El siguiente artículo fue publicado orignalmente en inglés en el Nro. 68 de Proletarian Revolution (otoño de 2003).
Las recientes elecciones del nuevo presidente de Argentina, Néstor Kirchner, constituyeron un significativo ataque dirigido contra los cimientos de la clase trabajadora. Si el atentado de dos caras de Kirchner dirigido a minar los cimientos de la clase trabajadora se van a derrotar, se debe aprender las lecciones críticas, particularmente con relación a la táctica electoral utilizada por la Izquierda.
La utilización de las elecciones con el propósito de propagandizar el programa y partido revolucionario es una forma esencial para armar al proletariado. En la Argentina, el mensaje electoral deberá incluir el hecho de que los intereses de la clase trabajadora solamente podrán ser alcanzados mediante la superación del presente nivel y su conducción hacia la lucha por el poder estatal. La revolución socialista es una necesidad si la clase trabajadora argentina va a evitar ataques mayores a manos del Estado burgués.
A pesar de los bombos y platillos alrededor de la inauguración de Kirchner – rodeado de Lula de Brasil, Hugo Chávez de Venezuela y Fidel Castro de Cuba – este político corriente va a traer mas desastre a una población ya bastante asesediada. Los planes de Kirchner solamente podrán ser una versión más drástica de lo que ya ha llevado a cabo Lula en Brasil. Nadie puede esconder el hecho que este político burgués tiene la intención de obstaculizar las erupciones en masa en la Argentina.
Los planes de Kirchner se encuentran en conflicto dramático con el levantamiento valiente que lanzaron las masas hace mas de año y medio. Su contraataque puede ser derrotado, solamente si los revolucionarios proletarios lo divulgan y ofrecen una dirección alterna que reinvigorice las luchas y combates con una conciencia comunista obrera.
Las elecciones de Kirchner y lo que ahora debe hacerse para paralizar su ataque, solamente podrá ser entendido a la luz de los grandes eventos de los últimos años. En diciembre del 2001, las masas argentinas hicieron historia al derrocar, no una dictadura militar, sino un régimen democrático-burgués. El levantamiento fue principalmente una confluencia de luchas de piqueteros (activistas desempleados), motines explosivos en busca de alimentos por los pobres desesperados y las demostraciones denominadas cacerolazos.
Los cacerolazos fueron la fuerza que durante ese tiempo inclinaron la balanza. Ese mes, el gobierno sin fondos había congelado los ahorros de los pequeños ahorristas, limitando severamente la separación de fondos de los mismos. (La congelación de los ahorros se denomino “el corralito”.) Esta acción enfureció e activó a la clase media y a la pequeña burguesia, quienes vieron con esto que el sistema no le importaba mas a estos que a la clase trabajadora. ¡Que se vayan todos! fue la airosa consigna de batalla de todo el movimiento. La presidencia de Fernando de la Rúa de la Unión Cívica Radical (UCR) fue abruptamente terminada por las masas.
Asambleas populares surgieron en todos lugares, vivos con discusión sobre las posibilidades para reorganizar la sociedad. Los piqueteros, quienes durante años habían protestado contra sus condiciones con cortes de carretera, se encontraban en movimiento. Aumentaba su fuerza y apoyo de las asambleas y otros sectores populares. Pero la ira cruda expresada en la consigna ¡Que se vayan todos! no era suficiente para señalar el camino correcto a seguir. La consigna demostraba principalmente que las masas todavía no tenían una alternativa hacia el poder estatal. Nosotros comentabamos al respecto:
En la Argentina y en otros lugares lo que predomina en la escena política radical es la noción popular que “en los políticos no se puede confiar”, “son todos corruptos” y otras cosas obviamente basadas en el odio a los políticos – pueden ser el comienzo para desarrollar un entendimiento de clases, pero solamente si los políticos burgueses son abiertamente contrarrestados por un partido proletario revolucionario.... A los políticos, la izquierda contrapone de una forma u otra al movimiento de masas, simplemente “nosotros” contra “ellos”.
¡No! Debemos decirle a las masas que nuestro problema no son los políticos y los partidos políticos en abstracto sino los políticos capitalistas y todos sus partidos políticos.... (Carta a la Liga Obrera Internacionalista)
Mientras la burguesia claramente sufría una crisis de dirección, la crisis de dirección del proletariado fue aun peor. No existía una alternativa de partido revolucionario que interviniese, contraponiendo explícitamente una dirección proletaria a la burguesa. La burocracia sindical – peronistas y reformistas tradicionales – mantuvieron a los grandes e poderosos batallones de trabajadores industriales ausentes del alzamiento. De esta manera prevaleció una situación pre-revolucionaria débil, en la cual la burguesia fue capaz de retener el balance del poder y la iniciativa.
El partido Peronista (oficialmente denominado el Partido Justicialista, PJ) fue el partido que durante mucho tiempo mantuvo el apoyo de los trabajadores. Se le hizo un llamado a dominar una vez más. Y, luego de unos cambios en sus dirigentes, fue capaz de asumir esa función. Eduardo Duhalde se convirtió en el “presidente de turno” señalado. (Ver Argentina: crisis y programa revolucionario para un trasfondo completo). Por un tiempo, continuó la resistencia en masa. Los medios de comunicación cuestionaron abiertamente si Duhalde era capaz de mantener el agarre gubernamental sobre las masas.
Miedosos de las inmensas aglomeraciones arremolinas en las calles y barrios, estos especulaban si Argentina iba a sobrevivir o si “dejaría de existir”.
Pero en la ausencia de una seria alternativa, un año o más tarde la clase dominante estimaba que estaba situada sobre terreno mas firme. Los políticos se encontraban listos para unas nuevas elecciones, con el propósito de estabilizar el dominio burgués. Existía un cimiento material para tomar este paso. La economía había crecido uno por ciento durante el año 2002: se consideró casi un milagro, dado las condiciones casi de depresión económica y la falta de asistencia del Fondo Monetario Internacional (FMI). Ya para enero del 2003, se había devuelto el crédito a la Argentina y el presidente Bush había telefoneado a Duhalde para felicitarlo por la “pacificación” exitosa del país.
Aun esta “recuperación” menor podía ser temporera dado las nuevas negociaciones del FMI venideras sin ninguna solución real a la vista. La clase dominante hizo lo mejor que pudo con lo poco a su disposición. Le concedió aumentos bajísimos a los sectores más sindicalizados de los trabajadores industriales. Estas migajas aminoraron la presión sobre los dirigentes sindicales desde las matriculas mientras el resto de la clase trabajadora quedo sin aumentos.
De igual manera, en un plan financiado por el Banco Mundial, proveyó cantidades de "planes trabajar" a burócratas sindicales particulares permitiéndole comprar u obtener mas apoyo de grupos particulares de trabajadores desempleados. Hasta soltaron parte de los fondos congelados pertenecientes a los pequeños ahorristas. De esta manera, quedaba libre el campo para que la clase dominante convocara nuevas elecciones.
Duhalde se jactaba que su gobierno había sentado un raro ejemplo al “rechazar las medidas de shock que el FMI le impone a las naciones en crisis”. Lo que no enfatizó fue que había faltado hacer los pagos a la deuda al FMI, de esta manera elevando enormemente la deuda a los financistas imperialistas durante su incumbencia. En la realidad, había llevado a cabo gran parte del típicamente opresivo programa de la FMI, manteniendo lo que hacia independientemente. Su medida económica principal había sido la conversión del sistema monetario de un estándar de dólar rígido al peso flotante. El resultado de esta “pesificacion” fue que los pequeños ahorros se redujeron a 70% de su valor. El valor real de los salarios obreros se redujo en un 30% aun para aquellos que mantenían sus trabajos y además más negocios y fábricas cerraron. Mientras tanto el gobierno le pagó las perdidas a los bancos.
Lo que Duhalde verdaderamente hizo fue presidir sobre una transferencia masiva sin precedentes de fondos de una población ya sufriente para cubrirles las perdidas a los grandes capitalistas. Solamente empobreciendo a la clase media, además extrayéndole mas sangre a los ya súper explotados trabajadores e pobres, fue que se logró la tal denominada “recuperación”. Su sucesor tendrá que bregar con las negociaciones pendientes para agosto, que provocaran inevitablemente más sangrías imperialistas. Tendrá que tratar de estabilizar el dominio burgués a la vez que tendrá que encarar la furia de las masas explotadas. La estabilización, por lo tanto, solamente podrá ser alcanzada con niveles drásticos de represión.
Cuando dos piqueteros fueron ultimados por la policía en junio del 2002, hubo una protesta masiva. Duhalde saltó para escapar anunciando unas elecciones tempranas. Cuando las cosas se calmaron mas tarde, surgieron rumores que no dimitiría después de todo. Pero, denuevo, luego de mucho arrastrar los pies, las elecciones presidenciales originalmente anunciadas para septiembre del 2003 se convocaron para abril y mayo, en dos rondas.
Los peronistas corrieron durante la primera ronda; Kirchner ganó debido a que la gente temían al fantasma de otro gobierno dirigido por Carlos Menem, el ex-presidente conocido por sus salvajes ataques neoliberales a través de la década de los 90. Sin embargo, Menem fue apoyado por la federación sindical más grande y tomó la delantera en la primera ronda con el 24% de los votos. Kirchner obtuvo el 22%, debido en gran parte a los fuertes esfuerzos de Duhalde a su favor, debido a que era prácticamente un desconocido y había llevado a cabo una campaña carente de apoyo.
Tan pronto como se dieron los resultados de la primera ronda, estaba claro que Menem perdía la segunda ronda. Por eso se dio de baja, dejándole la posición de presidente abierta a Kirchner. Una falta de un mandato claro para Kirchner – ya que no era apoyado por ningún sindicato grande, una falla mayor para cualquier peronista – demuestra que los capitalistas aun no han resuelto su crisis de dirección. A Kirchner le han concedido una luna de miel con el publico de 3 meses: el acuerdo temporero del FMI otorgado anteriormente se vence en agosto y deberá se renegociado. Antes de que lleguen a Argentina los grandes negociadores extranjeros, este avanzó para tratar de establecer una imagen más decisiva e impresionante de “cambio” y “orgullo nacional”.
Además del espectáculo populista de inauguración, ha traído nuevas caras a los mandos militares y a la corte suprema, con el propósito de mostrar que está limpiando al gobierno. Sobre todo ha hecho amplias promesas desde el crecimiento económico hasta los derechos civiles. Menem, de igual manera, llevo a cabo una campaña mas populista aun cuando triunfó en el 1989 y hizo lo opuesto cuando llego al poder. No es sin razón, que el Financial Times de Londres le haya puesto la etiqueta a Kirchner de “Menem Lite”. (21 mayo)
Por el momento, su elección ha sido un éxito rotundo para la burguesia, especialmente comparado con la crisis e inestabilidad que ha sacudido a la clase dominante.
Las elecciones y el triunfo de Kirchner no significan que este será capaz de imponer ataques neoliberales aumentados, aun cuando ese sea su propósito. Existe un potencial inmenso para un nuevo surgimiento que derrotaría el ataque. Tendrá que incluir la manera de sobrepasarse a la deuda y la vinculación de un programa político a la fuerza de las masas para luchar contra el ataque.
Posterior al levantamiento de masas del 2001, la habilidad de la clase dominante para continuar sus ataques fue de sobremanera inevitable. Al comienzo, no existía un partido revolucionario que luchase por la dirección de los levantamientos de masas basándose en la demostración de que la revolución socialista es la única solución para la crisis. Pero durante tales momentos de crisis, nuevos estamentos de trabajadores y jóvenes combatientes son generados que pueden ser ganados a la construcción del partido revolucionario. La crisis puede generar el desarrollo rápido de la vanguardia.
Como grupo proletario auténticamente revolucionario, ya que no tendría raíces en el sistema capitalista, podría luchar honestamente e abiertamente a favor de los intereses totales de la clase trabajadora. Podría haber luchado contra cualquier clase de división artificial inspirada por la burguesia con el propósito de entorpecer la poderosa unidad en acción de la clase trabajadora que es tan desesperadamente necesaria.
Cuando está bajo ataque, la clase trabajadora naturalmente busca fuerza a través de la unidad, y también existe una necesidad objetiva para la defensa unida. Es debido a esta razón que los auténticos trotskistas siempre han luchado por la acción del frente único siempre que sea posible. La consigna bolchevique “marchar separados, golpear juntos”, tiene como propósito alentar acciones unitarias de clase, desde reuniones en masa hasta marchas de protesta a huelgas y confrontaciones callejeras. La acción unitaria entre trabajadores de diferentes niveles de conciencia política y desacuerdos es una precondición tanto para crear una defensa inmediata y para alcanzar la conciencia socialista mas avanzada. “Marchar separados” significa que todas las tendencias políticas participantes despliegan abiertamente sus banderas y consignas y luchan a favor de su estrategia y programa político. Levantar la conciencia de la clase trabajadora significa darle la oportunidad para enjuiciar cual tendencia política tiene el programa que represente sus verdaderos intereses y muestre el camino correcto a seguir. Para los leninistas, el frente único siempre ha sido una demanda hacia la acción unitaria, y no un ultimátum elitista que requiere de acuerdos políticos de antemano.
Desafortunadamente, la izquierda argentina se ha convertido en un modelo de conducta contraria. El sectarismo organizativo se ha enredado con oportunismo político. Grupos pequeño burgueses e izquierdistas han dividido y debilitado la acción de la clase trabajadora a favor de sus logros organizativos angostos: para proteger a sus partidarios a la exposición de políticas alternas. De esta manera vimos al combativo e amplio movimiento piquetero dividirse en por lo menos tres diferentes organizaciones, dirigidos por burocracias rivales en competencia por el control de planes trabajar y otros negocios, que entonces le reparten a los piqueteros selectivamente. Convocan reuniones de masas, marchas y acciones separadas y en competencia la una con la otra. Un desarrollo aun más novedoso ha sido el crecimiento del movimiento de ocupación fabricas y talleres. Las ocupaciones cubren sobre 200 pequeñas fábricas que han sido ocupadas por los trabajadores tratando de salvar sus empleos cuando los patronos las abandonan u cierran sus talleres de trabajo. El movimiento ha sido sometido a divisiones similares, a pesar de esfuerzos continuos por mantener la solidaridad.
El fracaso de la izquierda es aun más grave con relación a los sindicatos más grandes. Aun con un desempleo masivo, hay sobre 8 millones de trabajadores urbanos asalariados. Aunque solamente una tercera parte de estos están sindicalizados (con la mayoría de los trabajadores ahora desempleados o en la “economía gris”), los trabajadores activos – particularmente en la industria y la transportación – son claramente fundamentales a la economía política del país. Y los marxistas saben que la implantación estratégica dentro de la producción tiene más peso que solamente los números.
La brecha dentro de la clase trabajadora ha persistido, ya que los principales batallones de los trabajadores de la industria y transportación han sido desconectados fundamentalmente de la lucha desde el tiempo del alzamiento hasta el presente. Ninguna personalidad prominente de los sindicatos ha estado dispuesta a dirigir ninguna clase de lucha en defensa de la clase trabajadora o a favor de la independencia de clase. Por supuesto, los burócratas sindicales generalmente evitan tales esfuerzos, con la excepción de cuando se encuentran bajo tremendas presiones de las bases e matriculas. Pero ahora, con las apuestas tan altas, no están dispuestos ni para dirigir ni siquiera huelgas limitadas, como estaban impuestos ha hacer en el pasado. Si la burguesia ha sido sacudida por la crisis, la burocracia sindical pro-capitalista se encuentra virtualmente paralizada.
Encarando este dilema critico, la izquierda no ha levantado ninguna alternativa real. Habla muy radicalmente pero sigue unas políticas que perpetúan las malas direcciones y las divisiones de nuestra clase. El rechazo de hacerle demandas a los grandes sindicatos llegó a tal extremo posterior al levantamiento que la izquierda se dedicó enteramente a los existentes movimientos de asambleas populares, piqueteros y toma de fabricas y talleres. Pero no fueron capaces de llevar a cabo una estrategia para llegar a las masas de trabajadores ni siquiera proveyeron una para llegar a la masa de trabajadores militantes en sus periferias inmediatas. (Vea la carta a la LOI y nuestra repuesta a Vicente Balvanera para nuestros debates con las organizaciones izquierdistas argentinas sobre la política de los sindicatos.)
Como ejemplo de esto, adonde grupos de trabajadores sindicalizados que se han vuelto muy militantes – un fenómeno raro en estos días – la izquierda a menudo ha apoyado a que estas locales sindicales que agrupan a estos militantes se desliguen de otras que no son tan militantes y también apoyan la noción de sindicatos “combativos” separados de los atrasados. Desligarse se convirtió en la manera seudo-militante de huir de la muy necesaria lucha por alcanzar la dirección de los sindicatos del corazón del rollo del proletariado. Significa verdaderamente abandonar a los trabajadores menos adelantados, en vez de permanecer dentro de los sindicatos más grandes, con el propósito de luchar al lado de los trabajadores e convencerlos de sus ideas y acciones. Orientarse principalmente hacia los sindicatos “combativos” es parte de una tendencia general y sostenida durante mucho tiempo para evadir la lucha a favor de una dirección revolucionaria dentro de las principales federaciones, donde se encuentra la mayoría de los trabajadores.
Desde que comenzó el levantamiento, hemos argüido que la brecha entre los movimientos existentes y el grueso de la clase trabajadora consisten en un problema primario que tiene que resolverse. Mantuvimos que la construcción del partido revolucionario en si mismo tenía que ser la consigna principal de propaganda, la idea principal difundida a los trabajadores de avanzada. Tal partido lucharía para construir una oposición revolucionaria en el seno de todos los sindicatos, organizaciones de desempleados, y en todos los sectores de masas. Tal trabajo sindical es necesario en el seno de las dos principales federaciones sindicales, en estos momentos bajo control peronista; que son identificadas por los nombres de sus máximos dirigentes como GT-Daer, la mas conservadora, y CGT-Moyano, la de mayor apariencia militante. Los revolucionarios lucharían también dentro de la CTA, cuya dirección es social-demócrata e dirige una organización importante de piqueteros, de igual manera.
Hemos afirmado muy en particular que la demanda de acción principal debería ser “¡Huelga General para repudiar la deuda!". La izquierda centrista también ha hecho un llamado utilizando las palabras “huelga general”, pero de nuevo utilizan una frase militante para evitar la lucha práctica. La demanda a favor de una huelga general es hueca a no ser que se le plantee como un reto a los sindicatos a los sindicatos, las únicas instituciones que poseen la fuerza para llevar a cabo tales luchas y paralizar a la totalidad del país. Si no son incluidos en las luchas decisivas o, por lo menos, hechos conscientes de su propia fuerza para llevar a cabo tales luchas, es absolutamente predecible que la masa de trabajadores votara a favor de los peronistas.
Como hemos mantenido, los trabajadores tenían que entender que sus dirigentes sindicales y políticos peronistas eran malos, que muchos ya lo saben; tienen que aprender a través de su propia experiencia que la clase trabajadora tiene la fuerza para construir una alternativa significativa. Solamente entonces podrá convertirse relativamente atractiva para la masa de trabajadores independiente de la clase trabajadora, quienes quieran resultados concretos en vez de una retórica altisonante. Las importantes demandas programáticas, que la izquierda a veces levanta, aun las correctas, permanecen solo como palabras en las mentes de la mayoría de los trabajadores. A no ser que puedan ver que su clase tiene el mollero para obtener victorias a través de luchas unitarias de clase, ellos piensan que deben permanecer con los peronistas, quienes ellos piensan son mejores que los enemigos abiertamente burgueses.
A pesar de la evidente crisis del peronismo hoy día, el capitalismo ha probado múltiples veces, desafortunadamente, que no colapsará permanentemente por si solo, sino solamente mediante la vía de una exitosa alternativa revolucionaria. Si surge imposible para que un ala del peronismo se resucite por si misma ... entonces surgir una alternativa burguesa destinada a engañar e reprimir a las masas con otro nombre. Pero en el presente un porciento significativo de los trabajadores votarán a favor del peronismo. ("Carta a la LOI")
La razón principal del abundante voto peronista fue el fracaso de no cuajarse una alternativa seria. Esto no quiere decir que las masas de trabajadores no hubiesen cambiado de parecer de un día para otro, si se le hubiese presentado el programa correcto. Pero importantes avenidas se podían haber alcanzado hacia la toma de conciencia de la clase trabajadora luchando a favor de un programa revolucionario antes y durante las elecciones.
El peronismo ha lanzado una larga sombra sobre la clase trabajadora. Es un gran factor la memoria histórica del acelerado aumento en los estándares de vida en el periodo inicial del dominio de Juan Domingo Perón hace medio siglo, y las tremendas movilizaciones de trabajadores que se llevaron a cabo en ese entonces. Es también importante que los políticos peronistas le hablan a los trabajadores industriales en términos des sus intereses en un programa de industrialización para el país. Los trabajadores industriales no solo están preocupados en mantener sus empleos. Sus trabajos y los destinos de sus familias y amigos también se encuentran materialmente vinculados al resurgimiento de una economía basada en la producción industrial. Solamente el PJ peronista, el tal llamado “partido de la producción”, mantiene que tiene tal programa. Esta ligazón entre grandes sectores de trabajadores y el peronismo es solamente un vestigio de la alianza fuerte del pasado. Su continua existencia es más trágica aun ya que las esperanzas de los trabajadores a favor de una expansión industrial no pueden lograrse bajo el imperialismo hoy día.
Las elecciones presentaron una oportunidad específica para que la Izquierda levantase un programa revolucionario que cumpliese con las aspiraciones de la clase trabajadora. Una campaña comunista abierta pudiese haber levantado la necesidad del partido revolucionario, la independencia de la clase trabajadora, y la revolución socialista. Hubiese lanzado demandas del programa de transición trotskista con el propósito de vincular el socialismo con las luchas corrientes; trabajo para todos, proyectos públicos, escala salarial ascendente, una escala de horas con el propósito de distribuir el trabajo disponible, la expropiación de la industria, los bancos y las instituciones crediticias – sin compensación a los capitalistas. La expropiación de los grandes terratenientes es también crítica. Un plan real para el resurgimiento de la industria podía haberse bosquejado.
Los revolucionarios podían haber retado a las direcciones sindicales peronistas, no solamente denunciándolas desde afuera sino desenmascarándolas en la práctica, comunicándole a nuestros compañeros(as) trabajadores(as) de la siguiente manera: “En la Argentina, la clase trabajadora construyó una importante infraestructura industrial. Pero el partido peronista se ha unido a la venta y el desmembramiento continuo de la misma. Algunos dicen que todavía nos favorecen, pero tienen que bregar con la realidad de la crisis económica y el poder del capital imperialista. Pero nosotros mantenemos que los dirigentes sindicales no valen nada si no podemos obligarlos a responder a nuestras necesidades. “Hay una acción que pueden tomar, la única que puede conseguir los fondos para la industria que la clase trabajadora de Argentina necesita. ¡Pueden movilizar los sindicatos para convocar una huelga general dirigida a que el Estado repudie la deuda! Todo el mundo sabe que trabajamos arduamente para pagarles a los imperialistas y a pasar de todo esto, la deuda sigue aumentando. El capital que producimos deberá retornar a la clase que lo produce en primer lugar, la clase trabajadora. También pueden ganarse a los ahorristas clase media. Pero mientras permitamos a la clase dominante pagarle a los bancos parásitos y a la FMI, los argentinos de la clase trabajadora se morirán de hambre. El repudio a la deuda es nuestra única salida. “Decimos que solamente los revolucionarios lucharán a favor del repudio de la deuda, a favor de todas las necesidades de los trabajadores. Es por esto que estos burócratas sindicales tienen que ser re-emplazados. Nuestra predicción es que trataran de traicionarnos. Pero sometámoslos a la prueba máxima al levantar nuestras demandas a ellos a la vez que convocamos comités de huelga para luchar a favor y organizar la huelga general. Entonces veremos quienes están en lo cierto.
Otro elemento clave del programa revolucionario, particularmente vital para contrarrestar ilusiones en el electoralismo burgués, es el llamado a la autodefensa armada de las masas. Esta demanda ha sido ignorada de manera flagrante en la propaganda de la mayoría de la ultra izquierda – y en sus acciones también. Un par de días anterior a la primera ronda electoral a fines de abril la policía de Buenos Aires atacó a los trabajadores ocupantes de la fábrica de textiles Brukman. Miles de partidarios, los grupos de izquierda mayores, valientemente se personaron a la batallas. Esta no fue la primera vez que se trató de desahuciar a los trabajadores ocupantes, pero esta vez fueron exitosos debido a la significativa fuerza represiva desplegada. Durante todo el periodo anterior a la batalla, ningún grupo de izquierda mayor propagandizaba o agitaba a favor de la autodefensa armada de las masas, ni lo han promovido desde entonces. (Vea nuestra declaración sobre la batalla de Brukman.)
En vez de adelantar un programa revolucionario, secciones de la izquierda corrieron en las elecciones con programas de corte centrista muy comunes. El Partido Obrero (PO) hizo campaña a favor de una asamblea constituyente. El Partido de Trabajadores por el Socialismo (PTS), por otro lado, llevó a cabo una campaña de boicot electoral, criticando a los izquierdistas que presentaron candidatos como “participacionistas”. Ya que el PTS es el partido más a la izquierda de los mayores, y ya que la táctica del boicot atrajó a los elementos más izquierdistas, es importante ver todo esto más de cerca. En un articulo titulado, “Boicot activo a estas elecciones tramposas”, el PTS comenzó su convocatoria al boicot sin tapujos. A saber:
El PTS hizo un llamado unitario a través de una Carta Abierta repartida por miles.... Nos dirigimos a las organizaciones piqueteras, asambleas populares, fábricas ocupadas, sindicatos combativos, centros y federaciones de estudiantes en lucha y a la izquierda para impulsar una gran campaña nacional y formar un comité unificado que convoque al pueblo a un realizar un boicot activo....
Rompamos la trampa electoral. Llamamos a impulsar esta campaña en las fábricas, establecimientos, escuelas, barriadas obreras y populares, como parte de impulsar un congreso nacional de todas las expresiones de lucha y preparar una huelga general activa, que supere en organización a las jornadas del 19 y 20 de diciembre, para acabar con el gobierno de Duhalde. Sólo sobre esa base y sobre las ruinas del régimen, será posible convocar a una Asamblea Constituyente, en la que el pueblo movilizado pueda discutir democráticamente la resolución a sus penurias....
Fuera Duhalde. Boicot activo a las elecciones tramposas.... Huelga general hasta que se vayan todos e imponer una Constituyente Revolucionaria. (La Verdad Obrera #109)
Este pasaje es representativo del trabajo del PTS desde aquel tiempo hasta que Menem se rindió. Algunos puntos clave:
En primer lugar, el PTS a veces reconoce la necesidad de dirigirse a la clase trabajadora organizada. Pero en la práctica, se dirige a un movimiento que no incluye las federaciones sindicales mayores y sus direcciones sino solamente a los sindicatos “combativos”.
En segundo lugar, reclama que un boicot electoral “activo” desembocara en un gran congreso que lanzara una huelga general y esperanzadamente derrocara al régimen. Pero no se hace absolutamente ningún argumento de cómo el presente movimiento ganara influencia entre la totalidad de la clase trabajadora organizada con el propósito de boicotear las elecciones. Ni tampoco retan a los dirigentes sindicales a descontinuar su apoyo a los candidatos burgueses o hasta aconsejarle a las bases a luchar a favor de la política del boicot del PTS en sus sindicatos no combativos.
En tercer lugar, no se menciona el aplastamiento del estado. Ni mencionan la necesidad del partido revolucionario en esta cita o en la mayoría de sus documentos.
El PTS engañó y mal educó las bases del movimiento que de hecho nunca contó con las fuerzas para convocar un boicot activo que hubiese afectado las elecciones. Nosotros, como Lenin, no creemos generalmente en la táctica del boicot electoral con la excepción de donde exista la posibilidad de una toma de poder departe de la clase trabajadora. Pero ciertamente un boicot “activo” tenía que significar por lo menos demostraciones unificadas a gran escala, sino huelgas como mínimo. El PTS nunca tuvo el poder de convocatoria para tales acciones de masas. Pero trato de curarse en salud al reconocer formalmente e adelantado que el boicot exitoso propuesto no pondrá un alto a las elecciones. También dijeron:
Aún si no logramos ganar esta batalla y Duhalde pudiera llegar a las elecciones, con un gran movimiento por el boicot activo habremos logrado que salga de ellas un gobierno tan ilegítimo e irrepresentativo que surja lo más debilitado posible para aplicar medidas contra un pueblo trabajador que estará en mejores condiciones para enfrentarlo y derrotarlo.
Es decir, reclamaban que el movimiento de boicot por lo menos debilitaría el nuevo régimen. Pero esto también probó ser completamente falso. Aunque ninguno de los resultados de los candidatos fueron impresionantes (alcanzaron todos menos del 25%), la participación que alcanzaron fue alta, especialmente comparado con las promesas del movimiento del boicot.
Mientras el promedio histórico de participación electoral desde el 1911 (cuando las votaciones se hicieron legalmente mandatorias) ha sido de 79.5%, en la segunda ronda de este año el nivel fue de 77.5%, una diferencia insignificante.
En las elecciones provinciales de octubre del 2001, la abstención había llegado a un nivel altísimo para la Argentina. Pero eso por si solo no hizo nada para debilitar los ataques, como manteníamos que haría el PTS en el 2003. De hecho los ataques aumentaron posterior a las elecciones del 2001 – hasta que la lucha de clases potencialmente revolucionaria derrocó al régimen electo en diciembre. Pero no siquiera esa acción le puso un alto a los ataques, debido a que el capitalismo no encaraba un reto consciente a su poder estatal. La lección global, que fue predicha de manera general por los leninistas, fue que sin una alternativa revolucionaria al poder estatal, cualquier gobierno permanecería burgués.
El PTS había participado en las elecciones del 2001. No estamos de acuerdo con el programa político con el cual participaron, pero su análisis demostraba una familiaridad superficial con la tradición leninista de participación parlamentaria con el propósito de presentar una alternativa de la clase trabajadora. Y mostró su habilidad de proveer un ojo crítico sobre los eventos concretos según se llevaban a cabo. Así es que explicaron su participación en las mismas:
No rechazamos la participación en todas las elecciones por igual. El PTS en las generales del '99 presentó candidaturas obreras, táctica que reiteramos en las legislativas de octubre del 2000, aún cuando apareció el “voto bronca” como nuevo fenómeno, porque consideramos que esa opción a la que se volcó primordialmente la clase media no tenía distinción de clase, y fue fogoneada por un arco tan heterogéneo que abarcaba desde sectores piqueteros a fascistoides como Daniel Hadad. (LVO #114).
El PTS, al fracasar en la tarea de educar a su audiencia ni siquiera se dirigió a contestar porque razón descartó para estas elecciones la posición leninista contra el boicot de las elecciones que había sostenido durante tiempo. Como escribiese Lenin en su panfleto La enfermedad infantil del "izquierdismo" en el comunismo:
Está probado que, aun unas semanas antes del triunfo de la República Soviética, aun después de este triunfo, la participación en un parlamento democráticoburgués, no sólo no perjudica al proletariado revolucionario, sino que le facilita la posibilidad de hacer ver a las masas atrasadas por qué semejantes parlamentos merecen ser disueltos, facilita el éxito de su disolución, facilita la "eliminación política" del parlamentarismo burgués. No tener en cuenta esta experiencia y pretender al mismo tiempo pertenecer a la Internacional Comunista, que debe elaborar internacionalmente su táctica (no una táctica estrecha o exclusivamente nacional, sino precisamente una táctica internacional), significa incurrir en el más profundo de los errores y precisamente apartarse de hecho del internacionalismo, aunque éste sea proclamado de palabra.
En vez de bregar con los tradicionales argumentos leninistas, el PTS se quejó que las elecciones presidenciales mantendrían todo el resto de los “políticos corruptos en sus escaños” y no le darían una oportunidad a los “trabajadores y a la izquierda a ganar tales escaños”.
¿Pero que elecciones burguesas no adelanta a políticos corruptos? ¿O le dan una oportunidad justa a los trabajadores e izquierdistas? Para los bolcheviques, la participación en las elecciones no se basa en la justicia de las elecciones o en la oportunidad de triunfar. Lenin siempre denunció al electoralismo como un medio en si, ya que ningún cambio verdadero puede ocurrir mediante las elecciones. Siempre arguyó a favor de más valor asociado a la acción de las masas que sobre las elecciones.
El corazón de la posición del PTS fue verdaderamente su deseo de hacerle eco a la consigna del movimiento “Que se vayan todos”. Por lo tanto, para contrastar con el abstencionismo clase media o el “voto bronca” del 2001, analizaron la táctica del boicot para estas elecciones de la siguiente manera, en un articulo titulado “Las tramposas elecciones de Duhalde y la táctica de la izquierda: El realismo en la política revolucionaria”.
Esa no es la situación actual. Despúes de la situación excepcional inaugurada en diciembre del 2001 hay un dato clave: distinto de las elecciones de octubre del 2000 en las que el “voto bronca” no era un factor de organización obrera y popular, ahora han surgido o se han fortalecido los actores que está planteado unificar en torno a enfrentar la trampa: las asambleas, los movimientos piqueteros, las empresas ocupadas y la izquierda. Todas esas organizaciones juntas llenamos la Plaza de Mayo el pasado 20 de diciembre, en el aniversario de las jornadas, y juntos podríamos presentar una posición unificada al amplio sector de los trabajadores y el pueblo que rechazan estas elecciones. (LVO #114)
Esto demuestra que ellos pensaban que el voto abstencionista dominado por la clase media en las elecciones congresionales de octubre del 2001 se podían convertir en una posición de la clase trabajadora, basada en la unidad de los movimientos existentes inspirando al resto de los trabajadores. ¿Sobre que base constituye esto "realismo en la política revolucionaria"?
El año pasado escribimos acerca de la celebración de la izquierda de las asambleas populares dirigidas por la clase media y predijimos las consecuencias del fracaso de no lanzar un llamado directo a favor de la independencia y dirección del movimiento de parte de la clase trabajadora:
La burguesía argentina, en conjunto con el imperialismo yankee, esta teniendo más tiempo para preparar una solución más beneficiosa. Ellos buscan romper el apoyo de la clase media hacia la clase trabajadora y sobre todo ganar apoyo para un aumento en la represión. Cuanto más pasan las semanas y meses, el indefinido canto de “Que se vayan todos” como consigna movilizante, celebrado sin critica por el PO, el PTS y la gran parte de la izquierda – sin ni siquiera presentar una alternativa de clase – lo más hueco se vuelve. Y porque no existe tal cosa como una municipalidad, provincia o nación sin políticos, podría solamente fortalecer la influencia populista de la clase media que el PO ha admitido que ya esta en movimiento. Mucho peor, esto le prepara el terreno para una alternativa bonapartista que ya está en marcha.
El PTS, por otro lado, utilizó la misma consigna para boicotear las elecciones, creyendo que ahora la clase trabajadora como la clase media votaría verdaderamente contra todos los políticos. Reclamaron posteriormente que los resultados electorales "le dio la espalda al reclamo popular y masivo de 'que se vayan todos'" (LVO #119). También culparon a “'a izquierda participacionista” que "desoyeron el llamado unitario que hicimos desde el PTS junto a otras fuerzas" (LVO #120). En realidad, fue el PTS el que quedo atónito por la fantástica interpretación de su consigna.
El PTS simplemente se fue a la rabiza de lo que calculó que era el sentimiento de los ya existentes movimientos sectoriales. Sobre esa base se dirigió a su audiencia con el sueño de un movimiento grande de clase amplio que amortiguaría los ataques y fortalecería la posibilidad de derrocar al régimen. Aparentemente no era ni siquiera un sueño sostenido por la mayoría de su imaginada audiencia porque las cantidades de abstenciones hubiesen sido significativamente más altas. Aun sabiendo que el abstencionismo pasado había sido de la clase media en vez de ser un fenómeno de la case trabajadora, esto no impidió que el esfuerzo del PTS fuese para servirle a la conciencia no-comunista bajo el ropaje de un acto de la clase trabajadora.
Luego de que los resultados de la primera ronda se hiciesen públicos, el PTS rehusó aclarar explícitamente que su táctica había sido equivocada, aunque analizaron los resultados bastante bien. Declararon:
Lo más destacado de estas elecciones es que revela una fragmentación política y social como no habíamos visto en los primeros meses luego de las Jornadas. En aquel momento parecía (y sólo parecía) que las fuerzas de la derecha “habían desaparecido”. El “bloque de diciembre”, que reunía a todos aquellos que salieron a enfrentar al gobierno moribundo de De la Rúa, parecía unir en una alianza atípica por su heterogeneidad.... Esta alianza que levantó el slogan “que se vayan todos”, se desgajó y dio paso a una mayor polarización social y política.
El articulo develó al “anti-voto” (incluyendo las abstenciones, papeletas en blanco o nulas; etc.) disminuyeron debido a los votos de la clase media ¡El PTS reconoció que la clase media “vacila históricamente”, pero sin ninguna palabra de autocrítica! En su lugar ofrecieron una defensa:
Nuestro partido se jugó por la tarea que en ese momento parecía menos “vistosa” y más dura, la de establecer un trabajo sistemático en el seno de la clase trabajadora y la de plantearle a la vanguardia de diciembre la necesidad de establecer la más amplia unidad obrera y popular, sostenida por la constitución de coordinadoras y organismos de autoorganización democrática de masas.... Lo que sucede es que la vanguardia sufre una aguda falta de dirección revolucionaria, y ha quedado en estas circunstancias a la defensiva. (LVO #119)
Que quiere decir que la “vanguardia no tuvo dirección revolucionaria”. La claridad en la terminología es necesaria. Para Lenin y Trotski, la vanguardia significaba la dirección del partido revolucionario. (Pero existe la vanguardia relativa: aquellos que se encuentran en la lucha en estos momentos.) Por un lado, identificar a los más activos hoy día no determinara que estrato estará en la vanguardia activa de los futuros levantamientos, ya que este estrato que se encuentra en el frente de acción de hoy día no posee necesariamente una conciencia de clases comunista de la vanguardia leninista.
El PTS se refiere interminablemente al movimiento militante de ocupación de fábricas, junto con los militantes “combativos” y piqueteros como la vanguardia, haciendo claro que ellos los ven como la vanguardia de toda la clase. Existen muchos problemas con esto. Su “ambigüedad” terminologica también esconde el hecho que los trabajadores industriales deberán formar parte fundamental de la vanguardia revolucionaria. También esconde el hecho que es el mismo PTS que se suponía que fuese la vanguardia revolucionaria y proveyese la dirección revolucionaria a todos los trabajadores que avanzan. ¡Si la cuestión de dirección revolucionaria es decisiva, entonces porque los revolucionarios del PTS solamente le hicieron rabiza a la vanguardia de acción! Unos supuestos revolucionarios con conciencia de clases comunista le hacían de rabiza a gente con una conciencia no-comunista, vitoreando la consigna “Que se vayan todos”.
El PTS no ha producido un balance serio de la táctica principal que utilizó en el calor de la lucha en la Argentina. Este es el caso aunque hicieron la campaña a favor del boicot una cuestión fundamental en número tras número de su periodico por más de un año, denunciando a todos que aspiraban a correr y por extensión a los trabajadores que deseaban votar.
La táctica del boicot era ultra-izquierdista en apariencia, pero oportunista en esencia. ¡Pero comparada a las maniobras oportunistas, este fue un total fracaso! Desde el levantamiento, la tendencia hacia el abstencionismo parecía aumentar – pero solamente en las corrientes separadas de los grandes batallones de la clase trabajadora. El PTS nadó tan vigorosamente contra la corriente del boicot que no pudo permitir cuan débil se estaba tornando. En las realidades movimiento a favor del boicot no había avanzado políticamente mas allá de la noción de calle sin salida de la frustración con todos los políticos, encapsulados en la consigna “Que se vayan todos”, que el PTS, como el resto de los izquierdistas, habían defendido sin crítica.
Los movimientos sectoriales habían sobrevivido durante mas de un año y medio sin ver la solución a la crisis, ni mucho menos una alternativa revolucionaria. El abstencionismo, que se había llevado a cabo en octubre del 2001, como respuesta al problema de los políticos traidores, ya había probado ser ninguna respuesta al asunto. Por lo tanto, esos trabajadores y activistas clase media dedicados a los levantamientos sectoriales votaron por lo que había allí. Estamos de acuerdo con el PTS que hay estamentos vitales de trabajadores, empleados y desempleados, como también jóvenes que se le tiene que dar respuesta rápida sobre lo que deben hacer ahora. El boicot les dio la respuesta equivocada.
Sobre todo, la campaña del boicot nunca tuvo una oportunidad de alcanzar a los importantes trabajadores industriales o aun comenzar a romper los lazos con los burócratas y candidatos peronistas. La cuestión decisiva que el PTS rehúsa encarar es que la acción unitaria de las masas no ocurrirá en la Argentina sin la participación del proletariado industrial sindicalizado. La única solución es la revolución proletaria y para eso, la conciencia de la clase trabajadora solo se lograra luchando en oposición política directa con la burocracia. Es la única manera, como señaló Marx hace mucho tiempo, que la clase trabajadora se prepara para el poder. Los estamentos avanzados del proletariado encarnados en su propio partido revolucionario deberán arrebatarle la dirección de nuestra clase de las manos de la burocracia con quien se tiene que luchar, y no evadir.
Durante las elecciones presidenciales, no solamente disminuyeron dramáticamente las abstenciones comparado con octubre del 2001; también fue así con el voto de la izquierda. Si el PTS previnó correctamente algo fue que si hubiesen corrido unas elecciones con su programa centrista, hubiesen tenido resultados similares.
Algunos errores son inevitables. Este no lo fue. Pero como quiera se puede aprender de los errores. Las tácticas conllevan un dialogo, desde cual los bolcheviques pueden aprender de las masas si llegó o no el mensaje o si funcionó o no la táctica. Al analizar críticamente lo que han hecho, los revolucionarios auténticos aprenden de sus experiencias. No es así con el PTS.
Como oportunistas genuinos, el PTS utilizó el boicot solamente como una fase pasajera: han declarado rápidamente que apoyan la participación en las elecciones provinciales venideras. Pero el centrismo subyacente no es un asunto pasajero. En vez de aprender las lecciones de su fallida propaganda del boicot, su método aparentemente consiste en seguir hacia delante y olvidarse del pasado.
El PTS o no entiende lo que significa la conciencia mixta entre los trabajadores o simplemente no le importó. Peor aun, todavía no lo entienden. Podían haber escrito su análisis antes de los resultados, ya que ellos han condenado a los “participantes” todo el año. Las reglas de Trotski para los cuartointernacionalistas encapsulaban un espíritu muy diferente. El nos dijo, “Mirar la realidad cara a cara”.