escena política. Su fallido golpe en contra de Pérez fue popular porque Chávez se identificó abiertamente con los motines. No se puede negar su sentido de oportunidad. La popularidad de Chávez se debió al vacío de poder en la clase trabajadora y entre los oprimidos. Chávez ganó apoyo entre los pobres de la ciudad y el campo, particularmente entre la pequeña burguesía en caída y el sector de informales.
Este sector trabaja dentro de una gran economía subterránea que evita la regulación del gobierno. Los llamados informales conducen taxis, ofrecen servicios de mecánica de puerta en puerta y trabajan como jornaleros. Los jóvenes, las mujeres y los colombianos indocumentados (inmigrantes ilegales) constituyen una gran parte de este sector. Este sector creció como resultado de la reducción de trabajos que comenzó a partir de finales de la década de 1970. Una mayoría de los que forman el sector informal están sólo parcialmente empleados. Hoy día, este sector representa a más de la mitad de la clase trabajadora y está agobiado por una pobreza masiva.
Sin embargo, el sector informal, y por consiguiente lo que en Venezuela se entiende como “los pobres”, incluye no sólo a los trabajadores, sino también a pequeños empresarios y a los empleados sin relación de dependencia, como también a los elementos tradicionales del lumpen. Hemos notado que la ideología del populismo oscurece la línea divisora de clases en la sociedad capitalista. Chávez promueve la idea de “un movimiento de los pobres”, en vez de un movimiento de la clase trabajadora que lidere a los pobres y a los oprimidos como lo hacen los comunistas revolucionarios. La pregunta de cuál debería ser la clase que dirija la lucha no se formula, y la conciencia de clase se evita deliberadamente. Esto permite que sectores de la clase capitalista lideren a las masas.
Lo que es más, el enfoque de pobres contra ricos conduce con facilidad a una distinción dentro de la clase trabajadora entre “los pobres” y los que tienen empleos más estables; de esta manera un sector lucha contra el otro, en vez de unirse como clase para luchar por una mayor igualdad de salarios y trabajos para todos. Los trabajadores con trabajos estables pueden ser considerados parte de “los ricos” por los trabajadores pobres, y estos mismos trabajadores pueden llegar a verse a sí mismos como parte de los ricos bajo esta perspectiva. De esta manera, la unidad y el poder de la clase trabajadora se encuentra dividida e inevitablemente conquistada.
El populismo no es el camino a la conciencia de clases, sino una barrera y una trampa. No por accidente, la relación de Chávez con la clase trabajadora realmente organizada ha sido mucho más ambigua que su defensa de los pobres. No tenemos disponible información concreta sobre los puntos de vista políticos dentro de la clase trabajadora. Sin embargo, es evidente que, hasta ahora, la clase trabajadora con trabajo ha tendido a apoyar al régimen de Chávez más que a la oposición, la que claramente representa el peligro mayor e inmediato. La mayoría de la clase media, los empleados administrativos y la mayoría de los trabajadores especializados principalmente respaldan a la oposición.
Desde el fracaso del intento del lockout por la oposición, el apoyo activo a la misma entre estos sectores parece haber amenguado. Sin embargo, el problema para Chávez es que tendrá que tratar de disciplinar y controlar a toda la clase trabajadora, no solamente a sus capas superiores, a las que puede denunciar como reaccionarias, para así continuar su proyecto nacionalista y capitalista.
A pesar de su retórica radical, Chávez ha controlado su oposición al imperialismo. Ya hemos mencionado que ha continuado los pagos de la deuda. Otro ejemplo destacado de la superficialidad de su “anti imperialismo” fue su promesa de no dejar de suministrar petróleo a Estados Unidos en el caso de la guerra contra Irak. Su ministro de energía, Rafael Ramírez, prometió que el gobierno nunca usaría al petróleo con propósitos políticos. Recientemente, Ramírez cambió su posición de oposición a la readmisión de Irak en la OPEC mientras se encuentre bajo la ocupación de Estados Unidos.
Pero esta conducta acomodaticia de Chávez y compañía no ha aplacado a los reaccionarios. Todos saben que fue la enorme presencia de las masas en las calles la que terminó definitivamente el primer intento de golpe en abril. Luego de su retorno al poder, Chávez ni siquiera pudo castigar a los líderes del grupo, a pesar de la demanda popular. En vez, hizo un llamado a la paz entre las clases, como si tal cosa fuera posible. Esta actitud conciliatoria hizo más atrevidos a los reaccionario y condujo al subsiguiente sabotaje económico en la forma de la “huelga” de los dirigentes petroleros, como también a la escalada en los ataques contra los otros trabajadores.
El lockout mostró, a su manera, cómo un corte en la producción podría estrangular a la economía. También demostró la importancia de los trabajadores de producción no especializados para que la industria comenzará a funcionar nuevamente.
Dadas las fuerzas que Chávez tiene en su contra, ha tenido que hacer más que en el pasado para tener el apoyo de los pobres y de la clase trabajadora. Desde la huelga petrolera, Chávez no sólo ha ampliado los programas públicos de salud, educación y otros servicios, sino que también ha decretado o negociado aumentos de salarios que afectan a millones de trabajadores. Pero estas reformas son sólo una pequeña medida de alivio, dada la desesperada situación de las masas, que en su mayoría todavía viven muy por debajo de los niveles oficiales de pobreza.
Por debajo del abierto apoyo de las masas del que disfruta Chávez, las tensiones de clases inevitablemente están en aumento. Los recientes hechos en el movimiento obrero son una indicación inicial de esto. Mientras que Chávez ha colocado a su gente en los puestos ejecutivos de la empresa nacional petrolera, ahora también ha tenido que poner, como muestra, a dos trabajadores en la Junta de Administradores. Más significativamente, la industria, que previamente había tenido una alta proporción de empleados administrativos y empleados no vinculados a sindicatos, ha sido profundamente racionalizada, de manera que la proporción de trabajadores no especializados es hoy mayor. Hay informes de que los obreros ahora esperan tener una verdadera participación en la industria y de que están empezando a tener diferencias con los nuevos administradores.
El lockout petrolero de dos meses afectó no sólo a los trabajadores petroleros, sino también a todos los trabajadores de la economía, mientras otros negocios aprovecharon la oportunidad de forzar lockouts, anunciar despidos, retener pagos y hechos similares. Los trabajadores usaron esta ocasión para tomar algunas de las instalaciones cerradas y comenzaron a hacerlas funcionar por su cuenta. (Un ejemplo destacado es el Hotel Sheraton del Aeropuerto en Caracas.) Chávez ya se había visto forzado a respaldar a campesinos que por propia iniciativa habían comenzado a ocupar tierras desocupadas. Pero luego del lockout petrolero, Chávez tuvo que acelerar una política de defensa de las tomas de las fábricas y plantas cerradas. En la actualidad su estrategia es fomentar el concepto de cooperativas de trabajadores, algunas de las cuales el gobierno está subvencionado corrientemente. De esta manera, Chávez quiere convertir a los tra! bajadores en pequeños burgueses a cargo de negocios que compitan entre sí dentro de una economía capitalista, en vez de retarla. Pero algunos obreros ya están demandando la nacionalización de las compañías cerradas.
La efervescencia política entre la clase trabajadora significa que hay oportunidades reales para una intervención revolucionaria. El desarrollo de la situación de los sindicatos es complejo, y todavía no hay suficiente información disponible públicamente. El hecho potencialmente más importante ha sido la formación de una nueva federación de trabajadores, la UNT (Unión Nacional de Trabajadores) en la primavera del 2003, un hecho que parece reflejar un verdadero aumento en la conciencia de clase y en actividad.
Chávez llegó al gobierno sin un plan explícito para tratar con la clase trabajadora. Claramente él quería librarse de los viejos líderes sindicales de la CTV (y hasta de la misma CTV, lo que no le fue posible). Muy temprano, fracasó una toma del poder de la CTV; eventualmente se llegó a la idea de crear un movimiento sindical exclusivamente chavista. Su propósito era unir a la clase trabajadora a su programa nacionalista y capitalista. Pero la nueva federación está lejos de estar completamente bajo su control. Comprende en su seno a sindicatos explícitamente chavistas, pero también incluye a sindicatos independientes de larga trayectoria y a sindicatos que se separaron recientemente de la CTV, como el sindicato de obreros petroleros.
Ni Chávez ni un representante aparecieron en la conferencia de fundación de la UNT la primavera pasada, si bien se esperaba su presencia. Tampoco el régimen difundió por la televisión estatal las deliberaciones. Y las decisiones políticas finales de la conferencia todavía no han sido publicadas, tampoco ha habido informes sobre una segunda conferencia que se había proyectado. Pero hubo más de 1200 delegados presentes, y las discusiones políticas en los talleres de la conferencia tendían hacia la izquierda del programa de Chávez. Los puntos del plan de acción incluían demandas por una semana más corta de trabajo, la creación de un cuarto turno para reducir el desempleo y terminar el derecho de los patrones para despedir obreros. También, los delegados hicieron un llamado a la lucha para un aumento general de salarios y para lograr la igualdad con obreros subcontratados y temporarios.
Una cuestión de gran importancia es qué porción la UNT de las masas trabajadoras ha ganado, o podrá ganar en el futuro. Como no ha llamado a acciones masivas en su nombre, es difícil juzgar su verdadera influencia, si bien se dice que es mayor que la de la CTV. La CTV colaboracionista claramente ha perdido mucho de su respaldo desde que apoyó a la reaccionaria “huelga” petrolera. Si bien un número de sindicatos se han separado de la CTV desde entonces, todavía dice tener un millón de miembros oficiales. El liderazgo de la CTV se encuentra ahora bajo considerable presión para lograr algo, dado el fracaso de la “huelga” y la deserción de uniones que se unieron a la UNT. Por esta razón, sus líderes dicen que se concentrarán más en la lucha económica, en vez del combate político.
Lo que esto significará en la práctica aún está por verse. No es claro cuántos en las filas de la CTV realmente apoyaron las políticas de sus líderes durante el lockout, y si lo hacen hoy día. No sería la primera vez en la historia que las políticas reaccionarias y pro imperialistas de los burócratas sindicales no reflejan a todos los niveles de sus miembros. Con mucha frecuencia la burocracia sirve a los intereses de los aristócratas laborales y con frecuencia responde a los sentimientos más reaccionarios dentro de ese estrato.
Como principio general, mientras los revolucionarios hallan sus raíces más profundas dentro de las capas más profundas de la clase trabajadora, también sabemos que el estatus de aristocracia de los trabajadores mejor pagados es pasajero y que es vital separarlos de sus malos dirigentes, siempre listos a capitular, para lograr la unidad de clase. La lucha por un liderazgo proletario y revolucionario en Venezuela no puede simplemente abandonar a los trabajadores, quienes en la actualidad están tan traidoramente dirigidos por la CTV.
Hay que luchar por un liderazgo revolucionario de la clase trabajadora, que incluya la lucha para derrocar a los malos dirigentes en todas las instituciones obreras. También se debe hacer un llamado a los trabajadores basándose en sus intereses de clase, en la CTV donde sea posible, como también en la UNT y otros sindicatos que todavía son independientes (como el importante sindicato de trabajadores del acero, SUTISS, Sindicato Ünico de Trabajadores Siderúrgicos y Similares.)
Los mejores elementos se pueden atraer con el tiempo si auténticos trotskistas insisten en el derecho básico de los trabajadores a la huelga y en demandas inmediatas por aumentos salariales, un fin a los despidos y mejores condiciones. Si bien Chávez ha respondido a presiones en el pasado, especialmente de los trabajadores de los sectores públicos, los trabajadores no pueden depender de la beneficencia de ningún gobierno capitalista, especialmente de la de un régimen atrapado en un aprieto económico tan profundo. Los trabajadores de la industria privada han estado asediados; el arma de la huelga, no la dependencia en el gobierno, es su única manera de alcanzar aun sus necesidades más elementales. Probablemente no es una casualidad que el Congreso de la UNT, si bien usó una retórica radical en gran escala, no consideró la cuestión de las huelgas. Esto reflejó la presión con que el régimen de Chávez estaba ! desesperadamente tratando de lograr la estabilidad y una atmósfera “a favor de inversiones”, inevitablemente a costa de los trabajadores.
Es claro que la experiencia de la “huelga” petrolera ha radicalizado a estratos de la clase trabajadora y los ha movido a ocuparse ellos mismos del funcionamiento de la industria y de luchar por sus demandas generales. Esto abre el camino para una mayor aceptación del programa revolucionario del proletariado. Las demandas claves deben ser la nacionalización de toda la industria petrolera bajo la administración de los trabajadores, incluyendo la invalidación de todos los tratos ilícitos hechos durante “la abertura”. La nacionalización sin compensación de otras industrias y empresas en peligro bajo la administración de trabajadores y con una protección de trabajos garantizada, es un reclamo necesario para oponerse a la proliferación de las cooperativas descentralizadas dominadas por el mercado. También crítica para la economía es la lucha por la nacionalización sin compensación de los bancos y el repudio de la deud! a imperialista. Sólo el repudio de la deuda haría estallar a toda la clase trabajadora de Latinoamérica, esclava ahora de los pagos al imperialismo por las deudas en las que incurrieron sus dirigentes.
Dada la pendiente amenaza de un golpe pro imperialista, es vital para los trabajadores revolucionarios comenzar a demandar que todos los sindicatos progresistas formen guardias de defensa a los sindicatos para entrenar y armar a la clase trabajadora en contra de las escuadras de la muerte de la reacción. Una movilización de este tipo debe ser una contramedida a la peligrosa dependencia en el ejército que fomenta Chávez. Esto sería un paso decisivo en el desarrollo de una protección independiente a la clase trabajadora, la auto acción y el liderazgo.
Con Venezuela en camino a una situación de guerra civil, y dadas todas las revelaciones sobre la intervención de Estados Unidos, la cuestión de la estrategia internacionalista debe pasar de la retórica a la realidad. Las masas venezolanas sólo pueden defender su soberanía con una vigorosa campaña por la solidaridad internacional. Esto requiere que la misma Venezuela se ponga de pie y repudie tanto todas las deudas imperialistas como que también apoye la auto defensa incondicional de todas las naciones bajo el ataque imperialista.
A diferencia del régimen de Chávez, los trabajadores darán apoyo práctico a las luchas de masa en Irak y en otros lugares, principalmente al hacer a sus gobiernos responsables por su continuo suministro de petróleo, vital para Estados Unidos durante su ocupación de Irak ¡y que amenaza a la misma Venezuela! Si los patrones pueden parar la producción de petróleo para ayudar al imperialismo, los trabajadores deben estar listos para usar su poder para boicotear la transferencia de petróleo y otros suministros a los imperialistas belicistas. Sobre todo, los defensores del partido revolucionario venezolano deben proclamar abiertamente la necesidad de su clase para tomar el poder y establecer su propio estado como parte de uno de los Estados Socialistas de Latinoamérica.
28 febrero 2004