Prologo a la versión Sueca
por Sy Landy
Bienvenida sea la publicación de la versión Sueca. Esta nueva edición, no solo hace al libro más accesible a los lectores escandinavos, sino que es evidencia del aumento del nivel de conciencia entre los revolucionarios alrededor del mundo de la necesidad de resucitar al auténtico marxismo. Además nos da la oportunidad para revisar los eventos posteriores a su publicación desde el punto de vista del análisis presentado hace tres años atrás.
La vida y muerte del stalinismo ha sido un reto a la ideología más insidiosa de nuestros tiempos: el cinicismo hacía la naturaleza humana en general y la capacidad del proletariado en particular. El libro fue publicado justo después de la ola revolucionaria que arropó a la Europa oriental en el 1989 que derrocó país tras país el control del partido comunista. Contra la abrumadora cantidad de propaganda capitalista que proclamó la muerte del comunismo, nosotros mantuvimos que la caída del stalinismo terminaría, al final de cuentas, abriendo el camino hacia la re-creación de un genuino marxismo: el de la vanguardia de la clase obrera.
Estos eventos históricos han confirmado las enseñanzas fundamentales del marxismo. La resistencia de la clase obrera, notablemente el masivo levantamiento de los obreros polacos en el 1980-81, redujo la confianza de la clase dominante stalinista y le puso fin a su control sobre la sociedad. Esa resistencia demostró, una vez más, el rol central del proletariado en el progreso social de la presente época. Además, las luchas obreras surgieron como producto de la intensificación de la explotación de los obreros por los stalinistas. Esta intensificación obedece a las leyes fundamentales de la dinámica del sistema capitalista descubiertas por Marx. Como el libro explica con amplios detalles, estas leyes son validas tanto en los estados capitalistas “estatizados” de Europa oriental como en las sociedades capitalistas tradicionales del Occidente.
Del mismo modo, en el 1989 los obreros le asestaron el golpe decisivo a los odiados stalinistas. Pero los logros de las masas fueron usurpadas por fuerzas suscitadas por los stalinistas y elementos burgueses que había fomentado el moribundo stalinismo.
La corrupción del marxismo y de la idea del partido revolucionario, impidió que la clase obrera recreara los partidos bolcheviques a tiempo para conducir una auténtica revolución socialista. El cinismo de la extrema izquierda y su acomodo tanto con el stalinismo como con la social democracia, solo les permitió llegar a conclusiones reformistas sobre la caída del stalinismo; de esta manera también ayudaron a desarmar a los obreros quienes enfrentaban luchas decisivas.
En el 1991, el fracaso del golpe de estado en la Unión Soviética, una disputa sobre la rapidez de la “burguesifición,” completó el ciclo de revoluciones políticas – tomas de poder que preservaron la extracción de las excedentes “súper ganancias” al mismo tiempo que cedía parte del poder estatal al naciente sector burgués de la clase dominante. La desnacionalización de las propiedades estatales tanto en el Occidente como el Oriente, refleja el hecho de que la propiedad estatal aun representa vestigios de los logros de la clase obrera. Esto impide la explotación total que los jefes necesitan. Todos los proyectos de privatización en Europa oriental, la China y la ex-URSS aspiran a fortalecer al régimen capitalista internacional. Todos los sectores del capitalismo “pos stalinista”, estatales y privados, conducen hacia la subordinación al imperialismo de las potencias de Occidente.
Para los defensores de la libertad mediante el capitalismo, los eventos desde el 1989 no solamente comprueban que el “experimento socialista” es un fracaso, sino también aclaman que el marxismo, con todo su optimismo acerca de la naturaleza humana y el proletariado, ha sido completamente refutado. Y a nivel de las apariencias, muchos eventos recientes parecen darle validez a este punto de vista.
“Es una paradoja histórica,” escribe Jacek Kuron, “que esos que tumbaron al comunismo también se tumbaron a ellos mismos.” Kuron, quien fuera una vez un revolucionario anti-stalinista durante la época de la explosión de los trabajadores polacos en el 1980-81, se había convertido en un socialdemócrata anti-comunista. Ahora él es Ministro del Trabajo en el régimen que a su juicio “la mayoría de los polacos ven como un gobierno que toma de los pobres y débiles para darle a los ricos y poderosos.” Y así mismo es. Los cínicos no solamente interpretan la historia, ellos la llevan a cabo para su propio beneficio.
Encima de las severas condiciones económicas, país tras país del antiguo bloque soviético se encuentra en ruinas debido a conflictos nacionalistas. Los países de la región que todavía no se han sumergido en el abismo se encuentran al borde de un gran derramamiento de sangre. Comentaristas burgueses culpan las “antiguas rivalidades” de los eslavos y otras gentes misteriosas, como si la humanidad fuese intrínsicamente racista. La realidad es que los viejos líderes stalinistas, frente a una crisis económica y el derrumbamiento de los partidos comunistas, se enfrascaron en conflictos nacionales para evadir los posibles levantamientos del proletariado. Esa es la base material de la “limpieza étnica.”
Una nueva mirada a la clase media
Los auténticos marxistas nunca han glorificado la conciencia actual de la clase trabajadora. El programa comunista no es una ideología; surge de la necesidad objetiva de la clase obrera. A la medida que la lucha se intensifica y profundiza, los trabajadores más avanzados toman conciencia de su programa y el deber de llevarlo acabo y de esta manera ejercen liderazgo sobre el resto de la clase trabajadora y otras capas oprimidas de la población. El objetivo de este libro es, por lo tanto, ayudar a nuestros compañeros trabajadores a entender la estructura del stalinismo y del capitalismo en su totalidad para que nuestra clase pueda concientemente conducir su lucha y desarrollar su programa.
Nuestro análisis ha sido firmemente establecido. Tanto teóricos burgueses como ultra izquierdistas esperaban que la caída del stalinismo estabilizara al mundo capitalista; después de todo, ya no existía la Unión Soviética “socialista” o “anti-imperialista” para armar e incitar a las masas. Lo opuesto ha ocurrido – y no solo en el ex-bloque soviético. Como explica nuestro libro, la URSS era el sostén estabilizador del mundo imperialista, refrenando y estrangulando las insurrecciones de masas. La eliminación de este sostén abre el camino para el surgimiento de un movimiento revolucionario genuino de la clase obrera.
Una forma de capitalismo, grandemente distorsionada por los vestigios de las conquistas revolucionarias de los trabajadores, ha sido reemplazada por otra. Nada explica mejor la transición de un grupo de dirigentes políticos a otros cuando la nomenclatura de burócratas stalinistas permanece económicamente en el poder.
¿Por ejemplo, si los estados stalinistas eran estados obreros porque entonces los trabajadores no los defendieron? ¿Por qué la clase dominante – si los defendió, si ellos eran parte de un sector de la clase obrera inherentemente ligada a la propiedad del estado, y escogieron la desestatización? O si estos estados representaban alguna sociedad de clases no capitalista, ellos son ahora claramente pro-capitalista: ¿como pudieron estos mismos dirigentes cambiar el carácter de clases? ¿Mas aún, como puede el cambio de carácter de clase ocurrir tan pacíficamente? La noción de que los “estados obreros” o estados de “clase-nueva” silenciosamente se transformaron en estados capitalistas, no hace mas que confirmar el carácter reformista de tales teorías.
Los marxistas de la clase media a quienes este libro le presta mucha atención se han embrollado vergonzosamente. Ernest Mandel había durante mucho tiempo insistido que la “restauración” del capitalismo estaba fuera de lugar en los “burocratizados estados obreros” stalinistas. Negando esta inconveniente posibilidad para así mezclarse con los reformistas liberales, Mandel engaño a miles de obreros avanzados. Ahora él admite que “el proceso de restauración capitalista esta en camino,” agregando descaradamente que “liberalmente nadie, en ningunos de estos países, o en el mundo, niega esta evidencia.” Su perspicacia, posterior a los hechos, deja entrever un cinicismo tan desdeñable como el de los declarados defensores del capitalismo.
Otras teorías del “defensismo” soviético son igualmente confusas; un mapa mostrando cuales países los diversos grupos todavía consideran proletarios presentaría un calidoscopio de confusión. De cualquier manera, si ellos rechazan o retienen algunos o todos en su bloque de “estados obreros” – ellos como quiera ofrecen únicamente racionalizaciones ineficaces para justificar sus puntos de vista, para el cual el termino “teoría” le queda muy grande.
Algunos ejemplos. Después del contra-golpe de estado de Boris Yeltsin en la URSS, el Partido Obrero Revolucionario de la Gran Bretaña (British Workers Revolutionary Party – WRP) abandonó su tradicional posición de llamar a los países de Europa oriental “estados obreros” y adoptó, con considerable fanfarria, el punto de vista insostenible que la ex-URSS no era ni un estado obrero ni un estado burgués. Pero algunos líderes estaban en desacuerdo, así que el WRP retorno a su posición de simplemente evitar una línea política clara. Algunas veces Rusia es descrita como un “estado obrero”; otras veces como un estado sin clases sociales. (Vea Proletarian Revolution No. 42.)
La tendencia Spartacist, cuya existencia se basaba en la exaltación y defensa del stalinismo, desistió de esto un poco más tarde. Sus “teóricos” han tergiversado a Trotsky hasta el punto del irreconocimiento para poder proclamar que Trotsky pensaba que la restauración del capitalismo era posible sin una violenta contrarrevolución. Y ahora ellos en principio declinan defender las restantes propiedades estatizadas en los ex-estados stalinistas, a pesar de los logros de los obreros que estas representan. De esta manera esta tendencia arrogantemente proclama su carácter anti-obrero.
El LRCI, basado en el grupo Poder de los Trabajadores (Workers’ Power – WP) en la Gran Bretaña, ahora denomina a los países stalinistas “estados obreros moribundos” –mantienen que estos países son todavía proletarios debido a que la “planificación” contrario a toda la evidencia, rige en sus economías. El LRCI requiere la existencia de un mercado económico estable antes de reconocer la existencia del capitalismo. El LRCI utiliza el método reformista clásico de identificar al capitalismo como un sistema de valores de cambio en vez de cómo un modo de producción. Y el LRCI va a tener que esperar para siempre para que surja su sistema de capitalismo racional dirigido según los textos escolares por la ley de valor. En realidad, el capitalismo es un sistema de contradicciones, crisis y decadencias masivas. Las convulsiones de los ex-estados stalinistas corroboran el análisis de Marx.
No solo los defensores y ex-defensores tienen dificultades. La tendencia Socialismo Internacional de Tony Cliff nos quiere hacer creer que la caída del stalinismo ha vindicado su teoría. Cualquiera que haya leído sus escritos anteriores, sabe que ellos consideraban al “estado burocrático capitalista como un adelanto al capitalismo que suplantaría su forma tradicional. Aunque ahora ellos de súbito posan como los únicos y verdaderos trotskistas, cuando el stalinismo se desplomó en Rusia los “cliffistas” cubrieron a Londres con carteles anunciando la “muerte del comunismo” – una concesión repugnante a la propaganda burguesa y a los obreros británicos de conciencia atrasada.
Lecciones de la caída del Stalinismo
Contrario a los defensores de la Unión Soviética, nosotros entendimos que el capitalismo fue restaurado a finales de los años 30 a pesar de que todavía quedaban algunos vestigios de las conquistas revolucionarias del proletariado. Y contrariamente, a la mayoría de los “teóricos” del capitalismo de estado que se adaptaron a las presiones imperialistas, nosotros nos dimos cuenta de que los remanentes avances obreros aminoraban al sistema. El stalinismo no era más que una forma inadecuada e ineficaz de capitalismo, y de ningún modo constituía la esperanza del futuro. Particularmente, nuestra previsión sobre la evolución del capitalismo “estatizado” hacía formas burguesas tradicionales fue correcta. Nosotros demostramos que las contradicciones del sistema exigían que los dirigentes del capitalismo “estatizado” trataran de reformar al sistema utilizando métodos burgueses tradicionales contra los obreros y eventualmente, los llevaría a abandonar al stalinismo. También anticipamos las limitaciones de la privatización, dada las tendencias fundamentales del capitalismo hacía la centralización.
Uno de los temas del libro mantiene que el colapso económico del stalinismo implica el surgimiento de tendencias similares en el Occidente. Ahora existe mayor evidencia aun que sostiene esa posición. La apertura al escrutinio publico de la economía en los países de Europa occidental revela que, aún más de lo que creíamos, las economías stalinistas habían vivido parasitariamente tanto de su propio capital como de los recursos humanos y naturales. El capital absoluto era utilizado sin ser remplazado; debido a la horrenda degradación del medio ambiente natural, por lo tanto, la esperanza de vida de los obreros industriales era más corta debido a sus condiciones de trabajo. En el Occidente, la preponderancia de capital ficticio se debe en gran parte a la falta de reemplazo del capital absoluto, por lo tanto, cuentan al capital usado como excedente.
Aunque no tan prejudicial, aún en los países imperialistas de Occidente como en los países de Europa oriental y no con efectos tan devastadores como en los sobre-explotados países del “tercer mundo” – esta tendencia será probada típica del capitalismo en todas partes en su época de decadencia.
Por el lado político, nosotros advertimos que si no surgía a tiempo un liderazgo proletario comunista – las revoluciones políticas capitalistas no resultarían en efímeras democracias sino en un impulso hacía el bonapartismo y el fascismo. Eso fue cierto tanto bajo Gorbachof como bajo Walesa cuando el libro fue escrito y continua siendo cierto bajo el mando del “demócrata favorito del Occidente, Boris Yeltsin. El prefiere gobernar tanto por decreto como por plebiscito. Nosotros también demostramos que el programa transicional compilado por Trotsky todavía es relevante y expresa la lógica de la lucha obrera contra el capitalismo bajo cualquiera de sus formas. Por el contrario, todas las tendencias suedo-trotskistas (así sean defensoras de la teoría del “estado obrero deformado”, “capitalismo de estado” o teorías del “colectivismo burocratizado”) esperaban que el socialismo surgiera posterior a una revolución política puramente democrática. La teoría de la revolución permanente de Trotsky – mantiene que los logros democráticos solo pueden lograrse mediante la revolución proletaria socialista – que destruye al estado capitalista y construye al estado obrero, tomando control de la economía – y es pertinente a todo tipo de capitalismo en nuestra época. Para los seudo-trotskistas este es un libro vedado. El método solo no garantiza el triunfo. Posterior a la traición de la Revolución China en el 1926-27, muchos trotskistas pensaron que lograrían atraer muchos nuevos miembros basado en su correcta predicción de la derrota de los obreros. Trotsky mismo pensó de otra manera y fue demostrado cierto: La derrota de la revolución le dio nuevos bríos a las fuerzas del cinismo. Del mismo modo, nosotros no esperamos ganancias del secuestro de la revoluciones de Europa oriental.
Pero existe otro lado de la misma moneda. Los obreros, a través de grandes levantamientos proletarios reconocen el enorme poder de su clase. De esta manera, las masivas huelgas generales que comenzaron en Francia en el 1968 resonaron a través del mundo, renovando la confianza y fuerza del movimiento obrero durante años. Que los trabajadores en los principales países industriales no hayan sido derrotados a pesar de la profunda crisis capitalista y su miserable liderazgo, refleja el miedo que la clase dominante les tiene desde esa época.
Hoy las mismas corrientes que inicialmente impulsaron al capitalismo a exacerbar al chovinismo y al bonapartismo se dirigen hacía una confrontación y polarización mucho más profunda. En los países burgueses pos-stalinistas no se procede fácilmente. Los obreros no miran con agrado el prospecto de una inflación rampante y desempleo masivo que es el “modelo Occidental” que se ha abierto para ellos. Huelgas generales, en la practica, son un arma de la clase obrera para superar el crecimiento del chovinismo. Los obreros del Oriente pueden llegar a ser la vanguardia de un masivo levantamiento que conmoverá al mundo una vez más.
Los levantamientos y confrontaciones son inevitables, pero no la victoria revolucionaria. Un elemento importante en la re-creación de la Cuarta Internacional, el partido proletario mundial, es la lucha contra el cinismo. Marx, Engels, Lenin, Luxemburg, Trotsky – todos los grandes maestros de nuestro movimiento proclamaron a gritos la necesidad de decirle la verdad a la clase obrera. Este libro está dedicado a esa meta.