El siguiente artículo es del Nro. 65 de Proletarian Revolution (otoño de 2002).

in English

en français


Teorías sobre el colapso del estalinismo

La caída de la Unión Soviética y de los regímenes estalinistas de Europa Oriental hace poco más de una década atrás transformó el panorama mundial. Puso dramático fin al período de la Guerra Fría y suscitó gran regodeo sobre el “fin de la historia” y el triunfo del capitalismo dentro de un “Nuevo Orden Mundial”. Legitimó el concepto neoliberal de libre mercado, el que, por consiguiente, fue impuesto en todos los antiguos estados estalinistas. Esto resultó ser un desastre económico no sólo en esos estados, sino también en casi todo el resto del mundo.

El colapso también desorientó a toda la extrema izquierda internacional, organizaciones y activistas que se consideraban de la clase trabajadora revolucionaria. Muchos izquierdistas estaban casados con teorías y creencias que consideraban a la Unión Soviética como un estado socialista o un estado obrero; por esto, a su manera de ver, la caída de la Unión Soviética representó una derrota de gran importancia también para el marxismo. Otros, que reconocieron a los regímenes estalinistas como contrarrevolucionarios, también se desmoralizaron porque por varios años después la audiencia para las ideas socialistas entre la clase trabajadora se redujo significativamente como consecuencia del impacto del colapso estalinista.

Pero ahora que la creciente agitación económica en Estados Unidos y otros estados imperialistas está cuestionando el triunfo del capitalismo, está reviviendo una apertura a las ideas socialistas en la clase trabajadora. Eso significa que una renovación del entendimiento del estalinismo es de vital importancia. Por que es imposible entender al mundo actual sin entender el papel que desempeñó el estalinismo, tanto en su aspecto deformado de explotación capitalista, como en su apoyo crucial a la estabilidad del capitalismo a escala mundial. El estalinismo nos dejó como legado dos males: la resurrección del capitalismo de su agonía en la década de 1930 y la destrucción de la conciencia de la clase trabajadora a la alternativa proletaria frente al capitalismo.

Hoy día, contradicciones que traen a la memoria aquéllas que causaron la caída del estalinismo, están socavando la estabilidad del capitalismo como entidad. Además, las falsas soluciones propuestas por la extrema izquierda frente a la crisis del estalinismo están nuevamente siendo presentadas como la respuesta de la clase trabajadora a la creciente crisis del imperialismo. Por todas estas razones, hemos vuelto a considerar los debates sobre el carácter de clase y la caída de las sociedades seudo socialistas creadas bajo el gobierno estalinista.

Capitalismo estatizado

Desde 1976, Proletarian Revolution ha combatido por el singular análisis del estalinismo de la League for the Revoutionary Party (y más tarde por la Organización Comunista por la Cuarta Internacional): que la URSS y los otros estados seudo socialistas eran formas transitorias del capitalismo estatizado. Ahora, otros, inclusive revolucionarios en la antigua URSS, han llegado a la misma conclusión.

En 1917 la Revolución bolchevique creó el estado de los soviets de trabajadores. Su meta, el socialismo, una sociedad sin clases que ofreciera abundancia a todos, dependía de la propagación de revoluciones proletarias a los países más desarrollados. Pero la Unión Soviética a duras penas sobrevivió los ataques del imperialismo y de los ejércitos zaristas durante la guerra civil de cuatro años que siguieron. La combinación de la Primera Guerra Mundial y la guerra civil dejó al país aún más atrasado que antes; el proletariado, especialmente sus cuadros revolucionarios, fue diezmado. Además, la derrota de los levantamientos revolucionarios de los trabajadores en otras partes de Europa aisló al estado soviético. El debilitado estado soviético no pudo liberarse de los atributos del capitalismo, como ser el intercambio de bienes de acuerdo al valor y el sistema de salarios. Como consecuencia, durante la década de 1920, la burocracia conservadora dirigida por José Stalin consolidó su poder como cabeza de estado y del Partido Comunista gobernante.

La degeneración se aceleró en la década de 1930. Durante las Grandes Purgas, en la segunda mitad de la década, los estalinistas eliminaron a los elementos revolucionarios supervivientes del partido y destruyeron el cuerpo de oficiales del Ejército Rojo. El núcleo esencial del poder estatal -- los cuerpos militares, policiales y judiciales fueron purgados y vueltos a purgar hasta que desaparecieron todos los vestigios de bolcheviquismo. De esta manera el aparato del estado fue destruido y reconstruido en una herramienta de la alta burocracia -- una nueva clase capitalista, una clase regente que gobernaba en lugar de la destruida burguesía. Esto significó que la contrarrevolución había sido completada: el estado obrero fue destruido. Si bien permaneció la industria estatizada, una vez que la burocracia estalinista se estableció a sí misma como clase gobernante, como los capitalistas de todas partes, extrajo de los trabajadores su plusvalía a través del mecanismo del trabajo asalariado. Llamamos “capitalismo estatizado” a la degeneración del sistema que resultó de esto.

Internacionalmente, después de la Segunda Guerra Mundial, la URSS apoyó nominalmente a las luchas de liberación nacional en contra del imperialismo occidental, trabajando sobre todo para evitar que estos movimientos fueran m& 3225s allá de los límites capitalistas. En Europa, garantizó las esferas de interés de Estados Unidos y de otros potencias occidentales al controlar las luchas de los trabajadores. Desempeñó un papel clave en aplastar los movimientos revolucionarios de trabajadores luego de la guerra. De esta manera, a pesar de la Guerra Fría entre la URSS y el Occidente, el estalinismo mantuvo el orden mundial imperialista, encabezado por Estados Unidos, mientras que se adueñaba de intereses imperialistas regionales.

Este análisis está completamente explicado en nuestro libro The Life and Death of Stalinism. En este artículo, consideraremos la cuestión teniendo como perspectiva el colapso del sistema estalinista y de los sucesos del mundo pos estalinista, y consideraremos algunas otras teorías falsamente presentadas como marxistas.

El colapso de la teoría

La “cuestión rusa” ha sido debatida dentro de la clase trabajadora desde 1917, pero especialmente desde que los estalinistas tomaron el control de la URSS. Stalin, ya entonces el dictador de facto, afirmó en la década de 1930 que la sociedad soviética era socialista, la primer etapa de la sociedad sin clases, el comunismo. Esto se oponía a las enseñanzas basadas en el materialismo de Karl Marx, el fundador del movimiento comunista, y de Vladimir Lenin, el líder de la revolución de los trabajadores rusos, de que el socialismo requería la eliminación de la escasez; que el estado de los soviets de trabajadores sólo podría alcanzar el socialismo a través de la propagación de la revolución proletaria a los países más industrializados.

León Trotsky, el máximo oponente comunista a la traición estalinista de la revolución, desafió el dogma de Stalin con su análisis de que había ocurrido una contrarrevolución política: el estado obrero no había sido eliminado pero no estaba avanzando hacia el socialismo, sino que estaba retrocediendo hacia el capitalismo. La URSS bajo la burocracia de Stalin se había convertido en un “estado obrero degenerado”: había eliminado en su totalidad a la clase trabajadora del ejercicio real del poder en el estado, debilitado sus logros revolucionarios y estaba en camino de restaurar al gobierno capitalista. Trotsky denominó a la continua contrarrevolución “una guerra civil preventiva” en contra del proletariado, pero no llegó a nuestra conclusión de que la contrarrevolución social había sido completada, o sea que la naturaleza del estado había cambiado de una proletaria (si bien degenerada) a una capitalista.

Contrariamente a la predicción de Trotsky, basada en su creencia equivocada de que persistía el estado obrero degenerado, la Segunda Guerra Mundial no llevó al fin del estalinismo, sino más bien a su expansión, hacia Europa Oriental por conquistas soviéticas y hacia China y otros países de Asia por revoluciones por partidos estalinistas que no tenían como base a la clase trabajadora. Los levantamientos de trabajadores independientes en varios países fueron aplastados. Los estalinistas gobernaron primero a través de coaliciones de frentes populares con partidos burgueses tradicionales. Sólo cuando la clase trabajadora había sido contenida y decapitada, fue cuando los estalinistas consolidaron sus regímenes de capitalismo estatizado.

El movimiento trotskista, la Cuarta Internacional (CI), estaba en desorden luego de la Segunda Guerra Mundial. (El mismo Trotsky había sido asesinado por órdenes de Stalin en vísperas de la guerra.) El movimiento se adaptó al medio de clase media que creció rápidamente en los países imperialistas durante el auge de los años de posguerra. Los triunfos del estalinismo lo infectaron con el cinismo común entre los intelectuales pequeños burgueses hacia la revolución proletaria. Mientras que Trotsky había considerado al estalinismo y a los reformistas socialdemócratas como contrarrevolucionarios enemigos del socialismo de la clase trabajadora, en la Europa Occidental, la CI se había adaptado a estos medios; eran vistos como progresistas cuya visión simplemente no se extendía hasta la revolución socialista. De esa posición, era sólo un paso llegar a la idea de que los estalinistas de Europa Oriental y de otras partes podrían llevar a cabo la revolución socialista si eran “empujados” por la lucha de masas.

De los nuevos regímenes de Europa Oriental, la CI había dicho, correctamente, que eran capitalistas de estado. Pero esto establecía una contradicción en la que la URSS, con mucho de la misma estructura económica, todavía se consideraba un estado obrero. Luego, muchos años después de los hechos, la mayoría ortodoxa dirigida por Michel Pablo resolvió la contradicción al decidir que estos estados obreros habían sufrido una “deformación” en vez de una degeneración ya que la clase trabajadora nunca había conquistado el poder. Cómo los estados creados por la destrucción de la clase trabajadora podían ser estados obreros de cualquier tipo nunca fue debidamente explicado. Los pablistas ortodoxos tampoco pudieron ponerse de acuerdo sobre cuándo los nuevos estados obreros de Europa habían sido creados: cuando el ejército soviético los “liberó” de sus previos conquistadores nazis en 1944-1945, o cuando los Partidos Comunistas consolidaron todo el poder unos años más tarde. (El Capítulo 7 de nuestro libro presenta todas estas cuestiones en más detalle; ver también La expansión stalinista, la Cuarta Internacional y la clase obrera.)

Varios grupos minoritarios entre los trotskistas objetaron estas rebuscadas negaciones del marxismo. James Cannon, el líder del Partido Obrero Socialista (SWP) de los EE.UU. escribió:

No creo que uno pueda cambiar el carácter de clase del estado manipulando su cúpula. Esto sólo puede ser hecho por una revolución, la que es seguida por un cambio fundamental en las relaciones con la propiedad.... Si uno comienza a jugar con la idea de que la naturaleza de clase del estado puede cambiarse por la manipulación de sus círculos superiores, se puede abrir la puerta a todo tipo de revisionismos de la teoría básica. (SWP Internal Bulletin, octubre 1949)

Ernest Mandel, el principal teórico trotskista de Europa, de igual manera había correctamente insistido en que:

Continuaremos, hasta que tengamos suficientes pruebas en lo contrario, considerando como absurdas las teorías de una... instauración de un estado obrero degenerado en un país donde no ha habido previamente una revolución proletaria. (Fourth International, 1947)

Poco después, tanto Cannon como Mandel estuvieron de acuerdo con estos revisionismos y absurdos y se tragaron completamente la farsa del estado obrero deformado.

Otros disidentes trataron de resolver la contradicción de otras maneras. Algunos desarrollaron teorías de que la URSS y sus imitadores eran capitalistas de estado, describiendo la explotación de los trabajadores soviéticos y otros crímenes estalinistas. C. L. R. James y Raya Dunayevskaya fueron quienes más se acercaron a un completo entendimiento marxista al comenzar a analizar cómo la ley capitalista del valor funcionó en la URSS. Tony Cliff llamó al sistema capitalismo de estado, pero insistió que no tenía trabajo asalariado ni ley del valor. Max Shachtman y otros estuvieron de acuerdo que el estalinismo no seguía las leyes capitalistas y que por consiguiente, era una nueva sociedad explotadora no capitalista llamada colectivismo burocrático.

Sin considerar sus otras fallas, ninguna de estas corrientes trató adecuadamente las dimensiones históricas del "cambio de régimen" en la URSS: ¿cómo y cuándo se había eliminado el estado de los soviets de trabajadores? El análisis de Trotsky de la "degeneración del estado obrero" era el punto de donde era necesario partir. Sin embargo James y Dunayevskaya, Cliff y Shachtman, todos rechazaron el mismo concepto de la degeneración del estado obrero -- que un estado obrero podía ser revertido en su curso y lanzado hacia atrás, hacia el capitalismo. Todos dijeron o implicaron que los estalinistas habían acabo con el estado obrero en el momento en que consolidaron su poder en la década de 1920 o a principios de la década de 1930.

Un punto clave de esta cuestión que ellos no entendieron es que las formas capitalistas son inherentes dentro de un estado obrero. Marx y Lenin enfatizaron que un estado obrero no es todavía el socialismo, sino una etapa de transición hacia él; es un "estado burgués sin burguesía". Por esto la URSS al comienzo fue un campo de batalla entre las leyes de movimiento del capitalismo que operaban ciega y anárquicamente (resumidas en la ley del valor) y una conciente dirección proletaria.

Las tres fórmulas que dominaban entre los autoproclamados trotskistas -- estado obrero deformado, colectivismo burocrático y el capitalismo de estado de Cliff -- eran en verdad variantes de una teoría común. Todas negaban la centralidad de la ley del valor bajo el estalinismo porque consideraban que el valor estaba determinado por el intercambio en el mercado, no por la explotación de la producción de los trabajadores. Las tres fórmulas mantenían que el único regulador económico era la supuestamente planificación conciente de las burocracias gobernantes.

Versiones de estas teorías continúan hasta el día de hoy. Nadie pudo explicar cómo funcionó el sistema estalinista o explicar su desaparición. No pudieron predecir ni explicar (en algunos casos, ni siquiera admitir) el debilitamiento del sistema estalinista que condujo a su colapso; en verdad, todos lo vieron más fuerte y más dinámico que el capitalismo occidental, tanto en lo bueno como en lo malo. Esto los dejó sin saber qué hacer y, en última instancia, listos a capitular cuando debían intervenir en las luchas de masas que estallaron.

La teoría del colapso

El estalinismo sobrevivió como potencia mundial durante casi medio siglo después de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, hasta el mismo fin, casi todos los observadores, de derecha y de izquierda, pensaron que el sistema soviético permanecería esencialmente intacto durante décadas. Los voceros burgueses de Occidente habían exagerado anteriormente la fortaleza económica de la URSS por varias razones; para justificar el enorme desarrollo militar imperialista, y para suprimir la lucha de clases en sus países frente a un poderoso oponente externo. Luego de su caída, estos voceros proclamaron las virtudes de la “democracia” y del “libre mercado” y prometieron que estas ficciones sacarían a la región de su estancamiento. Esto no fue de ninguna manera una opinión desinteresada, ya que los imperialistas occidentales compartieron el pillaje del antiguo imperio ruso, que se aceleró cuando Boris Yeltsin tomó el poder a fines de 1991.

A los teóricos de la izquierda no les fue mucho mejor. Los “trotskistas ortodoxos”, dirigidos por Mandel de la tendencia Secretariado Unificado (SU), consideraron a los estados estalinistas como progresistas con respecto al capitalismo. Saludaron los inicialmente altos índices de crecimiento en Rusia y Europa Oriental luego de la guerra, sin reconocer que estos índices eran temporarios, igual que en la mayor parte del mundo capitalista tradicional. Por esto fueron tomados de sorpresa cuando la podredumbre interna del sistema preparó el escenario para su colapso. Luego de su caída, a pesar de su teoría común, no pudieron ponerse de acuerdo sobre cómo o cuándo los ex estados estalinistas se habían convertido en estados capitalistas. La “teoría” resultó ser no una base para el análisis, sino simplemente un nombre para sociedades que una vez habían parecido libres de las crisis del capitalismo.

La principal corriente del capitalismo de estado, la Tendencia Socialista Internacional (TSI) de Tony Cliff, vio a la economía estatizada como la culminación más dinámica de las tendencias centralizadoras capitalistas y por consiguiente interpretó al estalinismo como al futuro desarrollo del capitalismo, que ya había reemplazado al imperialismo como la etapa más elevada del sistema. Por consiguiente, ellos no pudieron prever el esfuerzo de los dirigentes hacia la privatización. Los teóricos de TSI cambiaron su punto de vista sólo cuando la crisis del sistema se hizo aparente, pero no explicaron su giro de 180 grados.

De igual manera, los colectivistas burocráticos pensaron que el estalinismo era lo que deparaba el futuro; ellos veían al mundo trabado en una lucha titánica entre dos sistemas opuestos, siendo el estalinismo el más dinámico. El ala dominante, dirigida por Max Shachtman pensó originalmente que el estalinismo era progresista comparado con el capitalismo debido a su propiedad colectivizada; finalmente decidieron que como el capitalismo representaba la democracia (ignorando sobre todo la realidad de los presentes y pasados países colonizados), eligieron consecuentemente aliarse con el imperialismo occidental.

En contraste, nuestra teoría nos permitió predecir las líneas de la crisis del estalinismo. Cuando esta revista fue publicada por primera vez en 1976, argumentabamos que importantes avances de la clase trabajadora habían sobrevivido a la contrarrevolución -- la completa nacionalización de la industria, el derecho de trabajo, vivienda, salud, etc. La conservación de estos avances dificultó la completa explotación capitalista, y por consiguiente, los dirigentes estalinistas fueron impulsados a adoptar métodos capitalistas occidentales: competición de mercado, desempleo masivo, rápida inflación y otros abiertos ataques a las condiciones de la clase trabajadora. Es decir, el creciente estancamiento económico de las sociedades estalinistas las forzó a devolucionar en dirección al capitalismo tradicional.

Crisis en el Este y el Oeste

El Capítulo 5 de nuestro libro tiene una explicación más detallada de la “crisis permanente” en la que se encontró el estalinismo de posguerra. El capitalismo tradicional pasa por ciclos de auge y depresión activados por crisis de superproducción que ocurren periódicamente porque todos los capitalistas independientes se sienten impelidos a acumular medios de producción en exceso de lo que puede tolerar el sistema económico. En la fase de depresión del ciclo, los capitales más atrasados y débiles son eliminados y se fuerza el descenso de los estándares de vida de los trabajadores, permitiendo de esta manera revivir las ganancias y así comienza de nuevo la fase de expansión.

El sistema estalinista de capitalismo estatizado, sin embargo, impide la eliminación de industrias obsoletas, por lo que las crisis no pueden resolverse. La producción continúa con métodos ineficientes, pero a ritmos que declinan en forma uniforme. Por ejemplo, en la URSS, Abel Aganbegyan, principal asesor económico del líder del partido, Mijaíl Gorbachov, admitió en la mitad de la década de 1980 que, por años, las tasas de crecimiento soviético por cápita habían sido de cero. Las clases dirigentes estalinistas vieron a sus economías perder aún más terreno frente a los poderes del imperialismo occidental, enfrentando a clases trabajadoras cada vez más antagonistas. Por consiguiente, su rápido giro a una paulatina privatización y reformas seudo democráticas.

Un tema de nuestro libro es que el colapso económico del estalinismo resulta de tendencias similares a las que operan en Occidente. Los capitalistas imperialistas sienten temor de una repetición de la Gran Depresión de la década de 1930; un trastorno de ese tipo aumentaría las rivalidades imperialistas existentes y socavaría la aceptación de la clase trabajadora al control capitalista. Desde la Segunda Guerra Mundial, han recurrido a varias formas de intervención estatal en la economía para amortiguar las crisis del sistema y prevenir la depresión. Estas medidas llevaron al crecimiento de una enorme burbuja de capital ficticio, burbuja que ahora está empezando a desinflarse y a contribuir a la crisis cuyo propósito era prevenir. (Ver nuestra publicación The Specter of Economic Collapse.)

La apertura al escrutinio público de las economías de Europa Oriental y de las economías de la ex Unión Soviética revela que, aún más de lo que se creía anteriormente, los estalinistas habían vivido parasíticamente de su propio capital, como también de sus recursos humanos y naturales. El capital fijo fue agotado sin ser reemplazado, la degradación del medio ambiente fue horrenda; los trabajadores industriales tenían expectativas de vida significativamente más bajas en el Este. En Occidente, la burbuja de capital ficticio se deriva en parte del fallo en reemplazar el capital fijo, lo que hace que se cuente capital ya gastado como plusvalía. Sin bien esta tendencia no es tan amplia en los países occidentales como en los del este, y tampoco tan devastadora como lo es en el súper explotado “Tercer Mundo”, esta tendencia es típica del capitalismo de todas partes en esta época de deterioro.

Nuestra teoría señala al colapso del estalinismo como el precursor de trastornos económicos en todo el mundo capitalista. En contraste, gran parte de la extrema izquierda vio la caída del estalinismo como una derrota mundial e histórica del proletariado que daría al imperialismo occidental un nuevo aliento de vida. Sin duda los financieros occidentales desangraron suficiente plusvalía de los trabajadores y recursos del este. Pero luego de una desenfreno de diez años, las contradicciones del sistema se perfilan aún con más fuerza.

El papel del proletariado

La crisis económica y la creciente desigualdad fueron el substrato de los sucesos que comenzaron en 1989. La resistencia de la clase trabajadora, especialmente la revuelta masiva de los trabajadores polacos en 1980 y 1981, había debilitado la confianza que sentían las clases dirigentes estalinistas y destruyó su control sobre la sociedad -- mostrando una vez más el centralismo del proletariado en el progreso social en la presente época, una enseñanza fundamental del marxismo. El Comité Interempresarial de Huelga, creado por los trabajadores polacos en agosto de 1980 fue eco de los soviets rusos de 1905 y 1917 (la base de la toma por los trabajadores del poder del estado en 1917), los concejos de los trabajadores húngaros de 1956, y muchos cuerpos similares formados siempre que los trabajadores se han levantado en luchas revolucionarias en contra de los señores del capitalismo. (Los trascendentales sucesos en Polonia fueron descritos y analizados con profundidad en los números del 10 al 16 de Socialist Voice, el antecesor de esta revista.)

A través del dominio estalinista, las luchas de trabajadores fueron activadas por la compulsión de la clase dirigente en intensificar su explotación, lo que a su vez se origina de las leyes subyacentes de movimiento del sistema capitalista descubiertas por Marx. Como lo explica nuestro libro, estas leyes se cumplen en los estados de capital estatizado del este, como también en las sociedades capitalistas “normales” de occidente.

La fuga de la propiedad del estado, tanto en el oeste como en el este, refleja el hecho de que la propiedad estatizada inherentemente cuenta con elementos de los logros de los trabajadores; pone trabas a la explotación sin límites que necesitan los capitalistas. La ola de esquemas de privatización en Europa Oriental, China y la ex URSS apuntaron al fortalecimiento del poder del capitalismo, tanto internacional como nacional.

Las clases trabajadoras han dado a los odiados estalinistas golpes decisivos, pero aun cuando los levantamientos del pasado han tenido elementos indiscutiblemente de la clase trabajadora (huelgas, ocupaciones de fábricas, etc.), en los sucesos que comenzaron en 1989 la protesta de los trabajadores fue liderada por elementos de la clase media, en algunos casos funcionarios estalinistas disidentes. Como escribimos a comienzos de 1990:

Las revoluciones de masas son logros históricos, sin embargo son sólo victorias parciales. Los gobiernos han caído, pero las relaciones sociales subyacentes de explotación continúan....

Si bien las clases trabajadoras han sido el verdadero músculo detrás de extirpación del estalinismo, aun cuando otras fuerzas sociales tomaran el liderazgo, el peligro es que las clases trabajadoras serán atrapadas en el seguimiento de los reformistas de clase media....

Europa Oriental está sólo en el comienzo del proceso revolucionario. En los meses venideros veremos el alza y caída de gobiernos, incapaces de evitar el colapso económico y lidiar con los continuos levantamientos de masas. Sin embargo, si el poder económico de la burocracia y sus nuevos aliados, los reformistas y burgueses occidentales no es roto, los trabajadores de Europa Oriental verán que sus revoluciones se vuelven en su contra, y serán víctimas de una explotación aún más pronunciada que antes. (de "Revolution Sweeps East Europe", PR 36)

El factor clave que faltaba era un liderazgo revolucionario -- un partido proletario -- que podría haber revelado claramente la naturaleza de clase y los papeles políticos de los estalinistas y de las oposiciones reformistas y delineado un programa para mostrar a los trabajadores el camino hacia un genuino estado obrero. Sin ese partido, las luchas contra el estalinismo fueron tomadas por fuerzas provenientes de los mismos estalinistas y de los elementos burgueses que su sistema en desintegración había nutrido.

Para conservar su control de clase frente a las devastadoras crisis económicas y el malestar de la clase trabajadora, secciones de la clase dirigente orquestaron una contrarrevolución, cediendo una parte del poder de estado y económico al sector “privado” burgués en crecimiento. En varios países de Europa Oriental, los dirigentes coparon movimientos populares para conservar a su clase en control. En otros países, inclusive la URSS, las transformaciones tuvieron carácter preventivo. En todos los casos, el sistema estalinista de capitalismo estatizado dio lugar a un sistema híbrido que permitió a la clase dirigente eliminar casi todo lo que quedaba de los logros de la clase trabajadora, que anteriormente se había visto obligada a conservar bajo el falso nombre de socialismo.

Como resultado, en Rusia y otros estados de la ex URSS, los trabajadores sufrieron una catástrofe: desaparecieron los empleos de manufactura, no se pagaron salarios, la salud pública fue destruida y las tasas de mortalidad han aumentado rápidamente. En Europa Oriental, las condiciones de los trabajadores también han empeorado, si bien no tan drásticamente (con la excepción de la ex Yugoslavia agobiada por la guerra). Pero la terrible declinación de los estándares de vida de los trabajadores había comenzado mucho antes de la caída de los regímenes de los Partidos Comunistas. Había habido una grave escasez de productos para consumidores, las enfermedades debidas al envenenamiento del medio ambiente y el alcoholismo estaban fuera de control, la mortalidad infantil estaba en aumento y la expectativa de vida en disminución. Los cambios de regímenes de 1989 a 1991 no iniciaron estos horrores; simplemente añadieron más.

Revoluciones políticas

El hecho de que las sociedades estalinistas se convirtieran abiertamente en capitalistas sin que desapareciera el estado confirma nuestro análisis de que la naturaleza de clase del estado no cambió, el estalinismo fue capitalista desde el comienzo. Por esto las transformaciones de 1989 a 1991 que consolidaron a los nuevos regímenes fueron revoluciones políticas: el sistema subyacente de explotación continuó siendo capitalista, pero el poder dominante dentro de la clase dirigente se desplazó a un ala superpuesta de la misma clase. Los nuevos regímenes dirigieron el movimiento de las masas contra las masas mismas y destruyeron lo que quedaba de los logros que los trabajadores habían mantenido por décadas, si bien en condiciones lamentablemente deformadas.

En estas circunstancias, estos regímenes completaron ciertos pasos que la contrarrevolución social estalinista no había podido llevar a cabo cuando aplastó al estado de soviets de trabajadores en la década de 1930. En contraste con el desmantelamiento de la estructura del estado en ese momento, en los derrocamientos políticos de 1989 a 1991, la estructura y personal del estado permaneció casi igual. El gran ejército de la Unión Soviética, cinco millones de tropas estacionadas desde Berlín hasta Vladivostok, no se movieron para preservar ni al imperio soviético ni a la misma Unión Soviética en 1991. Esto es porque el ejército continuó siendo el brazo de la clase dirigente que estaba luchando por aburguesar sus métodos de control. En Polonia, el régimen de coalición entre los estalinistas en retirada y el ala del movimiento Solidaridad dirigido por Lech Walesa volvió a designar como ministro de defensa al general Florian Siwicki. Éste deseaba ansiosamente que sus fuerzas se adaptaran a medida que cambiaba la “forma del estado”.

“Ahora depende de cada uno de nosotros, de todos los polacos, que podamos enfrentar los desafíos del futuro.” Éstos incluían “la formación de un estado cívico, democrático y parlamentario. Al respaldar estos cambios que tienen lugar en el estado, estamos también cambiando la forma del ejército.” (New York Times, 29 de agosto de 1989.)

El estado “democrático, parlamentario y cívico” significa, en este lenguaje codificado, la propiedad privada. La estructura militar se podía cambiar tan fácilmente porque el antiguo régimen, como el nuevo, defendía a la explotación capitalista. Que ésta ocurriera principalmente a través del estado o de la propiedad privada es de importancia secundaria. En cualquier caso el estado pertenece a los explotadores y existe para reprimir a los trabajadores.

También China ha estado experimentando una importante transformación de un capitalismo estatizado a una combinación de capitales privados y de estado. El movimiento de Tienanmen en 1989 fue más allá de su obvio aspecto estudiantil para llegar profundamente a la clase trabajadora. Su supresión por la fuerza militar permitió al régimen llevar a cabo “reformas” que no podrían haber sido impuestas anteriormente. La burocracia del Partido Comunista mantuvo su control sobre el estado y manipuló el crecimiento de una importante economía no estatal junto a ataques que recortaron los trabajos, ingresos y derechos de los trabajadores en las industrias administradas por el estado.

La clave: liderazgo revolucionario

Las “revoluciones” hechas en el nombre de la libertad devastaron a las clases trabajadoras y las llevaron a un período de relativa pasividad. Los trabajadores de Europa Oriental habían mostrado su poder en muchos levantamientos en contra del estalinismo -- de Berlín oriental en 1953 a Gdansk en 1980 -- y habían alentado las esperanzas entre los luchadores de la clase trabajadora de todas partes de que ellos encontrarían la manera de derrocar al sistema estalinista y reemplazarlo con verdaderos estados obreros. El hecho de que no se formaran partidos revolucionarios de trabajadores se debe principalmente al hecho histórico de que los estalinistas, en las purgas masivas que dieron muerte al estado de soviets de trabajadores en la década de 1930, habían eliminado a los líderes fieles a las metas de la revolución de octubre que quedaban. De manera similar, en la Europa Oriental de la década de 1940, los estalinistas que condujeron al ejército soviético al poder eliminaron a los genuinos revolucionarios que habían sobrevivido a la conquista nazi.

Una parte significativa de la culpa del fracaso de que surgiera una alternativa de revolución proletaria descansa también en esas organizaciones que dicen representar al trotskismo. Su capitulación en la teoría y en la práctica significó que no hubo una fuerza seria articulando y luchando por el programa de la revolución de la clase trabajadora en el panorama mundial. En las décadas de 1960 y 1970, muchas de estas organizaciones vieron a los movimientos estudiantiles, a las guerrillas con base en el campesinado y a las fuerzas socialdemócratas o estalinistas como a los grupos que generarían avances revolucionarios. Abandonaron estas ideas debido a su fracaso total, pero sus subyacentes actitudes de clase y las teorías que las reflejan continúan siendo las mismas hasta el día de hoy. Algunos de los grupos seudo trotskistas tenían grupos afiliados en la ex URSS y en Europa Oriental y pudieron cumplir un pequeño pero desastroso papel. Debido a su incredulidad de que la clase trabajadora pudiera tomar el poder por sí misma, estos grupos continuaron confundiéndose con teorías que veían a los viejos estalinistas o a los nuevos regímenes “democráticos” como progresistas.

De este modo los trabajadores en la URSS y en Europa Oriental no encontraron otra alternativa de liderato más que el estalinismo o el capitalismo tradicional. Por eso, sus revueltas los llevaron a las manos de los nuevos líderes pos estalinistas burgueses antes de que pudieran generar una nueva perspectiva revolucionaria mundial y de liderazgo de vanguardia. Los auténticos marxistas no glorifican la inmediata conciencia de la clase trabajadora. El programa comunista tal vez no sea popular en un momento determinado, pero no es una ideología artificial: surge de las necesidades objetivas del proletariado. A medida que la lucha de clase se profundiza, los trabajadores más avanzados adquieren conciencia de su programa y tareas y se organizan ellos mismos en el núcleo de un partido revolucionario proletario; por esto ellos mismos otorgan el liderazgo al resto de su clase y a otras capas oprimidas de la población. La creación de un partido proletario es la única “etapa” que es un verdadero requisito para la revolución socialista.

La razón de debatir el carácter de clase de la Unión Soviética no es anotarse puntos teóricos sino restablecer la importancia central para el socialismo del proletariado conciente y revolucionario -- una clase que concientemente lucha para crear una nueva sociedad. Los izquierdistas que ven a otras clases como redentores omnipotentes no sólo están rechazando las enseñanzas fundamentales del marxismo, también se están preparando para engañar a los trabajadores para que sigan a los demócratas neo estalinistas y socialdemócratas cuya tarea es dejarlos abiertos a una mayor opresión y explotación.

El golpe de Yeltsin

Los marxistas que creían que la URSS y sus estados aliados no eran capitalistas antes de 1989, pero que ahora son capitalistas tienen que preguntarse en el caso de cada país, ¿cuándo ocurrió la contrarrevolución? Ya hemos mencionado que los trotskistas ortodoxos en la década de 1940 tenían considerables problemas con la “cuestión de la fecha” ya en esa época: ¿cuándo se convirtieron en estados obreros los países de Europa Oriental, China, etc.? Después de 1989 el problema opuesto es igualmente molesto.

En la URSS, la contrarrevolución de Yeltsin fue el suceso clave en el derrocamiento del poder del Partido Comunista. En ese conflicto entre alas de la burocracia capitalista de la clase dirigente, los estalinistas “duros” dirigidos por el vicepresidente Gennady Yanaev intentaron tomar control del poder y terminar el delicado equilibrio que ejercía Gorbachov entre ellos y los privatizadores más rápidos. El golpe presentó un serio peligro para la clase trabajadora, ya que sus líderes anunciaron una inmediata prohibición de huelgas y una retracción de los limitados logros democráticos cedidos por Gorbachov durante la campaña de “glasnost” (abertura) de la media década anterior. Por eso los trabajadores revolucionarios se hubieran opuesto al golpe y se hubieran alineado tácticamente en un bloque militar con Yeltsin para derrotar a la amenaza inminente a los intereses de los trabajadores.

Como una cuestión de principios, los revolucionarios no podían apoyar a ninguna de las alas de la clase capitalista dirigente. Pero nosotros podíamos, sólo en forma momentánea y por razones de táctica, defender a un lado de la guerra civil o conflicto armado si juzgábamos que el otro lado era una amenaza más seria para la clase trabajadora. Ése fue el método usado por los bolcheviques para defender al reaccionario Kerensky del reaccionario Kornilov en 1917, igual que Trotsky defendió a la burguesa república española de los fascistas en 1936. Nuestra posición fue la de dar “apoyo militar” al lado de Yeltsin. Es decir, queríamos que los trabajadores dirigieran sus armas hacia Yanaev en ese momento, mientras que advertíamos que la clase trabajadora tendría que ocuparse de Yeltsin poco después. Efectivamente, luego de que el golpe fuera derrotado, Yeltsin y Gorbachov firmaron un pacto que, entre otras cosas, trató de prohibir las huelgas. Y Yeltsin, como Yanaev, expresó la opinión de que Pinochet en Chile era su modelo.

Cuando la revuelta de los duros se extinguió, el juego de equilibrio de Gorbachov se derrumbó y Yeltsin resultó triunfador. Su triunfo dio entrada a un período de un saqueo capitalista desenmascarado que enriqueció a un puñado y empobreció a millones. Si bien el equipo de Yanaev también estaba dedicado a las reformas de “mercado libre”, el curso que proponían era más lento. Por esto cualquier defensor de la teoría del "estado obrero deformado" debería haber defendido el lado de Yanaev, a pesar de su amenaza inmediata de aplastar a los trabajadores -- por una cuestión de principios, no solamente de táctica. Sin embargo, pocos lo hicieron. La mayoría respaldó a Yeltsin por razones dudosamente democráticas, probando una vez más que su teoría del estado obrero es un palabrerío vacío.

Cliff y los Socialistas Internacionales

Prácticamente para todos los teóricos del estalinismo, su fracaso en anticipar la caída del estalinismo no les ha impedido alegar que ese colapso confirmaba sus puntos de vista. Presentaremos un número de diferentes teorías y corrientes marxistas con el propósito de retar sus declaraciones.

En 1990, Chris Harman, el compinche de Cliff, describió la caída del estalinismo de esta manera:

La transición del capitalismo de estado a capitalismo multinacional no es ni un paso adelante ni uno atrás, sino que es un paso al costado. El cambio es sólo un desplazamiento de una forma de explotación a otra forma a otra para toda la clase trabajadora, si bien algunos grupos específicos de trabajadores.... se encuentran en una mejor situación para mejorar sus condiciones y otros.... encuentran que sus condiciones empeoraron. (International Socialism, número 46, 1990)

En 1998, Cliff publicó un artículo titulado “The Test of Time” (La prueba del tiempo), para afirmar que su teoría del capitalismo de estado había sido probada cierta. En el artículo, Cliff repetía el análisis del “paso al costado”. Se puede concebir remotamente que en 1990, los observadores no hayan percibido la amenaza a los derechos de todos los trabajadores y sus estándares de vida que traían consigo la privatización y el saqueo de la propiedad estatal. Pero no para fines de la década. Cliff & Compañía, nunca aceptaron que ningún logro de la clase trabajadora había sobrevivido bajo el estalinismo y por consiguiente observaron tranquilamente cómo desaparecían estos logros.

El cambio del estalinismo probó que la teoría de TSI era incorrecta en todos sus aspectos esenciales. Cliff explicó la economía estalinista como si fuera en efecto una única compañía capitalista sin que la ley del valor o la competencia operaran dentro de ella. (Nosotros dijimos en nuestro libro que la teoría de Cliff era en efecto no una teoría del capitalismo sino más bien un colectivismo burocrático disfrazado.) De aquí que, para Cliff, las crisis cíclicas de sobreproducción fueran eliminadas. Cliff citó a uno de los primeros teóricos marxistas, Nikolai Bujarin, quien decía que la fuerza económica impulsora bajo el capitalismo de estado eran las necesidades de consumo de la clase dirigente; ya que estas necesidades están físicamente limitadas, el crecimiento económico bajo este sistema se estancaría.

Cliff argumentó, sin embargo, que la economía soviética había evitado la “solución Bujarin” porque había una fuerza impulsora adicional, su necesidad de producir armas. Esto era “un modo de adquirir nuevo capital y nuevas posibilidades de acumulación”. (State Capitalism in Russia, edición de 1998, páginas 243-244). Cliff vio al gasto armamentista como un enorme estímulo económico en vez de un remedio temporario; en realidad es un enorme desgaste en cualquier economía, especialmente una en estancamiento. No sólo los bienes de consumo sino también los bienes de capital estaban muy detrás de las tasas de Occidente. Los esforzados, pero condenados la fracaso, intentos de la Unión Soviética para no perder terreno en la carrera armamentista con Estados Unidos fueron la gota de agua que causó el colapso del sistema. (En el Capítulo 7 de nuestro libro aparece una crítica de varias versiones de la teoría de la “economía armamentista permanente” de TSI.) El fallo de Cliff de ver las leyes y contradicciones internas del estalinismo, que condujeron a la relativa debilidad y anarquía de la economía, surgieron de la idea que el estalinismo representaba un estado más avanzado del capitalismo, que la planificación conciente era en realidad la fuerza impulsora. En su trabajo teórico más importante, publicado en 1955, Cliff escribió:

De una economía estatal y planificada no se puede volver a una economía anárquica y de propiedad privada.... El reemplazo de una industria estatal de gran escala por una industria privada sería una regresión técnica y económica. (State Capitalism in Russia, página 273.)

En años más recientes, los teóricos cliffistas se vieron forzados a reconocer el hecho de la crisis del estalinismo. Pero no entendieron que el sistema corría grave peligro. El error fundamental en la teoría de TSI fue que ellos no vieron que el estalinismo era una forma bastarda del capitalismo deformado por su incapacidad de destruir los logros revolucionarios más importantes de la clase trabajadora. Ellos lo vieron como una forma extrema del capitalismo y no vieron la debilidad fundamental del sistema como tampoco la realidad de que los trabajadores tenían algunos vestigios de 1917 que defender.

Los defensores de "estados obreros deformados"

Los principales teóricos del estado obrero deformado también vieron al estalinismo como estable, argumentando que los “estados obreros” no se enfrentaban a la “restauración” del capitalismo. Al mantener que el capitalismo no era un peligro, Mandel y sus teóricos pudieron confundirse con los reformadores liberales del estalinismo, y por consiguiente, engañar a los trabajadores de avanzada que les prestaron atención.

Durante todo el período entre la Segunda Guerra Mundial y la caída del estalinismo, Mandel y Cliff, como los principales teóricos dentro del amplio medio que se autodefinía como adherentes o simpatizantes del trotskismo, habían estado enzarzados en un debate continuo sobre la naturaleza del estalinismo. El hecho de que los análisis de ambos resultaron desastrosamente incorrectos refleja, en el análisis final, la perspectiva de clase media del medio. Como prueba de esto, ambas tendencias siguieron a salvadores de la clase media en la lucha contra el estalinismo en los días de su colapso. El ejemplo más importante es Polonia, donde la SU de Mandel y la TSI de Cliff apoyaron ambas al gobierno de estalinistas y ex asesores de Solidaridad cuando estaba administrando el capitalismo de austeridad pos estalinista en 1990. (Ver The Left and East Europe, PR 36)

Algunos trotskistas ortodoxos presentan el argumento de que los inmensos retrocesos de los trabajadores en los países pos estalinistas prueban que el carácter de clase de estos estados ha cambiado. Pero este argumento está en directa oposición a la teoría marxista del estado. Si los estados estalinistas hubieran sido estados obreros, aunque deformados, su derrocamiento hubiera significado la destrucción de la maquinaria del estado. ¿Cómo es que las mismas fuerzas armadas ahora defienden la propiedad capitalista, cuando hace poco defendían la propiedad “proletaria”? ¿Y por qué una derrota importante de la clase trabajadora requiere una derrota social, no solamente una política? La llegada de los nazis al poder en Alemania en 1933 fue evidentemente destructiva para las instituciones obreras, pero fue una contrarrevolución política dentro del marco de control capitalista.

Además, si los estados estalinistas fueran estados obreros, ¿por qué los dirigentes, quienes, de acuerdo con la teoría del estado obrero deformado tenían su propio inherente interés de casta en defender la propiedad estatal, eligieron en cambio privatizarla? ¿Por qué las disputas entre los dirigentes estalinistas ocurrieron sobre la rapidez de la desestatización, y no sobre la meta misma?

Los que creen en los estados obreros deformados siempre estuvieron desgarrados por dos corrientes opuestas. De un lado, tendencias como la de Workers World, en Estados Unidos y la de los espartaquistas defendieron a los estalinistas en contra de los trabajadores diciendo hacerlo en nombre de los “estados obreros”. Por otro lado, Mandel & Compañía tomó a los “disidentes” reformistas de clase media que habían engañado a la organización trabajadora Solidaridad como a los verdaderos líderes de la clase trabajadora. La más patente condenación de todo el medio “ortodoxo” es que en el medio siglo de sus “estados obreros deformados”, ni uno de ellos escribió un análisis teórico serio, mucho menos un libro, explicando las leyes de movimiento de ese tipo de sociedad y justificando una designación que tiene contradicciones tan obvias. La teoría no fue una guía para la acción porque no había una teoría.

La tendencia espartaquista

Los espartaquistas tuvieron muchas dificultades en decidir cuándo había desaparecido el “estado obrero” soviético. A fines de 1992, anunciaron retroactivamente que la contrarrevolución había triunfado algún tiempo antes, exactamente cuándo no quedó claro. (Ver Spartacists Terminate Russian ‘Workers State’ Not with a Bang but a Whimper, PR 43.) Una “teoría” que permite a los que la proponen pasar por alto la caída de un “estado obrero” -- en la tierra de la revolución bolchevique, nada menos -- cuando los hechos decisivos ocurren a la vista de todo el mundo, es inservible para la clase trabajadora.

Los espartaquistas apoyaron a los estalinistas de línea dura en contra de los trabajadores cuándo éstos defendieron al Muro de Berlín (que fue usado para aprisionar a los trabajadores de Alemania Oriental, que eran fusilados si intentaban cruzarlo) y aplaudieron la represión por parte de los estalinistas polacos de diez millones de trabajadores en 1982. No hubieran tenido ningún problema en apoyar al golpe de Yanaev en contra de Gorbachov en 1991. Pero en esa oportunidad no tomaron partido. Realizaron contorsiones teóricas para evitar hacerlo, por la razón de que hubieran tenido que admitir que sus rivales por excelencia, la International Bolshevik Tendency (IBT), que había apoyado a Yanaev, había estado “correcta”, cuando ellos se habían equivocado. A pesar de todas sus proclamas de lealtad bolchevique al programa, los espartaquistas con frecuencia están motivados por bajas necesidades en su organización.

El enfoque de IBT, si bien lógico desde un punto de vista pro estalinista, no es más consistente. El razonamiento que llevó a la IBT a defender a Yanaev también debería haberlos llevado a defender a Ceausescu en Rumania en diciembre de 1989, no sólo en contra de los reformadores estalinistas que tomaron el poder, sino también en contra del levantamiento popular que Ceausescu reprimió salvajemente. Después de todo, fueron los reformistas los que destruyeron al “estado obrero” al debilitar la maquinaria estalinista de estado, y fue Ceausescu quien, a pesar de todos sus crímenes, incluso su dedicación sin claudicaciones a pagar las deudas de Rumania con los imperialistas en vez de alimentar a su población, estaba decidido a preservar la propiedad estatal para defender su propio poder y rapiña. Pero al defender su propia propiedad, Ceausescu estaba defendiendo la propiedad nacionalizada, y, por consiguiente, a los ojos de la IBT y de SL, el “estado obrero”. En forma oportunista, porque hubiera significado defender a un carnicero estalinista particularmente odioso, ni los espartaquistas ni la IBT tomaron la posición consistente con sus principios pro estalinistas.

Más recientemente, los espartaquistas trataron una vez más de presentar una explicación teórica de la desaparición de los “estados obreros” estalinistas. “Seis décadas de mala conducción burocrática... han producido un profundo cinismo político entre las masas trabajadoras de la Unión Soviética”, escribieron, culpando de esta manera a la clase trabajadora, al tiempo que embellecían al régimen contrarrevolucionario como “mala conducción”. (Workers Vanguard, 6 de agosto de 1999). Para cubrir su propia historia de admiración a la “planificación” estalinista, mintieron al decir que habían entendido desde hacia tiempo el retraso económico soviético comparado con el Occidente:

En 1960, Jruschov desafió al capitalismo de Occidente. “Los enterraremos,” al proclamar que la URSS no sólo alcanzaría dominio mundial por sobre el capitalismo de Occidente, sino que también alcanzaría el “comunismo completo” en 20 años. Jruschov estaba expresando la falsa conciencia de la oligarquía del Kremlin.

Pero de hecho los mismos espartaquistas habían proclamado a toda voz la superioridad económica del estalinismo. Como Mandel y tantos otros que pensaban igual sobre el estado obrero, ellos arguyeron la evidente tontería de que la economía soviética estaba libre de crisis sistemáticas y de que “aseguraba el rápido y continuo crecimiento de las fuerzas productivas” -- aun que la estructura social de Rusia bajo Lenín era “mucho más propicia para la restauración capitalista” que bajo Brezhnev. (Citas tomadas de la publicación espartaquista de 1977, Why the USSR is Not Capitalist, páginas 59 y 90.) ¡Otra brillante predicción!

Ellos específicamente se jactaron de que la tasa de crecimiento en la URSS durante 1974-75 había sido de un 18 por ciento anual, mientras que el mundo capitalista estaba empantanado en la depresión. (p. 58) Esa cantidad milagrosa era una mentira total; ni siquiera el Kremlin había alegado ese logro. Nosotros cuestionamos esa cantidad específica y todo el panorama de la superioridad económica de la economía soviética, citando las tasas de crecimiento en declinación de la URSS, en Socialist Voice No. 4; ellos nunca contestaron o corrigieron la falsedad. Ahora, ellos ignoran reclamos como los suyos llamándolos “falsa conciencia”. Por una vez, están acertados.

Workers Power (LRCI)

El grupo británico Workers Power, columna vertebral de la League for a Revolutionary Communist International (LRCI), es una de las pocas tendencias de estado obrero que trata de justificar sus políticas sobre la base de la teoría; por consiguiente hemos analizado y diseccionado sus puntos de vista varias veces. (Sobre el estalinismo, ver los números 20, 21, 48 y 49 de nuestra revista.) Pero, a pesar de todos sus intentos teóricos, lo que distingue a LRCI por sobre todo es su predilección por cambios de posición en todas las cuestiones.

Cuando la URSS se estaba desintegrando, LRCI en un principio se opuso a la independencia de las repúblicas no rusas por temor de que debilitaran al “estado obrero” soviético; por consiguiente apoyó el ataque a Azerbaiyán por Gorbachov a principios de la década de 1990. Pero cuando Moscú represó a Lituania en 1991, el LCRI se dio vuelta y salió en defensa de la autodeterminación, ¡a pesar de que la “contrarrevolución burocrática y conservadora” rusa estaba ayudando a evitar los cambios que eran decisivos para restaurar el capitalismo! Unos pocos años después, LRCI cambió su punto de vista varias veces sobre la autodeterminación de Bosnia durante las guerras en Yugoslavia. (Ver PR 43.)

Sobre la naturaleza de clase de los estados pos estalinistas, recientemente LRCI realizó su giro más grande y probablemente ganó todos los campeonatos del mundo de vacilación centrista. Cuando los regímenes abiertamente burgueses habían tomado el poder, LRCI se rehusó a aceptar que los estados eran capitalistas; insistieron que sólo habían ocurrido revoluciones políticas dentro de los estados obreros. Llamaron al resultado “estados obreros moribundos”. Así es cómo explicaron lo que sería necesario para convencerlos de que las sociedades eran capitalistas:

Hemos reseñado los cambios estructurales claves que serán necesarios para que el capitalismo finalmente se imponga en estos países en transición avanzada, o estados obreros moribundos. ¿Cómo, post festum, podríamos reconocer cuándo efectivamente esto ha sido llevado a cabo?

A través del engañoso prisma de los indicadores económicos burgueses deberían ser observables ciertas características -- por ejemplo, cuándo en Europa Oriental la producción nacional sale de su profunda recesión al grado de que es evidente un nuevo ciclo de recuperación; cuándo este crecimiento no es inflacionario y logra una reducción de déficits de presupuesto. (Trotskyst International, nro. 9, 1992)

Como respuesta, nuestro comentario fue:

WP y LRCI han llevado su teoría de la ley del valor al absurdo.... El capitalismo triunfa cuando la economía sale decididamente de su recesión bajo el “estado obrero”, eso es, para LRCI, ¡que el capitalismo resuelve la crisis económica que el estado proletario no puede resolver! Si esto se tomara en serio, debería significar que el capitalismo es progresista. (PR 48, 1995)

Teníamos todavía más razón de lo que pensábamos sobre lo absurdo de esta teoría porque inmediatamente después de este pasaje, escribimos: “Cualquiera haya sido la intención, la ‘defensa de los estados obreros’ de LRCI claramente significa la defensa del retroceso.” Pero en ese momento no advertimos que para LRCI los “estados obreros moribundos” eran estados que los revolucionarios de la clase trabajadora no estaban obligados a defender en tiempos de guerra. Entonces, no solamente estos “estados obreros” eran estados que la clase trabajadora nunca había creado y en los cuales los trabajadores no tenían control del estado; ni siquiera existían en ellos restos de elementos socialistas dignos de ser defendidos. LRCI los llamó estados obreros solamente para evitar reconocerlos como capitalistas. Nuestra observación de que las teorías de estados obreros deformados vienen a ser teorías de tercer sistema fue corroborada una vez más.

Hace dos años, LRCI cambió completamente su línea. Rechazaron el término “estados obreros moribundos” y lo reemplazaron por “estado burgués restaurador”. Además, caracterizaron a su teoría previa como “radicalmente falsa y engañosa”, “no dialéctica”, “confusa” y “absurda”. (Capitalist Restoration and the State, noviembre 2000)

La nueva teoría de LRCI significa que “los anteriormente países estalinistas, en los que la economía todavía no está operando según líneas completamente capitalistas, no son necesariamente estados obreros de ningún tipo. El factor determinante y clave no son las relaciones de propiedad prevalentes, sino el sistema económico y de clase que el poder del estado promueve y defiende.” En la URSS, por ejemplo, el cambio tuvo lugar en 1991, cuando Yeltsin estableció su gobierno. No sólo LRCI no previó el fin de un “estado obrero” ni tomó nota cuando esto ocurrió no notaron su pérdida por casi una década. (La actitud de ‘a veces se gana, a veces se pierde’, hacia lo que debería significar el logro más alto de la clase trabajadora es un típico juego de académicos, no de políticas marxistas.) LRCI tiene una sección en Ucrania, donde sus miembros de la clase trabajadora, si hay alguno, tienen que sentirse desilusionados al enterarse de que en el 2000 ellos ya no eran parte de la clase nominalmente dirigente, aunque estuviera moribunda.

LRCI también ha repensado, retroactivamente, las fechas que había asignado como el momento en que los estados de Europa Oriental se habían vuelto “estados obreros” después de la Segunda Guerra Mundial. La línea seguida previamente había definido al momento de cambio como el momento en que las economías habían sido completamente estatizadas (es decir, en 1950 y 1951). Ahora dicen que fue cuando “los gobiernos y estados comenzaron a dirigirse decididamente en contra del capital y del capitalismo y a crear economías planificadas burocráticamente según el modelo de Stalin, es decir en 1948 y 1949”.

Esto apenas soluciona los problemas clave, los que señalamos en PR 20 y 21. Ni en 1948-1949 ni en 1950-1951, cambió la maquinaria estatal -- no hubo revoluciones. El único cambio en el poder del estado importante ocurrió antes, cuando el ejército soviético conquistó a Europa Oriental en 1944-1945. Pero entonces los regímenes instalados eran claramente frente populistas capitalistas dirigidos por los estalinistas con la presencia de partidos abiertamente burgueses. De acuerdo con cualquiera de las teorías, ya sea la nueva o la vieja, del Workers Power, estos regímenes capitalistas hubieran convertido estos nuevos estados de burgueses a proletarios. Es decir, los estados capitalistas hubieran realizado la revolución socialista. Esta parodia de teoría ocurre en todos sus recientes autocríticas, el LRCI no ha lidiado con la verdadera contradicción en ninguna versión de su teoría: “estados obreros” sin clase obrera.

Colectivistas burocráticos

La teoría del colectivismo burocrático tendría que haberse desmoronado con la abierta adaptación de Shachtman al imperialismo; sobrevivió en una forma de alguna manera izquierdista en Estados Unidos entre los Independent Socialists (Socialistas Independientes) a fines de la década de 1960, hasta el grupo Solidarity actual. Pero no tenía idea del movimiento del sistema estalinista que pretendía describir.

En Gran Bretaña, la tendencia Workers’ Liberty, dirigida por Sean Matgamna, ha revivido al colectivismo burocrático. En 1998, Matgamna editó un volumen de escritos de Shachtaman y otros colectivistas burocráticos, acompañándolo con su propia introducción de 150 páginas. El objetivo de Matgamna es mostrar que Trotsky no entendió la cuestión rusa, mientras que Shachtaman & Compañía estaban esencialmente correctos.

De todas maneras, Matgamna no puede encontrar nada de sus predecesores teóricos para explicar el colapso del estalinismo. En realidad, se ve forzado a concluir:

Ellos entendieron mal toda la perspectiva general del estalinismo. Desde nuestra posición es claro que Trotsky, y luego Shachtman, hasta 1946 o 1947, estaban correctos en considerar al fenómeno estalinista como una aberración en el amplio panorama histórico. Es comprensible que la propagación del estalinismo luego de 1944 a más de un sexto de la Tierra haya llevado a Shachtaman a no entender esto. De todas maneras, es claro que los sistemas estalinistas emergieron en forma paralela al capitalismo, no como sus sucesores. Históricamente, eran callejones sin salida. (The Fate of the Russian Revolution: Lost Texts of Critical Marxism, Vol. 1, páginas 155-156.)

Fundamentalmente, Matgamna está de acuerdo con Shachtaman, no en su específico análisis de Rusia, pero sí en su apoyo al Occidente durante la Guerra Fría.

En el mundo de posguerra, donde la URSS fue la segunda potencia mundial, el reconocimiento de que Estados Unidos y Europa occidental -- el capitalismo avanzado -- era el más progresista de los dos campos en contienda, el que daba más posibilidades, mayor libertad, más para que se construyera el socialismo, yo creo, fue una parte necesaria de la restauración del equilibrio marxista a las políticas socialistas. (página 145)

El capitalismo occidental, sin embargo, es imperialismo. Y en el mundo en general, las posibilidades que dio a las masas del antiguo mundo colonial fueron apenas abundantes o gratuitas. Hace quince años, esta revista observó que Matgamna (evidentemente sin saberlo) no sólo estaba volviendo su entonces teoría de estados obreros deformados hacia el colectivismo burocrático, sino que también estaba adoptando una posición de extremo cinismo hacia la capacidad revolucionaria de la clase trabajadora y adaptándose en gran medida al reformismo pro imperialista. Por ejemplo, Matgamna tomó una posición neutral sobre la guerra imperialista de Gran Bretaña en contra de Argentina sobre las islas Malvinas en 1982. (Ver Where Are the Matgamnaites Going? en PR 28.) En su libro, Matgamna deplora las más abiertas capitulaciones de Shachtman frente al imperialismo: el apoyo de los ataques de Estado Unidos a Cuba y la guerra en Vietnam. Pero sus propias adaptaciones señalan la misma dirección.

Otra corriente del colectivismo burocrático estadounidense escribe en la revista New Politics, cuyo coeditor, Julius Jacobson, ha intentado explicar la caída del estalinismo. Él también ha tenido que enfrentar el dilema estándar: si la URSS no era capitalista antes de 1991, ¿entonces cómo la vieja clase dirigente se convirtió en la nueva clase dirigente? Jacobson llevó su teoría a su conclusión lógica:

En la república rusa -- como en la mayoría de las naciones de la desmembrada URSS -- hay una anomalía trágica y absurda, de elementos dirigentes de la previa clase dirigente comunista impulsados por instintos personales y sociales de supervivencia, atacándose entre sí mientras luchan y se esfuerzan para recrearse como parte del comité ejecutivo y de la elite financiera de una burguesía artificialmente creada y militantemente anticomunista. Una clase singular de “lucha de clase” unidimensional en la cual una clase dirigente está luchando ferozmente para derrocarse a sí misma. (New Politics, invierno de 1995)

El absurdo de una clase dirigente derrocándose a sí misma está dictado por la necesidad de ver a una clase reemplazar a otra mientras que ambas consisten de la misma gente. El concepto de que ésta es una “lucha de clases” (aun entre comillas) resta importancia a la verdadera lucha de clase que tiene lugar entre patrones y trabajadores. Pero, pasar por alto detalles tan pequeños es inevitable en cualquier teoría que no basa su análisis de clase en las relaciones de explotación entre dirigentes y productores.

La “cuestión rusa” nunca fue solamente un debate sobre la descripción apropiada del régimen estalinista. Es el núcleo de cómo los revolucionarios de la clase trabajadora entienden el papel de su propia clase en la creación de una nueva sociedad que pueda poner fin a la miseria que sufren tantos millones bajo el capitalismo. La revolución de los trabajadores rusos en 1917 fue el logro más destacado en los 150 años de historia de nuestra clase. La caída del estalinismo fue una pervertida consecuencia de ese logro, ya que la razón central del colapso fue la necesidad desesperada de la clase capitalista estatizada de desmantelar lo que quedaba de los logros de los trabajadores.

Con frecuencia Trotsky dijo de la Unión Soviética que aquéllos que no podían defender los logros pasados de la clase trabajadora, no podrían ayudar a alcanzar nuevos logros. Lo mismo es cierto de aquéllos que no pueden entenderlos.

Otros documentos y artículos | Página principal en español | Página principal en inglés | Escríbanos