Este artículo fue publicado en inglés en Proletarian Revolution núm. 53 (invierno de 1997)
En el 1976 un reducido número de camaradas fundó la Liga por el Partido Revolucionario (LRP). No es ni siquiera un secreto que los últimos veinte años han sido muy difíciles para aquellos que se consideran comunistas. Sin embargo hoy día lanzamos la vista hacia atrás para observar nuestros logros con sumo orgullo. Y, más importante aún, esperamos con gran entusiasmo los días venideros inclusive con mayor confianza que la que teníamos cuando comenzamos.
Jim Cannon, líder de los primeros trotskistas de EE.UU., habló sobre aquellos tiempos cuando estaban casi totalmente aislados debido al poder del Partido Comunista, que bajo las órdenes de Stalin los habían acabado de expulsar. El se refirió a esos tiempos como los “dog days”. En cambio, la LRP – los trotskistas de hoy día – hemos tenido nuestros “dog years”. Nuestra organización nace a comienzos de un histórico declive de la lucha de clases en EE.UU., durante el cual los líderes reformistas mantuvieron un estrecho control sobre las masas, arrinconándolos a una cínica pasividad.
Si bien hemos reconocido algunos errores políticos como oportunidades desaprovechadas, en conjunto han sido sólo razones menores para nuestra incapacidad para salir del aislamiento. La verdadera barrera ha sido la naturaleza del período por el cual hemos pasado. Circunstancias opresivas de la sociedad aún nos afectan, pero las grietas en los muros circundantes comienzan apreciablemente a ampliarse. El horizonte vislumbra lucha de masas.
Trotsky nos enseñó a tener paciencia con aquellos que juzgan una organización sólo por su tamaño. Tales personas, nos decía, habían alcanzado únicamente conciencia sindical, y no la conciencia revolucionaria. Lo decisivo al evaluar una organización política es la fuerza y relevancia de sus ideas políticas. Si en la realidad nuestra política refleja los reales intereses de la clase trabajadora e señalan la vía correcta a seguir hacia el triunfo, entonces, con la necesaria iniciativa y nuestro coraje, aumentaremos la membresía.
Los últimos veinte años han sido testigo del colapso de organizaciones izquierdistas de mayor tamaño y fuerza que la LRP. Algunas simplemente han desaparecido. Mientras que otras han sobrevivido organizativamente como cascarones, al claudicar los aspectos de política revolucionaria que alguna vez los animó.
Además de los nuevos camaradas, aun retenemos un alto promedio de los cuadros originales de la LRP, al definitivamente compararnos con otras organizaciones. Los izquierdistas cuyo primordial criterio para juzgar es únicamente el activismo puro sin teoría tienden a quemarse y abandonar rápidamente al movimiento. Hemos retenido nuestras raíces en la industria cuando muchas otras organizaciones las han abandonado. Los camaradas han permanecido fuertes porque nuestras ideas políticas no sólo han proveído continuamente una guía veraz de lo que sucede en el mundo, sino también debido a que estas han sido muy claramente ideas del marxismo auténtico.
Nuestro programa político ha sido siempre absolutamente claro, y ha permanecido así aun hasta el día de hoy: la LRP propone la revolución socialista proletaria. Somos inflexibles en cuanto a nuestro interracialismo e internacionalismo, haciendo la lucha para recrear la Cuarta Internacional nuestra más importante tarea. Hemos girado el centro de gravedad de nuestro trabajo diario alrededor de estos claros llamados contrario a la práctica de los izquierdistas de convertirlos en fórmulas mágicas para los días festivos.
Obviamente, el comunismo exige un alto nivel de actividad. Los teóricos de butuca no sirven para nada a la clase, debido a que el marxismo recoge sus lecciones y pone a prueba sus posiciones únicamente con la práctica; su única razón de ser es para ayudar a llevar acabo la lucha de clases viva e contemporánea. La habilidad del partido para liderar su clase sólo puede ser desarrollada por estos medios. Se requiere de la más cautelosa atención a la teoría y al análisis antes, durante y después de la intervención activa. Como señalara Lenin, no puede haber práctica revolucionaria sin teoría revolucionaria.
Dado el curso tomado por la lucha de clases durante las ultimas dos décadas, hemos tenido solamente limitadas oportunidades para participar en huelgas, manifestaciones masivas y otras acciones de la clase obrera; sin embargo hemos tratado de aprovechar cada una de ellas. Nuestro trabajo sindical se ha reducido a un puñado de gremios; pero en esos gremios nuestros seguidores han logrado un largo historial de abierto trabajo revolucionario contra los patronos y la burocracia. Nuestros esfuerzos dirigidos a imprimirle dirección a los movimientos estudiantiles de la clase obrera son bien conocidos pero de igual manera restringidos a unos pocos lugares. Conociendo que el capitalismo enseña aun a otra generación de trabajadores negros, latinos, inmigrantes, y obreras a que la opresión y la superexplotación son sus armas diarias, la LRP se ha lanzado a luchar contra el racismo, el chauvinismo y el sexismo. Nos sentimos sumamente orgullosos no sólo de la cantidad de trabajo que hemos logrado con nuestra reducida membresía, sino también por su calidad política – y sobre cuánto hemos enseñado y aprendido de estas experiencias.
En 1975-76 la Liga Socialista Revolucionaria (RSL) expulsó de sus filas a la minoría política interna denominada Tendencia del Partido Revolucionario (RPT), debido a sus esfuerzos para mantener a la RSL en una vía revolucionaria. Al interior de la RSL fuimos objeto de un sostenido ataque antidemocrático que sustituyó mentiras y restricciones organizativas por argumentos políticos. La mayoría del Comité Central no sólo prohibió a todos los miembros la lectura de nuestro documento principal, sino que sin más ni menos súbitamente ordenó el fin de la misma discusión política. Después de inventar una cambiante e constante serie de cargos, expulsaron de la organización primero a nuestros líderes y luego a todos nosotros.
En febrero del 1976 lanzamos la LRP. Incluso aunque sabíamos a ciencia cierta que las expulsiones se llevaron acabo debido a que la RSL no era capaz de combatir exitosamente nuestras posiciones políticas, no se afectó nuestro entusiasmo. Muy por el contrario, sería justo decir que nuestro estado de ánimo era de determinación inexorable. El hecho de que la RSL había abandonado la vía revolucionaria fue una trágica derrota. El carácter inusual de las expulsiones que puntualizó esta deserción y derrota quedó como contrapartida al entusiasmo que había acompañado la formación de la RSL.
La RSL surgió de una escisión de los Socialistas Internacionales (IS) en el 1973. El IS por esos tiempos estaban compuestos tanto por shachtmanistas de izquierda como por los seguidores de Tony Cliff, el líder de la IS británico (hoy Partido de los Trabajadores Socialistas). El IS, contrario a otros agrupamientos políticos en los Estados Unidos y alrededor del mundo que se atribuían una herencia del trotskismo, creía que Rusia y las demás naciones estalinistas no eran estados obreros degenerados y deformados. Los de la IS, o afirmaban que estos estados eran una nueva forma de sociedad “burocrática colectivista”, ni capitalista ni socialista”, o mantenían que era una etapa totalmente nueva del desarrollo del capitalismo. Ambas visiones planteaban que los estados estalinistas eran reaccionarios, pero suplantaban al capitalismo tradicional
Con el reflujo del movimiento estudiantil de los años 60, la IS se concentró en la clase obrera con una considerable presencia en los principales sindicatos. Como tal fue decisivamente afectada por las explosiones de la clase obrera a finales de la década del 60 y los primeros años de la de los 70. Posterior a la masiva huelga general francesa del 1968, los países alrededor del mundo siguieron uno tras otro con levantamientos proletarios masivos. En los EE.UU. los ghettos estallaron en revueltas, y las huelgas no-oficiales fueron incrementándose paso a paso por todo el país. Uno de los resultados de este proceso fue la escisión en el IS en 1973, de la cual surgió la RSL, cargando con cerca de la mitad de sus miembros.
En la lucha contra el ala derecha de los SI predijimos que su trabajo de construcción de “comités de base” reformistas en los sindicatos, en los cuales la política revolucionaria nunca iba a ser puesta en práctica, inevitablemente llevaría a los SI a alinearse con los burócratas de la izquierda moderados. Hoy el grupo Solidaridad, que descendería del viejo SI, ha abandonado abiertamente incluso su simulación del leninismo, y descansa confortablemente en el bolsillo trasero de Ron Carey de los Teamsters, Jerry Tucker de los trabajadores/as automotrices, etc. Ellos han cruzado incluso la línea de clases para respaldar al reformador burgués Ralph Nader en su carrera para presidente norteamericano.
En su nacimiento la RSL fue tremendamente energizada. Por fin, nosotros sentíamos, habría una organización que lucharía por una abierta alternativa revolucionaria a los burócratas; un grupo comprometido con la reconstrucción del partido revolucionario en los EE.UU. y la reconstrucción de una genuina Cuarta Internacional trotskista alrededor del mundo. Opuesta a los vaivenes y vacilaciones de la extrema izquierda centrista, la RSL luchó por la idea de Marx de que la clase trabajadora misma podía alcanzar una conciencia revolucionaria, construir su propio partido y liberar al mundo y a sí misma del capitalismo. La auténtica conciencia comunista no es un regalo de salvadores condescendientes de otras clases.
Consecuentemente, rechazamos las cínicas visiones sobre la Rusia estalinista de los IS, las cuales, más allá de la retórica, abandonan a la clase obrera como agente revolucionario que socava a ese sistema. En la RSL comenzamos a desarrollar la teoría del stalinismo como capitalismo estatizado. Rechazamos las teorías de los estados obreros degenerados y deformados de los seudo trotskistas de la corriente principal. Más allá de los errores teóricos que Trotsky cometió en su análisis de la URSS en los tardíos años 30, él jamás creyó que los estalinistas contrarrevolucionarios y anti-proletarios pudieran llevar acabo la revolución socialista y crear estados obreros – la posición adoptada por los seudo-trotskistas pos-Segunda Guerra Mundial luego de contemplar la amplia diseminación del stalinismo en Europa Oriental y partes de la Asia. No es por casualidad que hoy muchos de estos seguidores coexisten amigablemente en las filas del grupo Solidaridad con los antiguos miembros de los IS.
A comienzos de los años setenta la crisis mortal del capitalismo retornó dramáticamente a la superficie de los eventos. La burguesía comenzó una ofensiva mundial contra todos los logros alcanzados por la clase trabajadora y en las ex colonias. En los EE.UU. la recesión económica del 1973-75 golpeó duramente a los trabajadores/as, y la burocracia sindical tuvo éxito en aislar las huelgas y distraer la atención de los trabajadores/as hacia la influencia del burgués partido Demócrata y la calle sin salida que representa la respuesta electoral. De este modo, la clase obrera y las minorías oprimidas fueron conducidas hacia la retirada masiva frente a los ataques capitalistas que aún continúa en el presente.
Este acorralamiento de la lucha de clases tuvo un impacto en la extrema izquierda, donde como resultado las organizaciones giraron hacia la derecha. El cinismo, sobre todo en lo referido al rol que desempeña el proletariado, se profundizó. En la RSL la dirección declaró que la lucha de los trabajadores/as en los años siguientes sería confinada a las “demandas democráticas y sindicales”. Esta declaración no fue únicamente una predicción, sino conforme a una perspectiva reformista, un anuncio de que la RSL abandonaría el planteamiento central de la necesidad de la revolución como el objetivo principal de la clase obrera.
Tampoco es pura casualidad que la RSL cristalizara su posición de hacer un llamamiento a favor del partido laborista en los EE.UU., sumándose así al resto de los seudo-trotskistas en su parodia de la posición adoptada por Trotsky a finales de los años treinta. En nuestra lucha faccional señalamos que Trotsky había adelantado la idea de tal partido para la clase obrera militante que había creado recientemente las uniones industriales CIO y, enfrentando un callejón sin salida, tuvo que ampliar su lucha a la arena política. Dirigiéndose a estos millones de trabajadores/as combativos era imposible ser sectario y decirles únicamente “súmense a nosotros, al pequeño partido trotskista”, - estos trabajadores/as buscaban un partido que reflejara el enorme poder mostrado en sus luchas de masas. Trotsky argumentaba que nosotros, igual a ellos, deseamos un partido obrero de masas independiente; por lo tanto, hicimos un llamado a su favor.
Sin embargo, como no deseamos un partido reformista, postulamos nuestro programa transicional de política de clase entera que inexorablemente apunta hacia la revolución pero que a la vez tiene la calidad de ser deseado por los trabajadores/as que piensan que puede ser logrado mediante reformas. Luchando junto a la masa de trabajadores/as y discutiendo las lecciones de la lucha, podemos ganarlos a compartir la idea de un partido revolucionario, el cual nosotros siempre alentamos abiertamente.
Para Trotsky, la demanda a favor del partido laborista era una táctica aplicable bajo ciertas condiciones particulares. Para RSL y el resto se había convertido en una estrategia permanente, buena para todas las situaciones. Levantarla en un periodo en que la clase trabajadora se encontraba en franca retirada solamente podía significar la creación de un partido reformista o un juguete para los burócratas de izquierda. La RSL había adoptado la idea manipulativa del etapismo – hoy, un partido reformista no creado por la acción masiva de la clase obrera sino por los burócratas, mañana, un partido revolucionario. Bajo ese esquema, el mañana nunca llega. El reformismo, de acuerdo a los bolcheviques, es una trampa contrarrevolucionaria y no un paso hacia la revolución. De esta manera, la RSL, señalamos nosotros, se dirigía a la traición.
Nuestras predicciones de hace veinte años han sido más que demostradas. La bancarrota de esta política de partido laborista ha sido fehacientemente iluminada por la convención constituyente del Partido Laborista descripta en nuestro último número. La RSL, siete veces nuestro tamaño al tiempo de nuestra expulsión, se desintegró y finalmente desapareció. El paso del tiempo puso a prueba sus cuadros y políticas, y los halló corruptos a ambos, como lo habíamos predicho.
La adaptación de varios grupos de izquierda al reformismo vía los comités de base reformistas y el partidismo laborista, reflejan los prejuicios conservadores de la clase media privilegiada y los altos estratos aristocráticos de la clase trabajadora. La LRP reconoció desde muy temprano que una saludable organización revolucionaria le pone especial atención a los estratos más oprimidos y explotados de la clase obrera. Las condiciones de estos estratos muestran el futuro de toda la clase obrera; así es que, los intereses históricos de la clase trabajadora son representados por los intereses inmediatos de los más oprimidos.
En los EE.UU. esto ha significado prestarle especial atención a la opresión de la población negra, que ha sido un arma indispensable del capitalismo norteamericano. Se ha convertido más y más en el modelo para las clases gobernantes alrededor del mundo para lograr la división y el debilitamiento de “sus” clases obreras.
Desde el comienzo la LRP se concentró en la elaboración de su estrategia interracialista como un acompañamiento esencial del internacionalismo marxista. El concepto de interracialismo proletario se desarrolló como resultado a las rebeliones de los ghettos a finales de los años sesenta y principios de los setenta. Esos levantamientos fueron la fuente de beneficios reales para las masas negras; beneficios que se los arrebataron con bastantes esfuerzos al capitalismo. Los trabajadores/as y desempleados/as del “interior oprimido de las ciudades” no desafiaron únicamente al estado norteamericano; sino también desenmascararon al integracionismo pacifista de Martín Luther King como un callejón sin salida. Del mismo modo, estos actos en los ghettos contrastaban claramente con la combinación de retórica militante y pasividad social de la Nación de Islam, organización musulmana norteamericana.
En esta época, el capitalismo demanda la superexplotación de los trabajadores/as oprimidos; no puede tolerar ni la igualdad ciega al color de la piel ni una economía nacional negra separada. El interracialismo proletario se basa en la idea de que la liberación genuina y la igualdad real pueden ser alcanzadas únicamente mediante la revolución socialista. También, defiende el derecho de las masas negras a poseer sus propias organizaciones independientes como etapa necesaria en la recreación del partido interracial de vanguardia de la clase obrera.
Un partido que no es capaz de predecir la dirección general que tomaran los acontecimientos mundiales brinda clara evidencia que no es un partido marxista. Nadie puede predecir con precisión toda secuencia que tomaran los sucesos reales. Sin embargo, ver la dirección general por la cual transita la sociedad es tanto necesario como posible para los comunistas. Sin esto, ninguna estrategia revolucionaria es posible. Todos los individuos y grupos, más allá de cuán bien políticamente armados estén, cometen errores. La cuestión decisiva consiste en cuán bien ellos aprenden de sus errores poniéndolos constantemente a prueba contra la realidad y se acercan a una aproximación de la dirección que tomaran los acontecimientos por venir.
No conocemos ninguna otra organización que se denomine marxista que haya predicho la dirección que tomó el stalinismo. En los primeros números de esta revista observamos que la URSS, que mientras era un poderío militar, era sin embargo económicamente débil; los países estalinistas estaban paralizados debido a su incapacidad para eliminar de su sistema todos los avances de la clase obrera realizados a partir de la Revolución de Octubre. Predijimos que las economías estalinistas en pleno desmoronamiento habrían de adoptar formas capitalistas más tradicionales, como las privatizaciones y los mercados, con el propósito de intensificar la explotación de sus trabajadores/as. También indicamos que las mismas podían únicamente facilitar en parte la descentralización de las economías, dada la dominante tendencia centralizadora e concentradora operando en todas las formas de la sociedad capitalista, especialmente durante esta época.
Internacionalmente, a pesar de las obvias hostilidades, el stalinismo fue mucho más un sostén del imperialismo occidental que un serio rival económico. En el punto mas alto de la Guerra Fría, escribimos que probablemente ocurriría una futura guerra entre EE. UU., Japón y Alemania; esta no se centraría en una lucha entre los Estados Unidos y la URSS.
La izquierda se burlaba de nosotros cuando hacíamos estas predicciones. Nadie se ríe ahora. Los acontecimientos en el Oriente han confirmado nuestras proyecciones. Por el contrario, la teoría seudo-trotskista de la corriente principal no predijo nada. Los eventos cruciales que culminaron en 1989-91 tomaron a todas estas organizaciones por sorpresa. Su teoría postulaba una diferencia de clases entre los “estados obreros” y el capitalismo; ¡pero los gobernantes estalinistas pasaron del uno al otro pacíficamente!
Los defensores del colectivismo burocrático enfrentaron la misma contradicción. Los cliffístas que favorecen el capitalismo de estado se abstuvieron de ese problema, sin embargo no predijeron nada, habiendo postulado que la Guerra Fría entre Estados Unidos y la URSS podía solamente intensificarse. Esta noción se basaba en el enfoque que compartían con otras teorías, a saber que el stalinismo, progresista o reaccionario, suplantaría al capitalismo tradicional. La realidad también se encargo de enterrar ese disparate.
Estos análisis, en todas sus variedades, fueron racionalizaciones a favor del pragmatismo, y no guías para la acción. Las falsas teorías, que reflejan la perspectiva de clase media que subyace en la izquierda, veían a los estados estalinistas o como sociedades progresistas que personificaban el poder obrero de modo distorsionado, o como sistemas donde la contrarrevolución había eliminado los avances revolucionarios proletarios o hasta inclusive al mismo proletariado. De cualquier manera, el sistema era poderoso y la clase trabajadora se estimaba débil.
En contraposición, nuestra visión de mundo nos condujo al entendimiento de que el stalinismo se encontraba en un estado de crisis permanente, como reflejo exacerbado de la crisis general del capitalismo mundial. La clase obrera era objetivamente muy poderosa, pero subjetivamente débil debido a la ausencia de un partido obrero revolucionario y la lucha de este para adelantar la conciencia de clases.
El acontecimiento decisivo que cercenó las últimas conexiones entre el partido bolchevique de los obreros/as comunistas que lideró la revolución y el estado que crecientemente se convertía en la propiedad de la burocracia estalinista fue la Gran Purga a finales de los años treinta. Este acontecimiento consolidó a los estalinistas como clase gobernante capitalista. Y contrario a los “trotskistas ortodoxos” que negaron que esta contrarrevolución se llevo acabo, nosotros hemos mantenido que la revolución socialista solamente puede ser llevada acabo por la clase trabajadora con su partido revolucionario a la cabeza. Ellos, por el contrario, no dejaron que el aplastamiento de la clase obrera en manos de los estalinistas en Europa Oriental, la China y otros lugares les cambiara su opinión que les otorgaba un papel progresista al stalinismo y que les permitía declarar la creación de “estados obreros deformados” en los mismos países.
Hemos luchado constantemente favoreciendo el pensamiento central de Karl Marx que propone que el proletariado únicamente alcanza conciencia revolucionaria mediante sus propias acciones de clase. Por lo tanto, nuestro concepto definitorio ha sido la lucha por el partido revolucionario como instrumento de los mismos trabajadores/as avanzados.
Por más que nuestra membresía haya estado restringida a los EE.UU. durante la mayor parte de nuestra vida organizativa, hemos siempre entendido que nuestra política ha sido la de una tendencia internacional, la base para un partido mundial de la clase obrera. Los intereses de la clase trabajadora son internacionales y sólo pueden ser resueltos mediante la revolución socialista mundial. Un partido de los trabajadores/as con mayor conciencia de clases, que aglutine toda su experiencia de lucha de clases en todos los rincones del planeta, es necesario para la victoria de la revolución socialista.
Buscamos recrear la Cuarta Internacional, el partido revolucionario mundial liderado por León Trotsky posterior a la destrucción de la Tercera Internacional, y el heredero de las políticas revolucionarias de las tres primeras Internacionales.
En 1987, luego de extensas discusiones políticas que confirmaron un acuerdo político general, formamos una relación fraternal con el Grupo Revolución Obrera (WRG-) de Australia (Ver PR 28). El partido mundial que aspiramos a construir se basará en el centralismo democrático, permitiendo a un liderazgo internacional dirigir las luchas políticas generales de sus secciones nacionales. Pero nuestros limitados recursos impidieron tal centralismo. Nuestra relación fraternal reconoció esto, expresando el hecho de que nuestras dos organizaciones tenían un amplio acuerdo estratégico, pero no podían ser responsables por las importantes decisiones tácticas de cada uno por el otro.
Cinco años más tarde la LRP y la WRG establecieron relaciones fraternales con la Liga por el Partido Revolucionario (FRP) de Suecia. Al mismo tiempo, los tres grupos fraternales adoptaron el nombre Organización Comunista por la Cuarta Internacional (OCCI) (ver PR 41).
La huelga general del 1992 en Melbourne, Australia le dio una gran oportunidad de participación a la WRG en una batalla de clases decisiva que le permitió a nuestra tendencia internacional obtener una experiencia muy importante. Sin embargo, ante la derrota de esa lucha, el cinismo que se extendió dentro de la izquierda infiltró las bases del WRG y diezmó el grupo. Luego, en el 1995, diferencias políticas entre nosotros y la FRP de Suecia hicieron necesario disolver las relaciones fraternales (ver PR 46 y 48). Hoy mantenemos la consigna de la OCCI al movernos hacia la consolidación de lazos internacionales que serán decisivos en la recreación de la Cuarta Internacional.
Nuestro análisis del stalinismo está lejos de ser simplemente una cuestión histórica: es clave para nuestra perspectiva sobre las luchas de masas revolucionarias que yacen en el horizonte. Fuimos capaces de prever el colapso del stalinismo debido a que entendimos cómo las relaciones de propiedad estatizadas del Oriente hicieron de estas economías las más vulnerables a la creciente crisis económica del capitalismo mundial. Por lo tanto predijimos que el colapso del stalinismo en el Oriente presagiaría una crisis similar en Occidente, y así lo atestiguan el estancamiento industrial profundo y la inestabilidad financiera.
La mayor parte de los grupos seudo-marxistas reconocen que el capitalismo se dirige a una crisis, pero sus teorías apuntan a conclusiones contrarias. Aquellos que vieron al stalinismo como algo progresista deberían esperar un resurgimiento del capitalismo mundial sobre las bases de su colapso. Aquellos que vieron sus sociedades como capitalistas no obstante la tendencia del desarrollo capitalista futuro sólo muestran hoy su pragmatismo y confusión.
Las erupciones de la clase obrera en Europa oriental durante los años ochenta le mostraron a Gorbachov y compañía hasta donde había llegado la combatividad de las masas que llevaron al sistema a su fin. Hoy las agencias bestiales del capitalismo, el chauvinismo nacional y el racismo, hacen el trabajo sucio de promover la guerra fratricida entre los trabajadores/as del mundo. El capitalismo se ve obligado a utilizar estas armas debido a que su sistema colapsa.
En los estados post-estalinistas el aburguesamiento no avanza fácilmente; los trabajadores/as no ven con buenos ojos la desenfrenada inflación y el masivo desempleo que el “modelo occidental” les ha traído. En el Occidente las grandes huelgas en Francia del 1995 tuvieron su eco a finales del 1996, y son sólo una muestra de lo que está por venir. En el Sur la clase trabajadora inclinada al socialismo de Sudáfrica aumenta más y más su explosiva ira por la falta de cambio que no ha producido la misma vieja clase gobernante, ahora moteada con algunas caras negras.
Los engañosos líderes reformistas de la clase obrera evitan la lucha rindiéndose ante los ataques capitalistas. Permiten grandes reducciones salariales y un crecimiento masivo del desempleo. Abrazan las divisiones al interior de la clase trabajadora aceptando abiertamente el chauvinismo nacional y adaptándose en secreto al racismo.
Sin embargo, los levantamientos de masas y las confrontaciones de clases son absolutamente inevitables; una conclusión revolucionaria exitosa no lo es. La lucha para desenmascarar a los burócratas reformistas que dominan a los sindicatos alrededor del mundo, así como a los partidos social-demócratas, debe ser intensificada. La lucha de clases recibió una inyección en el brazo cuando el dominio de los estalinistas en el Oriente y Occidente fue hecho añicos; ahora el resto de la burocracia debe ser aplastada si la revolución tiene va a tener éxito.
Un elemento vital en el trabajo político necesario para recrear la auténtica Cuarta Internacional, es la lucha contra el cinismo, especialmente aquél sobre la capacidad revolucionaria del proletariado mundial. Hoy, este consiste en el armamento ideológico principal del capitalismo decadente y un arma clave en las manos de sus defensores dentro del movimiento obrero, la burocracia sindical.
Los centristas, relativamente pocos y desprovistos de espíritu hoy día, aún sirven como arma vital para la burocracia. Sus teorías cínicas aún les permiten envenenar el crecimiento de la conciencia y jugar un papel en el desvío de los trabajadores/as avanzados de su tarea crucial de recrear su propio partido revolucionario. El combate con estas fuerzas es un elemento importante en la lucha por construir el partido de vanguardia en los EE.UU. y el resto del mundo.
Contrario al maniobrismo de los cínicos salvadores condescendientes del marxismo de la clase media, reafirmamos nuestra creencia en la lección que nos enseñará nuestros mayores maestros – Marx, Engels, Lenin, Luxemburg, Trotsky: la clase obrera luchadora necesita saber la verdad sobre todo. Después de veinte años la LRP permanece dedicada a la idea de que un proletariado en movimiento, consciente de su poder de masas real, dirigido por su vanguardia más consciente, puede destruir el dominio del capitalismo asesino y crear una verdadera sociedad humana.
Los bolcheviques nos enseñaron que los tiempos difíciles forjan los cuadros de los partidos revolucionarios tan completamente como los tiempos buenos y la lucha de clases exitosa. No es pura casualidad que la LRP no solamente ha soportado los peores años sino que ha avanzado más lejos aun hasta armarse políticamente para las luchas venideras.